domingo, 31 de agosto de 2014

La 'chica del ascensor' o por qué llevar bragas condiciona la existencia

Jaime López Fernández

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"... siempre culpables de lo que nos hacen. Criaturas a las que se responsabiliza del deseo que ellas suscitan. La violación es un programa político preciso: esqueleto del capitalismo, es la representación cruda y directa del ejercicio del poder..."
Virginie Despentes, Teoría King Kong

Llevar bragas no es sencillo, porque para llevarlas son necesarios muchos cojones. Llevar bragas excede el significado de llevar calzoncillos. Va más allá de su función protectora frente a las diferentes secreciones corporales y, por supuesto, más allá de su relación con el erotismo y el fetichismo. Llevar bragas es toda una proeza al alcance sólo de mujeres, las únicas capaces de aunar al concepto utilitario de su uso la responsabilidad unilateral de mantenerlas en su sitio, aunque se las arranquen a la fuerza o se vean resignadas a bajarlas en contra de su voluntad. Es por esto que llevar bragas condiciona la existencia, pues, en una sociedad como la nuestra, más que llevarlas, cargas con ellas, convirtiéndose en más ocasiones de las que imaginamos en toda una heroicidad.
No, no es nada fácil llevar bragas. No hay más que ver las recomendaciones del ministerio del interior para evitar una violación. Un decálogo que difícilmente impediría una situación tan terrible como esta y que no tiene otro objetivo que cubrir el expediente, pues delega la responsabilidad de lo que pueda suceder en la propia víctima y en las medidas de precaución que pueda tomar. Unas recomendaciones dirigidas a las mujeres que las obliga a ser policías de sí mismas y las condena a vivir en un estado de desconfianza y alerta a perpetuidad ante las posibles consecuencias del deseo incontrolado que en determinados hombres pueden ser capaces de suscitar. "Yo ya te advertí", parecen querer decir, "a partir de aquí me lavo las manos. Ya te apañarás".
Algunos de los consejos, como llevar un silbato en caso de ser atacadas (¿Por qué no también el resto de la ciudadanía como medida disuasoria contra los ladrones?) rozan lo rocambolesco, por más que en otros países del entorno también se recomiende. Otros, apelan directamente al sentido común inculcado desde niños en casa, no sólo a las mujeres, sino también a los hombres (¿a quién no le resulta al menos inquietante estacionar o pasear de noche en descampados, zonas de extrarradio o lugares solitarios?). No hace falta ser mujer para que determinadas situaciones resulten turbadoras e incluso amenazantes. Y otros, coartan sin paliativos la libertad individual, como recomendar echar las cortinas al anochecer o no poner el nombre de pila en el buzón.
No, la verdad es que no es fácil llevar bragas, nunca lo ha sido; ni ahora, ni antes. Sobre las mujeres siempre ha sobrevolado la sombra de la duda, la perversa cruz de la tentación de cuyo influjo los hombres difícilmente pueden sustraerse. Siempre ha radicado en ellas la responsabilidad última de cuanto les pueda pasar. Hace unos años, realizando un trabajo sobre el archivo parroquial de una pequeña población de Teruel, en una anotación fechada el 2/XI/1748, se recomendaba lo siguiente:
"(...) a las doncellas que van acompañadas a la iglesia en cabellos y cuerpo descubierto no lo hagan, y cubran su cuerpo con mantilla y manteletas mostrando recato y humildad, pues aprovechando la ocasión acuden a la puerta del sagrado lugar personas ociosas de licenciosa vida por puro registro de la novia, y por esta causa, sin tener reverencia de aquel sagrado acto, se suelta libremente el chiste y la risa con mucha irreligiosidad (...)".
Nada ha cambiado. Sigue siendo igual de difícil llevar bragas hoy como ayer. Es ella quien debe cubrirse el pelo y los hombros; es ella quien lleva la falda muy corta y tiene la lengua muy larga; es ella quien debe mostrar recato y humidad, quien debe mostrarse prudente y pasar inadvertida, quien debe quedarse en casa y no salir a la vida, porque ella es la tentación, el diablo vestido de serpiente o de Prada, tanto da, y el hombre el incapaz de dominar la voluntad, la inocencia incontenida frente a la mala influencia.
El problema no es el decálogo del Ministerio de Interior o las recomendaciones en una cultura muy influenciada por la Iglesia, el problema es la actitud que enmascara, la velada, cuando no resignada, aceptación de un hecho absolutamente inaceptable que permanece impreso en el código genético de una sociedad que reprueba y excusa a partes iguales: que la mujer debe guardar las formas y permanecer alerta frente a la incontinencia e intolerancia masculina. Un hecho que no sólo determina la violencia hacia una mujer en cualquiera de sus formas, sino, y sobre todo, la actitud con que la afronta la misma sociedad, incluidas las mujeres, que siendo las víctimas terminan por asumir parte de culpa y sentirse avergonzadas, una perversión que las responsabiliza en última instancia de las agresiones cometidas contra ellas y que, en cierta medida, terminan asumiendo.
Aún es común oír: "Algo habrá hecho cuando le ha pasado lo que le ha pasado". "Si es que se visten como putas". "No se puede ir provocando por ahí, que luego pasa lo que pasa"..., aunque las cosas comienzan a cambiar. Cada vez hay mayor concienciación sobre esta realidad intolerable que ataca a la integridad física y moral y a la libertad individual, pero es un tridente (responsabilidad última, vergüenza y culpa) difícilmente superable si la sociedad tan solo recomienda prudencia en lugar de educar a sus miembros en el respeto, en la igualdad y en la libertad.
A pesar de ello, todavía hoy este comportamiento rancio, violento e inadmisible dificulta el hecho de llevar bragas sin percatarte de ello, sin percibir que eres mujer. Ojalá que la airada chica del ascensor, a la que el inefable alcalde de Valladolid hacía alusión, salga corriendo algún día de este, con las bragas y el sujetador en las manos y gritando: "¡Que no es por ti, capullo, que es por mí, que me las quito porque me sale del coño!"...Y nadie se extrañe más que de la imagen de ese señor allí adentro, como en el interior de una caverna, observándola sin entender nada y pensando: "Con Franco vivíamos mejor".
Para todos cuantos creen en una sociedad basada en la igualdad entre hombres y mujeres, en el respeto y en la libertad, esta receta: Pinchos de 'Melón Mojito', un postre muy alejado de los planteamientos ajados y violentos de quienes se ven legitimados para agredir; un postre sutil, ligero, refrescante y veraniego, que nos trae el sol a la boca y el verano con sus noches y sus tardes de terraza. Un postre que te hará ver la vida con alegría en el mismo momento que lo lleves a tu boca.
Que lo disfrutes. 
NECESITARÁS (para 4 personas)
  • 4 rodajas de melón.
  • La ralladura y el zumo de ½ lima o limón.
  • 1 cucharada de azúcar.
  • Un manojito de hierbabuena.
ELABORACIÓN
  1. Quítale las pepitas y la corteza a las rodajas de melón y córtalas en cuadrados de tamaño similar, sacando con el vaciador y el descorazonador bolas y cilindros de un par de ellas.
  2. Introduce en un bol los trozos junto al azúcar, la ralladura y zumo de la lima o limón y parte de la hierbabuena picada.
  3. Introduce en la nevera y deja macerando al menos 1h. Saca los trozos de melón y ensártalos en un pincho alternando trozos cuadrados y bolas.
  4. Pasa por la batidora el almíbar de la maceración.
  5. Emplatado: Disponer los pinchos en una bandeja y rociar con el almíbar
Umm, refrescante y espectacular. Un éxito asegurado.
NOTA
Si te ves hecho un guerrillero, añádele unas gotas de ron envejecido a la maceración. Combina a la perfección y acerca el melón a la categoría de cóctel comestible.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboraciónGlory Box, Portishead
Para la degustaciónLucky, Kat Edmonson
VINO RECOMENDADO
Reymos Moscatel, espumoso dulce 11. DO Valencia.
DÓNDE COMER
En mesa informal, al aire libre y a la sombra, protegidos de los rigores estivales y en buena y divertida compañía, esa que siempre te ha hecho reír tanto y sentirte querida por como eres y por lo que vales.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Un postre hipocalórico como este bien merece combinarse con un modelito hipohuracanado que resalte sin complejos tu cuerpazo. Así que no necesitarás grandes esfuerzos para quemar tan dulce bocado: tan solo ir al armario, abrirlo, decidir qué ponerte y salir a pasear, que en verano las tardes son largas..., y las noches aún más. A por ella.

