xoves, 31 de xaneiro de 2019

Venezuela, la 51ª provincia de España

El PP utiliza la reunión de la Diputación Permanente del Congreso para las habituales acusaciones contra Sánchez sobre Venezuela, a pesar de que el presidente español ha pactado su posición con Francia y Alemania

Hablar de Venezuela en España no es una excentricidad, pero los partidos españoles lo utilizan para ajustar cuentas entre ellos


Iñigo Sáenz de Ugarte
 https://www.eldiario.es/


Ana Pastor conversa con diputados del PP antes de la Diputación Permanente del Congreso. EFE
Venezuela tiene dos de cada en cuanto a las principales instituciones del país. Ahora cuenta con dos presidentes y dos parlamentos. Lo que no tiene es un legislativo en que Gobierno y oposición debatan sobre la situación. La Asamblea Nacional está controlada por la oposición, pero fue despojada de sus competencias por el Tribunal Supremo, controlado por los chavistas. La Asamblea Constituyente –que es prácticamente monocolor porque la oposición boicoteó su elección en las urnas– fue convocada por Maduro en una decisión que se produjo al año siguiente de la victoria opositora en las elecciones legislativas de 2016.
Ahí es donde entra el Parlamento español que debate sobre Venezuela con una dedicación que poco tiene que ver con el interés esporádico que diputados y senadores suelen prestar a la política exterior. Pero con Venezuela se desata una mutación y todos tienen opiniones sólidas al respecto, todos reprochan al rival su impresentable conducta y todos se presentan como defensores del pueblo venezolano. 
A todo ello hay que unir dos expresidentes españoles alineados con la oposición y un tercero que protagonizó un intento de mediación sin resultado entre chavistas y antichavistas. Una parte de la izquierda defiende al chavismo a muerte y la derecha lo considera un ejemplo de dictadura parecido al de Cuba. Un observador extranjero diría que los españoles se dividen en dos tipos: los que tienen una opinión sobre Venezuela y la cuentan, y los que la tienen, pero aún no la han revelado. 
En la Diputación Permanente del Congreso –el equipo de guardia de los diputados en enero, mes con poca/nula actividad parlamentaria–, hubo el lunes una avalancha de peticiones del PP para que comparezcan ministros de forma extraordinaria. Algunos ya han aceptado hacerlo en comisión la próxima semana. Por razones de actualidad, había dos temas que destacaban sobre el resto: las protestas de los taxistas y, cómo no, Venezuela.

"Fuera de juego"

En la línea expresada en los últimos días por Pablo Casado, el diputado del PP José Ramón García Hernández acusó al Gobierno de Pedro Sánchez de estar "dando oxígeno" a Nicolás Maduro, por tanto de estar sosteniendo a una "dictadura con todas las letras". Sánchez "es el único que está fuera de juego". Dijo que Sánchez está solo, aunque el sábado el presidente español envió a Caracas un mensaje idéntico al de los gobiernos de Francia y Alemania con los que había pactado el contenido: un ultimátum de ocho días para que se convoquen elecciones. Además, Sánchez reconoció la legitimidad de la Asamblea Nacional venezolana, cuyo presidente Juan Guaidó se ha proclamado presidente en funciones. 
García Hernández sostuvo que Sánchez tiene "un divorcio" con los socios de la UE con el argumento de que "Finlandia, Dinamarca y Reino Unido se han desmarcado". Pero la posición de la UE está más cerca de la de Sánchez que de la de esos tres países. No estás muy solo en la UE si estás en el mismo grupo que incluye a Merkel y Macron. 
El PP no acepta que Maduro convoque elecciones –este no parece muy interesado de momento– y considera a Guaidó presidente legítimo del país. Donde sí quiere elecciones es en España. Eso ya lo sabíamos, pero García Hernández se tomó la molestia de recordárnoslo.

