sábado, 20 de febreiro de 2016

Dios no existe

La libertad de expresión es más sagrada que cualquier dios porque es la garantía de una democracia y sin democracia no puede existir libertad de credo.
Todos son Charlie Hebdo hasta que te metes con su religión. Entonces incluso te desean que te ocurra como a los dibujantes de la revista satírica.
Javier Gallego
http://www.eldiario.es/

Una versión feminista del Padre Nuestro católico en un acto del ayuntamiento de Barcelona, provocó anteayer la protesta airada de un concejal del PP, hermano del ministro Fernández Díaz, y Colau y la poeta autora han sido denunciadas por unos abogados católicos ante la fiscalía aunque no contiene ni una sola referencia a dios. Esos mismos abogados denunciaron por la obra del artista Abel Azcona de la que hablamos el otro día, en la que escribió la palabra “Pederastia” con hostias consagradas. Y también está denunciada por ofensas a los sentimientos religiosos la protesta feminista en una capilla la que participó Rita Maestre hace años. Con la ofensa y la Iglesia hemos topado.
Llama la atención que quienes denuncian al artista, no persigan la pedofilia de los curas con el mismo interés que a quien la denuncia o que quienes critican el Padre Nuestro feminista no pidan el mismo respeto por la igualdad de las mujeres y la libertad de sus cuerpos. Piden libertad para su creencia pero muy poca para el resto. También te dicen que con los musulmanes no te atreves, que es su cobarde manera de desearte un atentado yihadista. Todos son Charlie Hebdo hasta que te metes con su religión. Entonces incluso te desean que te ocurra como a los dibujantes de la revista satírica. Que la otra mejilla la pongan otros y a ti que te la partan.
No tengo problema en decir que el Corán es el mejor libro sobre suicidios que uno puede encontrar, si a cambio los cristiano me dejan bromear sobre la Biblia. Pero cuando lo haces, algunos creyentes, no todos afortunadamente, te lían la de dios es cristo. Suelen ser los mismos a los que no importa llamar enfermos a los homosexuales o meter su moral en nuestros pantalones o los crucifijos en los vientres de las mujeres. El mismo respeto que piden para sus dioses los creyentes de todos los credos, deberían tenerlo para quienes piensan que lo sagrado es el cuerpo, el sexo o una forma de amar. Pero no.
En el clima inquisitorial que el Partido Popular ha creado en España con leyes mordazas y criminalización de la divergencia, ahora todo se judicializa. Con fines políticos, además, como en el caso de Rita Maestre. “Arderéis como en el 36”, lo que dicen que dijo, es una expresión tan desafortunada como inocua. Nadie en su sano juicio piensa que quienes lo dicen van a quemar conventos, iglesias y a sus curas y monjas dentro como en la guerra civil. Hasta el arzobispo de Madrid ha aceptado las disculpas de la ahora concejala madrileña, pero quienes tienen intereses políticos contra ella, no quieren dejar pasar la oportunidad de crucificarla.
Yo no me hubiera disculpado hoy por una protesta en la que participé ayer. Tampoco renegaría de las formas irreverentes porque una manifestación se hace, de hecho, para romper reverencias. Puedo pedir perdón por las molestias a quien esté dispuesto a aceptarlas y dialogar, pero también pediría que dejen de molestarme porque entonces no tendré que protestar. Puedo respetar los símbolos de quienes respeten los de todos. El respeto no se le puede exigir sólo a un parte ni se consigue a golpe de sentencia sino con educación, con esa Educación para la convivencia que este gobierno se cargó.
También se quieren cargar la libertad de expresión. El monoteísmo es lo que tiene que sólo admite un pensamiento, el suyo. Pero la libertad de expresión es más sagrada que cualquier dios porque es la garantía de una democracia y sin democracia no puede existir libertad de credo. Gracias a ella existe la libertad para creer en la vida eterna y la resurrección de los muertos, en un paraíso con 72 vírgenes, en que dios eligió a los judíos entre todos los demás pueblos o que las transfusiones de sangre son pecado.
Permítanme reírme de todo ello y dejen sitio en los tribunales para los corruptos y tiempo a los jueces de juzgar asuntos realmente importantes. No creo que a dios le importe porque no creo que dios exista. Si existiera, permitiría que nos riéramos de él como él se está riendo de nosotros. No me negarán que este mundo suyo es una broma pesada y el hombre un chiste. La prueba irrefutable de su inexistencia somos nosotros. Cuando profanamos su nombre, no nos estamos metiendo con él, al que negamos de plano, nos estamos metiendo con quienes lo han creado para utilizarlo contra otros.
Si nos ponemos, todos podemos sentirnos ofendidos por algo, por bajos, por calvos, por gordos, por creer en dios o en Michael Jackson. No tengamos la piel tan fina y afinemos con los demás tanto como queremos que afinen con nosotros. Hay una divertidísima escena de la telecomedia Murphy Brown en la que los protagonistas discuten en una tertulia televisiva sobre los límites de la libertad de expresión y lo que dicen acaba ofendiendo a una persona del público que protesta pero ofende a su vez a otra y ésta a otra y ésta a unos cuantas más, hasta que todos se enzarzan en una guirigay de insultos. Amén.

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