Algunas tenemos coño

por Anónimx

Algunas tenemos coño.

Se ve que a algunos le cuesta aceptarlo pero así es.

Algunas tenemos un coño. Unos labios menores, unos labios mayores, un clítoris, una vagina, un útero, dos ovarios… un coño, vamos.

Un coño que a muchas nos han mutilado, cortado, cerrado para demostrar nuestra virginidad, vuelto a abrir… un coño que es una herida que nunca cierra, que siempre sangra, que siempre duele y no se olvida.

Un coño sobre el que políticos se creen con el derecho de legislar. Un coño que para ellos es el cuenco que somos nosotras mismas, ya que para ellos tenemos el valor sólo como engendradoras, quedando nuestros derechos fundamentales a la libertad, la autodeterminación y el bienestar de personas aquí y ahora, subsumidos a los derechos de alguien que no está claro cuándo empieza a serlo.

Un coño que es medicalizado como un problema, rasurado como un estorbo, ocultado como una vergüenza.

Un coño que nos han violado, no sólo desconocidos sino amigos, novios, tios que nos han caído bien al principio. Un coño que, o defendemos con la muerte, o es señal inequívoca de que no ha sido violado: un coño que al parecer se identifica tanto con nosotras mismas, que dar la mano, un paseo o sonreir significa que hay vía libre de acceso. Un coño que nos han hecho sentir como algo tan ajeno que hemos visto estupefactas cómo vivía situaciones a las que no sabemos cómo hemos llegado ni cómo salir: nos han enseñado a no hablar, a callar, a mirar hacia abajo y a follar sin deseo.

Un coño por el que hemos pasado miedo: miedo a ir sola por la calle, miedo a entrar en el ascensor con un desconocido, miedo a vernos acorraladas mientras estamos tranquilamente de fiesta.

Un coño que nos ha condicionado los movimientos…"niña cierra las piernas que se te ven las braguitas", "no te sientes así", "no saltes con falda", "no te cuelgues bocabajo"…

Un coño que en esta sociedad es una condena, que nos han hecho vivir como una tortura.

Somos mujeres, tenemos un coño. No somos asexuadas madres modelos o putas que van marcando para follar.

Estamos hartas de esta sociedad falocéntrica. Nos negamos a seguir viéndonos como carencia: carencia del pene que da la autonomía, carencia de la virilidad que da la posibilidad de defensa. Hemos aguantado más de lo que nunca podréis aguantar, hemos incubado más rabia de la que nunca podréis imaginar.

Somos mujeres, somos compañeras, nos vamos a defender las unas a las otras… y cuidado, porque sabemos hacerlo.

