xoves, 31 de outubro de 2019

Una exhumación como homenaje



Jaime Richart

Yo me pregunto a menudo cómo se las arreglarán las demás naciones europeas para ser felices. O, al menos, para vivir tranquilas. Me imagino a sus poblaciones interesadas masivamente en la lectura, en el arte, en el viaje, asistiendo a conferencias, drenando ríos, limpiando bosques, haciendo deporte, realizando actividades creativas y recreativas de toda clase… Y también, ¿cómo se las ingeniarán sus televisiones, sus radios, sus periódicos para salir adelante y al mismo tiempo entretener, el fin principal, de esos instrumentos al servicio de la sociedad, pues no creo que la información propiamente dicha sea un atractivo especial para las masas; si acaso la información internacional?
Cuando, no me lo pregunto, lo sé, esos países europeos caminan por la Historia contemporánea acompasadamente, con el sosiego al que se supone aspira toda sociedad humana como conquista de su ciudadanía y, filosóficamente, como logro del “ser”; cuando la racionalidad colectiva y el logos individual van por otros senderos que conducen a mejorar la educación, a aminorar las desigualdades sociales, a instituir la eutanasia activa, a remediar de algún modo los estragos del cambio climático, a esforzarse en corregirlos drenando océanos, ríos, montes y lagunas, España da muestras ostensibles de encontrarse todavía en la fase casi tribal de desarrollo que da sentido al mundo desde una perspectiva exclusivamente de alcance inmediato. Y así España, en este sentido tribal, malgasta una proporción altísima de energía y de dinero en una forma sórdida de hacer política, encarcela a políticos por sus ideas poniendo en marcha la justicia turbulencias de indignación mientras otras veces esas mismas policías y jueces y fiscales implacables toleran a apologistas de la dictadura lo que otros países cortarían de raíz. En España, a los familiares del dictador que lo paralizó moralmente durante casi medio siglo, se les ha permitido enriquecerse hasta la náusea y engallarse ante la propia sociedad que le sufrió. Como si los crímenes de su familiar ya hubiesen sido castigados: lo hecho en otros países en casos similares.
Por ello también me pregunto ¿cómo es posible que en un país que se dice democrático, donde siguen en las cunetas más de cien mil fusilados por las consignas del dictador una vez terminada la guerra civil, que todavía no han recibido sepultura por la pasividad maliciosa de los gobiernos, el dictador haya sido trasladado de sepultura 44 años después con la dignidad de un auténtico homenaje post mortem?
Pues ahí lo tenéis. Si España es diferente, nunca lo es por originalidad, por fantasía, por inteligencia, por bizarría, por prudencia o por otras virtudes colectivas. España es diferente, por extravagancia. Y porque los que, unas veces a las claras de la fuerza bruta y otras por las malas artes de los mal nacidos, se apoderan de la sociedad española y no permiten jamás que la riqueza neuronal y atributos de los más aptos, de los más capaces, de los más competentes florezcan, predominen y la gobiernen.

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