sábado, 26 de outubro de 2019

“El traslado de los despojos de Franco no resuelve el problema ni del Valle ni de la impunidad"

El Valle no era un monumento a Franco, sino a la legitimación del golpe y la guerra, la expresión en piedra de que todo aquel horror fue necesario y justo, doloroso pero justo según ellos. La expresión plástica escogida para la obra es la iconografía Nacional-Católica, que es la variante española del totalitarismo fascista. La Cruz del Valle no es en ese sentido una cruz cristiana, sino nacional-católica, es decir, mantenerla dominando el horizonte es una humillación colectiva que no se resuelve con un traslado de restos.


Comunicado del Foro por la Memoria de Guadalajara.  24 de septiembre, 2019
El traslado de los despojos de Franco no resuelve el problema ni del Valle ni de la impunidad.
La noticia largamente esperada del desbloqueo legal en el Supremo del traslado de restos del dictador desde Cuelgamuros a un destino privado, ha llegado finalmente. Ha sido un pulso con elementos políticos y judiciales entre la familia Franco y el gobierno socialista. La complejidad del entramado legal franquista que pervive, la impunidad en estado puro, convirtió este traslado de restos en un verdadero problema. El pretendido final de hoy no es tal, es un cierre en falso de un problema que pervive.
El presidente Sánchez ha calificado el fallo de un triunfo de la democracia española. Si trasladar los restos de un dictador es un triunfo democrático, ¿cómo debemos calificar que el mismo Tribunal Supremo considerase legal su nombramiento como jefe de estado por la junta golpista de 1936?
Los portavoces del gobierno no dudan en calificar de dictador a Franco, pero su afán por dejar claro esta condición criminal no alcanza a ponerlo por escrito en el Boletin Oficial del Estado; es por ello que este traslado y esta decisión no es más que un engaño más. Es una victoria en cierto modo frente a la extrema derecha que no deseaba cambio alguno, pero en términos democráticos, lo logrado con este fallo es insuficiente. Han llegado a afirmar – Adriana Lastra- que el gobierno de España no admite ni concede honores a dictadores, y lo dice apenas unos días después de reconocer el Ducado de Franco a su nieta.
Buena parte de los análisis y discursos que aplauden el traslado de restos como el final de este problema afirman que esto era algo debido casi en exclusiva a las victimas y sus familiares. No solamente, afirmamos. Es la dignidad colectiva del pueblo español la que está aplastada bajo las rocas de Cuelgamuros mientras persista el monumento en su forma actual.
La existencia de los enterramientos colectivos en la cripta constituye un horror cuando se entra en los detalles. Fueron inhumados por decreto, sin pedir permiso a nadie, se rodeó al dictador de los cráneos de sus enemigos, en un monumento construido para legitimar la matanza de todos ellos. Las criptas llenas del valle son la mejor prueba del desprecio del estado español actual a cuantos entregaron sus vidas en la defensa de la libertad de todos. No es la dignidad de las víctimas la que está cuestionada, sino la del mismo estado democrático, estén donde estén los restos del dictador, si no se actúa con valor y decisión. Son Víctimas que no son reconocidas como tales legalmente y a las que su condición de combatientes y resistentes es negada cada día.
No debe olvidarse que en lo relacionado con el valle de Cuelgamuros, el objetivo de la lucha memorialista y republicana y del antifascismo español no se centró en la ubicación de la tumba, sino en la existencia misma del gigantesco monumento. No era la tumba, era el Valle. Y la impunidad.
El hecho es que el traslado de restos de Franco no resuelve nada de lo sustancial en la lucha contra la impunidad. Supone, eso sí, una negativa a los deseos de la familia del dictador pero poco más, pues el Valle sigue intocado.
El traslado ha sido asumido por el Tribunal Supremo como un sacrificio por España más que se le pide al general Franco, unas semanas después de que ese mismo tribunal le avalara como jefe de estado legal en su día y militar sin tacha. Es por eso que el traslado no es lo que parece o pretende el gobierno del PSOE: para los magistrados del supremo que le reconocieron como jefe de estado legal, hoy, acallados e invisibilizados los republicanos, le han dado a Franco su último destino militar mientras ondea su bandera y la impunidad cimenta el régimen del 78.
El Valle no era un monumento a Franco, sino a la legitimación del golpe y la guerra, la expresión en piedra de que todo aquel horror fue necesario y justo, doloroso pero justo según ellos. La expresión plástica escogida para la obra es la iconografía Nacional-Católica, que es la variante española del totalitarismo fascista. La Cruz del Valle no es en ese sentido una cruz cristiana, sino nacional-católica, es decir, mantenerla dominando el horizonte es una humillación colectiva que no se resuelve con un traslado de restos.
El mismo PSOE que ha llevado al Coro de Niños del Valle de los Caídos a actos en recuerdo del Holocausto, que ya es sarcasmo, es el que nos dice que con sacar los restos del dictador está todo resuelto en este tema. No se trata de si los restos están en el valle o no. Es el monumento entero. Hay que desmontar la Cruz, desacralizar la basílica, disolver la congregación de monjes y que la familia de Franco devuelva lo que cobró indebidamente desde que se le expulsó del ejército el 22/7/36
Siendo importante el fallo de hoy y el traslado de restos, que no es sino apartar de la vista lo que no se quiere ver porque muestra crudamente la contradicción dominante, la decisión más importante del Supremo ha sido en 2019 reconocer la legalidad del golpe y de Franco como jefe de estado. Eso es lo sustancial. Donde estén sus despojos es lo de menos. El traslado de los despojos de Franco no resuelve el problema de la impunidad.
 

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