venres, 28 de decembro de 2018

Quienes rompen personas pero dicen no romper España

David Bollero
https://www.publico.es/

PP y Ciudadanos han pasado por el aro de Vox en Andalucía. Cualquiera podía anticiparlo, por mucho que los de Albert Rivera lo negaran. Han pactado. Tocar el poder con las yemas de los dedos bien han creído que lo merecía. PP y Cs, los mismos que ni siquiera quieren dialogar con los que desean, según ellos, romper España, abrazan ahora a quienes rompen literalmente a personas.
Pablo Casado y Albert Rivera deberían sacudirse complejos: reconozcan abiertamente que han pactado con la extremaderechapara poder gobernar en Andalucía tras haber perdido las elecciones. Esa es la única realidad. A partir de ahí, podrán meter todas las matizaciones que les venga en gana, desde que ahora sí es válido un “pacto de perdedores” porque el PP cuando gana en otras Administraciones no gobierna debido a otros pactos, o que Vox tiene detrás el respaldo de 400.000 votantes a los que no se puede ignorar.
Es curioso, cómo esta última lectura no aplica cuando miramos a Catalunya. Allí, PP y Cs no dudan en ignorar a los más de 2 millones de personas que votaron abiertamente por el independentismo. El doble rasero de PP y Cs (en éste último caso, incluso, hablaríamos más de coladero) está en su ADN. Desde estas líneas siempre he mantenido que ambas formaciones no creen en la democracia más que como un mero instrumento para alcanzar sus metas, prescindiendo de ella cuando ya no les sirve.
Eso es, precisamente, lo que han hecho con el pacto con Vox. Por muchos votos que haya acumulado la formación del Pistolas Abascal, su ideario no es modo alguno democrático. Rompe a la personas, las discrimina por su origen, las desprotege ante la violencia machista, las arrincona por su inclinación sexual, las excluye del estado de Bienestar fortaleciendo la Sanidad privada… todo eso es Vox y ese es el partido al que PP y Cs han abrazo, dando entrada a Vox en la mesa del Parlamento andaluz.
Otras formaciones, como es el caso de Adelante Andalucía, han sido más dignas. Desde su derrota, asumida aunque aún preguntándose sus motivos, han sido más coherentes con unos principios democráticos. No se han vendido, convencidas de que pueden tratar de mejorar la vida de quienes vivimos en Andalucía desde la oposición,sin seguir tendiendo una alfombra roja a quienes llegan con postulados más propios del sanguinario Millán Astray que de un verdadero demócrata.

La natalidad en el mundo sigue bajando... y eso no es una mala noticia

La alarma en países ricos por el descenso de la población no tienen fundamento, señala la experta Sarah Harper

Harper señala que la inteligencia artificial, la migración y unos ancianos con mejor salud hacen que los países ya no necesiten poblaciones en crecimiento para sostenerse

Entre 2006 y 2018 Corea del Sur ha gastado unos 118.000 millones de euros intentando promover la reproducción de su población

Nicola Davis
https://www.eldiario.es/

Cifras recientes han revelado que, a nivel global, las mujeres ahora tienen un promedio de 2,4 hijos a lo largo de su vida. Pero si bien en algunos países esa cifra es mucho mayor –en Níger es de más de siete hijos por mujer–, en casi la mitad de los países, incluidos Reino Unido, Rusia y Japón, la tasa ha caído por debajo de dos.
Esta caída ha sido causa de alarma, incluso algunos han advertido que este descenso en el número de hijos pone a algunos países al borde de un desastre por despoblación.
Sin embargo, Sarah Harper, exdirectora de Royal Institution y experta en cambios poblacionales de la Universidad de Oxford, afirma que en lugar de ser recibidos con alarma y pánico, la caída de la natalidad total debería ser celebrada y los países no deberían preocuparse si no crece su población.
Harper señala que la inteligencia artificial, la migración y unos ancianos con mejor salud hacen que los países ya no necesiten poblaciones en crecimiento para sostenerse. "La idea de que hace falta mucha gente para defender a tu país y para lograr crecimiento económico es una noción muy anticuada", dijo.
Tener menos hijos también es indudablemente positivo desde un punto de vista medioambiental. Una investigación reciente ha concluido que tener un hijo menos reduce el impacto ecológico de un adulto en 58 toneladas de dióxido de carbono al año.
Harper añade que es esencial reducir nuestro consumo, sobre todo teniendo en cuenta que los países africanos y asiáticos, donde más rápidamente crece la población, necesitarán una mayor proporción de recursos si queremos atacar la desigualdad global.
"Deberíamos alegrarnos por una caída de la tasa de fertilidad total (número medio de hijos por mujer), porque hace 25 años estábamos aterrados de que la población mundial iba a llegar a 24.000 millones", explica Harper, que tiene tres hijos. La experta señala que las estimaciones ahora calculan que la población mundial será de entre 10.000 y 12.000 millones a fin de siglo.
En muchas ocasiones se han registrado caídas en la natalidad total cuando se desarrollan las economías nacionales, mejora la sanidad pública y cae la mortalidad infantil, y las mujeres se encuentran criando familias más numerosas. "Esto es un proceso natural", destaca Harper, añadiendo que los motivos de estas caídas incluyen mayor planificación familiar y mayor nivel educativo de las mujeres –con niñas que estudian y luego se incorporan al mercado laboral–, lo cual les permite retrasar el momento de tener hijos y elegir cuántos hijos quieren tener, si es que quieren tener alguno.
Sin embargo, todavía se genera una sensación de alarma en los países cuando la tasa de fertilidad total cae por debajo del llamado nivel de reemplazo, la cifra mágica de 2,1.

