Se estima que el sistema holandés le cuesta al resto del mundo un mínimo de 22.000 millones de euros anuales en ingresos fiscales evadidos
Una fiesta en un balcón de Países Bajos. (Reuters)
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Puede sonar a dos rodajas de pan con una loncha de queso para engañar el hambre una mañana cualquiera, pero el sándwich holandés es en realidad la fórmula más usada para evadir impuestos corporativos en Europa y más allá. Se estima que el sistema holandés le cuesta al resto del mundo un mínimo de 22.000 millones de euros anuales en ingresos fiscales evadidos. Países Bajos es un puente clave para muchas empresas en su estrategia de maximización de ganancias, un clima que le ha ganado la reputación de “paraíso fiscal” al país. La pregunta es: ¿realmente lo es?
Las multinacionales se ahorran millones de euros que deberían estar en las arcas del Estado de diferentes países, cuando canalizan los beneficios de sus filiales a través de Holanda, antes de que ese dinero regrese a las cuentas de la empresa matriz. El holandés Arjan Lejour, de la Oficina de Análisis de Política Económica (CPB) del Ministerio holandés de Economía, explica a El Confidencial que este país es responsable del 15% de la evasión fiscal global. “Suponiendo que la evasión de impuestos corporativos a nivel mundial es de unos 150.000 millones de dólares, unos 22.000 millones se desvían a través de los Países Bajos”, explica el también profesor de Finanzas Públicas en la Universidad de Tilburgo.
Pero ¿cómo se consigue esto?
Con el sándwich holandés. Los flujos de dinero fluyen a través de empresas buzón —oficinas físicas sin empleados ni actividad real— creadas por las propias multinacionales en Países Bajos. Esos fondos disfrutan de un “baño de reducción de impuestos” totalmente legal a ojos del Estado. Dado que la mayoría de los países europeos tienen normas que dificultan el envío de las ganancias directamente a paraísos fiscales, las empresas las trasladan primero a Holanda, donde sí se gravan con impuestos... pero muchísimo menores que los que corresponderían, de haber declarado los ingresos en el país de la sede real o en las otras filiales instaladas en otros países. Y una vez legalizadas de esta manera, las ganancias ya se pueden trasladar al paraíso fiscal elegido por la empresa, donde engrosarán el capital limpio. La suma de esos impuestos perdidos es lo que suma al menos 22.000 millones de euros.
Aunque nadie viole la ley con esto, esta práctica es “socialmente indeseable” porque afecta los ingresos que podrían estar obteniendo otros Estados. “Es una práctica contraria al espíritu de la ley. Las empresas buzón que hacen posible esta transferencia no tienen otra función que evadir impuestos”, subraya Lejour. Al fin y al cabo, el papel fiscal de Holanda pone al resto de Europa en una situación de desventaja. Las declaraciones de impuestos corporativos globales que pasan por Holanda son económicamente eficientes para la multinacional, pero no para las arcas de ningún Estado, ni para las sociedades que viven en él.
Holanda tampoco saca un gran beneficio de esta situación, según Lejour, experto en tributación comercial internacional y líder del programa de impuestos de la CPB entre 2011 y 2018. “Países Bajos apenas se beneficia de ello, calculo unos 2.000 millones de euros al año. Es principalmente un subproducto de tener un clima de inversión atractivo”, asegura. Eso es lo único con lo que se queda la Hacienda holandesa de los 200.000 millones de euros que fluyen a través de este país para no tener que pagar impuestos sobre las ganancias en otros países. Holanda es “un país canal” o “de tránsito”. El dinero no se queda aquí.
¿Es Holanda un paraíso fiscal?
