“Quiero que La Sexta sea una televisión de centro-izquierda respetuosa con la derecha, pero todavía no lo es. Estamos en ello”. En estos términos se manifestaba José Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta, propietario de Atresmedia, donde está incluida esa cadena de televisión, después de que su anterior propietario, Jaume Roures, se deshiciera de ella por problemas económicos. Con esas palabras Lara hace público el certificado de defunción de la única cadena televisiva de la que se podía esperar algo más que loas a la derecha. Ya hace meses, desde que fue adquirida por Lara, que La Sexta venía dando señales de derechización, con la incorporación de periodistas de la caverna, como el insufrible Francisco Marhuenda, director de La sin Razón, del que el poderoso propietario de Atresmedia y Editorial Planeta, dice que es “un gran profesional. En España hay cada vez menos periodistas estrella como los de la transición, que se creen que el diario son ellos”. Con ese comentario es fácil prever qué estilo de información tomará La Sexta en el futuro.
Con la muerte anunciada de la otrora emisora medianamente progresista, se consuma el asalto total de la derecha a las televisiones en particular, y a todos los medios de comunicación, ya sean emisoras de radio o periódicos en papel que se editan en este país, quedando tan solo, al alcance de unos pocos, medios en internet y la información u opinión de los blogs, que parecen haberse convertido en los únicos vehículos de libertad de expresión, a salvo de la mediatización impuesta por el capitalismo y la derecha. El problema está en que esos medios en internet no tienen la posibilidad de llegar a las masas de la manera que lo hacen las televisiones. De esa forma, la ultraderecha se garantiza la capacidad de manipulación del pensamiento de los ciudadanos, a los que, a través sobre todo de las cadenas de televisión, se manipula, engaña y oculta la realidad de los problemas, abusos y latrocinios que sufre el país por parte de la casta que todo lo controla.
Sometiendo a la opinión pública a través de las televisiones –como antes lo hacía desde los púlpitos-, la derecha de este país, que ha colocado al PP en el Gobierno para poder llevar a cabo con comodidad su revolución cultural destinada a imbecilizar a las masas para mejor someterla y explotarla económicamente, se garantiza el poder durante lustros o decenios.
La operación comenzó ya hace años, cuando la derecha se hizo con los medios de Prisa, al comprarlos para incorporarlos a Mediaset, el grupo mediático de Berlusconi. La primera medida que tomó ese grupo fue la de liquidar CNN+, la mejor cadena de solo información que existía en este país, con un plantel de periodistas independientes, de gran profesionalidad y en absoluto sometidos a los dictados de los políticos, fueran de la ideología que fuesen.
Previamente, y a través de las concesiones de emisión de TDT en manos de las autonomías, el PP se hizo con todo el espacio para conceder licencias a tan solo emisoras amigas, las más cavernarias de todas las regiones, como Intereconomía, Mediterráneo, Libertad Digital, MundoTV y, evidentemente, todas las supuestamente públicas de las autonomías donde gobernaban, como Tele Madrid, Canal9 o, posteriormente, la televisión de Castilla-La Mancha, que Cospedal puso en manos del infame Nacho Villa, y un sinfín de emisoras locales o comarcales.
De ese modo la derecha se garantiza la manipulación de las mentalidades febles, las de aquellas personas que, sin una gran capacidad cultural, sobre todo las de edad avanzada, degluten como pavos toda cuanta información les transmiten esas cadenas, admitiendo su mensaje sin la menor capacidad crítica, convencidos de que la caja tonta es poco menos que el Oráculo, que ha venido a sustituir al púlpito de los domingos que, de todos modos, sigue ejerciendo la misma capacidad manipuladora que en el pasado.
Si como decía Mac Luhan, “el medio es el mensaje” –significando con ello que un medio afecta a la sociedad en la que juega un papel, no sólo por el contenido, sino también por las características del propio medio- el mensaje de las televisiones actuales ha pasado a ser un universal trasmisor del pensamiento único del capitalismo salvaje y la ultraderecha ultraconservadora y talibana de este país.