MACHETE AL MACHOTE

venres, 29 de agosto de 2014

La falta de anestesistas deja sin epidural a algunas parturientas en Valdeorras

CRISTINA HUETE
http://ccaa.elpais.com/ccaa/galicia.html

Los recortes emprendidos por el Servizo Galego de Saúde (Sergas) ponen en peligro la oferta de la anestesia epidural a las parturientas en el hospital comarcal de Valdeorras. Aunque la gerencia continúa ofreciendo este sistema analgésico a las embarazadas, no puede practicarlo cuando se generan urgencias en el centro hospitalario. Y han comenzado las quejas. Aunque el Sergas insiste en que mantiene el mismo número de anestesistas de siempre, el comité de personal matiza que ha suprimido el pago de horas extraordinarias que realizaba uno de estos profesionales mediante guardias localizadas, lo que ha mermado la prestación. A ello se suma que la gerencia hospitalaria no ha cubierto la baja por enfermedad del jefe de servicio.
 Ambos factores se conjugaron contra una usuaria de este hospital a mediados de agosto. La mujer tenía programada una inducción del parto. El hospital le ofertó desde el comienzo del embarazo el servicio de anestesia epidural —un método de alivio de dolor durante las contracciones que requiere la introducción entre las vértebras lumbares de un catéter por el que se van suministrando los analgésicos— pero llegado el momento no pudo practicarle esta técnica. Cuando la parturienta alcanzó el nivel de dilatación adecuado, la anestesista le comunicó que no podría someterla a esta anestesia porque había dos urgencias en el hospital que no podía abandonar ya que no había más anestesistas ese día.

“Tuvo mala suerte”, sostiene el Sergas tras precisar que “hoy como desde que se abrió el hospital hay cuatro anestesistas, pero una urgencia puede surgir en cualquier momento”. El comité de personal sostiene, sin embargo, que falta uno de estos especialistas desde el 13 de agosto y que su baja por enfermedad no ha sido cubierta. A ello añade que la gerencia suprimió “para ahorrar costes” el servicio de anestesista de guardia localizada. “Antes había siempre uno disponible al que se llamaba en caso de urgencia y cobrara por ello horas extraordinarias”, afirman. Los representantes sindicales de los trabajadores aseguran además que desde que uno de los cuatro anestesistas consiguió el traslado, “los médicos que vinieron para sustituirlo rechazaron el contrato en las condiciones que les ofertaba el Sergas”. La plaza se cubrió finalmente a comienzos de agosto, pero el servicio volvió a quedar mermado de inmediato por la baja del jefe.
La mujer a la que le ofertaron la anestesia epidural que finalmente no le practicaron —pese a haberle programado consultas y analíticas con el anestesista antes del parto— asegura que, frente a lo prometido, soportó “dolores espantosos durante ocho horas”, solo aliviados “por el buen hacer del personal de ginecología y matronas”.
El pasado mes de junio, 35 médicos del hospital de Valdeorras denunciaron recortes en el personal de guardia, además de consultas masificadas y contratos en precario, medidas que, en opinión de los profesionales, tienen como objetivo el “desmantelamiento” de este centro sanitario comarcal. El Sergas negó las deficiencias acusando a los facultativos de buscar solo mayores retribuciones económicas, y el sindicato médico O'Mega-CESM trasladó la denuncia a la fiscalía alertando del riesgo sanitario como consecuencia de la gestión de “una gerencia que antepone de forma dictatorial el ahorro indiscriminado a la eficiencia sanitaria”.

O recorte ao Parlamento, prioridade do PP no reinicio do curso político

Tesourada ao parlamento
David Lombao
http://praza.gal/

Feijóo é proclamado líder do PPdeG, en xaneiro de 2006

O pasado 4 de agosto o Boletín Oficial do Parlamento de Galicia publicaba o texto definitivo da reforma da lei de eleccións que o PP impulsa en solitario co obxectivo fundamental de recortar o número de escanos do lexislativo galego, pasando dos 75 actuais a 61. Cando, no inminente inicio do curso político, os de Alberto Núñez Feijóo se vallan da súa maioría absoluta para sacar adiante a modificación culminarán dous anos nos que os conservadores galegos axitaron o proxecto en innumerables ocasións con diversas xustificacións, do "aforro" ao "simbolismo", e nos que só cederon na rebaixa do mínimo de escanos asignados a cada provincia, de 10 a 8. As novas regras de xogo farán, aínda máis, que as normas electorais e parlamentarias do país sexan un traxe á medida do partido da gaivota, fiado agora por Feijóo ao xeito do que comezou a facer Manuel Fraga.
A finais de 1992 o primeiro Goberno galego do patrón da dereita española preparaba os fastos dunha das súas grandes criaturas, o Xacobeo 93, e tamén comezaba a axustar ás súas necesidades as regras do xogo político. Facíao a través dunha modificación da lei de eleccións que menos dunha década antes, en 1985,saíra adiante cun amplo consenso parlamentario. Fraga procuraba a súa Baviera e para facelo cumpria acabar coa "atomización ideolóxica", xeito no que eufemisticamente definía o PP a presenza na Cámara de formacións minoritarias. Tratábase, dicían na exposición de motivos da reforma, dunha "lóxica adaptación da lei ao niel de implantación social das forzas políticas e da procura da máxima eficacia na actuación do Parlamento". Isto concretouse elevando do 3% ao 5% o limiar mínimo de votos para acadar representación parlamentaria en cada circunscrición, barreira que eliminou as forzas minoritarias do Pazo do Hórreo.
Feijoó disponse a recortar o Parlamento en solitario
Mentres algúns dos artífices dos grandes consensos do inicio da autonomía, como Ceferino Díaz, do PSdeG, ouCamilo Nogueira, naquela do grupo do PSG-EG, lamentaban que o PP de Fraga dinamitase consensos acadados con esforzo e que se asentaban nos propiosPactos do Hostal, os conservadores deron un paso máis no redeseño ao seu xeito das institucións autonómicas. Así, en marzo 1993, a poucos meses das seguintes eleccións autonómicas, lanzaban a lei para reformar o Regulamento do Parlamento que, entre outros aspectos, limitaba as intervencións da oposición eliminando prerrogativas como o dereito de réplica, minoraba o control ao Goberno e ampliaba as capacidades dos conselleiros para intervir. 
A comezos dos 90 o PP mudou a lei sen apoios para poñer barreiras á entrada de grupos minoritarios e limitar a marxe de manobra da oposición no Parlamento
Para defender aquela reforma Fraga elixiu un deputado mozo, Gerardo Conde Roa, quen dende a tribuna defendeu que a modificación non facía máis que plasmar a vontade "maioritaria" da sociedade galega. "Non é o Regulamento da Cámara o que outorga representatividade, senón a sociedade galega, que cada catro anos se pronuncia acerca dos que deben ter máis voz e dos que deben ter menos voz", proclamou. "O señor Fraga leva tempo nunha tola carreira por rachar todos os consensos acadados noutros tempos", retrucou Ceferino Díaz, que lembraba a inexistencia de "precedentes" nos que un só grupo "impuxese a todo un Parlamento a súa constitución interna".
Segundo Conde Roa a oposición non facía máis que "vitimismo" mentres desexaba un sistema de "partido único", acusacións que contribuíron a tensar aínda máis o debate no que se produciu a histórica imaxe de Xosé Manuel Beiras, daquela deputado do BNG, batendo co seu zapato sobre o taboleiro do escano. Meses máis tarde, en xuño, outra protesta de Beiras durante o debate da reforma nunha comisión parlamentaria derivaría na súa expulsión da Cámara, revogada despois polo Tribunal Constitucional nun ditame que para o PP foi unha "cacicada".
Deputados do PSdeG protestan contra a reforma electoral de Fraga

