domingo, 29 de setembro de 2019

Llamadme fascista, pero soy antifranquista. ¿Me puedo quedar en España?

ALBERT PLA

Hola quisiera hacerles una pregunta a los de Vox, PP y Ciudadanos.
Por este motivo la voy a hacer en castellano, porque no quiero ofenderles preguntando en catalán. Que yo no quiero líos con nadie.
Resulta que soy una mujer homosexual catalana divorciada.
Me divorcié porque mi pareja no quería que abortara.
¿Me puedo quedar en España?
También quiero reconocer que no creo en dios. Si, ya sé que es raro, aunque parezca una tontería, no creo en dios. Tal vez sea porque soy una supremacista. Tal vez porque de pequeña, me eduqué con las monjas de una escuela pública. Me daban tantas ostias que aún me duelen las cervicales. Y, por si fuera poco, el cura que nos venía a confesar cada semana, me metía mano.
Tal vez sea un delito de odio, pero siento un rencor profundo por ellos y también por sus ritos y por sus iglesias y por sus catedrales.
Tampoco soy monárquica.  Qué queréis que os diga, llamadme traidora a la patria, pero, históricamente, me caen mejor las ideas políticas de Simón Bolívar y las de la ilustración, que las ideas absolutistas  de los Borbones.
Ya sé que, en este país, estas ideas están mal vistas. Llamadme racista, pero es que, además, este rey me parece altivo y repelente. Sobre su mujer, mi reina, no quiero pronunciarme porque me meterían en la cárcel. Jolines, llamadme extremista, pero me caen fatal.
¿Me puedo quedar en España?
Tampoco voté jamás a ningún partido de derechas.
Llamadme fascista, pero reconozco, que en la intimidad, más de una vez he maldecido la memoria de Franco, Fraga Iribarne y la de todos sus herederos políticos, porque, llamadme intolerante, creo que eran unos fachas de mierda. Eso es lo que siento.
Incluso, llamadme integrante de un grupo violento criminal por no denunciar a unas amigas que piensan que los que mataron a Carrero Blanco eran héroes de la lucha antifascista, y no unos putos terroristas.
Y para ser franca me la suda el cadáver de Franco. A mí, llamadme insolidaria, me da igual que lo metáis en el vestíbulo de vuestra sede o en una bolsa de basura.
¿Me puedo quedar en España?
Otra cosa, no me gustan los toros. Si, ya sé que los toreros son unos artistazos, y que los toros viven como reyes en fincas infinitas cuyos dueños son majísimos terratenientes. Pero, será que no comprendo esta clase de arte, tal vez por incultura o por racismo, pero no lo puedo evitar, me da pena que maten a los toros. Llamadme antisocial, pero no me gusta ver ni un toro muerto.
Soy tan intolerante que ni siquiera, me gusta ver una persona sentada sobre un caballo.
¿Me puedo quedar en España?
Para ser sincera del todo, también diré que estoy hasta el moño del flamenco, de la fiesta del Rocío, y de la Semana Santa. Aborrezco las jotas, la tuna y el chotis. Nunca conseguí leerme entero don Quijote de la Mancha. Y no le encuentro ninguna gracia a los poemas de Quevedo.
Tampoco me gusta los colores de la bandera española. Me quedo con la bandera de la franja violeta. Llamadme mariquita, pero era más vistosa.
Otra cosa. Aborrezco los desfiles militares. Me da miedo la Guardia Civil. Y, llamadme frígida, pero me cago de miedo cuando un policía nacional viene a tomarse unas cervezas al bar de mi pueblo.

Sí, me sabe mal. Tal vez solo sea una de esa minoría de feminazis que oprime y excluye a esa gran mayoría silenciosa de lesbianas normales de derechas y patriotas, pero, aun así, ¿puedo quedarme en España?

sábado, 28 de setembro de 2019

Montañas sin hielo, ríos sin agua y océanos sin vida, la catástrofe de no reducir emisiones

UN News/Laura Quiñones - El lago de glaciares Jökulsárlón en Islandia continúa creciendo a medida que el glaciar con el mismo nombre se derrite.
 UN News/Laura Quiñones - El lago de glaciares Jökulsárlón en Islandia continúa creciendo a medida que el glaciar con el mismo nombre se derrite.
SAL&ROCA

Un mundo con avalanchas sepultando pueblos y ciudades de montaña, islas y costas sumergidas por el aumento del nivel del mar, y un océano cada vez más ácido, caliente e inhabitable para una gran cantidad de seres vivos, este es el futuro que le espera a la humanidad si no se actúa ya contra el cambio climático, han advertido más de 100 científicos en un nuevo informe de la ONU.
Se necesita reducir urgentemente  las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar la magnitud de los cambios en los océanos y en los mantos de hielo, incluidos los glaciares, y para preservar los ecosistemas y los medios de subsistencia de aquellos que dependen de esas regiones, asegura un nuevo informe publicado por el Panel Intergubernamental de Expertos contra el Cambio Climático.
En las últimas décadas, el calentamiento global ha reducido la criosfera del planeta, con pérdidas en las capas de hielo y los glaciares, y reducciones en la cobertura de nieve de las montañas. También se ha reducido el hielo marino del Ártico y la temperatura del permafrost. Esto genera impactos negativos en la alimentación, los recursos acuíferos, la calidad del agua, y afecta a las comunidades más vulnerables, como las indígenas.
Asimismo, el océano se ha calentado progresivamente desde 1970 y ha absorbido más del 90% del exceso de calor del sistema climático. Desde 1993, la tasa de calentamiento de los mares se ha duplicado, y desde 1982, las “olas de calor” dentro del mar se han duplicado en frecuencia e intensidad. Además, al absorber más dióxido de carbono, el océano se vuelve más ácido y pierde oxígeno vital para los ecosistemas que lo habitan. Muchas especies marinas han tenido que migrar a lugares donde antes no se encontraban para sobrevivir.
Por otro lado, el nivel global del mar continúa aumentado con una aceleración en las décadas recientes por la pérdida de las capas de hielo en Groenlandia y el Antártico, así como la pérdida continua de masa glaciar. El incremento de los vientos de los ciclones tropicales y de la lluvia, y la intensificación de las olas de calor extremas, combinado con el aumento del nivel del mar, exacerba los riesgos de eventos extremos y peligros en las costas.
Los expertos describen una situación poco alentadora, y que exige un cambio radical del modo de vida de los habitantes de ciudades costeras y de las regiones árticas.