"La migración, ese maravilloso acto de equilibrio"

Desesperados por tomar medidas contra la escasez de bebés en medio de la falta de trabajadores y cuidadores para las personas mayores, algunos países han promovido iniciativas para fomentar la reproducción, utilizando métodos variados, desde viajes para la formación de parejas en Taiwán hasta campañas publicitarias.
Entre 2006 y 2018  Corea del Sur gastó unos 118.000 millones de euros intentando promover la reproducción de su población, y aunque en 2016 en Italia tuvieron que retirar unos carteles que decían "La belleza no tiene edad…la fertilidad sí" por quejas de que eran sexistas e incluso fascistas, se mantuvo el "día de la fertilidad" en el calendario, y el Gobierno actual sugirió recientemente que se podría premiar con un terreno a las familias que tuvieran hijos.
Incluso en China, famosa por su política de un solo hijo, hay preocupación y algunos académicos han propuesto recientemente que se multe a las parejas que tengan pocos hijos, mientras se ponen nuevos obstáculos al aborto y al divorcio. Sin embargo, Harper afirma que los temores de que la caída de la natalidad retrase el desarrollo de los países no tienen fundamento.
"Un pequeño número de personas con alto nivel educativo en las áreas económicas del saber en Europa tiene mucho más peso que un aumento de población, porque muchas de las tareas laborales se van a resolver gracias a la automatización", opina Harper. La experta afirma que la inteligencia artificial y la robótica están alejando de los trabajos industriales y que hay que dirigir los esfuerzos a educar a las nuevas generaciones, en lugar de promover la procreación.
También remarca que los cambios en el campo militar reducen los temores de algunos países de quedar en una situación de vulnerabilidad. Estos temores se reflejan, por ejemplo, en un reciente aumento de la edad máxima permitida para entrar a las fuerzas armadas en Japón. "No necesitamos mucha gente en las fuerzas armadas. Los conflictos armados modernos no son así", señala.
Respecto de la necesidad de cuidar de la población anciana, los bebés tampoco solucionarían ese tema porque a los bebés también hay que cuidarlos y tardan años en entrar en el mercado laboral.
"Toda la evidencia indica que si las familias, los hogares, las sociedades y los países deben lidiar con un alto número de dependientes, esto requiere una cantidad de recursos que podrían destinarse al progreso de la sociedad, la economía, etc", explica Harper, añadiendo que el "problema" de una población anciana también tiene que reevaluarse, teniendo en cuenta que está avanzando la tecnología para ayudar a las personas dependientes y que cada vez se llega con mejor salud a la tercera edad. "Es mucho más fácil ayudar a los ancianos a vivir mejor y de forma más saludable, incluso dentro del mercado laboral, que decirles a las mujeres ‘tenéis que tener hijos’".
De hecho, empoderar a las mujeres puede hacer más por modificar la tasa de fertilidad total que promover la natalidad, afirma Harper, aunque no necesariamente se genere un "baby boom". "En las sociedades que le permiten a la mujer tener hijos y permanecer en el mercado laboral, las mujeres pueden pasar de no tener hijos o tener uno a probablemente tener dos". En las sociedades ricas, la población adinerada puede querer tener más hijos.
Y hay otra solución: la migración, algo que Harper asegura que ha ayudado a Europa y América del Norte a lidiar con su población cada vez más envejecida, impulsando las economías desde la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, las mujeres ahora tienen un promedio de 1,4 hijos a lo largo de su vida. "Creo que una de las razones por las que Angela Merkel aceptó acoger a un millón de refugiados fue porque necesitaba desesperadamente aumentar la cantidad de población activa laboralmente", cuenta Harper.
Este argumento, si bien puede enfurecer a los populistas de derechas, es muy poderoso. "La migración, ese maravilloso acto de equilibrio", concluyó.
Traducido por Lucía Balducci

España es el tercer país con un mayor abandono del cristianismo de Europa


La diferencia entre quienes fueron cristianos de niños y lo son de mayores supera los 12 millones de personas
JOSÉ M. ABAD LIÑÁN
https://elpais.com/