Contra as recomendacións europeas

O xeito en que o PP executou aquelas reformas, vixentes dúas décadas despois, non só foi contra o criterio de quen daquela estaba na oposición, senón que tamén bate contra os criterios de boas prácticas electorais que defenden institucións internacionais como a Unión Eurpea. Segundo o Manual de observación electoral da UE, considerado un dos documentos de referencia para velar pola limpeza dos procesos electorais, as "boas prácticas" democráticas recomendan que "o marco lexislativo das eleccións se elabore e adopte nun proceso inclusivo e transparente" e, ademais, que "a lei electoral goce do apoio dos partidos da oposición, así como dos partidos que apoian o goberno", unha condición que non cumprían os cambios de Fraga e que tampouco cumpre a de Feijóo.
O Manual de Observación Electoral da UE recomenda que a lei electoral "goce do apoio da oposición" e non se cambie menos dun ano antes dos comicios
Ese mesmo manual incide nun aspecto no que non incorre o recorte parlamentario de Feijóo, pero no que si caeron os cambios de Fraga e no que tamén caería Mariano Rajoy se, finalmente, decide mudar a lei electoral antes das vindeiras eleccións municipais para ilegalizar os gobernos locais de coalición. Segundo a UE para garantir a limpeza e as boas prácticas nos comicios"o marco lexislativo e administrativo para as eleccións", as "regras do xogo", teñen que estar "establecidas moito antes de que comece o proceso electoral", sendo "condición ideal" que "un ano antes" da cita coas urnas a lei xa estea fixada e consensuada. En caso contrario, "debe haber consenso" para introducir cambios.

venres, 22 de agosto de 2014

Los sindicatos en tiempos neoliberales

 Joan Coscubiela diputado de La Izquierda Plural

Me piden que introduzca el debate sobre sindicalismo y de entrada constato la dificultad de poder hacer una reflexión serena entre tanto ruido de fondo. Pero me decido a intentarlo, porque el tema se lo merece.

Para comenzar conviene recordar que, como en muchos otros temas, esta reflexión sale marcada por un estado de opinión publicada muy consolidado, y eso es una dificultad añadida.

Conviene también constatar que en el debate sobre “sindicalismo hoy” se entrecruzan al menos tres planos, que debemos tener presente y diferenciar al mismo tiempo.




El primero y más estructural se refiere a la “crisis” de transformación del sindicalismo y las dificultades de adaptación a un entorno que la globalización ha puesto “patas para arriba”. Un proceso que se inició hace cuatro décadas y que a otros sindicalismos les pilló crecidos y consolidados, pero al español le pilló naciendo y cogiendo posiciones.

El segundo, algo más coyuntural, se refiere a las dificultades sobrevenidas, que en algunos casos adoptan forma de impotencia, para responder a los efectos de esta crisis, a las necesidades, a las expectativas depositadas y a las exigencias de los trabajadores.

Y el tercero y no menor, hace referencia a la incidencia que en el debate social tiene la ofensiva que los poderes económicos y sus representantes políticos han lanzado para derribar o debilitar cualquier contrapoder social, aprovechando la oportunidad que les brinda la crisis. Y entre los medios utilizados, además del debilitamiento institucional y legal, nos encontramos con la destrucción interesada de la legitimidad social del sindicalismo, de su reputación pública. Destruir las formas colectivas de organización y su capacidad de actuar como contrapesos sociales deviene clave para imponer la hegemonía económica, política y sobre todo ideológica del capitalismo financiero.