Avalanchas y escasez de agua en las comunidades de montaña

UN News/Daniela Gross La cordillera Huayhuash en agosto de 2019. Los andes contienen el 99% de los glaciares tropicales del mundo.

Al ritmo de calentamiento global actual, los habitantes de las regiones de montaña están cada vez más expuestos a peligros y cambios en la disponibilidad de agua, aseguran los científicos.
Los glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost que ya están disminuyendo lo continuarán haciendo y esto traerá deslizamientos de tierra, avalanchas, desprendimientos de rocas e inundaciones.
Los expertos del IPCC prevén que glaciares en la región tropical de los Andes, Europa, África Oriental e Indonesia podría llegar a perder más del 80% de su tamaño actual para el 2100, lo que afectará el turismo y el patrimonio cultural de algunos países.
Otro gran problema es que a medida que los glaciares retroceden, se ve afectada la disponibilidad de agua río abajo y esto repercute en numerosos sectores como el agrícola y el hidroeléctrico.
“Los cambios en la disponibilidad de agua no solo perjudicarán a los habitantes de esas regiones de alta montaña, sino también a comunidades situadas muchos kilómetros aguas abajo”, dijo Panmao Zhai, uno de los autores del informe.
Agregó que “la limitación del calentamiento propiciaría la adaptación de estas comunidades a los cambios en el suministro de agua en las zonas montañosas y en otras regiones, y restringiría los riesgos relacionados con los fenómenos peligrosos de montaña”, detalló.

Un metro de aumento en el nivel del mar




PNUD/Tuvalu/Aurélia Rusek - Las islas de Tuvalú, en el océano pacífico, están especialmente expuestas al aumento del nivel del mar causado por el cambio climático.

Cuando los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y de montaña pierden masa se acelera la subida del nivel de mar y las aguas cálidas en los océanos se expanden, explican los científicos.
Durante el siglo XX, el nivel del mar ha subido a nivel mundial en unos 15 centímetros, pero ahora se encuentra aumentando dos veces más rápido, unos 3,6 milímetros por año, y la tasa sigue incrementando.
El aumento del nivel del mar podría alcanzar hasta 60 centímetros para el 2100 incluso si los gases de efecto invernadero se reducen radicalmente y el calentamiento global se limita a menos de 2 grados centígrados sobre niveles preindustriales. Si las emisiones continúan como van actualmente, los científicos prevén que un crecimiento del nivel de mar de más de un metro.
“El amplio abanico de proyecciones sobre el nivel que alcanzará el mar en 2100 y en adelante depende de la reacción de los mantos de hielo al calentamiento, en especial en la Antártida, y esa es una cuestión todavía sujeta a importantes incertidumbres”, explica la experta del IPCC, Valérie MassonDelmotte.

Más tragedias en las costas, más huracanes y ciclones

UNICEF/Marco Dormino - Inundaciones causadas por el huracán Tomas en Haití.

Por cada grado de calentamiento global adicional, los fenómenos que antes ocurrían una vez cada 100 años se convertirán en eventos anuales para mediados de siglo en muchas regiones. Esto agrava los riesgos a los que están expuestos muchos estados insultares y ciudades costeras de baja altitud.
Si no se destinan grandes inversiones a fines de adaptación, estas zonas estarían expuestas a riesgos de inundación cada vez mayores, según se explica en el informe. Mareas altas y tormentas intensas harían que algunas naciones insultares enteras dejen de ser habitables, predicen los expertos, aunque aclaran que es difícil aun medir a qué nivel.
“Ya se están aplicando varias estrategias de adaptación, a menudo en respuesta a inundaciones, y en el informe se destaca la diversidad de opciones disponibles en cada contexto para la elaboración de respuestas integradas que permitan anticiparse a toda la gama de subidas futuras del nivel del mar”, afirma Masson-Delmotte.

Peligros para los ecosistemas marinos

Coral Reef Image Bank/Jayne Jenk - Una tortuga marina nada en un arrecife de coral en las Islas Maldivas.

Para 2100, los océanos absorberán entre dos y cuatro veces más calor que ahora si el calentamiento global se limita a 2 grados, de lo contrario, absorberán de entre cinco a siete veces más. El calor marino reduce la mezcla entre capas de agua y como consecuencia el suministro de oxígeno y nutrientes para la vida marina.
La frecuencia de las olas de calor marinas se ha duplicado desde 1982 y su intensidad no deja de crecer. Las proyecciones apuntan a un incremento adicional en su frecuencia, duración, extensión e intensidad. Con un calentamiento de 2 grados, su frecuencia será 20 veces mayor en comparación con los niveles preindustriales, pero si las emisiones siguen aumentando con fuerza, su frecuencia será 50 veces mayor.
Además, una incorporación continuada de carbono a los océanos de aquí a 2100 exacerbará el aumento de acidez de sus aguas.
La acidificación y el calentamiento de los océanos, la pérdida de oxígeno y los cambios en el suministro de nutrientes ya afectan a la distribución y la abundancia de la vida marina en las zonas costeras, en alta mar y en el fondo marino.
La intensificación de estos factores en el futuro causará severos impactos a la biodiversidad, pérdida de hábitats y degradación de los ecosistemas. La capacidad de los organismos de adaptarse al calor y la acidez de los océanos es mayor si las emisiones se disminuyen.
Para ecosistemas sensibles como las praderas de hierbas marinas y los bosques de algas, se proyectan altos riesgos si el calentamiento global excede los 2 por encima de la temperatura preindustrial, combinado con otros peligros relacionados con el clima. Los arrecifes de coral de aguas cálidas ya de por sí están en alto riesgo y se prevé que sea aún peor, incluso si el calentamiento global se limita a 1,5 ° C.

