Enrique Dans
Comienzo diciendo que no vi ayer la gala de los Goya. Me encanta el cine, lo consumo en todas sus modalidades, voy a salas de cine regularmente, lo veo en la televisión, me lo descargo en ocasiones para reutilizar pequeños clips en mis clases y conferencias, leo crítica de cine, y tengo películas, actores, actrices, directores, fotógrafos y músicos que considero auténticamente de culto. Pero lamentablemente, a pesar de ser un gran aficionado al cine, hace ya demasiados años que la gala de los Goya está llena de evocaciones negativas, un espectáculo del que prefiero prescindir – y eso si no me lleva a acudir en persona a la puerta del sitio en que se celebra para abuchear a una ministra, como ocurrió hace algunos años. Pero en general, tiendo a ver ya aquello como tiempos pasados, como algo que ya pasó, como un signo de unos tiempos absurdos y caducos.
Esos tiempos absurdos y caducos son lo que el presidente de la academia de las artes y las ciencias cinematográficas de España, Antonio Resines, volvió a evocar ayer en su discurso. Un discurso que probó que Resines es lo que es, un cómico desactualizado que sigue con sus gafas apoyadas en la punta de la nariz contando las viejas batallas del abuelo Cebolleta, adornadas con exageraciones demenciales y batallitas variadas.
Conozco personalmente a muchas personas que trabajan en el cine español, tengo conversaciones habituales y hasta me tomo copas con algunos de ellos, y soy absolutamente incapaz de comprender qué razones llevan al cine español a dejarse representar por personas que caen completamente dentro del estereotipo de “hombre desactualizado”, como Antonio Resines o como su predecesor, aquel Enrique González Macho que no sabía ni gestionar su propio correo electrónico. En un momento en que internet es visto ya por toda la industria internacional como ese gran canal capaz de dinamizar el cine, cuando empresas como Netflix y otras revolucionan la distribución y se convierten en el auténtico reductor de las descargas irregulares en los mercados en los que crece su consumo, el cine español sigue confiando su representación a personajes viejunos, rancios y apolillados, a carcamales de otros tiempos, a abueletes que presumen tranquilamente de no tener ordenador.
¿Qué razones prueban que Antonio Resines es un payaso desactualizado que en ningún caso debería ser la imagen del cine español?
- En efecto, presume de no tener ordenador. Resines, a base de hablar de oídas, es de esos que piensan que los ordenadores son artefactos del Averno, que se usan exclusivamente para bajar películas, que todo aquel que se parapeta tras sus pantallas es algún tipo de delincuente que espera simplemente a que no le miren para bajarse una película más, ya no por verla, sino simplemente por fastidiar.
- Añora y defiende los videoclubs. ¡¡LOS VIDEOCLUBS!!! Sí, aquellas tiendas a las que podías ir a alquilar una cinta VHS o un DVD que tenías que devolver a los pocos días si no querías pagar una multa, cintas o discos que reproducías en aparatos específicos para ello. Resines, imagino, ignora que los vídeos VHS hace años que no se venden, que los reproductores de DVD tienen ventas únicamente residuales, y que la inmensa mayoría de las películas ya no están vinculadas a formatos físicos, y o bien se consumen enstreaming, o habitan en unos discos solo marginalmente más duros… que su cabeza. ¿Cómo convencemos a un tipo así de que los videoclubs solo fueron necesarios cuando las peliculas estaban necesariamente vinculadas a un formato físico, y que ese formato físico, ese contenedor, ya no tiene sentido?
- Pretende que “los españoles descargaron 1.900 películas ilegalmente… al minuto”. Una cifra que le habrá contado un cuñado, que se habrá inventado sobre la marcha o que directamente soñó (los “sueños” de Resines son muy conocidos), pero que alimentaría, como bien argumenta Carlos Otto en El Confidencial, esa absurda idea de que todos los españoles están descargando cine a todas horas. No, no es así. Hace mucho tiempo que las descargas dejaron de ser un problema, suponiendo que alguna vez lo fueran. Vivimos ya otros tiempos.
- Plantea un discurso arcaico del tipo “ellos contra nosotros”, “los cineastas contra los internautas”, como si esos “internautas” fuesen algún tipo de tribu extraña, unos personajes extravagantes que viven pegados a un ordenador y que están pálidos porque nunca ven la luz del sol. La idea de que la inmensa mayoría de la población utiliza internet de manera habitual es algo que le resulta completamente imposible imaginar. En realidad, no entiende siquiera qué lleva a esas personas a tener un ordenador. Lo que toca ah0ra es precisamente que el cine español intente congraciarse con los usuarios de internet a los que lleva años insultando, no volver a un frentismo absurdo que no beneficia absolutamente a nadie.