Analizar la incidencia de estos tres planos, sin negarlos ni magnificarlos me parece la clave para una reflexión útil, que huya de las certezas de lo conocido o de las respuestas fáciles. Por eso me ha parecido que la mejor fórmula para introducir el debate es la de la duda. No dar por seguro ni compartido nada y por el contrario plantearse muchas preguntas, incluso la más básica.

¿De qué hablamos, cuando hablamos de sindicalismo, hoy?

La pregunta puede parecer naíf, pero estoy en condiciones de afirmar que ni en el seno del sindicalismo organizado la respuesta es pacífica y no solo porque a lo largo de la historia del sindicalismo se han producido cambios muy notables.
Hoy, en las primeras décadas del siglo XXI la palabra sindicalismo describe realidades tan distintas, como la de la organización sindical de los sherpas nepalíes, la organización de las trabajadoras del textil en Bangladesh, los sindicatos de algunos países europeos implicados en diferentes formas e intensidades en la gestión del Estado Social. A todo le llamamos sindicalismo, sin olvidar las formas patológicas que adquiere en determinados países y sectores, en los que se llama sindicalismo a organizaciones que no trabajan por la emancipación de los trabajadores, sino por su control social.

Por eso en este intento de reflexión utilizaré Europa como punto de referencia, con algunas incursiones globales sin las cuales hoy no es posible entender nada.

Si hoy en España hacemos la pregunta ¿Qué son los sindicatos? nos podemos encontrar con las siguientes respuestas espontaneas – aunque no tanto-.

Organizaciones a las que el Estado les encomienda la función de defender a los trabajadores. Instituciones públicas financiadas por el Estado para que realicen determinadas funciones, como negociación colectiva, asesoramiento. Organizaciones que defienden los intereses de los trabajadores.

En mis experimentos de estar por casa con esta pregunta, incluso entre personas con responsabilidad sindical, la respuesta espontanea que menos sale es la que a mi entender mejor define a las organizaciones sindicales.


El sindicalismo nació, se convirtió en protagonista social del siglo XX y debe continuar siendo así en el siglo XXI, un “espacio de auto organización de los trabajadores para la defensa de sus intereses “

¿Estamos de acuerdo? ¿Continúa siendo así? ¿Y esto como se concreta, aquí y hoy?, teniendo en cuenta la profunda transformación de todos los elementos que alumbraron el sindicalismo como forma de organización social. Entre ellos, el sujeto histórico – la clase obrera- el hábitat económico y social en que se desarrolló. O sea la economía industrial,la sociedad industrialista, la empresa integrada, el Estado Nación.

La respuesta a esta pregunta es clave, porque de ella se desprenden otras preguntas determinantes.

¿Cuál es la misión del sindicalismo hoy?

¿Es el sindicalismo una organización para los trabajadores o de trabajadores?

¿Cómo organizar a colectivos, cada vez más amplios que no tienen vínculo permanente con una empresa, que es el hábitat natural del sindicalismo?

¿Cómo generar conciencia y prácticas de cooperación entre colectivos de trabajadores en un modelo productivo que tiende a la descentralización y a la competencia entre trabajadores?

¿Cómo dar respuesta a la estrategia del capitalismo financiero global? resumida en la frase “repartiros el salario y los derechos entre vosotros, que los beneficios del capital no se tocan y de redistribuirlos fiscalmente, ni hablar

¿De dónde nace la legitimidad del sindicalismo” ¿Y cómo se mide esta legitimidad?

¿Debe el sindicalismo asumir funciones que vayan más allá de los intereses de sus afiliados? ¿Y si es así, cuales, en qué condiciones?

¿Las funciones del sindicalismo se limitan a la mejora de las condiciones de trabajo o abarcan otros aspectos sociales?

¿Qué relación debe tener el sindicalismo con otras formas de organización social de los trabajadores fuera del lugar de trabajo?

¿Qué puede aprender o desaprender el sindicalismo de esas formas de organización social?

¿Debe el sindicalismo asumir las funciones de representación política del conflicto social? ¿Y si es así con que limites?

¿Es viable un sindicalismo propio del Estado Nación en el marco de una economía globalizada?

¿Cuál es el papel de la comunicación en el funcionamiento del sindicalismo, en su legitimidad social?

¿Es hoy el sindicalismo un instrumento útil para la lucha social y para el objetivo de la igualdad? ¿Y cómo se mesura?

Las preguntas son inacabables y este espacio se queda pequeño, pero aunque pueda parecerlo no son preguntas teóricas. Se las plantean cada día, consciente o inconscientemente, decenas de miles de hombres y mujeres sindicalistas. Y responden como siempre con la práctica, no exenta de muchas contradicciones y callejones sin salida, también de notables éxitos, no siempre reconocidos, ni tan siquiera por sus protagonistas.

Ninguna de estas preguntas tiene respuesta fácil ni única. Lo que si sería deseable es que no respondiéramos a ellas con una cosa y su contrario a la vez.

Para explicarme, nada mejor que algunos ejemplos de afirmaciones muy repetidas por parte de trabajadores, sindicalistas, empresarios, sociedad y opinión publicada.

Por parte de trabajadores cosas como “Los sindicatos solo se preocupan de sus afiliados, por eso yo no me afilio” Para a continuación decir “Los sindicatos no me resuelven el problema”

Por parte de sindicalistas cosas como: “No queda más remedio que aceptar la doble escala salarial para trabajadores de nuevo ingreso, si no queremos que los trabajadores actuales nos tumben el convenio o el Comité. Para a continuación constatar el riesgo que esos jóvenes vean al sindicato como algo ajeno.