Amenaza a medios de subsistencia humana

PNUD/Garth Cripps - Pescadores en Magadascar.

Desde 1950 muchas especies marinas han tenido grandes cambios en su ubicación geográfica y sus actividades en las diferentes estaciones del año, en respuesta al calentamiento global, la falta de hielo marino y la pérdida de oxígeno.
Esto ha resultado en cambios en la composición de especies, abundancia y producción de biomasa de los ecosistemas, desde el Ecuador hasta los polos. Las interacciones alteradas entre especies han causado impactos en cadena sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema.
Esto afecta también los medios de vida humana. Los cambios en la distribución de las poblaciones de peces han reducido el potencial de capturas a nivel mundial. En el futuro, disminuirá todavía más en algunas regiones, en particular en los océanos tropicales, pero aumentará en otras, como por ejemplo en el Ártico.
Las comunidades que dependen en gran medida de los productos alimentarios marinos pueden verse confrontadas con riesgos para la salud nutricional y la seguridad alimentaria de sus integrantes.
 “La disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero limitará las consecuencias para los ecosistemas oceánicos que nos proporcionan alimentos, nos ayudan a gozar de buena salud y conforman nuestras culturas”, asegura Hans-Otto Pörtner, científico de la IPCC.
Agrega que “la reducción de otros factores de estrés, como la contaminación, ayudará a la vida marina a encarar los cambios que experimente su entorno, y potenciará la resiliencia de los océanos. Los marcos en materia de políticas, por ejemplo, para la ordenación de la pesca y el establecimiento de zonas marinas protegidas, brindan a las comunidades oportunidades de adaptación a los cambios y de reducción al mínimo de los riesgos para nuestros medios de subsistencia”.

Un Ártico sin hielo

UNICEF/Vlad Sokhin - Una niña camina por las capas de hielo del Ártico en Barrow, Alaska. La pérdida de hielo en el Ártico es uno de los efectos del calentamiento global.

Si no se limita el calentamiento global a 1,5º grados, el Ártico se quedará sin hielo en septiembre cada tres años o menos, predicen los científicos.
Algunas poblaciones del Ártico, en especial los pueblos indígenas, ya han ajustado sus patrones de desplazamiento y caza en función de la estación y de la seguridad de las condiciones de la tierra, el hielo y la nieve, mientras que algunas comunidades costeras han previsto su relocalización. El éxito de su adaptación dependerá de los recursos financieros, las capacidades y el apoyo institucional, se precisa en el informe.
Por otro lado, el terreno de permafrost —congelado durante muchos años—es objeto de calentamiento y deshielo, y las proyecciones apuntan a un deshielo generalizado durante el siglo XXI. Incluso aunque el calentamiento global se limite a valores muy inferiores a 2 grados, aproximadamente el 25 % del permafrost situado cerca de la superficie, entre 3 y 4 metros de profundidad, se habrá derretido de aquí a 2100. Si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando con fuerza, cabe la posibilidad de que se pierda cerca del 70 %.
Además, el permafrost de las regiones ártica y boreal almacena grandes cantidades de carbono orgánico, prácticamente el doble que el contenido en la atmósfera, y su deshielo podría incrementar notablemente la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
“Resulta difícil saber si ya se está produciendo una liberación neta de dióxido de carbono o metano a causa del actual deshielo del permafrost ártico. En el futuro, un mayor crecimiento de la vegetación puede potenciar la capacidad de almacenamiento de carbono del suelo y compensar la liberación de ese elemento debida al deshielo del permafrost, pero no en un grado suficiente para la magnitud de los grandes cambios que pueden producirse a largo plazo”, advierten los expertos.
Actualmente, los incendios forestales están perturbando  los ecosistemas en la mayoría de las regiones boreales, de tundra y de montaña.

Recomendaciones

UN News/Daniela Gross - En un año de sequía, glaciares que se derriten pueden significar hasta un 91% de la reserva de agua en ciudades como Huaraz, en Perú.

Los científicos del Panel aseguran que una reducción marcada de las emisiones de gases de efecto invernadero, la protección y la restauración de los ecosistemas, y una gestión cuidadosa del uso de los recursos naturales permitiría preservar los océanos y la criosfera como fuente de oportunidades que ayuden a adaptarse a los cambios futuros, limitar los riesgos para los medios de subsistencia y proporcionar múltiples beneficios adicionales al conjunto de la sociedad.
“Solo podremos mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 grados con respecto a los niveles preindustriales si aplicamos transiciones sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, por ejemplo, en los ámbitos de la energía, la tierra y los ecosistemas, las zonas urbanas y las infraestructuras, y la industria. La adopción de políticas climáticas ambiciosas y la reducción de las emisiones imprescindibles para dar cumplimiento al Acuerdo de París también protegerán los océanos y la criosfera y, en última instancia, permitirán velar por el conjunto de la vida en la Tierra”, explicó Debra Roberts, miembro del IPCC.
En el informe se proporcionan indicios que evidencian los beneficios de combinar conocimientos científicos con saberes locales y ancestrales para elaborar estrategias adecuadas de gestión de los riesgos asociados al cambio climático y potenciar su resiliencia. Se trata del primer informe del IPCC en el que se resalta la importancia de la educación para fomentar los conocimientos sobre el cambio climático, los océanos y la criosfera.
“Cuanto antes actuemos, y cuanto más resueltas sean nuestras acciones, mayor será nuestra capacidad para abordar cambios inevitables, gestionar riesgos, mejorar nuestras vidas y lograr la sostenibilidad de los ecosistemas y las personas de todo el mundo, hoy y en el futuro”, afirmó Roberts.

