Están contra todas las diferencias menos la diferencia de clases
El neoliberalismo necesita menos democracia, menos libertad y menos igualdad para mantenerse y la ultraderecha se lo proporciona
Javier Gallego
Mientras la ultraderecha crea falsas polémicas, no hablamos de los problemas verdaderos como las pensiones, los salarios, la precariedad, la vivienda o las casas de juego ni cuestionamos el sistema que los provoca, que es precisamente lo que quiere la ultraderecha. Mientras la ultraderecha ataca a los maestros, defiende a los fondos buitre, los fondos privados de pensiones, los grandes propietarios de vivienda y las empresas de apuestas.
Mientras la ultraderecha crea una falsa alarma educativa contra el feminismo y el colectivo LGTBI, no sólo está cargando contra la igualdad de mujeres, gays, trans y lesbianas, también contra la escuela pública y la igualdad que la escuela pública promueve y que permite que el hijo del pobre sea tratado como el del rico, porque precisamente lo que quiere la ultraderecha es que se mantengan esas desigualdades. De clase, de género y de condición sexual. Porque si te emancipas, exiges derechos.
Mientras la ultraderecha crea falsas emergencias, consigue que no hablemos de que el gobierno ha decretado la emergencia climática. Porque lo que no quiere la ultraderecha negacionista es que se cuestione el capitalismo que destruye el planeta y ahonda las diferencias. De eso trata todo este ruido y furia: de que los derechos no avancen sino que retrocedan, de que el poder no ceda sino que apriete, de que el orden social no cambie. Están contra todas las diferencias menos la diferencia de clases.
Mientras el gobierno español declara, junto a Francia o Canadá, la emergencia climática que señala al capitalismo como causa, la ultraderecha crea una falsa alarma en las aulas para señalar hacia otra parte y hacia abajo. Pero la mayoría ha empezado a darse cuenta de que el capitalismo hace "más mal que bien", según revela una encuesta anual en 28 países que, por primera vez en dos décadas, muestra una mayoritaria desconfianza hacia las democracias capitalistas.
La población ha empezado a darse cuenta de lo obvio y el sistema se defiende sacando sus garras, que son el populismo conservador y la ultraderecha reaccionaria. Son una excrecencia de la crisis del sistema, pero también el arma con la que el sistema se defiende del descontento que provoca. El neoliberalismo necesita menos democracia, menos libertad y menos igualdad para mantenerse y la ultraderecha se lo proporciona.
Alerta ultra. Ésa es la verdadera emergencia. Acabar con los negacionistas de los derechos de las personas y del medio ambiente que son la amenaza real para nuestras vidas.
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