Con un estilo desenfadado y grave al mismo tiempo, Fantastic World hunde sus raíces en la literatura de fantasía, al tiempo que ofrece una vuelta de tuerca a referentes de la animación contemporánea
Portada de 'Fantastic World' de Ryo Hirano. Héroes de Papel.
Francesc Miró
Aunque prácticamente desconocido en nuestro país porque existen muy pocas traducciones al castellano de sus obras, Willis George Emerson fue un novelista estadounidense célebre en las postrimerías del siglo XIX, hoy de culto gracias a El dios humeante, o The Smoky God, or A Voyage Journey to the Inner Earth.
Se trata de una novela en la que un marinero llamado Olaf Jansen descubría, en el Polo Norte, la entrada a una extraña civilización. Un mundo existente en el interior del nuestro, intraterrenal, en el que todo tipo de criaturas mágicas existían y cuya capital sería el Jardín del Edén original.
Un universo que, posteriormente, la tradición identificaría con Agartha, célebre patria de una cultura esotérica que cree en la teoría de la 'Tierra hueca'. Según esta, no estaríamos en un planeta rocoso de 6.000 trillones de toneladas que flota en el cosmos, sino una especie de huevo habitado en la cáscara por nosotros, y lleno de mundos fantásticos en su interior. Tal y como también lo imaginó Julio Verne en Viaje al centro de la tierra.
Inspirado por las obras de Emerson y Verne, el dibujante y animador nipón Ryo Hirano ha creado su propia versión de este imaginario en Fantastic World. Un manga ambientado en un reino mágico en la que vive Biko, un chaval que resulta ser también el último humano del lugar. Ahora el libro llega a España de la mano de la editorial Héroes de Papel.
Fantasía y humor en el centro de la tierra
Biko es un joven adolescente humano que jamás ha salido del bosque en el que nació. Allí habita una gigantesca y horrorosa criatura que no deja que nadie abandone el lugar. En las garras del monstruo fallecieron sus padres, y ahora Biko malvive solo en el mundo. Es el último ser humano de esta tierra llamada Shambhala.
Un día, una sustancia mágica da vida a Dientecín, un diente antropomorfo que se convierte, desde el minuto uno en su amigo inseparable. Juntos conseguirán escapar del bosque y descubrir que su mundo es mucho más grande de lo que los árboles dejaban entrever. Aunque también está lleno de otros muchos peligros.
Fantastic World es, en espíritu, una historia de aventuras clásica que alude a las obras de George Emerson y Julio Verne. Y que, a medida que su desarrollo recala en subtramas y amplia su universo creativo más allá de sus dos simpáticos protagonistas, deja espacio a temas subyacentes también conocidos en la literatura fantástica y de ciencia ficción.
En sus páginas, Ryo Hirano parece dar rienda suelta a todas su manías para explorar una a una las posibilidades de toda una tradición aplicadas a su particular estilo. Así, en su conocimiento de la distopía, aborda la crisis mediambiental, la contaminación y el consumo responsable de recursos naturales. Pero también la existencia de alma en la Inteligencia Artificial, la adicción al videojuego, las complejidades de las relaciones en contextos virtuales...
Pero si bien en su esqueleto argumental, Fantastic World se muestra más que cabal con toda una tradición literaria, es en su músculo artístico dónde hace gala de virtudes inapelables.
El dominio de una arquitectura de la página más o menos estable permite a Hirano desatarse en el diseño de personajes, que ironiza con lo kawaii -lo cuqui de escuela nipona-, y coquetea con la abstracción y el terror. Trabajando siempre una aparentemente inagotable fuente de recursos expresivos distintos.
Una inyección de originalidad que engasta de forma inteligente con un manejo de una paleta de colores tan viva como repleta de riesgos. Todo contribuye a convertir su lectura en un constante descubrimiento, que deja la sensación de maravillosa extravagancia.
Como si Hora de Aventuras se encontrase con Akira
Ryo Hirano construye Fantastic World como una historia de aventuras clásica, amable e inspiradora, que encuentra su voz cuanto más combate la etiqueta fácil. Es un manga, obviamente, pero conceptualmente es una obra situada a medio camino entre la sensibilidad pop de la animación actual norteamericana, y la tradición japonesa del manga de corte shōnen -dedicado al público tradicionalmente masculino y adolescente-.
Así, habitan en sus páginas referentes evidentes y otros que no lo son tanto. Para empezar, la comparación con la serie de animación Hora de aventuras, la obra maestra de Pendleton Ward, es ineludible en fondo y forma.
No solo manejan el mismo lenguaje humorístico, ni igual crecen en profundidad a partir de dos protagonistas cuya relación se asemeja sobremanera. También se interpelan mediante homenajes que van desde el diseño de algún personaje hasta soluciones argumentales que los fans de la serie de Cartoon Network conocen muy bien.
Pero más allá de la alusión obligatoria, Fantastic World crece en base a un magma de cultura pop tan deudor de referentes nipones como norteamericanos. Entre sus páginas, descubrimos escondidos kappas y yokais al más puro estilo del Shigeru Mizuki de Kitaro. Pero también un gusto por el body horror que parece guiñarle el ojo al Akira de Katsuhiro Otomo.
Con todo y con eso, el mundo que ha creado Ryo Hirano es del todo singular. La lectura de Fantastic World propone un viaje de aventuras refrescante y repleto de hallazgos que funciona como magnífico estimulante para lectores de costumbre entumecida.
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