Más allá del muro de Trump: el papel de la industria del armamento en el diseño de las fronteras de EEUU

El think tank Transnational Institute documenta cómo algunas de las mayores corporaciones armamentísticas del mundo se encuentran entre las principales compañías "que han determinado la política de fronteras" en Estados Unidos

En los últimos 15 años, los presupuestos de EEUU para control fronterizo se han duplicado, pasando de 9.149 millones de dólares en 2003 a 23.700 millones en 2018

"Estas empresas ayudaron a diseñar, financiar y finalmente construir el sistema del que se benefician", sostiene a eldiario.es Nick Buxton, editor del estudio


Un juez de EE.UU. rechaza demanda de la Cámara Baja contra la financiación del muro fronterizo EFE

Icíar Gutiérrez
El muro de Donald Trump no empezó con Donald Trump. Tampoco es el único dispositivo del que se sirve EEUU para el control migratorio: es un elemento más de la amplia infraestructura desplegada en el interior de EEUU y las zonas fronterizas con México. Cámaras, aviones, sensores de movimiento, drones, sistemas de videovigilancia y biométricos componen, desde hace años, el arsenal con el que Estados Unidos trata de frenar la inmigración. Detrás, un grupo de empresas de seguridad y armamento que se han embolsado "formidables ganancias" con el aumento de los presupuestos gubernamentales para control fronterizo.
Son las principales conclusiones que arroja la última investigación del think tank internacional Transnational Institute (TNI), que documenta cómo algunas de las mayores corporaciones armamentísticas del mundo se encuentran entre las principales compañías "que han determinado la política de fronteras" en EEUU durante las últimas tres décadas.
"Más que Trump, son estas corporaciones globales, y sus aliados políticos y mediáticos, los que conforman un complejo industrial de fronteras y han dado lugar a una respuesta predominantemente militarizada frente a la migración, convirtiéndose en el mayor impedimento para una respuesta humana al fenómeno", afirma el instituto de investigación. 
A la hora de sentar las bases de este complejo industrial, los expertos del TNI señalan las aportaciones a campañas políticas de estas empresas que suministran servicios de seguridad fronteriza, labores de lobby o las 'puertas giratorias' entre el sector y el Gobierno.
"Estas empresas ayudaron a diseñar, financiar y finalmente construir el muro del que se benefician", sostiene a eldiario.es Nick Buxton, editor del estudio. "Como resultado, es mucho más que un muro: es uno de los sistemas de vigilancia más militarizados del mundo, integrado por miles de sensores, vigilado por helicópteros y aviones teledirigidos y patrullado por un número récord de 21.000 agentes. Los resultados son mortales a medida que los migrantes toman rutas cada vez más peligrosas para escapar a la vigilancia", asegura.
En los últimos 15 años, los presupuestos de EEUU para control fronterizo se han duplicado, pasando de 9.149 millones de dólares en 2003 a 23.700 millones en 2018, según el estudio. Estas partidas aumentaron enormemente a partir de la década de los ochenta y la tendencia se ha ido acelerando desde entonces. Desde 1990, cuando se dedicaron 1.200 millones, el incremento es del 1.875%. 
Estas cifras se destinan a la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), responsable de las deportaciones y detenciones en el interior del territorio, así como a la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP), encargada de las patrullas fronterizas. La investigación analiza cómo entre 2006 y 2018, la CBP firmó contratos por un total de 26.100 millones de dólares. Algunas de las compañías que se beneficiaron de ellos fueron Accenture, Boeing, Elbit, Flir Systems, G4S, General Atomics, General Dynamics, IBM, L3 Technologies, Lockheed Martin, Northrop Grumman, PAE, Raytheon, UNISYS. 
La mayoría de ellas pertenecen la industria armamentística y son las mismas que se benefician del elevado gasto militar de EEUU. Es el caso de la mayor productora de armamento del mundo, la estadounidense Lockheed Martin, que en 2009 firmó un contrato por más de 945 millones de dólares para mantener y conservar 16 aviones de vigilancia. O de General Atomics, que cerró en 2016 un contrato de 276 millones de euros con la CBP para el mantenimiento de sistemas de drones. Mientras, aquel mismo año, la Oficina de reasentamiento de refugiados destinaba 14,9 millones de dólares a nueve ONG humanitarias.
"Todo el debate en torno a la frontera se ha centrado en los políticos populistas que demonizan a los inmigrantes para atraer votos, pero ignora a los verdaderos beneficiarios de la militarización de la frontera, que son algunas de las mayores empresas de armas y seguridad del mundo", recalca Buxton.

Aportaciones a campañas políticas y lobby

"Que las corporaciones consigan contratos cada vez mayores no representa una bonanza imprevista, sino que es el fruto esperado de la creciente participación de esas corporaciones en la política estadounidense", concluyen los investigadores del TNI. De acuerdo con el estudio, las principales beneficiarias de los contratos en control de fronteras son también las empresas "que más aportan a las campañas políticas, que más lobby hacen, que se reúnen más a menudo con funcionarios del Gobierno y que entran en el Gobierno como asesoras y personal en posiciones de influencia estratégicas". Por esta razón, desde el instituto sostienen que las compañías "han determinado las políticas de militarización fronteriza de las que se han beneficiado". 
Ponen los ejemplos de Boeing, Lockheed Martin, General Atomics, General Dynamics y Raytheon, las que más aportaciones hicieron a las campañas políticas de los miembros de los organismos responsables de los presupuestos y las políticas relacionadas con las fronteras, los comités de Consignaciones Presupuestarias y de Seguridad Nacional del Congreso. Entre 2006 y 2018, estas donaron a los primeros 27,6 millones de dólares y a los segundos, 6,5 millones, como se desprende de la investigación. "Las posiciones de los políticos en estos comités, independientemente de su filiación política, suelen estar en sintonía con los intereses de sus donantes corporativos". 
Cientos de inmigrantes en la frontera de EE.UU. serán enviados al sur de Florida
Cientos de inmigrantes en la frontera de EE.UU. serán enviados al sur de Florida EFE