Azaña sigue equivocado 90 años después, pero cada vez menos. En un histórico discurso de 1931 el entonces ministro republicano de la guerra afirmaba que España había dejado de ser católica. Hoy, el país presenta un enorme salto estadístico entre quienes fueron educados como cristianos (un 92%) y los que se consideran cristianos ahora (un 66%). Una diferencia de más de 12 millones de personas, la mayor de Europa en términos absolutos. En proporción al número de habitantes de cada país, la caída en España es la más marcada después de las de Noruega y Bélgica.
El de España no es un caso raro en Europa occidental, donde el abandono de la religión en la edad adulta no es infrecuente. En cambio, más hacia el este, las distancias entre creyentes antes y creyentes ahora permanecen iguales o, incluso, se invierte la tendencia en varios países orientales, donde abundan más quienes se reconocen cristianos de adultos que quienes lo fueron de pequeños.
Estos datos dibujan una especie de telón de acero religioso y proceden de 54.000 consultas a europeos de 34 países entre 2015 y 2017, dentro de dos encuestas sobre la religión y un análisis conjunto del centro de estudios Pew Research Center.
Además de la caída en la creencia, el cristianismo, que durante siglos fue inherente a la idea de España, apenas aporta ya un valor especial en la identidad nacional para tres de cada cinco encuestados españoles. Pero, aun siendo minoritario, el peso que se le da a la fe en la identidad española es mayor que en otros países del occidente europeo, como Suecia, Dinamarca, Bélgica, Países Bajos, Reino Unido, Francia o Alemania. Solo en dos países vecinos, Italia y Portugal, se constata una mayoría de ciudadanos que tienen en el credo cristiano un elemento clave de su italianidad o su portuguesidad.
El peso de la religión en la identidad patria también cambia conforme se viaja hacia el este, porque, con algunas excepciones, la mayor parte de los europeos orientales piensan que la fe es un elemento clave de su nacionalidad. Y las cifras más altas figuran en países como Grecia, Serbia, Armenia o Georgia, que colindan con zonas de mayoría musulmana.

El pasado sigue presente

España y los países excomunistas comparten un rasgo histórico que queda reflejado en la encuesta. Aunque la bajada de la creencia en España contrasta con la subida en algunas antiguas ex repúblicas comunistas, los dos fenómenos tienen un origen común en el Estado: eso sí, mientras que los regímenes socialistas perseguían a la fe, el nacionalcatólico la impuso.


Y esa imposición derivó en hartazgo. En España, durante los 40 años de dictadura, se forzó "una afinidad entre religión y política", resume el catedrático de sociología de la religión Josetxo Beriain, de la Universidad Pública de Navarra. Para otro profesor de sociología, Rafael Díaz-Salazar, de la Complutense de Madrid, durante aquellos años cuajó "una fuerte asociación entre antifranquismo y anticatolicismo, aunque no porque la gente estuviera en contra de Dios o los Evangelios". Para muchos españoles, la Iglesia quedó tiznada de franquismo y aquella connotación negativa derivó en una secularización intensa en los años setenta y ochenta. Un proceso que llega hasta hoy: "En los últimos años ya son padres muchas personas que no han tenido ninguna socialización en la religión, ni tampoco han cursado esa asignatura", ejemplifica el experto.
La vinculación de la Iglesia con una visión de la vida conservadora se extiende a fechas más recientes: también ha contribuido en la pérdida de fe lo que Díaz-Salazar califica de "ultramontanismo" de la Iglesia española en los últimos años. Recuerda episodios como las protestas contra el matrimonio homosexual con los obispos en la calle cuando la sociedad ya lo estaba aceptando. También cree que, en paralelo a ese alejamiento de las jerarquías, avanzó el ateísmo (un 31% de los españoles no cree en Dios y otro 38% cree pero con dudas). Eso sí, considera que no siempre es "muy elaborado, sino que se salda a menudo con declararse en contra de los representantes de la Iglesia". No hay que olvidar en ese proceso, apunta Alexandra Ainz, profesora de sociología en la Universidad de Almería y experta en fenómenos religiosos, los casos de abusos sexuales de la Iglesia. "Han contribuido al desencanto", asevera.
Pero que muchos se alejen del catolicismo no significa que rechacen toda fe. "Antes teníamos clara la forma de ser religioso: en España, solía equivaler a ser católico", avanza Ainz. "Ahora ya no: por ejemplo, tomamos elementos del budismo, el sufismo o incluso rituales que nos resultan atractivos como los que emplean ayahuasca en el Amazonas. Agitamos y tenemos nuestra religión individual. El sincretismo está en auge", sostiene.


MAYORÍA DE CREYENTES, PERO CON DUDAS

Interior de una iglesia en Algeciras (Cádiz).
Interior de una iglesia en Algeciras (Cádiz). GETTY

El 31% de los españoles no cree en Dios. Del 64% que sí cree, una mayoría del 60% alberga dudas respecto de esa creencia. La religión es importante en su vida para el 22% de los ciudadanos. El 23% acude a misa cada mes o reza cada día. Y una gran mayoría (el 75%) es partidaria de separar la Iglesia del Estado; solo superan a España en apoyo a la separación, y ligeramente, República Checa, Dinamarca, Bosnia, Finlandia y Suecia, el país donde esa postura prevalece más: allí alcanza el 80%.

