La agenda oculta de la investidura se juega en las tres galaxias de poder que dominan hoy el índice bursátil: el PP en funciones, La Caixa y el fondo estadounidense Blackrock
RUBÉN JUSTE DE ANCOS
http://ctxt.es/
Vicente Aleixandre nos advertía: “No confundáis sus plumas, sus alisadas plumas, con el torso de una paloma. No penséis en el pujante acero del águila. Por el cielo las garras poderosas detienen el sol”. Hoy se acercan viejos fantasmas restauradores, maquilladores de la élite dirigente en diferentes periodos de la historia de España, aún activos gracias a los partidos emergentes y su necesidad de acercarse a su par ideológico. El empate técnico que dibujó el 20D y la consiguiente necesidad de generar alianzas ha hecho que todos participen en un juego de limpieza semántica del otro, de redefinición de los límites amigo-enemigo, reemplazando la crítica estructural del adversario (como expresión de unos intereses, como partido de clase, definido por una trayectoria histórica), por categorías líquidas político-partidarias (los partidos son sus líderes y sus votantes y, por tanto, susceptibles de cambios).
Esto refleja el predominio de una forma cinematográfica y
épica de leer las negociaciones y sus aristas (Pablo el villano, Pedro el
inocente, Rajoy el inconsciente), propia de series como Juego de tronos o House
of cards. Como consecuencia, el conflicto político queda circunscrito a una
pugna parlamentaria entre líderes, evitando ver su origen más allá de esta.
Como herramienta pedagógica, quizá sería bueno rescatar la
serie televisiva producida por Martin Scorsese,Boardwalk Empire, para
interpretar la situación actual. En ella se retrata la vida del tesorero de la
próspera Atlantic City (Steve Buscemi) a inicios del siglo XX, un cargo público
(menor) dedicado a gestionar las arcas de la ciudad. No obstante, detrás de su
pretendida función, se manifiesta su rol como articulador de los negocios de la
urbe. Como tal, recibe una renta de los negocios del lugar, promociona a
aquellos que le han apoyado durante la campaña electoral, y hunde a aquellos
que osan enfrentarse a él. Su posición viene facilitada por un hecho: él
construyó aquel lugar y fue quien puso a cada uno de los que ocupan un puesto
de importancia. Sin embargo, su poder se tuerce con la aprobación de la ley
seca y la entrada de nuevos competidores.
Es la política vista desde el conflicto entre clases
pudientes, y las transformaciones sociales que originaron dicho conflicto.
Siguiendo esta lectura, la política en España parece rodar
hoy por similares derroteros. La corrupción estructural y las tres crisis
sistémicas (del régimen político, del modelo financiero/económico, y del bloque
mediático y propagandístico) que la acompañan así lo indican: en los últimos 25
años, la política (desde la monarquía hasta las pequeñas instituciones locales)
ha servido para mediar y medrar entre empresarios necesitados de contratos,
facilitando adjudicaciones, licencias, recalificaciones, favores, fusiones,
tanto dentro como fuera del país.
Si apuntamos a la acumulación primigenia que ha resultado en
esta capacidad intermediaria, veremos cómo los diferentes gobiernos de turno
han facilitado durante décadas que gigantescos recursos (financieros,
materiales, humanos) fueran desviados desde el Estado a determinadas manos.
Un ejemplo del peso de este capital transferido a manos
privadas es que la capitalización de las seis empresas públicas que cotizaban
en el Ibex35 en los años 90 (Fecsa, Repsol, Telefónica, Sevillana, Tabacalera y
Endesa) suponía entonces casi el 40% de la capitalización del índice bursátil
(38,14%); es decir, una sexta parte de las empresas concentraba más de un
tercio de la capitalización del índice. Hoy, estas empresas siguen siendo
fundamentales en el reparto de poder del Ibex. Pero la crisis ha movido las
fichas y el poder se ha troceado entre distintas facciones.