Muchas de estas empresas, indican desde el TNI, son también las más activas a la hora de hacer lobby en el Congreso. Matizan que su actividad también está vinculada con el gasto militar, pero los contratos en materia de fronteras son igualmente importantes.
"En 2018, se alcanzó el mayor presupuesto destinado a fronteras e inmigración en la historia de los Estados Unidos –con más de 23 000 millones– tras una intensa labor de lobby de representantes de estas empresas", señalan. Aquel año, General Dynamics registró actividad de cabildeo 44 veces, Lockheed Martin, 41, Raytheon, 28 y Northrop Grumman, 19. "Esta es solo una imagen parcial, ya que una gran parte del lobby también se desarrolla a puerta cerrada, en especial en lo que respecta a cuestiones controvertidas, como la inmigración", indican los investigadores, en referencia a, por ejemplo, viajes de legisladores para obtener apoyo para sus negocios.
La última pieza del puzle son las 'puertas giratorias' existentes entre la industria de la seguridad fronteriza y la administración. "A menudo, exfuncionarios del Gobierno son contratados por diversas corporaciones, o entran en el sector del lobby, no solo como lobbistas, sino también como consultores y estrategas". Según el análisis del TNI, entre 2003 y 2017, al menos cuatro jefes de la CBP y tres secretarios del Departamento de Seguridad Nacional –equivalente a ministerio–, se incorporaron a compañías que trabajan en materia de seguridad nacional o consultoría tras abandonar el Gobierno.
"Estas empresas deben ser examinadas mucho más de cerca", opina Buxton, quien indica que el mercado no se limita a la frontera de Estados Unidos, sino que "continúa expandiéndose, tanto al sur de la frontera, a países vecinos como Guatemala; como, cada vez más, hacia el interior de EEUU".
"El proceso es muy similar a lo que está ocurriendo en Europa, donde las mayores corporaciones europeas de armamento como Airbus o Thales han sido las principales ganadoras de los contratos de seguridad fronteriza. La militarización de la frontera se basa en la promesa de seguridad, pero la única seguridad que proporciona es a los balances contables de las mayores compañías de armas del mundo", sentencia.

Emigrar a España desde España

Esta es la historia de María y su marido, y de un viaje que muestra la precaria situación en la que viven los hijos de marroquíes nacidos en Ceuta y Melilla, que no pueden acceder a la península


emigrantesUn migrante mientras utiliza el agua que los voluntarios de la No Name Kitchen proporcionan a diario en Serbia. DIEGO MENJIBAR