El chiste de las elecciones

Su referencia final a las urnas en España provocó las risas de Aitor Esteban, del PNV, en el comienzo de su intervención: "Ah, así que esto era para pedir elecciones en España. Me ha sorprendido. Ha sido un final apoteósico". García Hernández también se reía con ganas. Pedir elecciones anticipadas, aunque antes se haya estado hablando de Venezuela, el paro juvenil o el sexo entre ornitorrincos, forma parte ya del folclore de la Cámara.
Melisa Rodríguez, de Ciudadanos, también se refirió a las elecciones de aquí, no las de allí, al preguntarse qué credibilidad tiene Sánchez para exigir una convocatoria electoral por Caracas en ocho días cuando no las ha convocado en España. La relación causa-efecto es algo tenue. 
La crisis de ese país permite a todo el mundo entrar en una competición de reproches sobre lo que hacen o han hecho los demás. El PP reprocha a Sánchez que no sea lo bastante duro. Ciudadanos reprocha al PP que no fuera lo bastante duro cuando estaba en el Gobierno ("el Partido Popular, con el señor Rajoy, también fue rehén de lo que disponía el señor Zapatero", dijo Rodríguez). El PSOE reprocha al PP que antes no se pusiera tan gallito ("cuando gobernaban, no vi en ningún momento que rompieran relaciones con Maduro o con Venezuela", comentó Patxi López). Joan Baldoví reprocha al PP la foto de Aznar con Gadafi. 
El PSOE acarrea además una dosis amarga de fuego amigo procedente de la vieja guardia del partido.  Felipe González lleva mucho tiemporeclamando mano dura con el Gobierno de Caracas y ahora ha pedido que se reconozca como presidente a Guaidó. Opina lo mismo Alfonso Guerra, para quien Maduro es peor que Pinochet, porque el chileno  era un dictador eficaz.

Las cifras son reales

Hablar de Venezuela en España no es una excentricidad. Hay como mínimo 160.000 españoles viviendo en el país latinoamericano, según la última cifra dada por el ministro Borrell (muchos han huido del país para escapar del hambre). En España residen 109.880 venezolanos, según los datos del INE de julio de 2018 (ahora serán muchos más). Esta última, por cierto, no es una inmigración que moleste al PP y Ciudadanos, y en su mayor parte es por razones económicas muy comprensibles. En este caso, sí hay efecto llamada, pero no se le llama así. 
El debate en España sobre Venezuela está completamentenacionalizado con la intención de que sirva para los intereses propios. Se utiliza para hacer profesión de fe liberal o socialista. Para atacar al adversario por no ser lo bastante pro o antichavista. Pocas veces se emplea para decir en concreto qué se podría hacer allí para encontrar una solución, excepto el socorrido 'que gobiernen los míos' o bien 'hagamos algo con la UE', no precisamente una institución con una política exterior común y decidida. 
Los políticos españoles no cuentan con un remedio infalible para revertir el hundimiento económico y político de Venezuela –y eso no es reprochable–, pero algunos hablan de ese país como si no tuviera secretos para ellos. En términos de retórica política, es como si toda la vida hubiéramos estado pendientes de Venezuela, lo que todos sabemos que no es cierto.

Así era la ciudad gallega gobernada por niños y un sacerdote comunista

Javi Camino dirige un documental sobre la Ciudad de los Muchachos, el estado independiente creado en los 60 por el padre Silva y único enclave democrático de la España franquista


