David Torres
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En La jungla de asfalto, de John Huston, un delincuente asegura que no se puede confiar en la policía porque cuando menos te lo esperas, se pone de parte de la ley. Algo parecido ocurre con la justicia en España, incluso con infantas por medio. Lustros y más lustros de Barberá, de Camps, de Fabra, y de repente cae la guillotina sobre la práctica totalidad de los ediles valencianos del PP. Casi al mismo tiempo, el juez Andreu ha sentado en el banquillo a Rato y a Blesa por el caso de las tarjetas black. De norte a sur y de oriente a occidente, el partido más votado de España es un agujero negro, un inmenso zurullo de corrupción.
Puesto que tampoco se puede confiar en la justicia, habrá que tener fe en la política, ese sutil juego de alternancia donde unos roban cuatro años mientras otros se ofenden muchísimo hasta que les llega la hora del relevo. El bipartidismo ha funcionado así, mal que peor, durante las últimas décadas, arrojando dividendos inmensos para la banca y la gran empresa, desmantelando las estructuras públicas y dejando a las clases medias, pequeños empresarios y pobres gentes a la intemperie. Como a los cuatreros de la última legislatura se les ha ido un poco la mano, tras las últimas elecciones el parlamento ha salido un poco descabalado, ha quedado así como raro y no hay manera de cuadrar las cuentas para que los de siempre sigan poniendo el cazo. Los señoritos se están poniendo nerviosos y hasta el rey Felipe ha lamentado que los dos grandes dinosaurios de la política española no den un paso adelante.
Mariano ha decidido quedarse parado, como siempre, un gesto de gran responsabilidad en sintonía con la marcha general del país. Con una economía que no para de crecer, según los beneficios de los grandes bancos, y cerca de cinco millones de desempleados, según las últimas estimaciones, puede decirse que su gestión ha sido un rotundo éxito. A pesar de estas evidencias palmarias, es muy posible que no pueda repetir gobierno por culpa de esos advenedizos que han entrado en las instituciones en rastas y mangas de camisa en vez de ir bien trajeados como los presuntos valencianos que hacen cola en las comisarías. Menos mal que ahí está Ciudadanos, que es un pegamento ideológico capaz de unir lo que sea, el PP con el PSOE, la corrupción con la honradez y la renovación con la lepra.
Puede concluirse que, en efecto, todo es cierto salvo alguna cosa y que los políticos honestos del PP son únicamente casos aislados. Desde los centros financieros a los grandes medios de comunicación, la caverna domina ya la casi totalidad de centros neurálgicos del país y ahora está empeñada en controlar también las prisiones empezando desde el patio. La jugada definitiva de Mariano, el último as que se guarda en la manga, una vez agotadas la vía judicial y política, es encomendarse al buen gusto del pueblo, que los votaría otra vez con los ojos cerrados y una fe de carbonero en paro, aunque arrasen el país con napalm.
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