Para "desmitificar y desestigmatizar los procesos normales y regulares del cuerpo femenino" y con el objetivo de “no avergonzarse de ellos ni rechazarlos”, la fotógrafa y poeta paquistaní Rupi Kaur, con ayuda de su hermana Prabh, decidió exponer una serie de imágenes bajo el título Period, en las que mostraba distintas escenas con la pretensión de normalizar la menstruación.

Una de ellas, cuyo fin era criticar que la regla es "un tema tabú en la sociedad", fue compartida y posteriormente censurada en Instagram, corroborándose así el sentido de la iniciativa. "Gracias, Instagram, por proporcionarme la respuesta exacta de que mi trabajo fue creado para criticar", reconocía la autora en Facebook tras la eliminación de la publicación. 

Resulta paradójico, como plantea la psicóloga y consultora en Género Ana Carolina Ortiz Asensio, que "la sangre que ha dado la vida a la humanidad y el cuerpo que gesta en su interior esa misma vida sea censurable cuando menstrua".

La imagen de Kaur, completamente vestida, tumbada en la cama y de espaldas al objetivo, violaba las reglas de la comunidad. Las manchas de sangre en su pijama y sábanas resultaban ofensivas para la red social que, hasta en dos ocasiones, decidió eliminarla.
"No voy a pedir disculpas por no alimentar el ego y el orgullo de una sociedad misógina que quiere ver mi cuerpo en ropa interior, pero se incomoda por una pequeña mancha", argumentó Rupi. Quien sí tuvo que rectificar fue la empresa, propiedad de Facebook, alegando que se trataba de un simple "error".
"Hemos dado el salto a la normalización evitando enseñar las heridas"
Erika Irusta, pedagoga especialista en Educación menstrual y autora del blog el camino rubí, define la iniciativa de Kaur como un "movimiento de orgullo menstrual", y asegura que "esta desvergüenza es contagiosa y se pierde al ver que la vecina deja de tenerla". "Es un virus imparable y muy necesario", afirma.

En efecto, la propagación no se ha hecho esperar. Consecuente con el efecto Streisand (intento de censura que fracasa y la información acaba siendo ampliamente divulgada), la imagen se ha hecho viral y ha puesto el debate encima de la mesa: ¿por qué la menstruación sigue siendo un tema tabú?

El tabú de la menstruación

"El tabú de la menstruación sigue en activo porque negamos el simbólico de éste", señala Irusta. "Hemos dado el salto a la normalización evitando enseñar las heridas, saltándonos el proceso de visibilización y recuperación del propio proceso menstrual", defiende.

Por ello, la imagen de Rupi supone una "convulsión socio-mediática" en un mundo que vende la menstruación como un proceso incómodo que debe ocultarse. "Es revolucionario el trabajo de mujeres que se fotografían para ellas, porque muestran otra pupila, otra manera de mirarse. Lo que me ocurre a mí no es porque yo esté defectuosa, y esto sólo lo llego a saber cuando otra alza la voz y hace clic con su cámara y lo comparte".
"Lo censurable debería ser la mirada que nos convierte en objetos"
Los límites que pone Instagram a la divulgación de imágenes se sitúan en las fotografías con "desnudos íntegros o parciales, de mal gusto, pornográficas o con contenido sexual". Por descarte, la empresa decidió eliminar la imagen de Kaur por una cuestión de estética. Para Irusta, lo censurable, en cambio, debería ser "la mirada que nos convierte en objetos, que no nos sabe ni quiere ver de otra manera".

En ese sentido, Jùlia Mas, socióloga, experta en género y cofundadora de projecte ella, sostiene que "la mujer que menstrua y mancha incomoda y molesta, porque no responde a lo que los hombres esperan de ella", admitiendo que "menstruar es incompatible con la imagen de mujer objeto" que determinado sector de la sociedad se "esfuerza en difundir, alimentar y consolidar".

La propia Kaur, en declaraciones a la BBC, cuestionó que "a nadie parece importarle que aparezcan por todas partes mujeres desnudas o con poca ropa, como meros objetos sexualizados".

La cosificación sexual de la mujer

A menudo la publicidad incluye con total libertad en sus anuncios imágenes de mujeres en actitud denigrante para hacer sus productos más atractivos, presentando a las mujeres como mera mercancía. Imágenes que muestran sólo una parte de su cuerpo, mujeres que son usadas para soportar objetos o incluso representadas como alimentos contribuyen a la denominada cosificación sexual. Cosificar consiste en reducir a la condición de cosa aquello que no lo es, es decir, tratar a las mujeres como objetos y no como personas. El mensaje para Mas es claro: "Tú eres tu cuerpo, tú vales lo que vale tu cuerpo".
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Esta infravaloración del cuerpo de la mujer, al que Mas define como "un campo de batalla", perpetúa la percepción de la regla como algo que se debe esconder en pro de la imagen sexual que como mujer que es debe tener, según la imposición que desde tiempos ancestrales lleva a cabo la sociedad en general y los medios, la publicidad y el cine en particular. "Hemos hecho de los cuerpos de las mujeres prisiones, campos que alimentamos de inseguridades, en los que proyectamos imposibles", asegura.
Según Irusta, aunque "seguimos siendo delimitadas por un imaginario ajeno a nuestro cuerpo, que lo teme, admira y envidia", es la propia mujer, como parte también de esa sociedad que "ignora", la que "puede pararse, mirarse y buscar en su cuerpo y en el de otras mujeres la respuesta".

En ese imaginario deben encontrarse los creativos publicitarios cuando anuncian compresas y tampones. Esa publicidad demuestra, a juicio de Ortiz Asensio, "la facilidad con la que se silencian procesos orgánicos de las mujeres imprescindibles para la continuidad de la vida". Presentar la menstruación como un líquido azul que desprende un mal olor le hace un flaco favor a su normalización. "Nos venden la menstruación como algo sucio y que hay que esconder, en lugar de tratarla como algo natural que sucede a todas las mujeres", afirma Mas, para quien los anuncios serían más efectivos si mostrasen la realidad tal y como es: "Una imagen de una chica menstruando la humaniza".

Irusta alerta de que la publicidad enfatiza "ese 'algo más' en torno a la menstruación que nos hace sentir incómodas, sucias y ajenas en nuestro propio cuerpo". Si bien el cambio no debe comenzar en un spot. "Esperar que la publicidad cambie sin que cambiemos nosotras y ellos es, a mi parecer, omisión de la responsabilidad", sentencia Irusta.

Mientras tanto, seguirá latente la incógnita de saber a qué huelen las cosas que no huelen.