Miles de noticias tóxicas infectan la red en medio de una alerta sanitaria sin precedentes. ¿Cómo es posible combatirlas? Elena Lázaro, presidenta de la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC), que agrupa a medio millar de periodistas especializados, divulgadores y expertos, examina la gravedad de la epidemia de fake news y ofrece algunas útiles pistas para poder discriminar la información veraz de la contaminada
A.MORENO
Durante años relegada en las páginas de los periódicos y en los informativos de televisión, la comunicación científica se ha revelado en poco más de un mes como una herramienta clave para saber qué diablos está pasando en el planeta.
La AECC está jugando un papel relevante como guía de informaciones veraces y centinela de contenidos contaminados en el contexto de una pandemia que está provocando estragos en todo el planeta. Al frente de la Asociación desde hace poco más de seis meses, Elena Lázaro es responsable de la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba y miembro de la comisión permanente de la Red Divulga.
¿Cómo se distingue un bulo de una información científica?
El fact checking o verificación de hechos obliga a cualquier periodista a contrastar la información. Incluso cuando la da un político o una institución. Eso nos lo enseñan en primero de carrera. ¿Qué ocurre? Que las instituciones tienen una credibilidad y generalmente no se cuestionan. En el caso de la covid-19, quienes ejercen el periodismo y la comunicación científica, en general, están acostumbrados a ir a la fuente directa, los papers y las comunicaciones especializadas, y afortunadamente están contrastando la información muy rápidamente.
Ayer, por ejemplo, se difundió la noticia de una investigación en Francia con 350 pacientes que parecía indicar que la nicotina tuviera un factor protector contra el virus. Cuando la información salió en muchos medios generalistas, fue contestada desde otro perfil que abunda en la comunicación científica: el de las personas que divulgan a través de sus propias redes sociales. En este caso que uso como ejemplo, Alberto Nájera, de la Universidad de Castilla la Mancha, hizo un hilo muy interesante que explicaba dónde estaba el truco. Para empezar, era un preprint. Es decir, no estaba todavía validado por otros expertos.
No sé si es un buen ejemplo, porque no se trataba de un bulo en sentido estricto. Al fin y al cabo, el estudio se había hecho, pero la forma de contarlo fue poco rigurosa. ¿Por qué corren los bulos con tantas rapidez? Porque cuando dan una noticia que queremos creer, nos agarramos a ella. ¿Imagine cuántas personas fumadoras se sintieron reforzadas en su hábito con esa noticia?
Los bulos se propagan más rápido que el coronavirus.
Cuando llegue el momento de evaluar todo lo ocurrido, quienes lo hagan analizarán también los procesos de infección en la comunicación. No estamos evaluando de verdad cómo circula la información y de qué manera se están viralizando los contenidos. Y no es solo por la covid-19. En los dos últimos procesos electorales, ya abundaron los bots, las cuentas falsas y los bulos. Pero no solo en España. En todo el mundo. La información que exige pensar más es más complicado que se viralice. Es más fácil apelar a las emociones. Las noticias falsas bien planteadas funcionan porque hay mucho ruido y es difícil consumirla con la serenidad que requieren.
O sea, los bulos prosperan mejor en las mentes perezosas.
Los bulos circulan bien en cualquier mente porque utilizan mecanismos que nos son comunes a todos para engañarnos. A cualquiera nos la pueden colar. Nadie está libre de picar.
¿Quiénes y bajo qué intereses llenan la red de fake news en plena crisis sanitaria?
Yo no tengo la respuesta. Hay una manera muy fácil de que eso no ocurra: ser responsables y actuar de cortafuegos. Cuando viene un mensaje de este tipo no debemos de compartirlo si no proviene de una fuente que sea confiable. Cuando lo recibes, cuestiónalo. Cualquier persona puede ser transmisora en ese tipo de infección. Sintomáticas y asintomáticas. El pensamiento crítico es necesario para garantizar que nuestras sociedades democráticas funcionen.
Pero ojo: también está circulando gran cantidad de información rigurosa y útil, aunque siempre ponemos el foco en lo negativo y miramos solo los bulos. Será interesante saber si todas esas campañas de promoción de la cultura científica que se desarrolla desde las propias instituciones ha funcionado o no. ¿Teníamos una ciudadanía preparada realmente para asimilar toda esa información?
La pandemia del coronavirus se combate con antivirales y vacunas. ¿Cómo se combate la pandemia de noticias falsas?
Con buena información, pensamiento crítico y responsabilidad ciudadana. La sociedad civil tiene que ser consciente de su papel. No podemos delegar y acusar permanentemente a quienes dirigen las instituciones. Si al virus se le combate quedándote en casa y actuando en favor del interés común, a la infección y a la intoxicación informativa se la combate exactamente igual: compartiendo informaciones fiables de fuentes confiables. Y actuando de cortafuegos.
Restringir la información y establecer una fuente oficial, tal como sugería Tezanos en la encuesta del CIS, ¿es la medida adecuada?