Por parte de las empresas afirmaciones como: “Los trabajadores y los sindicatos deberían implicarse más en el futuro de la empresa”, para a continuación decir que la participación de trabajadores y sindicatos en la organización de la empresa es un estorbo. Que eso es facultad exclusiva del empresario

Por parte de la sociedad: “Yo, como trabajadora de sanidad o de educación tengo derecho a hacer huelga”, para días después olvidarse que una huelga en los transportes públicos ocasiona perjuicio a los usuarios. Por supuesto el ejemplo puede ser perfectamente en dirección inversa.

Por parte de la opinión publicada: Los sindicatos deben modernizarse y no atender solo al salario directo, sino ofrecer servicios, para a continuación decir que los sindicatos no deben hacer estas funciones. O en sentido contrario, que si deben realizarlas,exigiendoles además que la atención a los inmigrantes, el asesoramiento jurídico o la formación que deben hacer los sindicatos debe ser universal a todos los trabajadores/as y financiado solo con los recursos de los afiliados.

Si he destacado estas contradicciones frecuentes, de las que nadie estamos exentos, es para poner de manifiesto la complejidad del debate. Y para intentar huir de respuestas fáciles a algunas preguntas clave.

Apunto algunas de mis reflexiones a lo largo de estos años. Sin ninguna pretensión ni sistémica ni omnicomprensiva. Simplemente para intentar que el debate pueda estructurarse


¿ESTA EN CRISIS EL SINDICALISMO?

Creo que las organizaciones sindicales son conscientes que el sindicalismo sufre una profunda crisis de transformación, fruto de los cambios que en la economía, en la sociedad, en las estructuras sociales ha provocado la globalización. Al sindicalismo le sucede lo que a otras formas de organización social y política del siglo XX; Le está desapareciendo el hábitat que lo hizo nacer: sociedad industrialista – no me refiero solo a empresa y economía- estado nación, empresa integrada, condiciones de trabajo homogéneas fruto de las formas fordistas y tayloristas de organización del trabajo.

En todo caso, la pregunta importante es si las respuestas que está dando el sindicalismo llevan a una transformación útil y regeneradora o son simplemente conservacionistas.

¿CUÁL ES LA MISIÓN DEL SINDICALISMO HOY?

¿Continúa siendo la de ser un espacio de auto organización de los trabajadores para la defensa de sus intereses? O bien en el sindicalismo también han impactado los cambios en las categorías sociales que llevan a considerar al ciudadano como usuario, como consumidor

Es importante destacar el concepto de “auto organización” o sea la voluntad de los trabajadores de ser parte activa del sindicato y no esperar a que sean otros los que les resuelvan su papeleta y ellos solo dedicarse a esperar resultados y exigir.

Este concepto de sujeto activo, choca con una cultura dominante hoy y que avanza en el conjunto de la sociedad. El paso de la condición de ciudadanos a la de usuarios o clientes. Un tránsito cultural que impregna el Estado social – convirtiendo derechos en bienes- que afecta a la política – de la economía de mercado a la sociedad de mercado y la política de mercado, donde los ciudadanos son clientes de la política. Y por supuesto al sindicalismo, al que muchos trabajadores no ven como un espacio de auto organización, sino como un proveedor de servicios y protección.

Sin duda, las formas de organización del sindicalismo no son ajenas a estas concepciones. El debate y el conflicto entre “sindicalismo de trabajadores o sindicalismo para trabajadores” lleva varias décadas entre nosotros.

Que pueden hacer los sindicatos para ser “de trabajadores y no para trabajadores”. Supongo que disponer de una cultura y formas organizativas que lo faciliten. Aunque lo que antaño fue la asamblea de grandes centros de trabajo, ahora en un contexto de fuerte dispersión productiva resulta mucho más complejo.

SINDICALISMO Y MOVIMIENTOS SOCIALES.

¿Hay alguna experiencia positiva de los movimientos sociales que pueda ser útil para el sindicalismo? Creo que sí. La capacidad de la PAH para ser al mismo tiempo espacio de ayuda mutua y soporte emocional, mecanismo de solución de problemas individuales e impugnación del sistema, es un buen referente. Entre otras cosas porque esta es exactamente la manera en que nació el sindicalismo. ¿Qué son sino las primeras luchas mineras y los fondos de ayuda mutua? ¿Han desaparecido estas prácticas del sindicalismo actual? Mi percepción es contradictoria. Se mantienen en muchos ámbitos, donde el sindicalismo continua jugando este papel de protagonismo de los trabajadores y es más difuso en otros.

¿Y de que depende? De muchas cosas. Si el objeto de la lucha es muy cercano, los objetivos muy homogéneos y las formas de comunicación con los trabajadores son directas, es mucho más fácil el sindicalismo de trabajadores. Aunque no se conozca, porque es una realidad invisibilizada por los medios, estas prácticas son frecuentes y cotidianas hoy. Pero conviven con otras expresiones del sindicalismo, donde la amplitud de los afectados, la dispersión y heterogeneidad de intereses, dificultan estas formas de protagonismo de los trabajadores y además propician que la realidad llegue a los trabajadores y a la sociedad de manera muy “intermediada” por los medios de comunicación. El caso más evidente el de los procesos de concertación social de un lado o el de las huelgas generales de otro.

Una última pregunta. ¿Se evalúa al sindicalismo con el mismo rasante que a otras formas de organización social?

¿Alguien hace responsable a sus protagonistas de que determinados movimientos sociales hayan sido muy activos en la reivindicación y la resistencia, pero ello no se haya trasladado a triunfos tangibles? Creo que no y así debe ser.
¿Se utiliza este mismo criterio para las movilizaciones sindicales? No lo parece, creo que el grado de exigencia de utilidad concreta es diferente. ¿Por qué razones?