ciudad de los muchachos

JAVI CAMINO
https://elpais.com/
Si preguntas sobre la Ciudad de los Muchachos puedes encontrar todo tipo de respuestas. La mayoría de los que saben algo no lo suelen tener muy claro: ¿Un orfanato? ¿Un país de niños?¿Un circo? ¿Una secta? ¿Un reformatorio? Y los que no saben de que hablas, cuando empiezas a contarles la historia de un cura comunista que fundó una nación de chavales con sus elecciones democráticas, sus dirigentes infantiles, su propia moneda, aduana y un espectáculo de circo, te mandan a la mierda porque creen que les tomas el pelo.
La leyenda dice que todo empezó en el Ourense de 1956 con el sueño de un joven seminarista llamado Jesús César Silva Méndez. Corría por las calles a lomos de una Montesa roja cuando se cruzó con un grupo de quince chavales que jugaban en la Alameda. Gracias a la moto y su hipnótica elocuencia captó la atención del grupo desde el primer momento. Les propuso crear un mundo nuevo. Un oasis democrático, en medio de aquel páramo franquista, donde los niños podrían ser libres. En ese momento ni el propio cura, que aún estaba estudiando en Comillas, creía mucho lo que decía pero la pandilla se quedó enamorada de aquel Peter Pan con sotana. Al día siguiente se presentaron delante de su casa dispuestos a trabajar para hacer realidad aquel mundo maravilloso.
Retrato del Padre Silva.
Retrato del Padre Silva.
Pero no fue dios sino Spencer Tracy el que inspiró aquel discurso del padre Silva. Fue gracias a Forja de hombres (1938) que el futuro cura conoció la historia del padre Edward Flanagan y la Boys Town de Nebraska. De aquella película sacó la idea de una ciudad gobernada por niños y aquel nombre: Ciudad de los Muchachos. Más tarde fue a Nebraska a visitar el proyecto y volvió profundamente decepcionado. Su idea no era crear un hogar para niños desamparados sino una fábrica de revolucionarios. Jóvenes de cualquier raza, religión, condición social y económica insatisfechos con el mundo en que vivían. Pensó en cambiar el nombre y llamarla Asociación de Jóvenes Comprometidos con la Transformación del Mundo pero ya era demasiado tarde. Ciudad de los Muchachos era el nombre había calado entre la prensa y el público.
Dudo mucho que alguno de aquellos quince primeros muchachos sospechara todas las aventuras de las que iban a ser protagonistas: las primeras elecciones democráticas (¡22 años antes que en España!), la creación de la segunda escuela de circo del mundo, las apariciones en el No-Do, la recepción de Franco, la creación de una de las primeras escuelas de medios audiovisuales de España, el rodaje de películas internacionales o lo cientos de artículos y libros que se escribieron sobre el proyecto en todo el mundo. Era complicado imaginar semejante repercusión internacional en aquellos primeros años en los que sobrevivían vendiendo periódicos y recogiendo trapos y chatarra.
En la Ciudad de los Muchachos celebraron las primeras asambleas democráticas. 22 años antes que en España.
En la Ciudad de los Muchachos celebraron las primeras asambleas democráticas. 22 años antes que en España.
El apoyo económico de la familia Silva fue imprescindible para dar los primeros pasos. Vagabundearon por distintas sedes hasta encontrar un lugar estable en la finca de Benposta. Sí, BeNposta de “bien puesta”, con una rebelde “n” antes de “p”. Los primeros ingresos importantes los consiguieron gracias a unas tómbolas que montaron en Cataluña. Su objetivo, convertirse en una autarquía. Construyeron sus propias industrias, su propio banco, centros educativos, iglesia, bar, supermercado e incluso una gasolinera. Todo regentado por ellos mismos mediante un sistema asambleario y la supervisión del padre Silva. Aquello era un mundo dentro de otro mundo.
La gasolinera de la Ciudad de los Muchachos.
La gasolinera de la Ciudad de los Muchachos.