Oligarquía política
Este capitalismo español concentrado ha ayudado a que los
partidos y sus líderes se sitúen en una posición privilegiada dentro del poder
económico, cual oligarquía perestroikiana, hasta ser un reflejo del mismo,
ocupando así sus más altas posiciones. Los gobiernos de nuestra historia
democrática y predemocrática se abrazan en el Ibex35, en un imparable juego de
puertas giratorias. En el Grupo Santander están UCD, el PSOE y el PP: el actual
vicepresidente, Matías Rodríguez Inciarte, fue ministro de la Presidencia con
UCD; el consejero Guillermo de la Dehesa fue secretario de Estado de Economía y
arquitecto de las privatizaciones en los 80 con el PSOE; Isabel Tocino,
ministra de Medio Ambiente con el PP, también es consejera.
En Gas Natural, nuestro presidente más longevo (14 años),
Felipe González, fue consejero hasta el año pasado; retrocediendo al Ibex de
los años 90, encontramos a otro expresidente, Leopoldo Calvo Sotelo, como
consejero de Ferrovial; y en otra gran constructora, OHL, se unen pasado y
presente: su actual presidente y propietario, Juan Miguel Villar Mir, remite a
la Transición --fue vicepresidente y ministro de Economía del primer Gobierno
del Rey (1975)--; su actual CEO, peso pesado en los dos Gabinetes de Aznar, es
Josep Piqué, ex ministro de Exteriores, Industria, Ciencia y ex portavoz
del gobierno.
Los políticos que acaban en el Ibex no son sujetos aislados,
sino que tienen una singularidad y una unidad específica como grupo, lo que les
constituye como un bloque de poder ‘económico’: se extienden por 29 de las 35
empresas del Ibex35 actual. Forman así parte de un grupo de presión muy
relevante, pues el simple estornudo de estas empresas asusta a toda la
economía: su cotización es una muestra de salud interna y muchas de ellas
entran, por su riesgo sistémico, en la lista de las ‘entidades susceptibles de
rescate’, las denominadas “too big to fail”.
Ese grupo de políticos/empresarios forma, junto a los
empresarios puros, una clase pacíficamente desunida dentro del Ibex35, en el
que hoy se cruzan alianzas y enfrentamientos y se desarrolla la pugna por
conseguir la posición dominante en la economía. Hay mucho en juego. En un país
vigilado muy de cerca por la Troika y más endeudado que nunca (casi el 100% del
PIB), la capitalización de las 35 empresas del principal índice bursátil
equivale a la mitad del Producto Interior Bruto español: 547.785 millones,
aportando 18.173 millones (en 2014) a las arcas del Estado por impuestos de
sociedades (un 40,5% de los 44.823 millones que se recaudaban al inicio de la
crisis, en 2007, según un informe de CC.OO).
Durante dos largas décadas todo fue bien para las grandes
empresas del Ibex y su imperio: la unidad del bloque estaba garantizada por el
Estado y por las cajas de ahorro, es decir, por consejeros políticos y el riego
de capital de las cajas y el Estado. Durante este tiempo, se repartieron el
poder PP y PSOE, apoyándose en cajas de ahorros y en el control de la SEPI (el
grupo industrial estatal, antes conocido como INI y INH) según el gobierno de
turno. Pero la larga recesión y las medidas impuestas por Europa torcieron este
equilibrio.
Reparto PSOE-PP
El reparto vigente en 2010 daba a los tecnócratas del PSOE
influencia en un área del Ibex35 que incluía a las antiguas empresas públicas
(Telefónica, Repsol, Endesa), las participadas por el Estado (Red Eléctrica o
Enagás) y el Banco Santander, al cual benefició en los años 90 (concurso
mediante) con la adjudicación de un Banesto expropiado, convirtiendo así el
banco de la familia Botín en la mayor entidad financiera del país.
Los mandarines del PP, por el contrario, se habían ido
extendiendo por múltiples sectores, constituyendo un holding de eléctricas,
seguros, tecnológicas y alimentación, a partir de su control de Caja Madrid y
Bancaja. Ambas cajas, controladas por el exvicepresidente del Gobierno y
ministro de Economía, Rodrigo Rato y por José Luis Olivas (expresidente de la
Generalitat Valenciana con el PP), y finalmente fusionadas en Bankia,
disfrutaban en 2010, ya bien entrada la crisis económica, de una posición
oligopólica en el Ibex35, con la participación en un total de ocho sociedades
del índice (Indra, Iberia, Mapfre, Iberdrola, Ebro Foods, Enagás y BME), siendo
dominantes en las tres primeras, e indirectamente, controlando un área mucho
más amplia, a través de las participaciones de sus participadas. Sólo había un
accionista con un poder similar en el Ibex35 en 2010: La Caixa (con seis
participadas).