No. Las fuentes oficiales deben estar y ser transparentes. Pero eso no significa que otras fuentes no puedan ser también utilizadas. ¿Por qué? Toda la ciencia que se hace, se publica en acceso abierto y los periodistas científicos utilizan esta fuente. ¿Qué es eso de una sola fuente?
¿Peligra la libertad de prensa?
Yo no creo que esté en peligro. No ha peligrado en ningún momento. Y la mejor prueba son los disparates que estamos viendo publicados. No solamente en medios, sino en redes. Y esta es una opinión personal mía.
¿Los medios convencionales están preparados para informar sobre una alerta sanitaria como esta?
Los medios convencionales tienen un serio problema. Se llama precariedad laboral. Vemos a compañeros que en raras ocasiones pueden preparar los temas con el tiempo y la serenidad que requieren. La precariedad es uno de los grandes handicaps de la prensa. Probablemente las causas tengan que ver con que queremos la información gratis y, por tanto, hay que apelar a la responsabilidad ciudadana. Hay medios que lo están haciendo muy bien, porque tienen equipos especializados en ciencia.
¿Percibe rigor informativo en la crisis sanitaria?
Sí. Hay información muy rigurosa y bien hecha. Hay que saber buscarla. La comunicación científica no la están haciendo solo los medios de comunicación en esta crisis. Hay buena divulgación.
La AECC ha publicado un listado de fuentes fiables. ¿Os hacen caso los ciudadanos?
Ese listado se ha compartido y los medios y las instituciones que están citadas en él sabrán el impacto que han tenido con el incremento de visitas y las descargas que están teniendo sus contenidos. Uno de los artículos de Ignacio López Goñi tenía en tres días diez millones de visitas en no sé cuántos idiomas. Eso era impensable hace un mes y medio en una información científica.
¿Hay que vigilar las redes?
Las redes son un espacio muy libre donde puedes encontrar muy buena y muy mala información. En las manos de la ciudadanía está saber elegir.
La OMS y el Centro Europeo de Prevención de Enfermedades han fallado en esta catástrofe?
Eso sí que no me atrevo a valorarlo.
¿Sobra ruido y falta ciencia en Twitter?
Twitter es una red gritona, pero depende cómo la utilices. Falta cultura de la comunicación. Falta saber estar en las redes, buscar fuentes fiables y, cuando eres fuente, hacerlo bien. Las instituciones científicas también estamos aprendiendo y manejando los lenguajes en las redes. Intentamos que los contenidos que se viralicen sean rigurosos. Se puede hacer.
¿La comunicación científica es la hermana pobre en las páginas de un periódico?
Depende del medio. Es un error pensar que la información científica debe ser una sección dentro de un periódico o un informativo. Debería ser algo transversal. Hasta en la sección de política debería haber un periodista científico con el que se pudiera consultar en caso, por ejemplo, de cualquier normativa que regule el medio ambiente. Solo hay que ver los medios públicos. ¿Cuántos programas de ciencia tiene TVE? Desde luego, no son contenidos que parezcan ser prioritarios en televisión. En prensa escrita creo que es diferente. Y la radio tiene buenos productos.
¿Y en la vida después del coronavirus habrá más interés por la información científica?
No tengo una bola de cristal. No me atrevo a hacer un pronóstico de lo que va a ocurrir. Lo que sí me ha vuelto a confirmar esta crisis sanitaria es que la comunicación científica es absolutamente necesaria. Cumple una función social básica. No solo en los medios de comunicación. También las instituciones científicas tienen que tener claro que deben comunicar su ciencia. Y eso lo estamos aprendiendo ahora. Pero ojo: debemos hacer más esfuerzos por explicar cómo funciona la ciencia. No solo los resultados. La ciencia es pura incertidumbre y lo que hoy se sabe mañana puede no ser válido. Eso es lo que permite avanzar el conocimiento. Eso debemos aprenderlo y quienes comunicamos ciencia tenemos que tenerlo muy claro.
¿Rigor científico y comprensión ciudadana caben en un mismo artículo?
Absolutamente. Se puede explicar cualquier concepto científico en un vídeo de un minuto y no haber perdido nada de rigor. Aunque cuando divulgas tienes que renunciar y reducir. Las redes sociales están llenas de ejemplos. En el periodismo político abunda el periodismo de declaraciones, que no profundiza, que no explica la realidad. El científico es todo lo contrario. Y hay que rascar muy poco para encontrarlo.
Si el mejor antídoto del virus es el conocimiento, ¿cómo andamos de anticuerpos en España?
La vacuna contra esa intoxicación y la incultura científica nos la venimos poniendo desde hace años. La alfabetización científica es una apuesta a largo plazo. El año clave fue 2007 cuando se crean políticas especificas para la promoción de la cultura científica y todas las instituciones empiezan a organizar servicios de comunicación especializados que se separan o refuerzan los gabinetes de información institucional. Esa es la vacuna. ¿Ha funcionado? No me corresponde a mí evaluarlo.
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