Desgraciadamente, el poder de la ultraderecha no solo se ha adueñado del mensaje en las televisiones, en estos momentos la prensa escrita está, por completo, controlada por el PP, y o, por el poder financiero, después de que El País, otrora enseña de periodismo libre e independiente, cayera en manos de Berlusconi –buen amigo de Aznar- y una financiera americana y, simultáneamente, se vendiese al PP a través de campañas publicitarias institucionales, o de imagen.
No hace falta sino ver las portadas de las últimas semanas para comprobar la deriva de los últimos meses que lleva el otrora diario de Prisa, respecto a asuntos como el caso Bárcenas o el caso PP, en el que El Mundo le ha ganado la partida –no por demócrata ni por ética periodística, de la que carece su director, sino porque sirve a intereses aún más ultraderechistas que los del actual Presidente del Gobierno, Mariano Raxoi-, o su sometimiento a los caprichos gubernamentales, que ningún periodista digno tendría por qué aceptar, como el esperpéntico paseo protagonizado el viernes por Raxoi por la ruta fluvial en Ribadumia, donde obligó a la prensa a seguirle en silencio y sin preguntar, dos minutos detrás de la comitiva presidida por el jefe del Ejecutivo, al que acompañaban el presidente de la Xunta, Núñez Feijóo y otros cargos del PP. Los medios aceptaron de buen grado la convocatoria gubernamental para, simplemente, ver como el Presidente del Ejecutivo paseaba, en una puesta es escena más propia de la dictadura, como cuando el dictador genocida inauguraba pantanos, que de un país democrático.
Aunque no es solo El País el único medio caído bajo el poder del PP, el que otrora fue considerado independiente o no sometido al pensamiento conservador, en el País Valencià el Levante-Mercantil valenciano, experimentó hace tiempo el mismo cambio. De su deriva hacia la derecha dan cuenta sus informaciones –o su falta de información, como cuando hace unas semanas no publicó la noticia de la imputación del Presidente Fabra por un presunto delito de prevaricación cuando era alcalde de Castellón-, y sus artículos de opinión, como el publicado ayer por uno de los blogueros de ese periódico, Alberto Soler, que en el pasado presumía de ideología progresista y que, como otros tantos, es protagonista de un desdichado e indigno cambio de chaqueta, al sumarse al coro de la derecha que, desde el pasado jueves, no hace sino clamar dolorida contra una protesta protagonizada por sanitarios en la puerta del Hospital de la Paz, donde está ingresada la Delegada del Gobierno de Madrid, tras un accidente de circulación.
La derecha y todos cuantos se vienen sumando, como el citado Soler, al grupo de corifeos del PP, se sintió sumamente dolida porque los manifestantes recomendaron a la Delegada del Gobierno que acudiese, en lugar de a la Sanidad Pública, a la privada de la que tan partidaria es, para ser curada de las heridas sufridas en el accidente de tráfico en el que fue atropellada por un turismo cuando circulaba en su moto por el centro de Madrid. Resulta chocante tanta sensibilidad respecto a Cristina Cifuentes, teniendo en cuenta que los integrantes del PP no son precisamente gente de diálogo, y que los manifestantes no hacían sino pedir para ella lo mismo que pide, más bien impone, su partido en el Gobierno, y todos y cada uno de ellos para la nación en su conjunto, siempre sin haber consultado previamente a los ciudadanos. Por lo que, a cualquier profesional con sentido del equilibrio, habría de parecerle no solo bien, sino coherente, legítimo y necesario. Cuando las declaraciones habituales de esta señora levantan ampollas, y no parece que le preocupe en exceso si, además de ampollas, producen descalabros, resulta pasmoso que la prensa se haya mostrado tan sensible por el daño que haya podido recibir en su delicada piel la señora Cifuentes.
Los dicterios lanzados contra quienes no hacían sino expresar lo que parece justo, dado el proceder de esta individua y sus correligionarios, no son sino la muestra fehaciente de en qué manos están la totalidad de los medios de comunicación.
Lo que obliga a refugiarse en digitales y blogs para librarse de tanta manipulación y tanta cobardía. Mas esos medios tienen un seguimiento limitado, en tanto que las televisiones tienen una audiencia masiva, que llega prácticamente a todos los hogares del país. Bien haría la izquierda buscar a algún excéntrico millonario que financiase una cadena, al menos imparcial. En el supuesto de que exista algún mirlo blanco dispuesto a dedicar parte de su dinero a tan loable fin.