- Reclama más medidas restrictivas, más persecución, más “que se cumplan las leyes”, cuando es bien sabido y evidente que lo único que hace que las descargas disminuyan es la abundancia de oferta, es Netflix, es Hulu, es que las películas lleguen rápido a todos los mercados y a todos los canales, sin ventanas absurdas que incentiven que alguien que quiere ver una película tenga supuestamente que aguantar y esperarse a que esté disponible en el canal que ha elegido utilizar.
- Cree que lo que hay que hacer es convencer a los niños de que “piratear es malo” y “hay que ir al cine”… cuando los niños, hoy en día, consumen de otra manera, buscando simplemente conveniencia, y carecen ya de cualquier tipo de consideración moral sobre la fuente de la que provienen sus bits. La fundación que promueve es de esas que pretenden dedicarse a ir por los colegios manipulando mentes infantiles.
- ¿Habéis visto el vídeo que presentó durante su discurso como magna obra de la fundación que ha impulsado? ¿Habéis visto a alguien en él que fuese menor de sesenta años? Pues eso. ¿Dónde están todos esos actores, actrices y directores jóvenes que saben y entienden que internet no es “el enemigo”, que realmente han entendido de qué va esto y cómo está evolucionando en otros países? ¿No se les cae la cara de vergüenza al verse representados así?
- La piratería no es un problema. El problema del cine español no es que se piratee, que no se hace, sino precisamente el contrario: la falta de circulación. Lo que mejor le podría ocurrir al cine español es que cada vez que se estrenase una película española, se desencadenase una locura colectiva en todo el mundo por descargársela de la red, algo que obviamente no ocurre… más que en la cabeza de Resines. Si los directores españoles pudiesen presumir, como hace George R. R. Martin, de ser el contenido más descargado globalmente, otro gallo cantaría al cine español a nivel internacional. La situación con respecto a las descargas ha cambiado tanto, que hoy en día, cualquier director mataría por lograr que su película estuviese en el top de descargas. Pero cada vez, las descargas son menos, porque las plataformas de streaming se encargan de que sea así. Es hora de cambiar el discurso.
- Por supuesto, Resines ni menciona las plataformas que, en la red, se encargan de hacer que el cine esté más disponible para más personas, y sin condicionantes de tiempo ni de lugar. Para Resines, el cine es algo que se ve en una sala de cine, y para de contar. Si no puedes ir al cine, espérate a que la película ya esté amortizada, y la podrás ver… en el videoclub (¿??) o en la tele. Es lo que hay. Nada de opciones adicionales, ¿para qué? ¿Cómo esperar que el cine español gane en ubicuidad y en opciones de consumo si su propio presidente ignora y ningunea esas opciones, obviando toda mención?
- Un discurso sin discurso. Nada hubo en el discurso de Resines que levantase la más mínima ilusión por el cine español. Nada de cifras positivas – que las hay – ni de tendencias, ninguna ilusión por aprovechar los nuevos formatos o canales, por mencionar casos de éxito o por lanzar ideas interesantes. Nada. Que me quites el IVA, que me persigas a los piratas, y venga, ya está.
El cine español no merece un presidente así. Es, sencillamente, patético.
ACTUALIZACIÓN: varios lectores me recriminan el uso del calificativo “payaso”, que consideran un insulto. Decididamente, el insulto no siempre está en quien lo escribe, sino en el que lo lee y pretende interpretar cosas que yo no tenía en mi cabeza en el momento de darle a la tecla. La palabra “payaso” carece completamente para mí de connotaciones negativas: los payasos nos hacen reír, nos proporcionan buenos ratos, en ocasiones (a algunos) nos dan miedo, y en general, nos provocan emociones, algo que no me parece que deba ser nunca merecedor de insulto. “Hacer el payaso” es algo que me parece divertido, que yo hago en muchas ocasiones y delante de mucha gente, y que nunca me ha parecido que deba ser merecedor de insulto. Antonio Resines es un actor que ha interpretado numerosos papeles cómicos y que se ha definido como cómico en varias ocasiones. Mi decisión de utilizar la palabra “payaso” en este contexto no pretende en ningún caso ser un insulto, sino un calificativo de una actitud que, en el tema tratado, no me resulta seria ni digna para la importancia del tema tratado, y que parece más una parodia, un retrato del hombre desactualizado que – en este caso sí que afirmo – sin duda es. Si alguien entiende el uso de la palabra “payaso” como insulto, lo lamento: no estaba en mi intención.
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