¿Más neonacionalismo igual a más cristianismo?
A pesar de estos datos, el escenario de una Europa descristianizada podría cambiar en unos años, aunque por motivos extrarreligiosos: el revival del nacionalismo que viven varios países europeos puede provocar, en opinión de Díaz-Salazar, un resurgimiento del cristianismo, que no de la fe cristiana. ¿Cómo casa eso? "Hay una ultraderecha en Europa que, sin ser religiosa, usa la identidad cristiana para supuestamente ganarle a la emigración y la globalización", explica el experto. Dicho de otro modo, estos ultras católicos, protestantes u ortodoxos, que abogan por una idea "occidentalista y muy xenófoba" del continente, se sirven de la religión como rasgo identitario para una ambición que no es religiosa, sino "política y cultural". Y eso no solo ocurre en Europa. "Hay un reflejo de ese uso también en la América de Trump: él no es nada religioso, ni tampoco es un puritano, pero utiliza a su favor el elemento religioso", pone como ejemplo el investigador.
¿Y en España? "Hay sectores relevantes entre los jóvenes con mentalidad conservadora que pueden ir a más, y no por religiosidad o misticismo, sino por meter en el paquete conservador la práctica de la religión por motivaciones identitarias", apunta Díaz-Salazar, autor de obras como El capital simbólico. Estructura social, política y religión en España (1988) o España laica (2008)
Una visión complementaria aporta Josetxo Beriain. "Las realidades culturales de fondo tienen mucho más poso y se mantienen mucho más en el tiempo que las realidades políticas, que son enormemente cambiantes", apunta el experto, que divide su labor de investigación sobre religión entre Navarra y Harvard. Beriain no ve un vínculo directo entre el posible choque con la emigración de personas de otros credos y un renacimiento de la creencia cristiana: "Las religiones no afectan de manera sustancial a los elementos de movilización política. Lo que está ocurriendo más bien con los neopopulismos es que trasladan los fracasos de la crisis al ámbito político: hay una crisis de legitimación del poder que, en el ámbito personal, se traduce en una crisis de motivación". Para solucionarla, señala, "se está intentando inyectar políticamente elementos ambivalentes, como ese que afirma que el que llega de fuera es peligroso".


"LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA SE ROMPIÓ MUCHO ANTES DE AZAÑA"

Marcelino Oreja y el nuncio vaticano ratifican en Madrid, en diciembre de 1979, los acuerdos sellados en enero entre España y la Santa Sede.
Marcelino Oreja y el nuncio vaticano ratifican en Madrid, en diciembre de 1979, los acuerdos sellados en enero entre España y la Santa Sede.EFE

"Hubo un momento en que se rompe la unanimidad católica en España, mucho antes de que Manuel Azaña dijera que España había dejado de ser católica", sostiene el profesor Rafael Díaz-Salazar, que destaca en ese proceso el momento histórico de la I República (1873-1874). Aquel régimen inauguró "una tradición cultural estrictamente no católica que quiso crear una identidad española no vinculada a la religión". Esa cultura cuaja en movimientos muy diversos, desde el anarquismo y el comunismo hasta la burguesía liberal, pero también en las masas. "Hay testimonios de misioneros populares que hablan de que en España había una 'apostasía de masas' ya finales de los años veinte y principios de los treinta del siglo XX", sostiene Díaz-Salazar. Eso, en su opinión, deslegitima "esa idea del franquismo y la Conferencia Episcopal de que existía "un alma católica de la nación española, que unas minorías bolcheviques y afrancesadas la rompieron". Con todo, el experto destaca que durante el franquismo hubo figuras y movimientos católicos "muy importantes" opuestos a la dictadura. "Hubo curas en las cárceles; incluso elementos básicos en la creación de Comisiones Obreras, y hasta de un partido de extrema izquierda, el FELIPE, fueron cristianos". "Pero al final", aclara, "lo que queda de aquella época es el relato de la relación entre franquismo y catolicismo".

CUATRO MANERAS DE CREER O DESCREER DE NIÑO Y DE ADULTO


Creyente de niña en una familia sin devoción / devota de adulta:

"Hablo por teléfono casi todas las noches con un monje de clausura para charlar de fútbol y de la vida" (Begoña Luengo, 52 años, dependienta en una gran superficie, Madrid)