Ni siquiera el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue
un problema para el poderío del PP/Ibex. El presidente socialista dio el visto
bueno, aunque no fuera de su agrado, a la fusión de Bancaja y Caja Madrid en
diciembre de 2010, las dos cajas madres del gran proyecto económico del PP y
sus empresarios afines: Valencia y Madrid.
En Valencia, Bancaja siempre fue un fiel aliado para
financiar el imperio del PP: fútbol, construcción, arte y espectáculos. Un
ejemplo: la caja compró suelo –sin valor según el juez Andreu-- por valor de 86
millones a Enrique Ortiz, amigo de la alcaldesa alicantina Sonia Castelló y de
Aurelio Izquierdo, director general de Bancaja, con el que compartía juergas en
prostíbulos y yates. La caja se sumaba así al apoyo de la CAM, que había
llegado a financiar con 150 millones al constructor. También insufló oxígeno a
proyectos faraónicos, como Terra Mítica (200 millones junto a la CAM) o la
Ciudad de la Luz (que costó una cifra similar y que estos días sale, por
segunda vez, a subasta pública). La incursión de Bancaja en el fútbol no fue
menor: colaboró como si no hubiera un mañana en la financiación del Valencia
C.F., con el cual tenía en 2008 una deuda de 308 millones.
En el imperio levantino no se ponía el sol: la caja hizo
inversiones hasta en el Caribe, en la sociedad Grand Coral, que operaba en
México, con préstamos y compra de acciones por valor de 100 millones. A partir
de maniobras fraudulentas de ampliación de capital, los socios alicantinos Juan
Ferrí y José Baldó (dueños del 35% de Grand Coral) se embolsaron 47,4 millones
de la caja, según un informe de Bankia. El presidente de Bancaja y posterior
vicepresidente de Bankia, José Luis Olivas, está hoy imputado por estafa y
malversación. Como medida de gracia, el juez Juan Pablo González le ha
concedido el desbloqueo de 3.500 euros al mes.
Blesa, Aznar y compañía
En Madrid, la caja controlada por Miguel Blesa, el viejo
amigo de José María Aznar, tuvo una actuación similar, aunque, dado su tamaño,
el brazo financiero de la casa ayudaba a círculos empresariales más exclusivos.
Ahí quedan los créditos a múltiples empresarios, algunos de ellos encarcelados
hoy. Por ejemplo, a Díaz Ferrán, consejero en Bankia (131 millones, de los que
el 15% ha quedado impagado); al exvicepresidente de la CEOE y también consejero
en Bankia, Arturo Fernández (2 millones), o a los todopoderosos Florentino
Pérez (620 millones, aún sin cuantificar los que proceden de Bankia), Esther
Koplowitz (1.000 millones en créditos junto al BBVA, cuyo pago ha sido
pospuesto a 2018), Villar Mir (344 millones al 0% de interés, concedidos
mientras López Madrid, su yerno, era consejero) o al dueño de la quebrada
Martinsa Fadesa, Fernando Martín (1.000 millones para la compra de Fadesa a
Manuel Jové, autorizados por el responsable de créditos a empresas Carlos Vela,
quien después pasó a ser CEO del grupo constructor).
José María Aznar
Pero Caja Madrid no es sólo la gran acreedora de las
fortunas del ladrillazo español. Su política como brazo financiero de proyectos
de envergadura le llevó a igualar a su amiga valenciana, financiando un parque
temático para Madrid, el Parque Warner, al cual concedió un crédito de 211
millones. O el fichaje de Cristiano Ronaldo (76,5 millones). O dando crédito a
mansalva a medios de comunicación. Su radio de acción no sólo abarcaba la
tierra patria. Su política de compras le llevó muy cerca de Bancaja, a Florida,
donde se hizo con el City National Bank of Florida, por 1.134 millones, que
finalmente fue vendido en 2013 por 683 millones, casi la mitad de lo que costó.