Las ONG creen que sí, los Gobiernos no lo ven tan claro. Los ministros de Finanzas de la UE han publicado una lista de paraísos fiscales internacionales el pasado febrero, donde destacan las Islas Caimán, Seychelles y Panamá, pero donde los países europeos brillan por su ausencia. Para Oxfam Novib, la lista está lejos de estar completa y es “extraño” que estos ministros elaboren una lista en la que dejen fuera a todos los países europeos. Al menos Luxemburgo, Irlanda, Malta, Chipre y Países Bajos deberían ser incluidas, considera la ONG. “Se calcula que el clima fiscal holandés cuesta al resto del mundo 22.000 millones de euros. La investigación internacional también muestra que este país atrae más de 90.000 millones de dólares en ganancias extranjeras de las multinacionales”, explica el experto en impuestos de Oxfam, Johan Langerock.
Por tanto, cada acuerdo fiscal firmado por Países Bajos con otros países aumenta la inversión extranjera directa en Países Bajos, según fuentes oficiales. Este país se encuentra en una posición fundamental en los flujos de inversiones entrantes y salientes. Sin embargo, aunque Países Bajos se beneficie de la inversión a expensas de los ingresos fiscales de otros países, este sigue sin considerarse un paraíso fiscal porque tiene un “papel diferente” en la red. Un paraíso fiscal es el destino de los beneficios distribuidos, y no de parte de los impuestos, y su existencia es “a expensas de los países de origen”, se defienden en el Ministerio de Economía. Un informe de 2013 del Ministerio de Economía trataba de justificar que el atractivo comercial de este país es una cuestión de “competencia” fiscal.
Lo raro, dicen los expertos, es no encontrar una multinacional que se aproveche del sistema fiscal holandés y otras variaciones de construcción fiscal con Holanda como canal. Desde Ikea y Google hasta Fiat, Ferrari, el Juventus, las grandes petroleras y los fabricantes de coches. El Ejecutivo holandés ha sostenido siempre que una tasa impositiva favorable para las empresas más grandes beneficia el clima comercial y la economía holandesa. Atraería multinacionales para que hagan negocios en Países Bajos y todo el mundo saldría ganando: la empresa ahorra en impuestos, pero los que paga irían a la Hacienda holandesa, proporcionaría empleos locales y daría ingresos en IVA y sobre la renta.
Sin embargo, los hechos desmienten tanto beneficio. Las empresas pantalla o buzón apenas tienen algún tipo de actividad en el país: ni tienen empleados contratados, ni gastan en bienes pagando el IVA y mucho menos beneficia al ciudadano holandés. Según el último informe del Índice de Secreto Financiero (FSI), Países Bajos es hogar de unas 15.000 “instituciones financieras especiales”, lo que esta organización define como “el vínculo internacional entre las filiales de las corporaciones multinacionales en los países de origen y destino”. Es decir, lo que se conoce como empresas fantasma o buzón.
El cálculo del FSI es incluso más generoso que el que han hecho los expertos holandeses. Calcula que las corporaciones multinacionales extranjeras utilizan oficinas buzón en Países Bajos para “redirigir” unos 4 billones de euros, lo que viene a ser unas diez veces el Producto Interior Bruto (PIB) de Países Bajos en ganancias corporativas anuales. Ahora bien, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), los flujos de inversión extranjera directa a través de las empresas buzón en Países Bajos no pueden entenderse sin tener en cuenta el papel crucial que desempeña el país en el campo de la evasión fiscal corporativa internacional.
El informe subraya que desde el 1950, Países Bajos ha desarrollado una “infraestructura financiera extremadamente opaca” con características fiscales que se caracterizan por “la exención de dividendos, la ausencia de retenciones de impuestos sobre intereses y regalías, una gran cantidad de tratados fiscales bilaterales” y decisiones puntuales de las autoridades fiscales, que tratan individualmente los casos de muchas multinacionales. El FSI calcula que los dividendos, intereses y regalías registrados que pasan por los Países Bajos ascienden a unos 200.000 millones de euros por año. El 60% de las regalías van directamente a una jurisdicción secreta en las Bermudas.
