RAMÓN GÓRRIZ
Lo mismo fue un espejismo en medio del desierto aquello de que las izquierdas habían ganado las elecciones el pasado 28 de Abril, que estas habían conformado un gobierno dispuesto a cambiar las políticas económicas y sociales de forma favorable a la mayoría social. Ya lo dijo Calderón: “La vida es sueño y los sueños, sueños son”.
La realidad es otra y, una vez más, las esperanzas de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras se han desvanecido. El fracaso de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno y la convocatoria de elecciones para el próximo 10 de noviembre generan, sin duda, desafección y frustración en la mayoría social. El resultado de este malogro es desalentador, pues se ha hecho lo contrario de lo que se defendió en la campaña, el hartazgo amenaza con la abstención y un descenso de la participación… Sinceridad pasa por creer en lo que se dice y hacer lo que se dice, lo que viene a ser lo contrario del cinismo. Y, en estos más de cinco meses, ha habido mucho de lo segundo y poco de lo primero, porque si algo ha quedado claro es que la distancia entre el decir y el hacer ha sido considerable. Los ciudadanos y las organizaciones sociales fueron claros con sus votos y ofrecieron una mayoría a los candidatos de izquierdas. Una mayoría real en los votos que no se ha sabido aprovechar para el nacimiento de un gobierno de izquierdas. El electorado opinó en las urnas, votó por los programas que defendían la derogación de las reformas laborales y de las pensiones, así como las reformas estructurales que atan a la economía y a la política a los intereses de las élites de las grandes empresas y multinacionales. El resultado de este voto de confianza es que las izquierdas se han burlado de la mayoría de los electores, es decir, han traicionado la democracia representativa, haciendo caso omiso de los resultados electorales.
Las izquierdas se han burlado de la mayoría de los electores, traicionando la democracia representativa y haciendo caso omiso de los resultados electorales
No cabe duda de que el PSOE tiene la mayor responsabilidad en este fracaso, al no ser capaz de sacar adelante un Gobierno de izquierda y desviarse hacia el centro político. Ha venido a hacer lo contrario de lo que defendió en la campaña. Está claro que las presiones de las organizaciones empresariales (declaraciones de la CEOE y del Círculo de empresarios), la tecnoburocracia que anida en los ministerios, el aparato judicial y el coercitivo… han jugado su papel. Sánchez se ha olvidado del sentir del voto del 28 de Abril y de lo expresado en la puerta de Ferraz (con Rivera no) y, sin mirar a la izquierda, ha insistido en buscar acuerdos con Ciudadanos y PP. Para el partido socialista, la convocatoria de las elecciones para el 10 de Noviembre ha sido su programa, aunque se haya intentado vestir de cualquier manera, dando como resultado el esperpento. Resulta alarmante una clara deriva involucionista, a la vista de todos con una evidente rebaja reivindicativa en su programa, en el constante llamamiento al voto favorable a la investidura a Cs y PP, así como en su propuesta reaccionaria de modificar el artículo 99 de la Constitución, que supondría un cambio del sistema democrático.
Pero no solo los socialistas, pues Unidas Podemos también ha carecido de responsabilidad de cara a la confianza demostrada en las urnas con sus electores. Sus posiciones no han conducido a nada. No han sabido negociar un acuerdo de investidura con un programa de mínimos, calendarizado y de carácter progresista (derogación de las reformas laborales, blindaje de las pensiones, derogación de la Ley Mordaza , memoria histórica, diálogo y solución política para Catalunya, violencia de género...), exigiendo desde el Parlamento, con la movilización social, su cumplimiento.
No queda más remedio que volver a votar y hacerlo consecuentemente contra la derecha reaccionaria y conservadora
Se ha desaprovechado una situación óptima para recuperar los derechos arrebatados a la mayoría social. La crisis económica y las políticas neoliberales aplicadas han generado un retroceso importante en la cohesión social de la ciudadanía española. En los últimos cinco años nuestro país ha crecido, pero persiste la lacra de la precariedad y la pobreza (crece el paro, cae la afiliación a la Seguridad Social, se mantiene la brecha de género y aumenta la precarización de la contratación).
Ahora las previsiones apuntan a cierta desaceleración, en un contexto de pérdida de dinamismo de la economía mundial. El parón del comercio internacional, la recesión que se cierne sobre algunos países y el desenlace imprevisible del Brexit, entre otros, acechan a la economía, que en España afronta cambios muy importantes, como la transformación de su modelo productivo. Mientras, la industria española se estanca y la transición ecológica y económica no avanza, dado que no existe una propuesta que conjugue las tres dimensiones de la necesaria transición: la económica, la social y la medioambiental. Al mismo tiempo, la España vaciada continúa sin futuro; la financiación autonómica sigue sin resolverse y ahogando la sanidad pública, la educación pública y los servicios esenciales del Estado del Bienestar; empresas importantes se cierran y se condena a regiones del país a la desertización industrial y a la pobreza y pérdida de la cohesión social.
La convocatoria de elecciones para el 10 de Noviembre más bien parece una desconvocatoria al pueblo a través de la frustración, la desolación, el enfado, el cabreo sumo que desemboca en indignación. Ese es el resultado de estos cinco meses, así como el posible cambio en la correlación de fuerzas que dieron los resultados del 28A. Ante este desolador panorama, es importante evitar la antipolítica del "que se vayan todos" o el "todos son iguales". La lucha contra la desigualdad no es un slogan para los mítines electorales y las declaraciones vacías, sino una necesidad vital para la mayoría trabajadora, como lo es tener un gobierno que defienda sus intereses.
No queda más remedio que volver a votar y hacerlo consecuentemente contra la derecha reaccionaria y conservadora. Está claro que las elecciones no van de buen rollito, como pueden pensar algunos. En las elecciones, el conflicto entre el capital y el trabajo existe y las distintas formaciones defienden intereses determinados. Esto es lo que hay que tener bien claro para ir a votar sin falta el próximo 10 de Noviembre.
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