mércores, 3 de febreiro de 2016

Váyase, sr. Rajoy

Se agarra al poder como una garrapata. Rajoy, que es un cadáver político, que no tiene a nadie que le quiera para formar gobierno, que vive sumergido en la poza séptica de corrupción de su partido, no quiere soltar el hueso del poder.
Rajoy es un muerto político, ahogado por la corrupción que ha tratado de ocultar e ignorar pero ha acabado pillándole porque él forma parte aunque sea, y no es poco, como cómplice.

Javier Gallego
http://www.eldiario.es/


Se agarra al poder como una garrapata. Rajoy, que es un cadáver político, que no tiene a nadie que le quiera para formar gobierno, que vive sumergido en la poza séptica de corrupción de su partido, no quiere soltar el hueso del poder. No le importa darle al rey con la puerta en las narices, hacer perder al país un tiempo valiosísimo e incluso forzar unas nuevas elecciones, sólo por salvar su cuello. Ya no hay quien le crea el cuento de que no está en política por dinero, de que dejó su cómodo puesto de registrador de la propiedad para asumir el ingrato papel de servicio al país.
Lo único cierto es que ejerció su profesión sólo dos de los últimos 32 años en los que ha estado viviendo muy holgadamente de la política y cobrando sobresueldos en negro acerca de los cuales mintió a todo el país en sede parlamentaria y en sedeplasmaria. Ése es el que ha sido presidente del gobierno los últimos cuatro años. 
Ése, el amigo de Luis, el que le mandaba mensajes a Bárcenas cuando ya se conocían sus papeles, el que fue secretario general del partido cuando funcionaba la caja B, el que lo dirigía cuando se pagaba en negro la remodelación de su sede y cuando se destruyeron a martillazos los discos duros de los ordenadores del ex tesorero. 
Ése que nos decía que estaba luchando contra la corrupción mientras su partido ponía trabas a que se investigara, bloqueaba las comisiones parlamentarias sobre el asunto, desoía los requerimientos de los jueces, trataba de manipularlos, los apartaba o intentaba apartarlos de las causas que le afectan y hacía desaparecer pruebas, desde los discos a las agendas de sus tesoreros y los libros de visitas a Génova de donantes.
Ése que ha apoyado públicamente a Camps, Matas, Fabra o Rus, al que quería mucho, coño, cómo le quería, coño, Mariano, donde pones el ojo, hay un corrupto, coño, claro, porque has estados décadas rodeado de ellos, coño, que no hay quien se crea que no los vieras, cómo no los vas a ver si has estado tapándoles todos estos años porque era a ti a quien tapabas, que ya no engañas a nadie, coño.  
Ése es el presidente en funciones, ese señor que cada vez que le preguntan por un caso de corrupción dice que no le consta, que no sabe nada, que lo ha leído en la prensa, que menuda sorpresa, que cómo se lo iba a esperar, que le han traicionado y que es todo falso, salvo alguna cosa y la segunda ya tal y un plato es un plato y un vaso es un vaso y Rajoy es, como dijo el candidato Ruiz, un indecente.
Dejémonos de eufemismos y respeto a quien no lo merece porque no lo ha tenido con el ciudadano. En cualquier país decente, un indecente así habría tenido que irse por patas al destierro voluntario. Pero no lo somos, aquí todavía hay 7 millones de personas que votan al primer partido imputado de nuestra historia que ha tenido que disolver a su dirección en Valencia porque no ha quedado nadie en la cúpula libre de sospecha.
Ahora por todo eso y por sus cuatro años de rodillo y rodillazos a la calle y la oposición, Rajoy ha acabado arrodillado pidiendo que le salven de morir aplastado. Cree que si se pone de perfil, como ha hecho con la corrupción, la indignación, Cataluña y los más desfavorecidos, la tormenta pasará de largo y sobrevivirá una vez más.
Pero ya es tarde. Rajoy está muerto, ahogado por la corrupción que ha tratado de ocultar e ignorar pero ha acabado pillándole porque él forma parte de ella aunque sea, y no es poco, como cómplice. Toda la dirección actual del PP debería entregar los sobres y disolver una organización corrompida que ha emponzoñado la vida política de este país como sólo lo hiciera el PSOE de Felipe González.
Como Aznar le dijo a éste, ahora hay que decirle a Mariano: “Váyase, señor Rajoy”. 

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