Inna Shevchenko
http://www.sinpermiso.info/
La prensa y las redes sociales tardaron cerca de una semana en dar noticia de los asaltos sexuales masivos registrados en Nochevieja en Colonia. Y a algunos, entre los que me incluyo, les llevó todavía más tiempo reaccionar. A pesar de que los ataques a más de 100 mujeres por una turba de al menos de 1000 varones ocurrió en el centro de una ciudad alemana, las autoridades apenas tenían información del horrible suceso, aparte de la descripción de las víctimas, que describieron a los atacantes como “hombres de apariencia árabe y norteafricana”.
Formarse una opinión razonable resultaba todavía más difícil, habida cuenta de la barrida xenófoba de los grupos de extrema derecha que, como es habitual, reaccionaron con expresiones de odio. Mucho antes de que se dieran a conocer los hechos, esos comentadores ya anunciaban sus conclusiones y aun preparaban sus acciones. Los populistas de extrema derecha del movimiento Alternativa para Alemania llamaron a la deportación inmediata de inmigrantes a los que tachaban de criminales, y los fascistas de Pegida llenaron la plaza de Colonia con parecidos mensajes. Además, similares reacciones fueron compartidas por “bandas” de la extrema derecha en Francia, Reino Unido, Suecia y la vecina Austria.
La derecha, que, con su agenda política sexista, sigue siendo una amenaza constante para la seguridad y los derechos de las mujeres europeas, apareció súbitamente como la campeona de la defensa de las mujeres, aprovechando la inmejorable ocasión para desacreditar a los refugiados. Eso coincidió con el inquietante silencio de los políticos de izquierda, lo que propició feos debates totalmente ajenos a la cuestión de los derechos y la seguridad de las mujeres, totalmente ajenos al escrutinio crítico de la cultura de la violación, incluso totalmente ajenos a la valoración crítica del proceso de integración de refugiados a menudo procedentes de culturas con tradiciones patriarcales medievales.
Asemejaban los debates a rings de boxeo: hombres blancos contra hombres árabes. Pero, ¿a qué sorprenderse? La transformación de los debates en intercambio de ladridos ilustra simplemente, una vez más, la hondamente arraigada ignorancia del sexismo y de la cultura de la violación.
Antes de analizar los crímenes de Colonia contra las mujeres, olvidémonos por un segundo de los migrantes. Cerca del 36% de todas las mujeres del mundo han experimentado violencia física o sexual íntima alguna vez en la vida. Los informes sugieren que los EEUU, el Reino Unido, Francia, Suecia y Alemania tienen una participación importante en esos crímenes.
Encuestas locales en Alemania dan la cifra de un 13% para las alemanas que han experimentado alguna forma violencia sexual criminal. Cada año se registran numerosas denuncias de asaltos sexuales en la Oktoberfest de Múnich, la mayor fiesta cervecera de Alemania. Y en la mejor tradición del sexismo, los agresores suelen burlar cualquier castigo, porque la ley exige que la víctima pruebe el acto de violencia con hechos y, además, se le requiere probar fehacientemente que se resistió.
Pueden estar seguros de que, muy a menudo, las víctimas femeninas no reciben el menor apoyo, y con frecuencia resultan sospechosas de haberse “portado mal”. Incluso luego del ataque sexual masivo registrado en Colonia, la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, advirtió a las mujeres de que debían seguir un determinado “código de conducta”: mantenerse a “un brazo de distancia” de los extranjeros. ¡Qué estimulante! En otras palabras, en muchos casos de violación y asalto sexual en países europeos, todavía se cuestiona el comportamiento femenino, a menudo considerado una justificación de la violencia sufrida. Bueno, a menos que el agresor sea un extranjero, particularmente musulmán. ¿No, Pegida?
Pero volvamos a los asaltos en Colonia. A medida que pasa el tiempo, aparece más información sobre los crímenes cometidos, de manera que se puede analizar ya esta horrible violencia cometida contra las mujeres bajo la luz glauca de las chispas pirotécnicas de Fin de Año.
