ENRIC JULIANA
“Gobierno ilegítimo”. Esta es la consigna central de la ofensiva por tierra, mar y aire contra la alianza de las izquierdas. Está a punto de nacer un “gobierno ilegítimo”, contra el que valdrá todo. Esta es la línea de ataque, aunque no todos los atacantes porten el mismo estandarte.
Por tierra, mar y aire. Bronca en el Congreso, maniobras en los tribunales y manifestaciones en la calle. Se está poniendo en marcha la tercera gran ola de crispación política, como ha señalado con acierto el politólogo Lluís Orriols . La primera se desató inmediatamente después de los Juegos Olímpicos de 1992. La segunda cobró fuerza tras la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en marzo del 2004. La tercera empieza ahora, cuando, después de su infructuosa e innecesaria aventura de noviembre, Pedro Sánchez está a punto de ser investido presidente en coalición con Unidas Podemos y el decidido apoyo vasco, con el mandato de intentar hallar una salida para el serio conflicto de Catalunya que no pase por el estado de excepción. Un conflicto que, en buena medida, es fruto de las dos oleadas de crispación anteriores.
La primera ola se desató inmediatamente después de los grandes fastos del 1992 cuando una crisis económica de mediana intensidad, consecuencia de los costes de la reunificación alemana, aceleró el desgaste de la figura de Felipe González , desnudó los errores acumulados durante una década de mayoría absoluta socialista, excitó la sed de plusvalías en una España ya acoplada al Mercado Común, y espoleó grandes ambiciones ante la privatización de las grandes empresas públicas, por imperativo europeo.
El debate de investidura anuncia una furiosa oleada de crispación que lo pondrá todo a prueba
Fueron años de asalto al poder: aquel Mario Conde que quería ser el Silvio Berlusconi español. La batalla se dirimió en buena medida en los juzgados, como bien sabe Baltasar Garzón , y la ganó José María Aznar con la divisa: paro, despilfarro y corrupción. Aznar no lo consiguió en las elecciones del 1993, como le había pronosticado su asesor de cabecera, Pedro Arriola . Aporreó un armario de su despacho, desató las furias –“¡Pujol, enano habla en castellano!– y ganó por la mínima en 1996, necesitando el apoyo de Jordi Pujol , que se lo dio.
La segunda gran oleada de crispación vino después del trágico mes de marzo del 2004. Zapatero estaba obligado a cumplir la promesa de un nuevo Estatut de Catalunya y la guardia aznariana que vigilaba a Mariano Rajoy vio en aquella coyuntura la oportunidad de evitar un largo ciclo del PSOE en el poder y mantener a Rajoy bajo control. El nuevo Estatut era radiactivo. Josep Piqué quiso hacer política antinuclear en Catalunya y no le dejaron.
Zapatero estaba atrapado en el interior de una mina de uranio: los hermanos Maragall querían enterrar a CiU, Convergència, que había acumulado suficientes reservas para la travesía del Montseny, descubrió que volvía a tener la sartén por el mango, y Esquerra Republicana se puso nerviosa. Boicot a los productos catalanes y zafarrancho de combate en el Tribunal Constitucional, como muy bien recordará su expresidenta María Emilia Casas . Cayó Pasqual Maragall , Zapatero logró ganar unas segundas elecciones generales (2008), hubo otro tripartito en Catalunya y la crisis económica, la de verdad, estuvo a punto de llevarse por delante al Partido Socialista, zarandeando de manera inmisericorde todo el sistema institucional. Abdicó el rey Juan Carlos .
Los isótopos radiactivos de las sucesivas oleadas de crispación nos explican la historia reciente de España y su contexto internacional. La primera ola tuvo lugar durante el primer traspiés del optimismo europeísta: la unificación alemana tenía un precio para la periferia europea. La segunda vino después de la aventura de Irak, tras un inédito enfrentamiento cultural entre Marte (Estados Unidos) y Venus (Europa). Aznar quiso ser marciano y le salió mal. La tercera llega una vez olvidado el paréntesis obamista, con el féretro del general Soleimani recorriendo las ciudades santas iraníes, después haber sido fulminado por un dron estadounidense en Irak. Donald Trump sonríe, el mundo contiene la respiración y la habitación europea ya no está acolchada para las trifulcas españolas, como bien sabe el juez Manuel Marchena .
La tercera ola de crispación llega en un momento de fuerte desgaste de la democracia, tal y como las hemos conocido en los últimos decenios “El momento es trascendental, más de lo que pueda parecer”, recordaba acertadamente Aitor Esteban (PNV) el sábado en el Congreso.
Está en juego algo más que una investidura, y el Partido Popular, angustiado por la fronda de Vox, lo sabe. PSOE y UP trabajaban anoche para blindar la votación de mañana con apoyos adicionales, en caso de urgencia numérica.
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