Me atrevo a sugerir algunas. Las formas de trabajo y su traslación a la sociedad aparecen en ocasiones muy institucionalizadas y esa imagen lleva a los trabajadores a criterios de exigencia propios de las instituciones y no de organizaciones sociales. Además los poderes, incluidos los mediáticos, no suelen preocuparse de movimientos que nacen, actúan y desaparecen. Lo que de verdad les preocupa es que estos movimientos adquieran formas estables de organización, sean sindicatos o sean la PAH. Y un tercer factor más doméstico y muy antiguo en la cultura de la izquierda es la hipercriticidad con todo aquello que no se controla. En todo caso insisto que cada una de estos interrogantes tiene respuestas – si es que las tiene- muy complejas.

¿QUE PAPEL DEBE DESARROLLAR EL SINDICALISMO? 
SINDICATO CONFLICTO, SINDICATO NEGOCIACIÓN

Planteo esta pregunta, porque está presente en el debate, pero es posiblemente la que me resulta más vacía. Es casi como preguntar a un niño a quien quiere más, a su padre o a su madre. O como preguntar, cuál de los dos pulmones es más importante para la persona.

La propia esencia del sindicalismo conlleva la convivencia de este binomio de dos caras que cuando una de las dos falta el resultado pierde su esencia. De hecho más que dos, son cuatro las patas. Capacidad de identificar los problemas y la reivindicación que aúne fuerzas, capacidad de ejercer el conflicto, capacidad de convertir la fuerza del conflicto en propuestas y por ultimo capacidad de convertir todo ello en acuerdo útil.

Y si lo he traído a colación es porque desde fuera del sindicalismo se suele negar esta dualidad. Los que niegan el conflicto social como parte de su estrategia de deslegitimación social. Y los que niegan la negociación y los acuerdos como forma también de deslegitimación. Aunque en ocasiones partan de posiciones ideológicamente muy confrontadas, ambas formas de deslegitimar el sindicalismo tienen en común la no comprensión de cuál es su función.

¿TIENE LEGITIMIDAD SOCIAL EL SINDICALISMO? ¿CÓMO SE MIDE?

Esta pregunta tiene tantas respuestas como universos a los que se formule. No es lo mismo formularla, como hace el CIS, al conjunto de la sociedad, incluidos empresarios, que hacerlo solo a los asalariados. La propia configuración del universo ya contribuye a una imagen del sindicalismo como institución pública y no como organización de trabajadores. Y por supuesto condiciona el resultado de la respuesta

En todo caso es evidente que en los últimos años la legitimación social del sindicalismo está sufriendo una importante erosión débil. Y ello a pesar que sus niveles de afiliación y representatividad son iguales o mejores que otras formas de organización social.

Desde su nacimiento el sindicalismo se legitima a partir de los trabajadores y a través de dos mecanismos, el de la afiliación y el de la representatividad.

En cada país hay un modelo distinto, en el nuestro prima legalmente el de la representatividad, pero también cuenta el de la afiliación.

Si analizamos la UE, el proceso es de pérdida de afiliación en las últimas décadas. No así en España que ha vivido, hasta la llegada de la crisis y la reducción de 3,5 millones de ocupados, uno de los procesos de crecimiento de la afiliación más intensos de toda la Confederación Europea de Sindicatos. Los tópicos e imágenes estereotipadas sobre afiliación son muchos e imposibles de debatir aquí.
Sugiero la lectura de los Informes de la Fundación 1 de mayo coordinados por Pere J Beneyto o los trabajos del Observatorio de la Afiliación del Centro de Estudios (CERES) de CCOO de Catalunya, coordinados por Ramón Alós y Pere Jodar.

En todo caso constatar que niveles de afiliación que oscilan entre el 15% y el 18 % no son despreciables en un entorno de fuerte precariedad y rotación y una cultura,la española, refractaria al asociacionismo. Y que aguanta muy bien la comparación con otras formas de organización social y política.

En el terreno de la representatividad, la celebración de elecciones sindicales cada 4 años comporta niveles de legitimación directa por parte de los trabajadores muy importantes. Ello sin olvidar algunos problemas importantes. Las elecciones están previstas para empresas a partir de 10 trabajadores o de seis o más, en un país en que el 78% de las empresas tienen solo hasta cinco trabajadores.

Otro factor de distorsión es que las elecciones sindicales otorgan una gran legitimidad democrática y social a los sindicatos, pero generan algunos efectos colaterales no deseados. En la medida que nuestra legislación hace depender la capacidad de actuar como sindicato, y sobre todo la de negociar convenios, de la representatividad electoral, ello comporta un desincentivo a la afiliación como elemento de vínculo estable entre trabajadores y sus sustitución por un vínculo delegativo como el voto. Osea, propicia el sindicato para trabajadores y no de trabajadores que comporta la afiliación. Y además es el responsable de importantes confusiones y contradicciones. Especialmente la de cuáles son los destinatarios de la acción del sindicato, solo los afiliados o también todos los trabajadores. Y si son todos los trabajadores, ¿con que recursos se sufragan los costes de funcionamiento, organización y acción? ¿Solo con los que aportan los afiliados para que se beneficien todos los trabajadores? ¿O con recursos públicos? atendiendo a la naturaleza de las funciones públicas que desarrollan, como la negociación de convenios de eficacia general a los que la Ley otorga la naturaleza de norma jurídica con capacidad para obligar.

Es este el debate que debe hacerse a mí entender sobre modelo sindical o formas de financiación. Lo que se hace hoy en algunos medios está entre la trampa, la manipulación o el acoso.


¿ES VIABLE EL SINDICALISMO NACIONAL EN UN CONTEXTO DE GLOBALIZACIÓN?