Pero el hecho gracias al que alcanzaron la fama internacional fue la creación de la Escuela de Circo. Fue una idea que siempre rondó la cabeza de Silva. Al fin y al cabo procedía de una familia íntimamente ligada al mundo del circo. Su tío era Manuel Feijoo, empresario del Circo Americano, y su primera misa la celebró bajo una carpa de un circo, encaramándose al altar tras dar hacer una doble pirueta y un salto moral. Pequeños gestos que ya denotaban una temprana vocación para innovar y romper moldes. Trabajaron duro y debutaron en 1966 con su propio espectáculo: el Circo de los Muchachos.
Se convirtieron en un fenómeno similar al posterior Circo del Sol de nuestros días. Un circo moderno con música rock en directo y especial hincapié en los números gimnásticos. Fueron de los primeros españoles en salir en la portada del Paris Match y en actuar en sitios tan emblemáticos como Madison Square Garden (Nueva York). Dieron la vuelta al mundo siendo recibidos por reyes, presidentes y emperadores. Los famosos de la época se peleaban por fotografiarse con ellos. Algunos como Dalí o Cantinflas incluso los invitaron a visitar sus residencias. Su éxito fue tan grande que les permitió expandir su imperio creando nuevas Benpostas en Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Bélgica, Mozambique, Nicaragua, Japón... Muchas de ellas tuvieron una vida efímera pero otras, como las de Colombia o Venezuela, siguen todavía activas en la actualidad.
Los muchachos en su gira mundial
Los muchachos en su gira mundial
Todo aquello era demasiado marciano para la Galicia de aquellos años. La imagen de los muchachos llamaba la atención. En verano solían pasear en caballo a pecho descubierto. A veces iban acompañados de extraños animales exóticos: monos, leones, dromedarios... Cuando volvieron de Estados Unidos vestían conforme la moda hippie de aquel entonces. En Ourense todavía no se había visto nada semejante. Muchos los llamaban “los gitanos del Padre Silva” por llevar el pelo largo. Empezaron a llegar a la Ciudad de los Muchachos niños asiáticos, sudamericános y africanos. Entre ellos estaban futuros artistas como Julio Sabala, Marcelo Ndong o Hermes, guitarrista de Los Suaves. Era un tiempo en que Galicia todavía no estaba acostumbrada a los inmigrantes. Para muchos ourensanos era la primera vez que veían un negro. Los muchachos recuerdan entre risas como algunos escapaban al verlos: “No sé, pensaban que les iban a morder o algo”.
Ya en los ochenta, quizás algo embriagados por el éxito decidieron montar una nueva sede de Benposta en Madrid. Se llamaba la “Ciudad Feliz” y estaba situada al lado de las Ventas. Era una ciudad en miniatura que contaba con un pequeño zoo y un parque de atracciones. Aquellos que crecieron durante los ochenta seguro que recordarán el icónico trenecillo que rodeaba el peculiar asentamiento gracias al opening de la edición española de Barrio Sésamo.
Ciudad feliz fue la sede de Benposta en Madrid, creada en los ochenta al lado de Las Ventas.
Ciudad feliz fue la sede de Benposta en Madrid, creada en los ochenta al lado de Las Ventas.
Paradójicamente fue con la llegada de la democracia y riqueza a España que empezó el declive de la utopía revolucionaria de Benposta. Al circo le crecieron los enanos. Los muchachos ya no eran tan muchachos y se marcharon al no ver en Benposta un lugar en el que formar una familia o dar salida profesional a sus inquietudes artísticas. Muy pocos se convirtieron en los revolucionarios anticapitalistas que soñaba el padre Silva. Cada vez iba menos gente al circo, la administración era nefasta, los ingresos cayeron, surgieron múltiples problemas internos y empezaron los problemas con el ayuntamiento de Madrid, la Xunta de Fraga y la Diputación de Ourense. Todos pusieron su granito de arena para enterrar Benposta.
Pero eso es otra parte muy larga y complicada de esta historia. Una historia que muy pronto se podrá ver completa, contada por sus propios protagonistas en el largometraje documental de Nación de muchachos. Un trabajo de investigación de más de dos años producido por Vizuals Lab y que ya está preparado para comenzar su andadura por festivales.