Esta fue una operación investigada por el juez Elpidio Silva, que le supuso ser
apartado de la carrera judicial.
El destino quiso que la unión en 2010 del imperio del PP en
Valencia (Bancaja) y Madrid (Caja Madrid) se hiciera con la bendición del PSOE.
No sólo dio su visto bueno en esta ocasión, sino que posteriormente, Elena
Salgado (ministra de Economía, hoy en Enel) permitió su salida a Bolsa en mayo
de 2011, en un proceso para el cual las cuentas fueron “maquilladas”, en
palabras de los peritos del Banco de España al servicio de la Audiencia
Nacional y del juez Andreu. Veredicto que no comparten el FROB y la CNMV, esta
última investigada por la Audiencia Nacional por una presunta trama de cobros
por la cual se pudo beneficiar a, entre otras, Bankia, en su salida a Bolsa.
Están siendo investigados los responsables del presunto regulador desde la
etapa de Zapatero: Manuel Conthe (hoy en Acerinox y participante en muchos de
los actos de Ciudadanos), Julio Segura Sánchez (en el cargo durante la salida a
Bolsa), y Elvira Rodríguez (actualmente en funciones).
El verdadero problema llegó con el rescate a Bankia. La casa
Aznar había depositado ahí todas sus esperanzas de control y poder: ahí estaban
todos los proyectos apadrinados durante tres lustros por el Partido Popular, y
todos sus compañeros de viaje, empresarios, conseguidores y capitalistas, unos
renombrados y otros menos conocidos. Ahí estaban los créditos concedidos a
dedo, pero también las participaciones en empresas que permitían al Partido
Popular mantener un gran poder intermediario dentro del Ibex35. Todos los
indicios apuntan hoy a que Caja Madrid sirvió de tabla de salvación para el
poder económico cuando llegó la crisis.
Pero dos años después, años de Púnica y Taula, todo se
torció. Las pérdidas reales que anunció Bankia en diciembre de 2012, próximas a
los 20.000 millones, quedaban fuera del alcance del FROB, así que el Gobierno
Rajoy tuvo que acudir a un crédito concedido por el MEDE (Mecanismo Europeo de
Estabilidad). La aprobación del préstamo, que incluye tres tramos hasta llegar
a los 100.000 millones (el 10% de la deuda pública actual), la realizó Mariano
Rajoy en el momento de mayor especulación sobre la prima de riesgo, que había
llegado a los 610 puntos en agosto de 2012.
Llegan los americanos
Ya en diciembre, con el rescate debajo del brazo, el
Gobierno firma las condiciones incluidas en el memorando de entendimiento. Su
aplicación implicaba limitar el control de las cajas de ahorros sobre las
empresas en las que participaban (se reduce a cuatro), transformarlas todas en
bancos (y a las fundaciones en tenedoras de acciones), y evitar la
participación de políticos en ellas. Era el programa perfecto para limitar el
poder de las cajas y facilitar la entrada de un nuevo competidor en el
quebrantado pastel económico: los fondos y los bancos custodio estadounidenses.
Este hecho supuso un duro golpe para Aznar. Al aplicar esas
condiciones a Bankia, Rajoy, su sucesor designado, le había robado el muñeco
con el que había dominado el Ibex35. Rajoy defenestró a la cúpula de Bankia,
retiró a Rato e impuso un consejo de administración dominado por un ex del
BBVA, Ignacio Goirigolzarri. Indirectamente, con esa acción puso toda clase de
información no solo en manos de la Troika sino también en manos de los
competidores, los fondos de inversión que controlan el BBVA. Los mismos que hoy
han logrado poner en su órbita de control a Bankia. Presionado por Alemania,
Draghi y el FMI, el Gobierno de Rajoy se desprenderá unos meses después del
holding Bankia: el 12% de IAG (junio de 2013), el 20,14% de Indra (agosto de
2013), el 4,94% de Iberdrola (abril de 2014), el 19,07% de Metrovacesa
(diciembre del 2014), y la joya de la corona, el 15% de Mapfre (septiembre de
2014).
