Mariano Rajoy reunió hace unos días en el Congreso a sus diputados y senadores para insuflarles ánimos ante lo que parecía directamente un funeral de Estado. El presidente de un partido superado por los escándalos de corrupción señalaba, cual doncella mancillada: "Esto se acabó y ya no se pasa por ninguna". En mi opinión, es otra de las muchas declaraciones desafortunadas de Rajoy, porque intenta mostrarse inflexible ante las chorizadas que caen en cascada sin que él en este momento tenga control alguno para detenerlas, taponarlas o dosificarlas. Y no solo eso, sino que él sabe –tan bien como yo, porque seguro que tiene mucha más información– que no se ha acabado. Lo de la Comunidad Valenciana tiene todavía que reventar. Altos cargos del PP están avisando ya de que quedan por salir grabaciones y alarmantes enriquecimientos personales. "Habrá mucha miseria humana", me comentaba recientemente un dirigente regional.
Cuando Rajoy decía "esto se acabó", se daba la circunstancia de que en el auditorio faltaba una persona. Rita Barberá, que se hizo senadora porque según ella tenía mucho que aportar, no estaba allí para escuchar lo que de alguna manera había provocado. Génova no ha podido aún con Rita. No han conseguido todavía que se digne a dar una explicación pública a los ciudadanos, más allá de un comunicado que sacó a regañadientes y después de horas de negociación con la dirección del PP. Lo único que han logrado es que lo niegue todo en un papel. No me cansaré de decir que aquel dirigente público señalado que decide ocultarse, traslada automáticamente a nuestro subconsciente la sensación de que es culpable. Resulta irritante, además de increíble, el argumento del desconocimiento. ¿Todos los miembros del grupo municipal del PP habían implantado presuntamente un sistema de financiación paralelo y ella nunca supo de dónde salía el dinero ni de qué color era? Ya está bien. Distinto es –algo que sí se baraja en Génova- que se esté aferrando al sillón con la convicción de que el PP valenciano no es el único que se ha financiado de manera irregular y que, por lo tanto, no la pueden dejar caer. Estoy segura de que en cuestión de días u horas aumentará la presión sobre la exalcaldesa para que dé un paso atrás. Pero Rajoy no puede decir “esto se acabó”, porque paralelamente no hay ningún dirigente del partido que en estos momentos esté en condiciones de garantizar que el funcionamiento era distinto en el resto de Comunidades Autónomas. En todo caso, ya hace tiempo que Barberá no estaba en condiciones de representar al PP. Por ejemplo, cuando antes de las elecciones la prensa le preguntó por los elevados gastos en regalos, viajes y comidas con dinero público, y los justificó alegando que no le gustaba el “cutrerío”. A nosotros tampoco y nos tenemos que aguantar.
Finalmente, el "esto se acabó" de Rajoy se producía horas antes de la imputación del partido (otra) por el borrado de los ordenadores de Bárcenas. Y se produce cuando el PP aún no es capaz de tratar dialécticamente a Rato con la misma severidad que a su extesorero. En definitiva, mientras no se animen a refundar el partido y a hacer una limpieza generacional que no nos digan "esto se acabó", porque su palabra ya no vale nada. No tienen credibilidad en esta materia. Hubiera sido al menos una muestra simpática de sinceridad que Rajoy dijera "continuará muy corrupción y mucho corrupción, pero se acabó aquello de aquí no se va ni Rita". Y fuera.
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