De lo que no hablan los taxistas

Los taxistas de Madrid están hablando de su dinero, de su jubilación, de sus familias, de los cientos de miles de euros que invirtieron en comprar una licencia a la que quieren sacar rendimiento. Hablan de bloquear la ciudad, de guerra y de cortar carreteras, de perdigones, de batallas y batallitas. Una campaña que puede pasar a la historia como la mejor manera de empeorar la imagen de un colectivo.
De lo que no hablan los taxistas es de que la movilidad de las grandes ciudades es un nuevo tablero que está quedando despejado conforme se saca a los coches particulares de los centros de las capitales. Ese folio en blanco es un botín -como ya ha demostrado el desembarco de empresas de patines, patinetes, bicicletas- para grandes fortunas y empresarios, que han empezado a coger posiciones.
La gran mayoría de los taxistas de Madrid son dueños de una única licencia (el 83% son licencia unipersonal), como contaba Analía Plaza en este artículo. Han sido casi el único modo de transporte de coche con conductor para los ciudadanos durante décadas pero, teniendo en cuenta los datos, son lo contrario a un monopolio. Detrás de ellos hay un interés corporativo por defender su puesto de trabajo y poder revender o realquilar su licencia, una posibilidad que les dio el Estado y que es una fuente de conflicto ahora. Pero no hay un gran empresario, ni varios, ni grandes capitales manejando los hilos. Una prueba de que no hay un lobby organizado es la campaña que están haciendo, basada en su fuerza y amenaza, usando como tapón sus vehículos, sin conectar con la opinión pública. No hay un plan de medios ni de marketing.
En esta historia de desencuentros, el capital ha entrado justamente por la vía de las VTC, que se ha comido de golpe un cuarto del pastel del transporte urbano. Al contrario de lo que pasa con los taxis, un puñado de nombres ha aglutinado miles de licencias. El expresidente de la Asociación Gremial del Taxi, José Antonio Parrondo, Félix Rodríguez (Tuenti y Jobandtalent), Zaryn Dentzel (Tuenti), Bernardo Hernández (fue inversor en Tuenti e Idealista), Rosauro Varo (Pepephone) o el propio Juan de Antonio, fundador de Cabify, acumulan más de 10.000 licencias de las 13.125 que hay, como contaba El Confidencial. Seguramente anhelan el pastel entero de todo lo que se mueva, lo que da capacidad de presión y negociación en las ordenanzas y leyes del futuro próximo. Puede que las VTC sean el medio, no el fin.
La nefasta campaña del taxi se ha enfocado en el riesgo para el taxista, que es perder dinero al traspasar la licencia, quedarse sin clientes, ganar menos. Y su antagonista ha aprovechado para hacer símiles que han colado pero que no se sustentan: se compara con asuntos tecnológicos como el revelado de fotos, donde el taxi es el rollo de negativos y las VTC la cámara digital. Lástima que el material fotográfico no sea un servicio esencial para las personas como sí lo es la movilidad en un futuro con restricciones a los coches particulares.
El riesgo para el ciudadano, del que sorprendentemente nadie habla, es que el goloso negocio de transportarnos en coche ajeno, que es hoy un servicio regulado aunque sea con fallos, se concentre en unas pocas manos. El peligro es que el servicio público urbano se desdibuje en manos de un oligopolio y se privatice (después de liberalizarse), se concentre y sea atravesado por un capital codicioso que sepa enseñar los dientes -ellos sí, organizados y bien financiados- a nuestros gobernantes.

Alfonso Guerra dando guerra

Imaxe relacionada

David Torres
https://www.publico.es/

Decía Alfonso Guerra, allá por 1982, después de que el PSOE venciera en las elecciones generales, que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió, frase mitológica que iba a inaugurar una nueva era y que acabó inaugurando la bodeguilla. Han pasado más de tres décadas, aproximadamente la mitad de ellas bajo mandato socialista, y España sigue siendo la misma abuelita monárquica, clasista, paleta y pedorra de toda la vida; la España de charanga y pandereta que cantara Machado, sólo que con lavavajillas, televisión de plasma y teléfono inteligente, bastante más inteligente el teléfono que la abuela. A quien no lo conoce ni la madre que lo parió es a Alfonso Guerra.
El hombre duro del socialismo español, aquel que de tan radical y peligroso -según confesión propia- no le daban pasaporte falsificado para cruzar la frontera, se halla ahora en cuestiones nacionales e internacionales comiendo del mismo plato que Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal. Incluso comiendo del mismo plato que Felipe González, con quien no se habla desde vete a saber, pero con el que sigue formando, aun a distancia, el mejor dúo cómico de los últimos tiempos. Faemino y Cansado les homenajearon saliendo en tromba con una canción de Los Chunguitos (“Dame veneno que quiero morir, dame veneno”), aunque los chistes de Arroyito y Pozuelón eran demasiado breves e inocentes para sostener la porfía.
Umbral escribió que, al abandonar la primera línea de la política, Guerra dejó de ser un descamisado para ir transformándose poco a poco en un señor de provincias; sin embargo, no vivió lo suficiente para ver que, con su delgadez enfermiza y sus gafas de boticario, ha terminado por ocupar el puesto de enterrador. Alfonso Guerra llevaba toda la vida opositando a cadáver, pero sus declaraciones sobre dictaduras competentes e incompetentes, poniendo a Maduro por debajo de Pinochet, le han hecho sacar la plaza cum laude. “Ser de izquierdas es una cuestión de ideología” dijo una vez. Y luego añadió, como si se estuviera mirando en un espejo: “Yo conozco gente con la etiqueta de izquierda que no lo son en absoluto”. Cómo sería el ala izquierda del guerrismo en el PSOE que en la época dorada uno de sus paladines era José Bono.
Durante mucho tiempo, vacilando a base de Machado y de Mahler, Guerra promovió el papel de intelectual dentro de un partido que abogaba por la Movida, el flamenco y los toros como rompehielos cultural. Básicamente su labor consistía en insultar con gracejo sevillano, llamar “Atila” a Fraga o “tahúr del Mississippi” a Suárez, y quizá haya que instalarse en esa perspectiva del chiste -o mejor del humor negro- para comprender sus recientes declaraciones sobre Venezuela. La frase más célebre que le han atribuido (“Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”) es en realidad de un torero, Rafael Guerra, “el Guerra”; lo que pasa es que siempre hubo dudas sobre si Alfonso Guerra era su propio hermano Antonio, el torero o la Guerra del Golfo. Ayer las despejó todas. De cabeza.