"Soy un caso atípico. En mi casa nadie me hablaba de religión. No fui a colegio religioso, pero a los ocho años empecé a ir sola a misa. Me sentía muy arropada, me gustaba rezar, cantar en el coro... Ahora la gente tiene muy mala experiencia con los curas en general, pero yo desde niña no tuve ninguna, siempre me arroparon. Mi fe nunca ha estado en duda, ni siquiera cuando fallecieron mis padres con poca diferencia de tiempo. Creer me aporta tranquilidad y fuerza ante las adversidades. Le digo a todo el mundo que soy creyente, sin sentir vergüenza, y no pertenezco a ningún movimiento de la Iglesia. En mi trabajo la mayoría de mis compañeros no cree, y no hay ningún problema conmigo. Les digo "rezo por vosotros" (tengo una lista de personas por las que pido a Dios) y me lo agradecen. Puse una Virgen del Pilar junto al sitio donde cobramos, y ni siquiera una compañera testigo de Jehová me ha puesto nunca objeción. Hace unos doce años empecé a pasar algunos días en monasterios y en el de Santa María de Huerta (Soria) encontré mi lugar. Hablo casi cada noche con el padre Ignacio, un monje muy mayor que entró allí con 14 años. Los dos somos muy del Real Madrid y comentamos los partidos o charlamos sobre la vida. Soy muy clásica, pero reconozco que si la Iglesia no abre la mano en algunas cosas, como dar la comunión a los divorciados, hay gente que se les va a ir".

Creyente de niña / practicante "a su manera" de adulta:

"De jovencilla el cura me regañó en público por llevar una blusa con la manga a la sisa; me alejó de la Iglesia" (Pepa Ruiz Martín, 70 años, jubilada, Fuentevaqueros, Granada)

"De niña viví una disciplina religiosa dura en la escuela. Vi cómo se castigaba a quien se negaba a leer la doctrina. De jovencilla, el cura nos llamó la atención a mi hermana y a mí por ir con manga a la sisa. Otra vez, en la misa de año nuevo, les negó la comunión a jóvenes que se habían acercado a tomarla por el simple hecho de haber ido la noche anterior al baile de las uvas. Desde que me llamó la atención me negué a volver a misa. Los curas son el ejemplo del 'haced lo que digo, pero no lo que hago'. No pude tener estudios, pero me encanta leer. A medida que amplié mi cultura, confirmé lo que ya pensaba. Ahora sigo creyendo en Dios, pero practico una religión a mi manera: visitando enfermos o personas solas, ayudando a necesitados, colaborando con ONG... Una de mis mejores amigas es muy creyente y practicante. Yo soy progresista y ella tiene otras ideas políticas, pero eso nunca es motivo de discusión".

Creyente de niño / ateo y activista contra creencias acientíficas de adulto:

"Hacerme ateo y dejar de creer en supersticiones supuso aceptar primero que mis padres me habían inculcado una sarta de mentiras" (Víctor Brito, 50 años, orientador laboral, Santa Cruz de Tenerife)

"En mi familia somos nueve hermanos. Con los más mayores, que dudaban, había tanta diferencia de edad que no me hablaban de religión. Mis padres nos obligaban a ir a misa. Con el ánimo de que no nos pasara nada a ninguno, nos inculcaron todo tipo de falsas creencias. Por ejemplo, no podíamos salir a la calle hasta pasada una hora después de bañarnos con agua caliente o, si tomábamos leche, ya no podíamos comer otra cosa. Me hicieron pasar mucho miedo y me convirtieron en hipocondríaco. En la universidad empecé a ponerlo todo en duda. Pero fue duro: suponía aceptar primero que lo que me habían inculcado mis padres era una sarta de mentiras. Me costó muchos años. Y ese proceso fue en paralelo a liberarme de la creencia en Dios, que también servía para asustar. Conocí a ateos, leí libros de autores que hablaban del pensamiento mágico, de todo lo que aceptamos sin cuestionárnoslo. Produjo un cierto choque con mi familia, pero he preferido dejar de hacer 'apostolado' ateo; discuto, porque las ideas son discutibles, pero no voy más allá de mis publicaciones en Facebook para no crear mal rollo, aunque también opino que la creencia en Dios no puede ser una especie de cheque en blanco que impida rebatirla. Terminé apostatando en 2017. Le pregunté a mi padre, que ya tenía más de 90 años, dónde me habían bautizado para conseguir la partida de bautismo y hacer los trámites, y evadió la cuestión con bromas.  Pero luego me dijo: 'como para ti es importante esto, cuando te llegue la carta de apostasía, me avisas'. Y así se cerró esa parte 'familiar' de mi ateísmo, de manera maravillosa, con el respeto de mi padre".

No religiosa de niña / "convertida" y practicante de adulta:

"Estudiando medicina me di cuenta de que el cuerpo humano tenía que ser obra de una inteligencia superior"(María del Mar Nieto, 57 años, médica, Jaén)