DIEGO MENJÍBAR
SOFÍA CAAMAÑO

María lleva dos de sus 22 años viajando, aunque el país desde el que salió es el mismo al que ha querido llegar. Ha pasado por Turquía, Grecia, Macedonia, Albania, Montenegro, Serbia, Bosnia, Croacia, Eslovenia e Italia. Su meta: España. La paradoja: ha nacido y crecido en Melilla, ciudad autónoma española en territorio marroquí desde 1995. Está cansada. Su cuerpo es una cartografía de todo el sufrimiento por el que ha pasado —y sigue pasando— desde que inició la ruta de los Balcanes escapando de la precariedad en la que viven los jóvenes nacidos en Melilla de padres marroquíes.
Ha nacido y crecido en España, pero no tiene documentos y, por lo tanto, no tiene derecho a acceder a un empleo digno. Durante su vida trabajó de forma ilegal en una ciudad que encabeza junto con Ceuta, según datos de Eurostat en 2018, la lista de regiones europeas con mayor tasa de paro juvenil, un 66,1%. Ahora, lo que quiere es llegar a la Península para aprender, trabajar y tener una vida tranquila: “Hay mucha gente en Melilla como yo, pero no conozco a nadie más de allí que esté haciendo la ruta de los Balcanes para llegar a España”.
No lo conoce María ni tampoco Verónica Barroso, responsable de Relaciones Institucionales y portavoz para temas de relacionados con la crisis de refugiados de Amnistía Internacional: “Una niña nacida en Melilla debiera tener derecho a regularizar su situación y a tener los papeles en regla, y más en su caso particular y único, que ha pasado 20 años en España”, cuenta. Lo que hace distinto el caso de María es que es el único que se conoce de alguien nacido en Melilla que inicia un proceso migratorio para volver a llegar al mismo país del que salió. Su falta de información, de oportunidades y su situación socio-familiar la empujaron de forma desesperada a huir con su marido. Cada vez es más frecuente que marroquíes y argelinos intenten entrar a Europa desde Turquía, huyendo de los peligros del mar, de la falta de oportunidades en sus países y de la persecución hacia todos aquellos que son críticos con el régimen.
María tenía 14 años cuando empezó a trabajar de limpiadora de casas en Melilla. Huyó porque no tenía a nadie que la ayudara a conseguir los documentos, pues sus padres no se hicieron cargo de ella: “Yo no fui una niña como las de allí, estaba sola, desinformada y muy dolida”, cuenta. Una pequeña que no se encuentra entre las 4.820 personas que cruzaron la valla de Ceuta y Melilla en 2018, según el informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). “El grado de apartheid en el que vive mucha gente en Melilla es bestial. No me parece raro que una de esas personas coja y se vaya, tanto en una patera o como sea. En el caso de María, hacia Turquía”, explica José Palazón, activista con más de 20 años de experiencia en la zona y especializado en los derechos y escolarización de los Menores Extranjeros No Acompañados (Menas) en la ciudad a través de la asociación Prodein. “Si hubiese nacido en la Península, María sería hoy ciudadana española. En Melilla eso no se cumple”, agrega.
María en el edificio abandonado de Sid donde donde pasaba las noches.
María en el edificio abandonado de Sid donde donde pasaba las noches. DIEGO MENJIBAR
La situación de los marroquíes en Ceuta y Melilla es particular. El artículo 17 del Código Civil dice que una persona tiene nacionalidad española si sus padres han nacido en España o si puede probar arraigo laboral, social o familiar en el territorio. Al poder estos ciudadanos entrar y salir de las ciudades autónomas libremente hacia Marruecos, es muy difícil para ellos demostrar la residencia. Ante la ley, María es ciudadana marroquí a pesar de haber nacido, crecido y echado raíces en España. “Debido a los acuerdos de cooperación entre España, Marruecos y Argelia, y las dificultades en la valla fronteriza, se produce un efecto disuasorio a los que intentan entrar por la frontera sur. Tenemos conocimiento de que muchos marroquíes y argelinos vuelan a Turquía y emprenden la peligrosa ruta de los Balcanes”, explica Barroso.
Los marroquíes no necesitan visado para volar a Turquía y prefieren emprender esta ruta antes que exponerse a los peligros que supone atravesar el mar Mediterráneo. A pesar de la falta de cifras oficiales acerca de cuantos marroquíes y argelinos emprenden esta ruta, según un informe de Acnur publicado el pasado enero, en 2015 murieron en el mar 1 de cada 269 personas que intentaban cruzar. En 2018 pasó a ser 1 de cada 51 las personas fallecidas. La alta mortalidad de esta ruta provocó que en 2018 el número de migrantes que intentan cruzar por mar se desplomara. Según Acnur, Bosnia y Herzegovina registró en 2018 alrededor de 24.100 llegadas por los Balcanes Occidentales en busca de nuevas rutas hacia la Unión Europea.
María viajó con su marido Zacarías, natural de una pequeña aldea cerca de Nador. Desde Marruecos volaron a Turquía con los ojos puestos en España. 3.199 kilómetros separan Estambul de la Península, contra los 130 que hay desde Melilla, pero el viaje en patera es peligroso y ella no quiso ser una de las 8.000 personas que han llegado a las costas españolas hacinadas en pequeños barcos en lo que va de año, ni tampoco uno de los 137 cadáveres —según cifras de la OIM en 2019— que se descomponen olvidados en el fondo del mar de Alborán. Se pasaron un año trabajando en Turquía como guías turísticos y de ahí decidieron seguir adelante por Grecia. Al llegar a territorio griego los detuvieron, los desnudaron y los encarcelaron durante cinco días. “Nos pasamos todo este tiempo en prisión sin comida ni agua y tan solo nos dejaban ir al baño una vez al día”, cuenta.