¿Quién nos protege de nuestros metadatos?

No existen disposiciones específicas o una regulación concreta que regule los metadatos, esos datos invisibles que codician y manejan las multinacionales de internet para conocernos cada vez mejor. Al final, la privacidad real depende cada vez más de los datos que no vemos y que no sabemos que estamos enviando.



Un iPhone en cuya pantalla se lee: "Acceso prohibido". EFE

PABLO ROMERO

https://www.publico.es/

Abro mi teléfono y me encuentro en mi aplicación de Instagram publicidad de una oferta de bañadores en pleno mes de enero. Yo nado casi todos los días, pero nunca lo he comentado en redes sociales. ¿Cómo es posible que me llegue una publicidad al móvil que tiene relación con mi día a día, si yo nunca digo nada que me delate hasta ese punto? No se trata de que mi móvil espíe mis conversaciones, sencillamente porque no es necesario: la 'culpa' es de los metadatos.
Los metadatos son los "datos que describen datos". Es decir, en un entorno digital, son los datos que se generan en cualquier acción que realizamos con un sitio web, una aplicación, un programa o un archivo multimedia. No son visibles y los ciudadanos solemos ignorar su existencia, pero son un alto porcentaje de la gasolina de los gigantes de la red para conocernos mejor que nosotros mismos. Son importantes.
Estos datos son necesarios y útiles para el funcionamiento de internet tal y como lo conocemos hoy en día. Refinan las búsquedas en la red y permiten que encontremos información relevante entre tanto ruido. Pero tratados masivamente y con técnicas de big data son también una fuente extraordinaria —e involuntaria— de información personal. La publicidad segmentada, la que aparece en Facebook o en Google, depende de estos metadatos. Y deberían estar en el centro del debate sobre cualquier problema de privacidad.
Cuando uno abre Twitter o Facebook en el móvil, la aplicación registra y envía múltiples datos tales como cuándo, desde dónde o con quién interactuamos. Por ejemplo, si voy a la piscina casi todos los días y subo una bonita foto del amanecer en Instagram desde mi teléfono, esta red social sabe dónde estoy si está habilitada la geolocalización en la cámara. Además, sabe a qué hora estoy allí. Si lo hago varias veces, ya existe un patrón. Un análisis sencillo permite deducir que me gusta nadar. E Instagram me enseñará una bonita oferta de 'Speedos' (que no uso porque me aprietan).
Además, si uno escribe un documento de texto en el archivo se registra la fecha de su creación y las modificaciones, la versión del programa y el sistema operativo del ordenador, entre otras cosas. Cuando uno dispara con su cámara digital, queda grabada en la misma foto sus características (ISO o tiempo de exposición), marca y modelo de la cámara o móvil, etc.
Casi siempre se pueden editar e incluso borrar, pero al requerir una herramienta específica según el tipo de archivo, y teniendo en cuenta la inmediatez de las redes sociales, ¿quién se va a parar a eliminar esos datos ocultos de cada archivo?