"La familia de mi padre no era practicante y la de mi madre no creía. Iba a un colegio laico. Tuve lo que se dice una adolescencia descarriada. En la facultad no practicaba en absoluto, pero me fascinó ver que el cuerpo humano era una máquina perfecta, de una ingeniería inalcanzable, obra de una inteligencia superior. Con algo más de treinta años tuve un accidente de tráfico que me dejó durante meses en una silla de ruedas. Una amiga vino a visitarme. Su caridad y su alegría me atrajeron. Luego, cayó enferma ella y vi cómo vivía su enfermedad de una manera especial. Tenía algo diferente de las demás personas. Su contacto me llevó a convertirme, a pedir perdón, y con 34 o 35 años hice la confirmación entre un grupo de jóvenes. Mi familia se quedó un poco extrañada. Yo viví mi conversión como la vuelta del hijo pródigo, como una alegría. Ahora intento recibir la mayoría de los sacramentos que puedo, voy a la parroquia, hago apostolado. No es que otros no tengan fe, es que a veces es más fácil vivir sin Dios que con un Dios que te exige hacer las cosas 'como Dios manda'. Hay un prejuicio contra la Iglesia, y los medios de comunicación tienen parte de culpa, porque se ponen en primera página casos de pederastia que son solo algunos. La Iglesia no son solo los curas, somos los que estamos delante y detrás del altar. Y creo que hay más creyentes de lo que parece".

O silencio de Feijóo, unha cousa seria


Manuel Rivas
https://luzes.gal/

Maurizio Ferraris publicou hai un par de anos un libro que xa acadou a condición de clásico na materia: L’imbecillità è una cosa seria. Un dos capítulos trata da imbecilidade como factor político. Pensei neste título o pasado xoves, cando vin a reacción do presidente da Xunta ante unha pregunta oportuna e sensata, a de se tiña pensado tomar algunha medida ou facer algún comentario polas protestas na Radio e na Televisión de Galicia, #DefendeAGalega, e que se veñen sucedendo dende xa hai trinta semanas, os chamados Venres Negros, #VenresNegro30CRTVG.
A pregunta era pertinente e sinxela. O estraño é que nunca antes se lle fixera. Que durante trinta semanas o presidente da Xunta non fose interpelado en conferencia de prensa por esa mobilización histórica para liberar os medios públicos da gaiola sectaria é unha cousa seria.
O señor Feijóo respondeu que non ía responder, aínda que tiña cousas que dicir. Iso é unha cousa seria. E amparouse en que quen fixera a pregunta era un xornalista gráfico. Iso é unha cousa seria.
Estamos ante a confluencia de dúas cousas serias. Por unha banda, un gobernante recoñece que ten algo que dicir sobre un asunto do máis grande interese. E pola outra, di que non o vai dicir porque quen pregunta é un xornalista gráfico. A suma de dúas cousas serias é unha cousa moi seria.
Un xornalista gráfico, cunha cámara, é un xornalista. Sen el non teriamos información hoxe esencial, a gráfica. Non teriamos, por exemplo, a imaxe televisiva do señor Feijóo. O que iso significa? Que sen o xornalismo gráfico non existiría o político Feijóo. Debería responder non só por obriga senón polo seu propio interese. Mesmo podería ser amábel: «Agradezo moito esa pregunta e voulla responder graficamente».
Que o presidente da Xunta afirme que ten algo que dicir á cidadanía e logo cale é un acto de xactancia. Unha cousa seria.
Que o presidente da Xunta trate como un ninguén a un profesional que honra a súa profesión preguntando o que cómpre preguntar, no lugar e no tempo en que hai que facelo, é un menosprezo ao xornalismo. Unha cousa seria.
Que o presidente da Xunta faga alarde público de comandar a lei do silencio é unha cousa seria.
E conste que este artigo non trata da imbecilidade, senón de cousas serias.

¿Es ético comprar en Amazon?

Las empresas de la llamada economía de plataforma conquistan a un consumidor falto de tiempo. Pero la comodidad no sale gratis. ¿Conveniencia o consumo responsable?


amazonEl centro logístico de Amazon en San Fernando de Henares (Madrid). GERARD JULIEN / AFP / GETTY IMAGES
GEMMA GALDON CLAVELL
https://elpais.com/

Hace tiempo que el consumo ético es una forma de incidir sobre lo que compramos y, por tanto, sobre lo que se ofrece. Nos permite, además, influir sobre los procesos de fabricación y transporte de aquello que consumimos. Conocer con detalle las implicaciones de todo lo que adquirimos nos abre por tanto la posibilidad de votar con el monedero. Pero mientras muchas personas han incorporado, probablemente, la preferencia por tejidos no animales, productos fabricados localmente o alimentos ecológicos, el debate sobre el consumo de lo que nos proponen algunas de las nuevas empresas nacidas al albor de Internet está menos desarrollado.
Y, sin embargo, estas nuevas compañías son cada vez más omnipresentes. Las cajas con el logotipo de la sonrisa de Amazon, por ejemplo, son cada día más ubicuas. La empresa que Jeff Bezos creó en 1995 como una librería online, y que dos años más tarde ya salía a Bolsa, es hoy la marca de venta al por menor más valiosa del mundo. Permite adquirir y recibir a domicilio desde gomas del pelo a piezas de un coche.
Nos encontramos ante un claro ejemplo de cómo las posibilidades tecnológicas están cambiando nuestra cotidianidad. Amazon refleja las dinámicas que caracterizan este largo entrar en el siglo XXI: la emergencia de grandes complejos empresariales de base tecnológica (los famosos ­GAFA, acrónimo de Google, Apple, Facebook y Amazon), la crisis del comercio minorista local, la robotización del trabajo y el auge del ocio en casa.
Desde que llegó a España en 2011, el crecimiento de Amazon es constante, pero sus servicios están aún lejos de lo que experimentan los consumidores estadounidenses. En España, la empresa dispone de 10 almacenes y garantiza la entrega en el día en tan solo unos pocos códigos postales. En EE UU, Amazon dispone de 17 centros de distribución solo en el Estado de California, en ciertas zonas garantiza la entrega en menos de una hora, acepta pedidos directamente desde asistentes virtuales domésticos tipo Alexa o Echo, cuenta con tiendas físicas donde los libros no tienen precio y supermercados sin personal humano, y es ya el segundo empleador del país, superado solo por la cadena Walmart.