Tras ser liberados, trabajaron tres meses recogiendo tomates en el país heleno, algo muy común entre los refugiados que llegan allí. De Turquía a Grecia cruzaron con una pequeña embarcación a través del río Evros. Desde el momento en que alguien les ayudó, María y Zacarías siguieron sorteando fronteras a través de montañas con el GPS de su teléfono móvil. “En las montañas hay menos policía. El camino es más duro, pero es más difícil ser descubiertos”, indica la mujer. Sin embargo, es muy frecuente que los refugiados atraviesen los países pagándole a las mafias. Según Enrico Pascatti, voluntario de la organización No Name Kitchen en la frontera serbo-croata, “la mayoría de los migrantes pagan cantidades de hasta 6.000 euros para que la mafia los esconda en camiones y así consigan entrar en el espacio Schengen”.
María quedó embarazada, y decidió que daría a luz en España. Siguieron. Caminaron entre montañas. Uno de esos pasos resultó fatídico: cayó y perdió al bebé. Retrocedieron y ella ingresó en un hospital griego: dos semanas de hemorragias constantes y dos más de recuperación. Y siguieron la marcha. Llegaron a Albania y cayeron en manos de la mafia que les marcará de por vida: “Estábamos durmiendo dentro de un campo y, de repente, un grupo de personas entró en nuestra habitación, nos intentaron robar, nos resistimos y nos rajaron todo el cuerpo con una cuchilla de afeitar”. Durante la entrevista, su marido se gira y muestra una nuca en la que la carne clara de una herida no lejana marca la frontera entre su cabello y el resto de su espalda. Otra cicatriz larga, paralela a su columna, dibuja el duro camino que los refugiados tienen que atravesar para llegar a Europa ante la inexistencia de vías seguras y legales.
Un grupo de personas entró en nuestra habitación, nos intentaron robar, nos resistimos y nos rajaron todo el cuerpo con una cuchilla de afeitar
Después de ser atacada por la mafia, se recuperó en un hospital de Albania. María asegura que allí la trataron bien. Sin embargo, según Nuria Echave, neumóloga y voluntaria médica de No Name Kitchen en la localidad serbia de Sid, afirma que el trato sanitario hacia las personas refugiadas en los centros de salud de la ruta de los Balcanes no siempre es el mejor: “Durante el tiempo que estuve trabajando allí me di cuenta de que a veces hay gente que quiere ayudar, pero no les dejan. Si no se trata de una emergencia vital, y eso quiere decir que aunque el paciente se esté prácticamente muriendo, no los van a atender”.
Nuria trabajaba atendiendo los primeros auxilios de los migrantes que viven en las calles o en edificios abandonados esperando su oportunidad para entrar en la Unión Europea. “A nivel profesional te atienden con todos los recursos que tienen, pero en ocasiones se puede entrever en el trato personal que existe un componente discriminatorio”, asegura.
Para María, las ansias de vivir han pesado más que las dificultades del camino. Tras recuperarse en el hospital, continuaron su viaje hacia Montenegro. Dos días y dos noches caminando por la montaña. “Atravesamos así las fronteras, por el bosque, porque sabemos que la policía no controla tanto estas zonas”. Otro país, Serbia; otro más a través del cual se vio forzada a pasar para intentar llegar a la misma casilla de salida. Llegaron a Sid, en la frontera serbo-croata, uno de los enclaves más peligrosos para los refugiados debido a la brutal violencia policial ejercida por las autoridades de ambos países.
María y Zacarías muestran las cicatrices que les han quedado del intento de robo y la agresión que sufrieron en Albania.
María y Zacarías muestran las cicatrices que les han quedado del intento de robo y la agresión que sufrieron en Albania. DIEGO MENJÍBAR
Tras varias semanas estancada en este pequeño pueblo fronterizo decidieron ir a Bosnia y desde allí lograron entrar en Croacia, donde se pasaron al menos un mes. En una de las ocasiones que intentó entrar en Eslovenia, quisieron deportarla a Bosnia, pero ella suplicó para que la dejaran quedarse en el campo en el que vivía en Zagreb. Tras meses estancada en los Balcanes, logró cruzar a Italia. Allí, dice, intentó encontrar un trabajo que la ayudara a reunir el dinero necesario para cruzar a España. “Debido a la inexistencia de vías legales y seguras y por las políticas migratorias europeas adoptadas en los últimos años, se han ido cerrando rutas y vías y dificultando la llegada. Entonces, no les queda otra que tomar estas rutas peligrosísimas en las que no hay ningún tipo de protección”, explica Barroso de Amnistía Internacional.
Durante su viaje, María pasó las noches unas veces en la calle y otras en campos oficiales o en antiguas casas abandonadas en las distintas ciudades por las que transitaba, pero no durmió. Mientras ella intentaba combatir su insomnio, el Gobierno de Melilla planteaba modificar los artículos 17.1b y 22.2 del Código Civil para ampliar de uno a diez años el requisito de concesión de nacionalidad española a los nacidos en territorio nacional de padres no españoles. Legalmente, María podría pedir la nacionalidad española tras haber pasado un año viviendo ininterrumpidamente en España, pero el gobierno local de Imbroda pide que se excluya del artículo 22 a las personas nacidas en España de padres extranjeros. “Melilla vive de no tener política migratoria, o de aplicarla totalmente a la inversa. Aquí lo que se aplica es una defensa de la inmigración: la política del palo y de la mafia”, sentencia Palazón.
Pero María, que no entiende de leyes, solo siguió caminando, cansada y decidida, hacia su destino, evidenciando con los kilómetros que lleva a la espalda que a pesar de que una ley esté establecida, no significa que sea justa. En el momento de publicar este reportaje, María y Zacarías finalmente lograron entrar en España tras un breve paso por Francia. Tras casi tres años de proceso migratorio, están felices por haber llegado, aunque su futuro siga siendo tan incierto como cuando salieron de Melilla.

