Susana Prieto
Correxais es uno de los rincones de la comarca de Valdeorras que rezuma historia. Al llegar a este pueblo el municipio de Vilamartín asombran sus poderosas vistas. Desde todos sus ángulos se avista el valle. Aquí se respira naturaleza y silencio.
Apenas una treintena de “almas” residen en el pueblo, que guarda una de las “joyas” del patrimonio comarcal, tantas veces recordada por la historia e historiadores, pero tan abandonada a su suerte: El convento de los Trinitarios Descalzos, de 1727.
El edificio sobrevive a duras penas el paso del tiempo. Su estado es cada vez más ruinoso. Fragmentos de “historia” se desprenden día a día sobre la montaña de escombro de madera y piedra apilado en su interior fruto del derrumbe de estancias y techumbre.
Las ruinas a cielo abierto parecen pronosticar su futuro: “Es el fin. Si no lo salvan ahora, ya no se salvará”, lamentan con tristeza algunos vecinos.
Un paseo por las “entrañas” del Convento —desaconsejado totalmente por el riesgo de derrumbe— confirma el SOS contra el avance de las ruinas. Una edificación tan singular no merece este destino. Pero “es una propiedad privada”, dicen con resignación los vecinos.
El Concello de Vilamartín, que preside Enrique Álvarez Barreiro, ha removido “cielo y tierra” en los últimos años para tomar medidas que permitan, no tanto recuperar —puesto que precisaría una inversión millonaria— como asegurar el edificio. En definitiva, contener el grave deterioro que acusa y librarlo de la peligrosidad que encierra.
Enrique Álvarez Barreiro explica la evolución de la negociación mantenida con los propietarios. Inicialmente intentaron venderlo, sin conseguirlo. “Le planteamos que tenían que echar una mano porque el edificio está en condiciones pésimas, peligrosas. Nos dijeron que esperásemos para valorar la posibilidad la posibilidad de una cesión al Concello”, cuenta.
Y hasta hoy. “Ni hubo cesión, ni echaron una mano. Ahora, tendremos que volver a recordarles en las condiciones que está y que deben ayudar a frenarlo”, añade el alcalde de Vilamartín.
En este sentido, Enrique Álvarez, detalla que si se materializa la cesión al Concello, y éste consigue una subvención, se acometería una obra para “asegurar, estabilizar; para que no siga cayendo el convento y deje de constituir un peligro. Restaurarlo no sería viable pues exigiría cantidades desorbitadas”.
Situado junto a la iglesia de San Pedro, el convento da señas de lo que fue en el pasado. Un escalón de pizarra grabado con la frase “Bendita sea la santísima Trinidad” lo anuncia. Y su majestuosidad sigue aflorando en medio de tanto abandono.
Al traspasar el umbral de la puerta resuena el eco del pasado en sus paredes, arcos, puertas de madera, balconadas… Brota la sensación de lo que fue y lo que podría haber sido teniendo en cuenta su potencialidad.
El Convento ha sido objeto de congresos y estudios en los últimos tiempos, inspirando también libros como “Correxais no berce da cultura, cara á liberdade”, de Antonio Castro Voces y David Daniel Vázquez Álvarez.
Fue el primer centro educativo de la comarca. La historia cuenta que se hizo con la bula papal de Benedicto XIII , licencia de los condes de Ribadavia y la financiación de Antonio Bernardo de Oca y Prada —Señor de la Casa de Outarelo y quinto marqués de Viance—, y su mujer, Ana Francisca de Lamas.
En 1750, según datos que ha relatado en varias ocasiones el historiador Antonio Castro Voces, Correxais estaba formado por 48 vecinos que vivían de la ganadería. Tenían con 190 vacas, 260 cabras, 280 ovejas, 250 cerdos y 44 colmenas. La mayoría eran jornaleros. Había boticario, carpintero, herrero, dos sastres y tres zapateros. Estas dos últimas profesiones, posiblemente desempeñadas en el pueblo a raíz de la presencia del convento y el movimiento generado por los estudiantes. Y el censo de sacerdotes era muy elevado, 22 —párroco, tres presbíteros y 17 monjes del convento—.
El convento se asignó a la orden de los Trinitarios Descalzos y comenzó su actividad académica en agosto de 1727 con 12 alumnos a los que se le impartía clases de gramática, filosofía, gramática y moral.
Funcionó hasta mediados del siglo XIX, fecha en la que, con la llegada de la desamortización, se vendió por 10.000 reales. Fue en el año 1849.
El Convento de los Trinitarios lanza un SOS contra el avance de las ruinas. Correxais formula un deseo: “Salvemos el convento”.
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