CLAVES

613.300 personas trabajan a tiempo completo o parcial para Amazon en todo el mundo.
208.800 millones de dólares (unos 183.600 millones de euros): sus ingresos en los últimos cuatro meses contables. Ocupa el puesto 16º de las empresas cotizadas en el mundo.
4.241 millones de euros: lo que facturó la compañía en España en 2017, según The eShow Magazine y Netquest. Lideró el ranking nacional de ventas online.
10 centros y estaciones logísticas de Amazon en España.
19.300 euros, el salario mínimo anual de los empleados de Amazon en Madrid y Barcelona, según la empresa.
Amazon pasó de vender libros a vender de todo, y se ha ido convirtiendo en un negocio global y multiservicio. En España hay en realidad cuatro “Amazons”: Amazon Spain Fulfillment (logística), Amazon Spain Services (servicios), Amazon Web Services (cloud) y Amazon Online Spain (publicidad). Cuatro empresas que se estima que facturan 4.200 millones de euros, de los que solo declararon al fisco español 289 en 2017 y por los que pagaron 4 millones en impuesto de sociedades (un diminuto 1,4%), según la estimación publicada en abril por el periódico Expansión.
Uno de los grandes debates que ha generado el espectacular crecimiento de Amazon es el de su impacto en el sector minorista. Después de años de teorizar sobre la desaparición del pequeño comercio como consecuencia de la emergencia de las grandes superficies, al final parece que las plataformas online, con Amazon a la cabeza, pueden acabar dándole el golpe de gracia tanto a tiendas de barrio como a grandes superficies. El comercio tradicional, grande y pequeño, tiene dificultades para competir con una multinacional que puede movilizar en muy poco tiempo cadenas logísticas globales a precios muy bajos. Amazon es sobre todo una tienda de tiendas, y así distribuye gastos y riesgos.
Bezos identificó una oportunidad de mercado que parecía marginal, la distribución global de libros con plazos y precios asequibles, y esa ha sido la base de su supermercado del mundo y de un entramado societario que vende desde servicios de Internet hasta mano de obra con la herramienta Amazon MTurk.
A partir de la web librería, desarrolló acuerdos con terceros vendedores para que todos utilizaran la plataforma, incorporando así un perfil tanto del vendedor como del revendedor, algo que permitió a Amazon conseguir los ingresos y los datos necesarios para iniciar el salto a otros sectores, servicios y productos. La empresa ha rentabilizado su posición dominante sin piedad, poniendo en situaciones muy difíciles no solo al sector minorista local, sino a grandes cadenas.
Y parece que la ambición no cesa. Bezos ha construido todo un imperio. No solo encontró un filón en la prestación de servicios informáticos de almacenamiento y gestión a clientes como la NASA, sino que es el propietario de The Washington Post.
El comercio tradicional, grande y pequeño, tiene dificultades para competir con un gigante global
Algunos expertos se refieren a los cambios introducidos por empresas como Amazon en las dinámicas laborales utilizando el término de taylorismo digital. A principios del siglo XX se expandieron las teorías de Charles Taylor y su método de organización industrial para racionalizar y mecanizar el trabajo, dividiendo las tareas de forma sistemática con el fin de aumentar la eficiencia y productividad. Bajo ese modelo, el trabajo de cada obrero era cronometrado en un sistema de producción en cadena que restaba valor a la mano de obra cualificada y bajaba los salarios. De un modo parecido, la cadena logística de Amazon maximiza las tecnologías digitales y la posibilidad de monitorizar al trabajador y el producto al minuto tanto dentro como fuera de sus instalaciones. Hay empleados que han relatado jornadas extenuantes, controles constantes y objetivos de productividad imposibles, a los que hay que sumar una alta temporalidad y salarios bajos que ya han motivado cuatro huelgas en el almacén más antiguo de la empresa en España, en San Fernando de Henares (Madrid). Incluso 400 miembros de la plantilla de The Washington Post mandaron una carta abierta a Bezos este año en el que a la luz de los brillantes resultados logrados por la cabecera (se duplicó el número de suscripciones digitales en 2017, aumentó más de la mitad el tráfico en su web y rebasó las previsiones de ingresos publicitarios) pedían un “trato justo” a cada uno de los trabajadores que contribuyen al éxito. “El Post no es un negocio cualquiera. Pero incluso si lo fuera, esta no sería la forma de demostrar que valora a sus empleados. Por favor, muestre al mundo que no solo puede abrir el camino para ganar dinero, sino que también sabe cómo compartirlo con la gente que le ayudó a lograrlo”, concluía la carta.