Oliver Laxe: "Están 'zombificando' al espectador, todo el día viendo series"

El cineasta francogallego ganó con 'O que arde' el premio del jurado de Una cierta mirada del pasado Festival de Cannes

Oliver Laxe en una imagen de 2018. (Efe)
MARTA MEDINA

Recién llegado del Festival de Toronto, un Madrid otoñal y lluvioso recibe a Oliver Laxe. Gallego nacido en París en 1982, Laxe es una feliz anomalía dentro del cine español: cada uno de los tres largometrajes que ha rodado no sólo ha sido seleccionado en el Festival de Cannes, sino que todos han cosechado premio en el palmarés: 'Todos vos soés capitáns' (2010) ganó el Fipresci de la Semana de la crítica; 'Mimosas' (2016), el gran premio de la Semana de la crítica, y 'Lo que arde' (2019), el premio del jurado de la sección Una cierta mirada. Esta última, precisamente, se estrenará el 11 de octubre, después de pasar por la sección de Perlas del Festival de San Sebastián.
Para Laxe, a quien sitúan dentro de la corriente del Novo cinema galego -junto a Lois Patiño, Eloy Enciso y Alberto Gracia-, su último largometraje es el más accesible y menos abstracto de su filmografía. La narrativa, más concreta y lineal, acompaña al poder metafísico de las imágenes con las que Laxe retrata el mundo en bruto que lo rodea. En esta historia sobre “el amor de una madre por su hijo y un hijo que cuida de su madre”, en sus propias palabras, Laxe ha vuelto a la tierra de sus antepasados, a un pueblito gallego para imaginar la vuelta de un pirómano (Amador Arias) a casa de su anciana madre (Benedicta Sánchez, la gran revelación actoral del film).
PREGUNTA: ¿Cómo consigue retratar en tus películas la materia de una manera tan plástica y sensorial?
RESPUESTA: Mi cine es muy orgánico, tangible, epidérmico. No es una voluntad, es simplemente que a mí me gustan las cosas; me gusta el mundo, me gusta el pan, me gusta cómo suena el pan cuando lo cortas, me gusta cómo cruje. Me gusta filmar caras, me gusta filmar la naturaleza. Quiero invitar al espectador a sentir esas cosas, a sentir el frío, la humedad, el calor cuando te vas a calentar… En un día de lluvia como hoy, lo que más me gusta de mojarme es el placer posterior de secar mi ropa, de poner unas castañas encima de la cocina. En el cine hay que evocar. Intento buscar el equilibrio entre lo tangible y lo trascendental. De hecho, creo que una cosa depende de la otra. Veo el cine como una cruz: un eje horizontal que es el relato, la causalidad, el tiempo, el espacio, el mundo de los humanos, y otro eje que es el de la trascendencia, el de la experiencia extática, del éxtasis, de lo que experimentamos cuando estamos delante de algo bello. Se trata de estar en el centro de la cruz. El cine es alquimia y hay un coito de elementos.
P: ¿Considera que 'O que arde' es tu trabajo más asequible para un público mayoritario, menos oscuro a nivel narrativo?
Para revelar algo hay que oscurecer. Es necesario que haya polisemia, ir más allá del nivel de interpretación lógico-racional. En esta película lo he completado más con sensaciones en el momento. Creo que esta película es más justa que mis anteriores, precisamente por ello. Cuando tú te emocionas con una película le haces un k.o. a la razón y las imágenes penetran mejor en el metabolismo humano.
Otro fotograma de 'O que arde', de Oliver Laxe.
Otro fotograma de 'O que arde', de Oliver Laxe.
P: El cine cada vez más se ve y mira casi exclusivamente dentro de los entornos urbanos. ¿Por qué su obra pone el foco en el entorno inhabitual de lo rural o lo salvaje?
Hay mucho cine de urbanitas con pseudoproblemas, infantilismo, escepticismo, ironía… No me gusta comparar. Simplemente es que yo soy de campo y me gusta el campo. He nacido en París, una ciudad de diez millones de habitantes, pero mi sensibilidad es de la Galicia rural. Tengo una sensibilidad muy animal, muy bruta, que he podido estilizar, afortunadamente. Hago las películas por intuición.
P. Nunca ha trabajado con actores profesionales. ¿Su forma de hacer cine los admitiría en un futuro?
Sí, claro. Me seduce la idea de trabajar con actores porque me seducen las personas. Trabajaría, más que con el actor, con la persona. Y me seduciría mucho preguntarme ‘¿Quién eres?’, ‘¿Por qué estás en mi camino?’, ‘¿Qué es lo que tengo que aprender de ti y qué es lo que vas a aprender tú de mí?’. Y me seduce mucho destruir un actor -matar su personalidad, digamos, e ir a su esencia-. De momento mis películas me han pedido trabajar con actores no profesionales. La siguiente será una mezcla.
Mi próxima película será una road movie psicodélica con un grupo de ‘punks’ que buscan una rave en el desierto de Marruecos
P. ¿Cuál es esa siguiente película?
Espero no filmarlo hasta 2022 ó 2023, no tengo ninguna prisa. Es una película exigente y quiero hacerla bien. Es una road movie psicodélica con un grupo de ‘punks’ que buscan una rave en el desierto de Marruecos. Los referentes con los que estoy trabajando son ‘Mad Max: 0’, porque es algo muy postapocalíptico, más realista, que habla sobre la decadencia de Europa y el fin del mundo; ‘Easy Rider’ de 2020, y el alma de ‘Stalker’. Estoy contento porque es un proyecto de género, popular y con alma. A pesar de que va a ser algo cara, mi experiencia como director ha hecho que me sienta más seguro con lo que hago. Del cine me gusta que sea alta cultura y cultura popular. Y es lo difícil en España, que es muy polarizante.
P. ¿Qué empuje supone para un cineasta francotirador el respaldo de un festival como Cannes?
Ahora con tres pelis en Cannes puedo trabajar con quien quiera, o casi con quien quiera. Estoy contento, aunque ha costado. Nunca he querido coger el camino fácil y siempre he sido muy testarudo a la hora de cómo entiendo yo el cine. Siempre he sido libre y no voy a perder esa libertad; al contrario, se me abren todos los horizontes posibles en cualquier país, películas más grandes o más pequeñas…
Una imagen de 'O que arde', de Oliver Laxe.
Una imagen de 'O que arde', de Oliver Laxe.
P. ¿Cuáles son las renuncias más dolorosas de haber elegido un camino fuera de la industria más comercial?
A mí me gustan las renuncias. Como el dolor, me parecen parte de la vida. Hay que sacrificarse, en el sentido de hacerse sagrados. El sacrificio es parte de mi profesión, que es delirante. Aparte, me gusta mucho mi trabajo, y es un problema idolatrar tu trabajo como a un Dios, cuando es una pura herramienta.
P. En 'Lo que arde' consigue meterse en el corazón de un incendio en una de las secuencias con fuego más espectaculares del cine. ¿En algún momento sintió que podía perder el control?
Ha sido rodar sin casco. Muy intenso. Lo mejor de rodar así tan cerca de la muerte es que escuchas a la vida que te habla todo el rato. Eres muy intuitivo. Y nos puso a prueba muchas veces. Impone respeto. Te sientes pequeño.
Amador Arias Mon, Benedicta Sanchez y Oliver Laxe en Cannes. (Efe)
Amador Arias Mon, Benedicta Sanchez y Oliver Laxe en Cannes. (Efe)
P: Con la desaparición de los cines tradicionales y la concentración del cine en manos de las plataformas y las cadenas de televisión, ¿siente que la pervivencia de su oficio está en una situación de fragilidad?
Yo no creo que esté en los márgenes, porque mis películas se ven en muchos países -aquí también-, perduran en el tiempo y se ven en el máximo escaparate industrial y cultura del cine en el mundo, que es Cannes. Estoy en el centro del cine. Creo que en la periferia están otros. A veces tengo la sensación de que somos una especie en peligro de extinción y que nos han encerrado en una reserva natural. Al contrario de otras cinematografías, como las de Francia o Corea -que es una copia de la francesa-, que es un modelo en el que el cine comercial repercute positivamente en el cine de autor: hay una redistribución. en España no es así. En España uno se come al otro y las fuentes de financiación se comparten, porque el cine comercial también está financiado públicamente. no pueden convivir los cazadores con las especies en extinción. Es heroico que hagamos nuestro cine. Eso sí, estoy muy contento con Beatriz Navas, la nueva directora del ICAA, que está haciendo muy buen trabajo. Hay que intentar proteger el cine con alma frente a ese cine desalmado que intenta dormir al espectador en vez de hacerlo despertar.
P: ¿Cree entonces que el espectador está adormecido?
Es de una irresponsabilidad…. porque no hacen películas, sino productos, y están perdiendo a sus propios espectadores. Están zombificando al espectador, todo el día en casa viendo series, Netflix… Y por culpa de estos creadores de productos. Yo sospecho mucho de que la cultura esté en manos de empresas. Ese parque natural debería tener guardas forestales. Las instituciones públicas y cierto mecenazgo filantrópico que no existe sería ideal servirían para protegernos. Vengo de Toronto, de Cannes, y me parece que no hay que permitir que participe Netflix.
P: ¿Por qué?
Porque a nivel de hábitos de consumo es comer con una mano y que te corten la otra. Creo que hay que respetar los tiempos del cine: festivales, salas y canales. Además, creo que las películas ahora no son mejores. Es dinero fácil para el cineasta, que no reescribe, no sufre. No duele hacer películas así. Estamos en la cultura del proyecto. Yo tengo la fortuna de dar clases, lo que me permite tener cierta independencia y no caer en el camino fácil del encargo y de las series. Puedo elegir siendo rico en el contentamiento, como soy. Tengo una vida de sencillez que me permite hacer el cine que quiero.