HENRIËTTE ARONDS
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La fantasía y el misterio llenan las obras del pintor
No somos pocos los que recordamos la primera vez que vimos un cuadro del Bosco (¿1450?-1516) y quedamos impresionados por el carácter fantástico y, al mismo tiempo, muy concreto de sus obras. Así, en El carro de heno vemos entre otras cosas la cabeza de un pez con piernas de hombre que se está tragando un ser humano desnudo y, en otro lugar del cuadro, dos orejas atravesadas por una flecha y la hoja de una navaja que sale erigida entre ellas.
Para muchos, los cuadros del Bosco no fascinan porque representen el ideario de la edad media tardía sino por su monumental modernidad. Afirma el historiador de arte Fernando Marías que el Bosco brindó los instrumentos para desarrollar el surrealismo. Artaud, quien concibió el teatro de la crueldad, recalcó que el Bosco es uno de los artistas que nos muestran nuestro lado oscuro. También son remarcables las huellas del pintor en la cultura popular actual. No son pocas las portadas de discos de grupos y cantantes –Pearls Before Swine, Deep Purple, Michael Jackson– en que figuran fragmentos de la obra del pintor , en particular, de El jardín de las delicias.
El Bosco creó un universo muy propio que parece más afín a nuestros tiempos que a su propia época. Sin embargo, si nos atenemos a los pocos datos de los que disponemos, sólo se puede concluir que el pintor fue un hijo de su tiempo, plenamente integrado en la sociedad en que vivió.
No queda documento de su nacimiento, pero es seguro que nació a mediados del siglo XV como Jeroen van Aken (Jeroen de Aquisgrán) en una familia de pintores artesanos, que muy probablemente lo formaron. Luego, adoptó otro nombre más ilustre que reflejara su ciudad de origen, Jheronimus Bosch (Jerónimo de Bolduque). El matrimonio que alrededor de 1480 contrajo con Aleid van de Meervenne, de una familia más acomodada, podría interpretarse como un ascenso social. Otro dato que confirma el nada despreciable estatus social del Bosco en su ciudad natal es que era miembro de la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora, una cofradía de laicos que se dedicaba al culto a la Virgen y la caridad.
Normas y creencias
No le faltaban encargos y sus obras fueron muy apreciadas, tanto las que hizo para clientes locales (como la iglesia –ahora catedral– de San Juan en Bolduque, para cuyo altar pintó un tríptico) como las que realizó para clientes de otros lugares (como un cuadro sobre el Juicio Final que le encargó Felipe el Hermoso). En 1516 el Bosco fue enterrado con los honores de un ciudadano respetable y respetado.
El arte del Bosco marca la transición de la edad media tardía al Renacimiento. Están profundamente arraigados en la edad media los temas religiosos de su obra, como ya indican los títulos de cuadros como Ecce Homo, Las tentaciones de san Antonio y M esa de los siete pecados . No cabe duda de que la intención de la obra del Bosco fue sumamente moralista. Los infiernos representados en sus cuadros no contrarrestaban las normas y creencias de su tiempo sino que las confirmaban, por carnavalescos y satíricos que nos parezcan ahora. Como sostiene Umberto Eco en su Historia de la belleza, la belleza (Dios, el bien) necesita la fealdad (el diablo, el mal) para quedar mejor representada.
Pero si, por una parte, la obra del Bosco reflejaba las doctrinas de su tiempo, por otro las plasmaba de una forma inédita. Las desconcertantes escenas apocalíptico-carnavalescas no cumplían las reglas del juego. Por consiguiente, el hombre enfrentado con ellas se ve obligado a pensarlas. Requiriendo o provocando esta responsabilidad, los cuadros del Bosco cruzaron el umbral del Renacimiento para entrar en la modernidad, que en los siguientes siglos los abrazó, celebrando sus rasgos carnavalescos y atribuyendo al maestro neerlandés una irreverencia y disidencia que, si uno se atiene a su biografía, no parecen corresponderle. Según los comisarios de la magnífica exposición en Bolduque, el Bosco sólo transgredió las normas artísticas de su tiempo, y no la moral.
Pero igual las cosas no son tan claras. El dibujo
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