venres, 8 de novembro de 2019

Votad, copón

Al fascismo hay que plantarle cara, en todas partes. No podemos permitir que la ultraderecha más rancia y violenta campe a sus anchas y obtenga más poder en las instituciones. Votar a los fascistas o a los partidos que pactan con ellos es una regresión que solo destrozará más la vida a millones de personas y mejorará la de una élite a la que, seguramente, no perteneces.


PABLO RIVAS

Veo, leo y escucho mucha desidia, hartazgo y cansancio respecto a este 10N. Lógico y normal. Que la única opción de gobierno “de izquierdas” —hablemos en sentido amplio, lo de unir PSOE e izquierda, bien sabido es, cuando menos es cuestionable— tras los resultados del 28A se desvaneciese a base de titulares y golpes en la mesa de los machos alfa al mando de ambas formaciones fue, digámoslo claro, altamente —aunque el adverbio que me sale empieza por jota, pero controlemos el tono, que esto es un periódico serio— decepcionante. Dan ganas de mandar a ambos, literalmente, a la mierda. Nadie entiende que no haya gobierno y que estemos en estas hoy en día. Y que Sánchez dijese no a aquella oportunidad de ultimísima hora, tras cuatro meses de marear la perdiz, es difícilmente perdonable.
Ahora bien, tenemos un problema si decidimos mandarles al carajo. Uno bien serio. Y aquí el humilde mensaje para esa buena gente indecisa, ‘apolítica’, dudosa, cansada, harta, aburrida o, simplemente, poco amiga del voto. Votad, copón. Votad aunque sea por puro miedo, ese que va a tener mucha gente, la que menos recursos tiene, si ocurre la catástrofe. Aunque sea, como hemos hecho muchos toda la vida, con la nariz tapada. La posibilidad de que auténticos fascistas llegados de otra era —y mezclados con el ultraliberalismo al servicio de la élite más rica y poderosa— obtengan un poder sin precedentes en 40 años por estas tierras es más real que nunca.
No me canso de repetirlo: no somos conscientes de lo que eso puede significar. Mirad las encuestas, 45 escaños a la ultraderecha vaticinan algunas. 45 fascistas de 350 diputados. Suma el poder inmenso que tendrán si los partidos que pactan con ellos —PP y Ciudadanos— dependen de lo que diga su nuevo hermanito para conseguir su objetivo. Andalucía, la Región de Murcia y el Ayuntamiento de Madrid ya han caído en sus garras. Vamos a comer banderitas hasta para merendar.
Que el hedor xenófobo y autoritario entre al poder enarbolando banderitas puede ser el mayor error de este país en medio siglo
Hay que parar a la horda racista. El domingo en las urnas, y cada día en las calles. En las instituciones, donde se nos están colando en tromba. En el bus y en el metro, donde cada vez se crecen más. En las cenas familiares y de trabajo, donde a menudo no falta ese señor mayor que eleva el tono buscando la bronca en tono desafiante con su verborrea xenófoba. En la barra del bar, donde cada vez más a menudo se escuchan esos comentarios en alto sobre “los moros” o “los catalanes” como si no pasase nada. Yo soy moro, catalán y de Madrid, y aquí seguiré, fascista. 
No podemos permitir que la ultraderecha más rancia y violenta campe a sus anchas. No en mi tierra. Votar a los fascistas o a los partidos que pactan con ellos es una regresión que solo destrozará aún más la vida a millones de personas que no lo tienen fácil. Y, por supuesto, mejorará la vida de los pocos que controlan esos mensajes simplistas de odio, estrategia copiada de las de los Trumps y Bolsonaros de turno, y que funciona a la perfección según parece.
No os dejéis engañar por banderitas, por el odio al de al lado, antiquísima estrategia para desviar la atención de los principales problemas. Votad con cabeza. Hablamos del adiós a los derechos sociales más básicos: sanidad y educación públicas, respeto a la diversidad, libertades civiles… Hablamos de normalizar racismo y exclusión social a pasos agigantados, zancadas que vamos a dar hacia atrás si de esta gente dependen cosas tan básicas para la vida como la salud de los tuyos, la educación de los tuyos, la pensión de los tuyos, los derechos de los tuyos. A ver si ahora va a depender de algo tan absurdo como el color de la piel o de dónde has nacido quiénes son los tuyos.
Que el hedor xenófobo y autoritario entre al poder enarbolando banderitas puede ser el mayor error de este país en medio siglo. Solo votando a quien hace frente a esta gente podremos parar el desmantelamiento a través de las instituciones de unos mínimos de convivencia alcanzados. Lo que se nos viene encima es gordo, y esto no es ningún un juego.

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