Se califique así o no, los holandeses se llevan las manos a la cabeza cuando son otros países los que “les quitan” impuestos, aplicando reglas fiscales que pueden sonar “socialmente indeseables”, pero que son totalmente legales. La semana pasada, una investigación periodística nacional sacó a la luz que cientos de pilotos de la aerolínea holandesa KLM, la joya de la corona en Países Bajos, mantienen su residencia fiscal en otros países, especialmente en España, lo que hace que no paguen sus impuestos sobre la renta a la Hacienda holandesa, sino a la española.
Debido a los acuerdos de doble imposición de los que Holanda obtiene tanto beneficio, si un piloto residente en España trabaja para una aerolínea extranjera cubriendo tráfico aéreo internacional, está obligado a hacer la declaración de la renta en España. Además, disfruta de una exención de hasta 60.100€. Esto no es evasión fiscal, pero fue interpretado como tal por varios diputados holandeses que exigieron al Ejecutivo de La Haya llamar la atención de la compañía y exigir a esos pilotos trasladar su residencia fiscal a Países Bajos.
Algunos cambios, poco fondo
A partir del próximo año, se introducirán algunos cambios a nivel nacional, aunque el Gobierno holandés se ha mostrado reacio hacia la transparencia sobre los esquemas de evasión fiscal. “A partir de 2021, Países Bajos recaudará un impuesto de retención sobre intereses y regalías a países con bajos impuestos. El sándwich ya no será posible, pero la evasión fiscal hacia otros países seguirá estando ahí”, especifica Lejour. Si las ganancias corporativas en propiedad intelectual pasan por Países Bajos hacia un paraíso fiscal reconocido, como las Bermudas o las Islas Caimán, entonces se deberá pagar un impuesto aquí a partir de 2021. Esto ahorrará cerca del 10% de la evasión fiscal internacional que se hace a través de Holanda.
Esto tiene una explicación. Holanda no actúa sola en esta laguna fiscal. Existe lo que se conoce como el doble sándwich holandés-irlandés. Una empresa —en general, una multinacional estadounidense como Google— primero establece su sede en Irlanda, y luego crea una filial de esa empresa "irlandesa" en un paraíso fiscal (como podría ser Bermudas), transfiriéndole los derechos intelectuales. Como la empresa tendría que pagar a la Hacienda irlandesa un impuesto sobre las regalías que envía al paraíso fiscal, establece una filial intermedia en Países Bajos, que no impone este impuesto. Esto le permite enviar el dinero de las regalías primero a su filial neerlandesa sin necesidad de pagar impuestos por ellas en Irlanda —que no considera Países Bajos un paraíso fiscal— y luego desde allí a las islas afortunadas, donde se convierte en ganancia neta de la empresa.
El caso de Google es uno de los más sonados. La multinacional desvió en 2014 casi 11.000 millones de euros en beneficios europeos a Irlanda y después a Las Bermudas, a través de Holanda. De todo ese dinero, solo 2,8 millones de euros se quedaron en Países Bajos como impuestos pagados a través de la filial neerlandesa de la empresa, una oficina sin empleados ni actividad alguna. Lejour subraya que esto no significa que Holanda sea “un paraíso fiscal” porque las ganancias entran, pasan por la Hacienda holandesa, y después desaparecen de inmediato. El beneficio es para las multinacionales mismas, y las pérdidas son para el país donde se encuentra la subsidiaria.
“La cantidad de impuestos perdidos por Italia y España a causa de Países Bajos es limitada. Probablemente las empresas utilizarían otros países si Países Bajos deja de ser tan atractiva (a nivel fiscal)”, asegura este experto, preguntado si el sur de Europa no pasaría tantas dificultades financieras en tiempos de coronavirus de no existir este panorama holandés. Para él, los paraísos fiscales siguen siendo las islas tropicales de aguas cristalinas, donde los multimillonarios acumulan su dinero aprovechando las reglas fiscales. Países Bajos sigue siendo un país de lluvias, que, como hace con sus canales, solo desvía las aguas al océano correcto.
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