Imagen de archivo de dos trabajadores en el interior de una fábrica / EFE
FERMÍN GRODIRA
Entre el 30 de octubre y el 1 de noviembre el Palacio de Bellas Artes de Barcelona acogió el congreso fundacional de la Confederación Nacional del Trabajo. Nacía la CNT. El edificio fue dañado por una bomba fascista durante la Guerra Civil y fue demolido por la dictadura de Franco.
El sindicato, al igual que el Palacio de Bellas Artes, fue derrotado por el fascismo durante la Guerra Civil y perseguido posteriormente.
109 años después de la fundación de la organización obrera, el historiador especializado en el movimiento obrero Julián Vadillo publica el libro Historia de la CNT: Utopía, pragmatismo y revolución (Catarata, 2019). Como ya señala desde el subtítulo, el autor resume en menos de 300 páginas más de un siglo de vida de un sindicato con dos almas que se retroalimentan: la utilitarista y la utópica.
Reformismo anarquista
Para entender la fundación de la CNT, Vadillo se retrotrae hasta 1864 para contar el nacimiento de la Primera Internacional y el desarrollo del movimiento libertario en el último tercio del siglo XIX en España sin el cual es imposible entender el siglo XX español, según el historiador.
“Si hacemos un repaso a la modernización del país, las reivindicaciones sociales o la petición de derechos a laclase obrera, la CNT siempre tuvo un papel protagonista y, en algunos lugares, una posición hegemónica del movimiento obrero”, cuenta Vadillo.
Una de sus mayores hazañas es la conquista de la jornada laboral de 8 horas de trabajo a través de la lucha que emprendió en la huelga de La Canadiense de 1919.
Victorias parciales como esta reivindicación histórica del movimiento obrero no entraban en conflicto con el afán revolucionario de sus miembros. Para Vadillo, la CNT “buscaba siempre el bienestar general de la clase obrera en España” a través de una doble vía con reivindicaciones inmediatas que mejorasen la situación material de los trabajadores combinada con “una posición finalista donde la transformación revolucionaria de la sociedad le condujese a un mundo más igualitario, teniendo como objetivo una sociedad anarquista”.
Los medios y los fines se sintonizaban, “imprescindible para crear conciencia de clase y mostrar que lo inmediato no estaba reñido con la lucha por un mundo distinto”, añade el autor. Ese pragmatismo y esa diversidad permitió al sindicato hacerse hegemónico en algunas zonas entre la clase obrera hasta la victoria franquista de la Guerra Civil.
Amor-odio con UGT
Su gran rival sindical fue siempre la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato vinculado desde su fundación en 1888 al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). No obstante, la CNT desde su congreso fundacional tuvo la intención “de que la clase obrera española tuviera una única organización sindical”, explica el autor. Incluso llegaron a acuerdos en varias ocasiones, como ocurrió en 1916 o en la Guerra Civil, pese a tener estructuras bien distintas, ya que “la CNT siempre pidió a la UGT que se alejase de la tutela del PSOE”.
Una de las señas de identidad de la CNT, frente a las tácticas de la UGT, fue la acción directa. Este concepto, muchas veces asociado erróneamente a la violencia, es simplemente el antónimo de la acción delegada. “Es la capacidad que tiene los trabajadores de representar sus intereses sin intermediarios, reivindicando sus derechos frente a la patronal o el Estado sin necesidad de delegar esa acción en personas concretas que les representen. Una acción directa puede tener o no un procedimiento violento, pero no lo es por sí”, sostiene Vadillo.
Numerosos mitos y sambenitos acompañan todavía a la CNT, incluso entre historiadores. Uno es el que relaciona anarquismo y violencia. “La violencia está presente en todas las organizaciones políticas y sociales de la España contemporánea. El problema viene cuando las responsabilidades de la violencia se adjudican sólo y exclusivamente a un grupo político salvando a otros, lo que no es cierto. La CNT ejerció una violencia política y utilizó la violencia como herramienta de actuación sindical. Las huelgas, los enfrentamientos con la patronal, intentonas revolucionarias, etc., están jalonados de episodios violentos”, razona Vadillo.
Pero lo que no existió, explica el historiador, fue un “terrorismo sindical” frente al “terrorismo subvencionado por la patronal” durante los llamados años del pistolerismo. “Lo que existían eran grupos de acción anarquistas que organizaron una respuesta violenta contra la violencia que se ejercía contra los trabajadores y que tenía a la patronal y el Estado como protagonistas”, aclara. Otro mito que desmonta Vadillo es el de la CNT controlada por la ‘radical’ Federación Anarquista Ibérica (FAI), grupo específico anarquista fundando en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera.
Entre la revolución y gobernar
El gran momento para la CNT fue la Segunda República, cuya llegada favoreció con su oposición a la dictadura de Primo de Rivera y a la monarquía de Alfonso XIII. Una república que se vio atacada por un golpe de Estado militar para el cual estaba preparada la CNT. Los militantes anarquistas fueron claves en algunas zonas como Barcelona para que los militares sublevados fracasasen.
Daba comienzo la guerra civil española. En este momento histórico crucial la CNT mostró de nuevo su doble cara pragmática y revolucionaria. Mientras en algunos puntos donde la CNT era hegemónica se lanzaba a por la revolución social y colectivizaba la tierra y los medios de producción, en ocasiones en colaboración con UGT; también decidió colaborar con fuerzas republicanas para crear el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña y posteriormente participar en la Generalitat de Catalunya primero y en el Gobierno central republicano después.
Este colaboracionismo, explica Vadillo, “fue ampliamente respaldado, teniendo en cuenta las circunstancias excepcionales del conflicto bélico. Evidentemente, existieron enfrentamientos entre distintas visiones, pues hubo sectores muy críticos con esa participación gubernamental y militar”. No obstante, “lo que es innegable es que hubo un proceso revolucionario, canalizado por los libertarios, que mostró una forma diferente de organización, donde la colectivización y el control obrero tuvieron un papel protagonista”.
La larga noche de la CNT
Perdida la guerra y la revolución, no en ese orden, la CNT fue duramente perseguida por el franquismo. Por su parte, la CNT en el exilio llegó a escindirse en dos tras la experiencia de la Guerra Civil. La muerte de Franco propicia la vuelta de los exiliados, que chocan generacionalmente con las nuevas generaciones del interior, más influenciadas por el Mayo del 68 . “Al final, el pragmatismo de otras épocas dejó de existir en la CNT de la Transición”. De esta forma resume Vadillo el declive del anarcosindicalismo tras su legalización.
Actualmente la CNT sigue viva más de un siglo después aunque como una sombra de lo que llegó a ser. Continúa implicada en conflictos laborales y diezmada por escisiones y expulsiones de varios de los sindicatos que conforman la confederación.
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