mércores, 10 de febreiro de 2016

En Le Chat Noir

MANUEL CERDÀ
https://musicadecomedia.wordpress.com/

CARTEL PUBLICITARIO DE LE CHAT NOIR (1896), OBRA DE THÉOPHILE-ALEXANDRE STEINLEN.
Con la Belle Époque, los antiguos café-concerts dieron paso a los nuevos cabarets, lugares que combinaban diversión y ácida crítica a la moral y costumbres de la época, locales de todo tipo en los que se podía desde bailar un desenfrenado cancán a escuchar las canciones más mordaces.
Le Chat Noir –inaugurado el 18 de noviembre de 1881 en el bulevar Rouchechouart por Rodolphe Salis– pasa por ser el primero de estas características. Rodolphe Salis (1851-1897) fue un animador y audaz hombre del mundo del espectáculo que en 1881 tuvo la genial idea de montar Le Chat Noir. En Montmartre, lógicamente.
     
Aquí empezó Bruant y Erik Satie se ganó la vida un tiempo tocando el piano. Muchos fueron los chansonniers, los chanteurs y las chanteuses que encontraron en Le Chat Noir un importante espaldarazo a su carrera –como la cantante Thérésa (Emma Valladon) o el actor y compositor Vincent Hyspa–, figurando entre su clientela habitual Claude Debussy, August Strindberg, Paul Signac y Paul Verlaine.
  
En 1882 comenzó a publicar la revista Chat Noir, en la que destacaban la pluma del periodista, novelista  y poeta francés Émile Goudeau –fundador del club literario de los hidrópatas– y las ilustraciones de Adolphe Willette, Caran d’Ache y Théophile Alexandre Steinlen.
UNA DE LAS PORTADAS DE LA REVISTA “CHAT NOIR”.

En junio de 1885 Salis trasladó el cabaret a un local más amplio en la calle Victor Massé. Pasó a denominarse entonces Caveau du Chat Noir y su anterior emplazamiento  fue adquirido por el que había sido su estrella, Aristide Bruant, quien abrió el Mirliton. Aunque su fama estaba consolidada, no era el mismo, menos sin Bruant. A principios del siglo XX, un nuevo Chat Noir se inauguró en el bulevar de Clichy y estuvo en activo hasta los años veinte, coincidiendo su cierre prácticamente con el fin del Belle Époque.
  
Sobre su historia versa el vídeo que sigue. Los textos están en francés, pero no se preocupe si desconoce el idioma galo, las imágenes son lo suficientemente reveladoras.
Como hemos hecho en las otras entradas de este tipo publicadas los últimos días, en las que recorremos los cabarets de los tiempos de la Belle Époque que visitaba el protagonista de mi novela El corto tiempo de las cerezas, Samuel Valls, incluimos a continuación la descripción del mismo que en ella hacemos de Le Chat Noir:
Por la noche Montmartre se transformaba, dos mundos opuestos se confundían. [Samuel] comenzó a frecuentar los cafés y tugurios centros de reunión de poetas sin trabajo, pintores y escultores de todo tipo de obras que querían ser maestras, los lugares públicos de diversión donde los bohemios que allí se juntaban para separarse del mundo exterior atraían y divertían una clientela muy respetable y burguesa. Todo era igual y nada era lo mismo. Su gran descubrimiento fue Le Chat Noir, el célebre local de Rodolphe Salis, que encontró casualmente una tarde cuando regresaba del Louvre. Un gato negro de larga cola era su emblema, un gato que descansaba su cola desdeñosamente sobre la pata de un ganso. Es de suponer que el gato representaba el arte y el ganso la burguesía. Gansos y gatos difícilmente se llevan bien, pero en contra de la tradición y de la misma alegoría, el gato y el ganso vivían juntos y en buena amistad. Igual, pensó Samuel, nadie cayó en la cuenta de que los gatos, a veces, también se dedican a cazar piezas imaginarias.
Le Chat Noir era al mismo tiempo cervecería, restaurante, cenáculo literario, taller de pintura y teatro, un establecimiento tan heterogéneo como sus clientes. Ocupaba un edificio de tres alturas. En el primer piso, el más singular de los tres, se hallaba el famoso teatro de sombras, proyecciones de siluetas de cinc que eran iluminadas por luces de colores sobre una pequeña pantalla, mientras se acompañaban por la música del piano. Mesas rectangulares de madera, sillas también de madera y bancos apoyados en las paredes, repletas de cuadros y dibujos de famosos artistas que se mezclaban con la clientela, todo formaba parte del espectáculo. Del techo colgaba un enorme pez dorado que parecía iba a saltar de un momento a otro sobre los imprudentes que se habían sentado bajo él. Escritores, músicos, chansonniers, pintores, escultores, afamados o desconocidos, se reunían alrededor de unas cervezas, hablaban del presente y del futuro y escuchaban las canciones que solían interpretar sus propios autores sin censura de ningún tipo.
La primera vez que entró en Le Chat Noir le invadió una sensación de libertad. Uno podía ir solo y permanecer solo si ese era su deseo, sin que nadie se metiera con él, pero si deseaba compañía, sobre todo para entablar apasionadas discusiones metafísicas acerca de la incertidumbre del existir, era suficiente con manifestar en voz alta su opinión. Enseguida encontraba a alguien que se sumaba a lo expuesto o trataba de rebatirlo. No había término medio. Aquí la fantasía no tenía rival. La Butte no distinguía entre fantasía y realidad, incluso las prostitutas y los chulos, los marginados de toda clase, los carteristas, estafadores y ladrones varios, parecían contar con un aura magnética que les hacía menos peligrosos.
Cerramos la entrada con unas pocas canciones de algunas de las figuras que solían actuar en el famoso cabaret. Aunque de Bruant ya hemos hablado, no podemos obviar su canción Le chat noir: “Busco fortuna / en las inmediaciones de Le Chat Noir / a la luz de la luna / ¡en Montmartre!”. La interpreta la compañía Cabaret Aristide Bruant durante una representación en el Palais Mascotte de Ginebra de 2009.
Decíamos antes que Erik Satie se ganó la vida un tiempo tocando el piano en Le Chat Noir. Vamos a escuchar Je te veux, vals que compuso para cabaret en 1902 (con texto de Henry Pacory), en interpretación de Marie Dellevereau acompañada al piano por Cédric Tiberghien.
El vídeo que sigue recoge un breve fragmento del espectáculo de La Compagnie du Chien Jaune Goguette (Borrcahera) que recrea el ambiente de los cabarets parisinos de finales del siglo XIX y principios del XX con canciones, entre otros, de Pierre-Jean de Béranger, Jules Jouy y Thérésa (protagonista de Goguette), habituales de Le Chat Noir.
Que tengan un buen día.

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