La valiosa informacion que no vemos

Llevamos mucho tiempo hablando de la protección de datos y la privacidad, aunque quizá no de los metadatos. Curiosamente, ni en el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), de aplicación directa desde el 25 de mayo de 2018 en toda la UE, ni en la nueva Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD), ni en el reglamento que la desarrolla, aparece la palabra "metadato".
El propio Tribunal de Justicia de la UE ha reconocido que "los metadatos derivados de las comunicaciones electrónicas pueden también revelar información muy delicada y de carácter personal", en tanto que pueden revelar los números a los que se ha llamado, los sitios web visitados, nuestra localización geográfica o la hora, la fecha y la duración de una llamada o de una sesión.
TJUE: "Los metadatos pueden también revelar información muy delicada y de carácter personal"
Para determinados datos, y entre otras normas, en España es de aplicación la Ley de Conservación de Datos Electrónicos (Ley 25/2007), cuyo objeto principal es establecer una normas para la conservación de estos 'datos invisibles' y su cesión a las autoridades públicas —siempre mediante autorizacion judicial— en el caso de la comisión de delitos graves para identificar a posibles criminales.
"La clave de los metadatos es cómo se asocian al documento más que su propia naturaleza: un conjunto de metadatos puede servirme a mí para identificar a una persona, e incluso uno solo, como el autor del documento, serviría para este fin", comenta el abogado especializado en tecnología e ingeniero Sergio Carrasco, que apunta: "En ese caso estamos hablando de un dato de carácter personal".
Existe un proyecto de Reglamento General de 'e-Privacy' para la UE que promete regular en profundidad estos 'datos fantasma' que no tienen carácter personal, con medidas tales como la necesidad de un consentimiento para el tratamiento de estos metadatos o el derecho a bloquearlos. Iba a entrar en funcionamiento junto con el RGPD el año pasado. No obstante, su tramitación está atascada y, probablemente, no verá la luz antes de 2022.
Por su parte, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) tiene una guía de buenas prácticas en la que habla de ellos: aborda cómo cada vez más se hace un tratamiento masivo de estos datos y sus inconvenientes, y da una serie de recomendaciones para tratarlos con responsabilidad.

Protección frente al uso de metadatos

Para todo lo demás, sale al rescate de los ciudadanos el RGPD, gracias a dos principios que pueden obligar a las compañías de internet a portarse bien con nuestros datos no visibles: la transparencia y la privacidad por diseño y por defecto.
Para Verónica Alarcón, abogada especializada en protección de datos y responsable de ePrivacidad, "es innecesaria una regulación sobre metadatos porque ya disponemos de un régimen jurídico plenamente aplicable a los mismos". "La legislación vigente en materia de protección de datos (RGPD y LOPD) se aplica a todos los datos personales con independencia de que sean visibles o invisibles", recuerda.
Pero lo cierto es que yo sigo recibiendo publicidad de escuetos bañadores de competición (que no pienso comprar) en mis perfiles de redes sociales, lo que me indica que igual han logrado deducir con metadatos una información que yo no he proporcionado ni he enviado con consentimiento. Verónica Calderón reconoce que "quizá por la falta de concienciación o ignorancia sobre su existencia no se haya generado un debate abierto ni planteado si su uso requerirá un desarrollo legislativo específico".
Al final, si no sabes que algo está ahí, ¿cómo puedes defenderte? "A la gente lo que le importa al final es su dato de la cuenta corriente, dónde vive, las fotos... es decir, lo que afectan a la cartera, a la imagen propia y, en general, a lo que te hace visible", comenta Jorge Campanillas, letrado especializado en protección de datos.
"La gente se sorprende cuando consulta su localización de Google o Facebook y ven cómo le han rastreado; eso son los metadatos"
"La gente luego se sorprende cuando consulta su localización de Google o la geolocalización de Facebook y ven cómo le han rastreado; es que eso son los metadatos", afirma, y añade: "Pero como son invisibles, no te das cuentas de que vas dejando esas migas digitales, tan codiciadas para elaborar perfiles publicitarios".
Campanillas también considera que el Reglamento europeo puede ayudar a controlar de alguna forma el uso que se hacen de los metadatos, aunque el ciudadano tiene que saber que el problema existe. "Si no lo conoces, no lo exiges, y a veces el que maneja esos datos tampoco quiere que te enteres, se enredan en que son identificadores anonimizados o datos técnicos", comenta este experto, "así que por la vía de la transparencia deberían informarte". "Además", añade, "por defecto y por diseño, las aplicaciones deberían dejar al usuario aceptar o rechazar este tipo de situaciones".
Sergio Carrasco también piensa que "si los metadatos van asociados a un contenido y permiten identificar a una persona, se podría aplicar el reglamento europeo plenamente". Es decir, si publico un documento y no he borrado los metadatos, y éstos recogen el nombre del autor, por ejemplo, podría estar realizando un tratamiento no adecuado. Y las multas previstas, que pueden llegar a los 20 millones de euros, no son para tomarse este asunto a broma.

