Juan Carlos Escudier
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Difícilmente vuelva a darse tal concatenación de disparates como los acaecidos este fin de semana en Madrid en torno a la representación de un espectáculo de marionetas de las fiestas del Carnaval, cuyo resultado ha sido el encarcelamiento de dos titiriteros por enaltecimiento del terrorismo y un escándalo político mayúsculo que tiene a la todavía concejala de Cultura, Celia Mayer, en la cuerda floja. Si Mayer consigue mantenerse en el alambre, o sea, en su puesto, debería programarse a sí misma en los Carnavales de 2017 como funambulista.
Primer dislate: La propia programación para el público infantil de una obra, La Bruja y Don Cristóbal, cuyo argumento es algo diferente al de los episodios de Bob Esponja. Esta es la sinopsis que ha hecho la CNT-AIT de Granada, en defensa de los dos detenidos, uno de ellos militante de la organización: “La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de mala fama pública, y que se ve en la situación de enfrentarse a los cuatro poderes que rige la sociedad, esto es: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa, y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del ‘Propietario’, que resulta ser el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. No existen monjas violadas; bajo la forma de los muñecos, los adultos podemos comprobar que el propietario decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja”.
“En el forjeceo –prosigue-, la bruja mata al propietario. Pero queda embarazada, y nace un niño. Es entonces cuando aparece la segunda figura: una monja, que encarna la ‘Religión’. La monja quiere llevarse al niño, pero encuentra resistencia en la bruja, y en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente, y tras ello, construye un montaje policial para acusarla ante la ‘Ley’, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar la foto, como prueba. A partir de este montaje policial, surge la cuarta figura, que es la del ‘Juez’, que acusa, y condena a muerte, a la protagonista, sacando una horca. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga, y la aprovecha para ahorcarle, para salvar su propia vida”.
Evidentemente, no es una obra para niños y ni siquiera lo sería para adultos dentro de la programación de unas fiestas populares, donde participan personas que defienden la propiedad, la religión, el Estado y la ley, y que también tienen derecho a divertirse.
Segundo despropósito: Alertada por los padres, que no entendieron nada de los que allí se representaba, la Policía Municipal detiene a los dos comediantes, les pone a disposición judicial y el magistrado les enchirona tras llegar a la conclusión de que con el cartelito de “Alka-ETA” se enaltece también Al Qaeda. Daba igual. Si en el letrero se hubiera leído “Bicicl-ETA”, el juez, muy sensibilizado con el ahorcamiento de su marioneta, habría deducido que se hacía apología del terrorismo en la Vuelta a España.
Tercer desatino: La concejala de Cultura, que venía de montar un cirio con la retirada de símbolos franquistas que no lo eran, cree que ha llegado su final y para salvar esa parte de su anatomía que queda al final de la espalda ordena que se denuncie a los titiriteros, convertidos en marionetas de pim, pam, pum, por haber realizado “acciones ofensivas, completamente fuera de lugar en cualquier contexto y totalmente irrespetuosas con los valores de convivencia, respeto y diversidad propuestos por el Ayuntamiento de Madrid”. La edil fulmina de paso al responsable de la programación, porque en algo tenía que acertar la criatura.
Cuarta pifia: Ante las protestas de Ada Colau, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, varios de sus compañeros en el equipo de gobierno y demás gente con dos dedos de frente por lo desproporcionado del encarcelamiento, Mayer, que ni había visto la obra ni tenía por qué hacerlo, empieza a comprender que se ha dejado llevar por la histeria. Anuncia que ha ordenado la retirada de las acciones judiciales que había interpuesto y denuncia la utilización interesada del caso y la desproporción de los cargos de los que se acusa a los dos jóvenes.
Añade la concejala que lo sucedido no es sino un intento de desviar la atención sobre los casos de corrupción del PP y de desestabilizar al Ayuntamiento de Madrid y a la democracia misma. Su baile en el alambre empieza a ser el de San Vito.
Conclusiones: La obra jamás debió representarse en las fiestas de Carnaval y menos aún ser programada para un público infantil, pero los responsables están en el Ayuntamiento y no tras el escenario. Urge la excarcelación de los titiriteros, a los que les ampara la libertad de expresión, la de creación y el propio sentido común. Criminalizar a personas por el mero hecho de profesar la ideología libertaria es un disparate tan grande como asociar anarquismo a terrorismo, un estereotipo muy extendido y completamente falso.
Puede, como sugiere Mayer, que exista realmente una confabulación de la derecha política y mediática para desestabilizar al Ayuntamiento de Madrid, aunque no haría falta alguna porque la propia concejala se basta y se sobra para desestabilizar un rascacielos. Se suponía que en política los errores se pagan con la dimisión, salvo que los apóstoles de la nueva política nos informen de lo contrario.
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