El sindicalismo ejercido solo entre las paredes del estado nación, en un contexto de economía globalizada, tiene las mismas limitaciones, expresa las mismas contradicciones que las de todas las formas sociales o institucionales fruto de una economía y una política nacional.

Que no son otras que el profundo desequilibrio de fuerzas que genera el conflicto entre una economía globalizada, con una hegemonía del capitalismo financiero y unas organizaciones sindicales limitadas al ámbito del estado nación.

Pero pasar de la teoría a la práctica parece ser algo más complejo.Sobre todo porque la estrategia de fuerte competitividad entre empresas y países, que comporta este modelo económico, dificulta la puesta en marcha de estrategias de cooperación entre trabajadores, entre sindicatos. También porque en muchos países, los sindicatos, como otras organizaciones e instituciones viven el espejismo de que es posible la defensa del Estado Social en un solo país. Es un espejismo interesado a partir de concepciones legítimas de conservación de los derechos existentes. Pero que sea humanamente comprensible no significa que sea operativo o útil.

En todo caso conviene tomar nota de lo que significa que tanto a nivel de Europa, como Mundial y a pesar de estas dificultades, las organizaciones que agrupan a los sindicatos (la CES y la CSI) sean los espacios de organización europea y social que más esfuerzos están haciendo para la construcción del sindicalismo global.

Estoy seguro que en el debate aparecerán formas concretas de cooperación sindical y también de espacios o instrumentos de trabajo conjunto entre sindicalismo y otros sujetos sociales, como las ONG.

¿ES ÚTIL EL SINDICALISMO HOY?

Para intentar responder a esta pregunta conviene hacerse otras con carácter previo.

¿Existe hoy la necesidad de continuar luchando contra las desigualdades sociales o a favor de la transformación social?

Desgraciadamente de un lado y afortunadamente de otro, la crisis ha hecho desaparecer el falso imaginario de la desaparición de las clases sociales. El aumento brutal de la desigualdad y de la pobreza ha tumbado todos los espejismos de una sociedad sin conflicto social, sobre la que se ha construido la hegemonía conservadora. Una hegemonía ideológica que adquirió su momento culmen en la construcción tatcheriana del “capitalismo popular”, tan real como prepotente e imprudentemente menospreciada por la izquierda europea.

Posiblemente la mejor respuesta a esta pregunta esté en otra pregunta.

¿Qué debe hacer el sindicalismo para continuar siendo útil a los trabajadores del siglo XXI? Y útil a los objetivos que dan razón a su existencia.

INTERROGANTES DE COMPLEJA RESPUESTA.

Este son los grandes interrogantes a los que los sindicalistas intentan dar respuesta cada día, no siempre con éxito. Y todos tienen en común el reto de como transformar las formas de ser, organizar, actuar en una realidad profundamente transformada en relación a la que alumbró el sindicalismo.

Me refiero a cómo organizar sindicalmente a los precarios, como conseguir trabajar en un entorno de empresas pequeñas o micro, muy periféricas en la organización del trabajo en un proceso productivo profundamente descentralizado, marcado por la externalización de riesgos y costes hacia los de debajo de la pirámide.
Cómo construir cohesión en un entorno económico y social que camina hacia la desvertebración. Cómo cohesionar a los trabajadores, evitando la tendencia natural al corporativismo y al mismo tiempo a la externalización de los ajustes desde los más protegidos – que son al mismo tiempo los más organizados- hacia los más desprotegidos – que son también los menos organizados-.
En este contexto de desagregación, ¿se puede construir sindicalismo solo desde el centro de trabajo? ¿Existen alternativas a la organización en el centro de trabajo que no comporten la perdida de la propia naturaleza del sindicato? ¿Les corresponde esta función a las organizaciones sindicales?
Como construir sindicalismo global en el marco de una estrategia competitiva salvaje que apuesta por el conflicto entre países, empresas y trabajadores.

Aunque no siempre salga a la luz y no siempre se destaque por parte de los medios, estas son preguntas que el sindicalismo organizado se plantea a nivel teórico y a las que está intentando – me consta – dar respuesta cotidiana. Pero mucho me temo que la respuesta solo se verá con el tiempo y posiblemente de ello dependa la capacidad del sindicalismo para continuar teniendo como lo tiene un papel clave en la organización social del siglo XXI.


EL PAPEL DE LA COMUNICACIÓN.

He dejado para el final el papel de la comunicación que, como en otros temas, deviene clave.

La comunicación resulta determinante para dotar al sindicalismo de formas organizativas nuevas en un tejido productivo desvertebrado y un sujeto social no cohesionado. También para llegar a los trabajadores en todas aquellas funciones que se refieren a realidades amplias y que van más allá de los centros de trabajo. También para reforzar la legitimidad social del sindicalismo

Hoy uno de los grandes problemas del sindicalismo estriba en las dificultades para la comunicación directa con los afiliados y trabajadores en general, en espacios territoriales y temporales que nada tienen que ver con la economía y la sociedad industrialista.

Y los actuales medios de comunicación no solo no son útiles a estas necesidades sino que son un factor distorsionador. No sucede solo con el sindicalismo, la capacidad de los medios de comunicación de intermediar en exclusiva entre las organizaciones y las personas a las que se dirigen conceden a estos medios un gran poder que ejercen en función de los intereses económicos de sus propietarios si son medios privados y de sus controladores – desgraciadamente – si son públicos.

Construir nuevas formas de autocomunicación de masas que permitan formas organizativas y de comunicación que garanticen la independencia de las personas y las organizaciones, deviene el gran reto del siglo XXI. No solo para el sindicalismo, en general para cualquier forma de organización social que pretenda jugar una función de contrapeso o contrapoder social.