Según informa la policía de Colonia, se han recibido hasta ahora más de 500 denuncias, el 40% de las cuales describen asaltos sexuales. El viernes pasado, el ministro del interior dijo que la policía federal de Alemania había identificado a 32 sospechosos, 22 de los cuales era peticionarios de asilo, y otros eran alemanes, serbios y un norteamericano. El ministro alemán de justicia, Heiko Maas, ha dicho que, en su opinión, los asaltos sexuales en Colonia estaban coordinados y fueron preparados con antelación.
Aun siendo difícil de entender cómo pudo organizarse un crimen masivo de este tipo, las informaciones más recientes prueban que entre los agresores de las mujeres había un amplio grupo de refugiados que habían llegado con la reciente ola migratoria hacia Alemania. Aun cuando los informes oficiales del ministro alemán de interior, Thomas de Maiziere, han confirmado que los refugiados cometieron igual número de crímenes que la población local, es imposible, además de peligroso, negar que muchos refugiados viene de una cultura alimentada de normas patriarcales, a menudo con visiones religiosas conservadoras, hostiles a las mujeres.
“Refugiado” jamás fue sinónimo de “santo”: tampoco “alemán”, “francés” o “británico”. Pero no olvidemos ni por un instante que entre los agresores de Colonia se hallaban migrantes que, al cometer esos crímenes, pusieron en peligro y cuestionaron el destino de otros muchos que simplemente buscan una oportunidad para sobrevivir y criar a sus hijos en una democracia, y no bajo las dictaduras de Assad o de los talibanes.
Así pues, demonizar a todos los refugiados a causa de las atrocidades cometidas en Colonia sería también un crimen. No podemos permitir que las ideologías substituyan a las pruebas empíricas.
Deberíamos empezar a prestar tanta atención a los refugiados como a nosotros mismos. Hay informes de que muchas mujeres inmigrantes están siendo víctimas de violaciones por parte de sus compatriotas varones refugiados en campos en los que no hay protección frente a esos asaltos. Como cualquier criminal, los agresores de Colonia deberían ser castigados y encarcelados, sean alemanes, norteamericanos o sirios.
Antes de estrellarse contra una pared, Europa debería desarrollar urgentemente un sistema adecuado de integración de los nuevos miembros de su sociedad. Esta no es la primera ola migratoria que recibe la Europa de postguerra, y particularmente Alemania, cuya economía y cuya sociedad ya se han beneficiado antes de la llegada de extranjeros bienvenidos.
En aras a su bienestar, Alemania tiene una responsabilidad: la de ayudar a un millón de nuevos ciudadanos a integrarse, a comprender y a disfrutar de los valores de su democracia; la de educarlos como educa a sus ciudadanos nativos.
Es importante observar y entender que la responsabilidad por los crímenes cometidos –y como resultado de ellos, el estallido de odio a todos los refugiados— también recae sobre nosotros, sobre las izquierdas, particularmente sobre quienes Maajid Navaz llamó una vez “izquierda regresiva”. La obsesión con una innecesaria “corrección política” y las loas al “multiculturalismo” de buena parte de las izquierdas europeas han llevado a ignorar el asunto de la violencia, señaladamente la violencia perpetrada contra mujeres por los refugiados.
El respeto a las religiones llegó a parecer más importante que el respeto a la libertad de expresión; el “multiculturalismo” y la tradición llegaron a ser más importantes que el feminismo y la igualdad. Luego de los recientes ataques en Colonia, buena parte de la izquierda, incluidas feministas, prefirió mantenerse en silencio, habida cuenta de la identidad de los agresores, a fin de no contribuir al discurso racista. Sin embargo, no podían contribuir mejor a ese discurso. Su silencio tuvo una vez más por consecuencia el dejar espacio libre a las reacciones xenófobas de las hordas de la extrema derecha.
La historia de nuestro tiempo se está escribiendo ahora mismo. Si seguimos siendo cobardes y nos abstenemos de llamar violenta a una cultura o a una tradición y subestimamos la necesidad o las posibilidades de la integración, escribiremos una historia vergonzosa. Una historia en la que quienes huyen de sus países con esperanza resultarán burlados. Una historia en la que terminaremos creando problemas similares a los que están ya provocando la huida de los refugiados. Si las izquierdas se obstinan en su presente actitud, la historia la escribirán los xenófobos y los racistas. ¿No nos avergüenza?
es activista y dirigente del movimiento internacional de mujeres Femen.
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