Sin mover una ceja, y quizá sin proponérselo, Rajoy había
ganado la partida a su expatrón y a su gran enemiga, Esperanza Aguirre.
Aznar y la presidenta del PP madrileño se quedaron de
repente sin su inmenso poder de intermediación, si bien es cierto que el
cerebro de la operación todavía podía recurrir a sus delfines, Francisco
González (BBVA), Pablo Isla (Inditex) y César Alierta (Telefónica), a los
cuales colocó en puestos clave durante su mandato. Pero nada era lo mismo, pues
sin dominar el aparato de créditos, favores y participaciones, ya no tenía
poder económico sobre ellos.
Aznar respondió a la situación creando el Instituto
Atlántico de Gobierno, en el cual reunió a sus otrora beneficiados y
benefactores. En el consejo directivo del instituto que preside figuran
numerosas autoridades “amigas” de empresas del Ibex35: Alierta (Telefónica),
Borja Prado (Endesa), Josep Piqué (OHL), Javier Monzón (Indra), Javier Benjumea
(Abengoa), Antonio Brufau (Repsol), María Dolores Dancausa (Bankinter) o
Antonio Huertas (Mapfre).
Como consecuencia de la intervención de Bankia, la
influencia del PP sobre el Ibex quedó en manos de Rajoy, quien a través de la
SEPI controla (en funciones) Ebro Foods, Enagás, Indra y Red Eléctrica; y, a
través del FROB, también Bankia y otras entidades financieras rescatadas, como
Banco Mare Nostrum o Banco CEISS.
La consecuencia más inmediata de este cambio de cromos es
que, si el PP no lograra acceder al Gobierno en las sesiones de investidura o
elecciones venideras, quedará sin ninguna capacidad de control sobre un buen
número de sociedades del Ibex35.
Y no sólo eso, sino que quien controle la galaxia Bankia
controlará un sinfín de créditos que sostienen todavía a muchas de las grandes
fortunas y empresas que van en dirección a la quiebra y cuya subsistencia
depende del gran respirador artificial.
En el nuevo Ibex35 post Bankia, la partida ha pasado de ser
un juego de dos (La Caixa y Caja Madrid como accionistas de múltiples empresas)
a una que incluye a tres actores: un PP que se aferra a la SEPI y el FROB para
no perder el control de lo que fue su imperio; un sector mayoritario, vinculado
a las antiguas empresas públicas o concertadas (Telefónica, Repsol, Iberia,
Endesa), hoy en la órbita del Santander, BBVA y los fondos de inversión (Chase
Nominees, Bank of New York Mellon, State Street Bank), y en particular de
Blackrock; y por último, un tercer sector de empresas, el único articulado por
una entidad de capital nacional: La Caixa.
Blackrock, el actor emergente
El nuevo actor emergente, Blackrock, ha ganado terreno con
la crisis y tiene hoy repartidos 12.000 millones por empresas del Ibex35. Su
ascenso ha sido meteórico. En 2010 solo tenía participaciones en dos empresas
(Telefónica y Gamesa); en 2013 tenía participación en doce sociedades del
Ibex35, y en 2016 han pasado a ser 19. Sus principales referentes en España son
el BBVA y el Santander, los cuales han tenido tradicionalmente bancos custodio
como accionistas de referencia (State Street Bank y New York Mellon, y Chase
Nominees, entre otros). Los bancos fueron los precursores de la invasión
fondista, con Telefónica, la primera empresa del Ibex35 que introdujo a
Blackrock como accionista.
El candidato Pedro Sánchez ha tenido varias ocasiones para
conocerles. En junio de 2015, fue invitado a una reunión del Club Bilderberg
(junto a Ana Patricia Botín y Juan Luis Cebrián) en la que estaba el
vicepresidente de Blacrock, Philipp Hildebrand, aunque finalmente el líder
socialista no acudió. No obstante, según la agenda del PSOE, dos meses después,
el secretario de economía del PSOE, Manuel de la Rocha, se reunió con Jim
Barry, responsable de Infraestructura de Blackrock, en Ferraz. Su presidente,
Larry Fink, un asiduo al foro de Davos, es autor de varias frases memorables.