Bezos siempre ha colocado al cliente como su mayor prioridad, y en el caso de Amazon su éxito apunta a un profundo cambio en los hábitos de una clientela cada vez más hogareña. La disponibilidad del ocio en casa, con servicios de envío de comida, libros, ropa o cualquier otro producto va en aumento. Amazon no deja escapar ninguna oportunidad, y amplía servicios en todos los frentes, ofreciendo incluso televisión a la carta con Amazon Prime Video.
En contra de lo que cabría esperar, el gran éxito del gigante del comercio electrónico son las ciudades y no las zonas rurales. La combinación de precio asequible, comodidad y pereza ha seducido precisamente a aquellos urbanitas que menos necesitan la entrega personalizada al tener comercios, supermercados y cines cerca.
Pero el ocio abandona las calles para hacerse doméstico, en un cambio que muchos atribuyen no tanto a la voluntad de los consumidores como a la combinación de largas jornadas laborales, al coste de la vida en relación con los salarios y a una progresiva individualización de la sociedad. Aunque no está claro si Amazon es causa o consecuencia, es innegable que los nuevos modelos de ocio de los que se lucra tienen impactos psicosociales importantes.
Una de las grandes polémicas que envuelve a los gigantescos ­GAFA tiene que ver con su ingeniería fiscal y la búsqueda de fórmulas legales para rebajar sus obligaciones fiscales. Cuando arrancó Amazon, Bezos contempló radicar su empresa en una reserva india, precisamente para evitar las cargas fiscales, y eligió finalmente Seattle por sus condiciones impositivas. En su primera incursión europea, escogió (¡sorpresa!) Luxemburgo. Y el anuncio en noviembre de la apertura de dos nuevos cuarteles generales en Nueva York y Washington también estuvo precedido de una competición a la baja en cargas fiscales entre una veintena de ciudades.
Con Amazon el consumidor paga y además su rastro de datos es revendido
En España, Amazon opera con una compleja estructura societaria que hace imposible saber cuánto ingresa por sus ventas. No obstante, los cuatro millones de euros en impuesto de sociedades abonados en 2017, mencionados previamente, parecen una cantidad menor. El desembolso de los consumidores españoles en Amazon puede beneficiar su bolsillo, pero no revierte ni en trabajos de calidad, ni en impuestos que puedan financiar servicios públicos que, por ejemplo, ayuden a esos empleados precarios a llegar al trabajo o a cobrar alguna prestación cuando venza el contrato temporal. La Comisión Europea alertó el año pasado de que algunas grandes tecnológicas pagan menos de la mitad de impuestos que compañías tradicionales.
El tema del uso y abuso de los datos merece un punto y aparte. Amazon no solo utiliza datos personales para controlar férreamente a su plantilla, también, como muchas otras empresas online, recoge información sobre todas las interacciones de los clientes con su plataforma (y con Internet en general a través de las cookies). Su omnipresencia hace que sea un actor excepcionalmente destacado en el mercado de datos. La información que obtiene le permite deducir gustos y necesidades, capacidad adquisitiva, residencia y datos bancarios, que luego cruza con otras bases de datos para vender ese perfil lo más caro posible a los anunciantes. Como Facebook o Google, Amazon es una agencia de publicidad. La tercera mayor del mundo, y probablemente la más diversificada, puesto que, aparte de negocios online, es propietaria de empresas de hardware, portales de ocio y supermercados que permiten ofrecer perfiles más completos y, por lo tanto, lucrativos. Se dice que cuando algo es gratis, el producto somos nosotros. Con Amazon, el consumidor paga y además su rastro de datos es revendido como producto.
¿Es pues ético comprar en Amazon? Es posible que haya muchas empresas con condiciones laborales peores, pero difícilmente tendrán las ventajas fiscales de las que disfruta Amazon. También es posible que el ocio en casa sea cómodo, pero no está claro que sea deseable una sociedad de cubículos de uso individual.
En el pasado, el taylorismo rebajó salarios y degradó las condiciones laborales, pero también impulsó el sindicalismo moderno. De la misma forma, la lucha contra la concentración empresarial y los monopolios de finales del XIX llevó al desarrollo de legislación de protección de la competencia y de los consumidores. Quizás lo más problemático del momento actual no es el tamaño y poder que acumulan los GAFA, sino la desorientación sobre cómo abordar la agenda social, laboral y tecnológica que requieren estos actores omnipresentes.
Habrá que pensar antes de dar de nuevo a ese clic.
Gemma Galdon Clavell 
es doctora en Políticas de Seguridad y Tecnología y directora de Eticas Consulting.