No lo sabemos pero están ahí

Porque al final, saber que existen esos datos ocultos es el primer paso para poder tener control sobre ellos. Jorge Morell, también letrado y también experto en derechos digitales —responsable de Términos y Condiciones—, recuerda que si bien "existen herramientas y filtros para eliminar los metadatos, el problema es que la gente no tiene concepción de qué son".
"Ya suele costar concienciar de que la dirección de correo electrónico es un dato personal, así que imagínate si les dices que el tamaño de la pantalla del ordenador (metadato), sumado a la marca (otro) y el modelo (otro) de la cámara con la que has hecho esa foto que has subido al PC, más su geolocalización (otro), y un montón de 'bobaditas' así suman y generan un perfil muy concreto de un usuario", remarca. "La gran mayoría de la gente no es consciente de que eso existe, o bien no le ve una utilidad inmediata porque no se imagina para qué se usa".
Morell asegura que "en los términos y condiciones de los principales servicios de internet sí vienen descritos qué tipo de datos y metadatos manejan, se encuentran definiciones y qué implican; aún así, no siempre puedes controlar esos metadatos o eliminarlos del todo". Es decir, igual puedes seleccionar en una aplicación que no geolocalice tu dispositivo, pero recogerá la información de cuándo se conecta uno al servicio y durante cuánto tiempo.
"La gente se piensa que el perfilado para publicidad tiene en cuenta lo que contamos en público, pero eso no es así"
En un solo tuit hay decenas de metadatos, y con un puñado de ellos se puede identificar a alguien con un porcentaje de acierto altísimo. "Es algo complejo para que la gente lo entienda, porque esos datos están ahí pero no se ven", dice este experto.
"Parece que la gente se piensa que el perfilado para publicidad tiene en cuenta lo que escribimos y compartimos en público, pero eso no es así, va mucho más allá", recuerda por su parte Sergio Carrasco, que indica que "de hecho, en el caso de las bicicletas compartidas que proliferan en casi todas las ciudades, el modelo de negocio a futuro se basa más en los metadatos que se van enviando(geolocalizaciones, rutas, etc, meclados con perfiles de usuarios y medios de pago) que en el mero alquiler, porque es parte del propio servicio".
"Los metadatos dan muchísima información", recuerda Carrasco. "Hay que tener en cuenta que mediante el análisis de metadatos puedes llegar a realizar un perfilado muy grande, con unos datos que no estás dando de modo consciente; una cosa es una aplicación que te pide expresamente que le des el GPS con el móvil, y otra que estés en una red social subiendo fotos y que éstas lleven metadatos asociados, como la geolocalización y, a partir de ahí, se puede saber a qué tiendas vas, el tipo de comercio, con quién vas... y a lo mejor no eres consciente de que se te está haciendo este perfilado".
"El problema es que detectar esto para un ciudadano normal es complejo porque hay que pararse a leer los términos y condiciones de cada servicio y aplicación, empezando por los del propio dispositivo, pero no suele haber una pestaña que diga 'borrar todos los metadatos de los contenidos que yo suba'", concluye Carrasco.
¿Seguiré recibiendo publicidad de productos que pudiese necesitar en mis perfiles sociales, aunque nunca lo haya dicho por allí? Probablemente sí, a menos que me ponga a editar como un loco los metadatos de cada información que comparto por la red. Y ni siquiera depende de lo que haga cada uno. No como la elección de un traje de baño más pequeño. Por cierto, prefiero quedarme con el que uso.