Una afirma: “Hay que educar a la población [en Europa] para que vote al líder
correcto que tome las medidas correctas”. En otra aconsejaba esperar el momento
oportuno, cuando suceden fuertes caídas y hay pánico en las bolsas, para
comprar acciones: “Antes de comprar hay que ver sangre en las calles”.
En una entrevista concedida a El País durante una
visita a España en junio del año pasado, Fink advertía: “Quien gobierne en
España (…) debe de ser responsable de los compromisos adquiridos, que son compromisos
de Estado y no de un gobierno concreto”.
Blackrock es la mayor gestora de fondos del mundo: maneja
una cartera de 4,2 billones de euros, cuatro veces el PIB español.
Galaxia Fainé
Otro de los actores poderosos del actual Ibex35 es Caixabank
(La Caixa), el holding catalán comandado por el pío y opusdeísta
Isidro Fainé. Es la única gran caja que no tiene participación del FROB, al
igual que otras cajas menores reconvertidas, como Ibercaja, Kutxabank,
Liberbank y Unicaja, cuyo accionista de referencia es la fundación. Fainé suele
ser discreto con sus preferencias, y le cuesta entrar en el juego de
apariencias y amistades madrileño, pero no ha podido ocultar su preferencia por
un gobierno estable: “Si se hace un gobierno estable habrá inversiones”, dijo en
la presentación de resultados de La Caixa en enero de este año.
Cabe recordar que Fainé conoce bien las virtudes y las
debilidades de Albert Rivera porque fue su jefe (supremo) en La
Caixa, y que fue el único patrón del Ibex (junto a Josep Oliú, del Sabadell, o
Salvador Alemany, de Abertis) que no acudió en octubre, dos meses antes de las
elecciones, a la reunión organizada por el lobby del Ibex35, Puente Aéreo, con
el candidato de Ciudadanos. Fainé sabe lo importante que es 2016, con una
agenda de fusiones recomendadas por la Unión Europea, que acercan a La Caixa al
Banco Popular o Ibercaja.
Todos en el Ibex se juegan mucho con el próximo Gobierno,
pues de él dependerá inclinar hacia un lado u otro la balanza de poder entre
las tres galaxias dominantes (SEPI, Caixa, Blackrock). Se podría hacer una
hipotética lectura de los bandos del Ibex35 y de sus preferencias políticas,
aunque evidentemente nunca sería una correlación perfecta. Pero lo que se puede
afirmar es que el núcleo de las grandes empresas españolas se ha dividido en
tres zonas de influencia que coinciden con los tres partidos que hoy se
postulan (entre trucos, silencios y teatro) para formar la gran coalición.
También, que hay en curso un clima social y un choque de trenes entre las
clases pudientes que amenaza con llevarse todo lo que fue --y también lo que
puede llegar a ser-- el PP, y que de ello depende que este siga controlando los
resortes del Estado y su gran caja fuerte, todavía en manos de Bankia-FROB.
Por otro lado, sorprende el mutismo en las negociaciones
sobre el futuro de Bankia y otras entidades intervenidas por el FROB, ante la
anunciada nueva fase de concentración del sector bancario.
Y por último, parece evidente que los grandes capitales del
Ibex35 y sus gestores, ante la situación de parálisis política, no pueden dejar
que sus padrinos se enfrenten --o peor, que opten por peligrosos derroteros--.
De ahí su esfuerzo por mediar en su reconciliación, y su mal disimulado interés
en apartar como sea a Podemos de un hipotético Gobierno de coalición.
Cada cual puede sacar sus propias conclusiones. Pero que
nadie se equivoque: las negociaciones por la investidura de 2016 tienen detrás
una agenda que no vemos. Y en la portada de esa agenda pone IBEX. Aunque el
mundo cambia muy deprisa y, como sugería Aleixandre, cabe la posibilidad de que
esas cuatro letras y dos números sean solo las marionetas (las plumas alisadas)
de unos titiriteros más grandes, cuyo rostro y nombre apenas
distinguimos...
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