Atardecer en la Avenida de los baobabs, foto de Tee La Rosa
SAL&ROCA
La Tierra está experimentando una pérdida de especies sin precedente, descrita por algunos ecólogos como la sexta extinción masiva. El pasado mes de mayo, un informe de Naciones Unidas advirtió de la existencia de un millón de especies amenazadas de extinción. Más recientemente, otro estudio científico documentaba la extinción de 571 especies vegetales.
Es cierto que las extinciones de especies han tenido lugar de forma natural y continuada desde el comienzo de la vida en la Tierra hasta nuestros días. No obstante, la verdadera cuestión es si se ha incrementado la tasa de extinción por la acción del hombre. Nuestras investigaciones, publicadas en la revista Current Biology, han demostrado que la tasa de extinción de plantas ha llegado a ser hasta 350 veces mayor que la tasa media atribuible a causas naturales, con consecuencias devastadoras para muchas especies únicas.
Midiendo la tasa de extinción
No resulta fácil responder a la pregunta de cuántas especies se están extinguiendo en la actualidad. Para empezar, en la mayor parte del planeta no existe información fidedigna sobre las extinciones que están teniendo lugar en el momento presente. En este sentido, hay que tener en cuenta que las especies no se distribuyen de forma homogénea.
Por ejemplo, mientras Madagascar posee alrededor de 12 000 especies, de las cuales el 80 % son endémicas (solo se encuentran allí), Inglaterra solo posee 1 859 especies, de las cuales 75 (tan solo un 4 %) son endémicas.
A las áreas como Madagascar, que tienen niveles de biodiversidad excepcionales, se las conoce como “puntos calientes”. Basándonos exclusivamente en números absolutos, resulta esperable que la extinción de especies de los puntos calientes de biodiversidad sea superior a la encontrada en los puntos fríos como Inglaterra. Pero esto no significa que los puntos fríos de biodiversidad no sean merecedores de conservación, dado que estos tienden a poseer plantas que son muy particulares desde un punto de vista evolutivo.
Somos parte de un equipo internacional que recientemente ha examinado 291 extinciones de plantas que han tenido lugar en los últimos 300 años en puntos calientes y puntos fríos de biodiversidad. Para cada caso, hemos estudiado las causas de extinción, cuando aparecían documentadas, y el grado de singularidad de las especies. Con esta información nos preguntamos en qué medida existen diferencias entre las extinciones que tienen lugar en los puntos calientes y fríos de biodiversidad.
Tal y como cabía esperar, encontramos que los puntos calientes pierden un mayor número de especies, y más rápido, que los puntos fríos. La agricultura y la urbanización fueron las fuerzas más importantes detrás de las extinciones de plantas tanto en los puntos calientes como en los puntos fríos, confirmando la creencia general de que la destrucción del hábitat es la principal causa de la mayoría de las extinciones. En general, las plantas herbáceas perennes, como las gramíneas, fueron el grupo de plantas más vulnerable a la extinción.
Sin embargo, los puntos fríos parecen perder mayor singularidad de especies que los puntos calientes. Por ejemplo, siete extinciones que tuvieron lugar en puntos fríos llevaron a la desaparición de siete géneros y, en un caso, de una familia completa. Por ello, los puntos fríos también constituyen reservorios importantes de biodiversidad singular que deben seguir siéndolo.
Nuestros estudios también han mostrado que las tasas recientes de extinción han sido hasta 350 veces superiores a las tasas de extinción basales históricas. Estos resultados se contraponen con las estimaciones de algunos científicos que indican que las extinciones de plantas sobrepasarán las tasas de extinción basal en varios miles de veces en los próximos 80 años.
Entonces, ¿por qué resultan tan bajas nuestras estimaciones de extinción de plantas?
En primer lugar, hay una falta de datos globales que restringe las inferencias que se pueden llevar a cabo sobre las extinciones recientes.
Por otra parte, las plantas son especiales en el sentido de que algunas poseen una longevidad extraordinaria y que muchas otras son capaces de persistir a bajas densidades debido a ciertas particularidades, como la capacidad de reproducirse en ausencia de otros individuos de la misma especie.
Por ejemplo, podemos considerar una situación hipotética en la que queden tan solo cinco individuos del baobab de Grandidier (Adansonia grandidieri) en la naturaleza. Estos árboles icónicos de Madagascar son una de las nueve especies de su género y pueden vivir cientos de años. Por ello, es factible que unos pocos individuos puedan permanecer vivos durante mucho tiempo (en una situación conocida como “deuda de extinción”), pero inevitablemente acabarán extinguiéndose en el futuro.
Finalmente, la declaración de una especie vegetal como extinta resulta complicada y no está exenta de riesgos, simplemente porque las plantas son a menudo difíciles de encontrar y no podemos estar seguros de si hemos encontrado los últimos supervivientes de la especie.
Efectivamente, un informe reciente encontró que 431 especies vegetales que previamente se consideraban extintas habían sido redescubiertas. Por ello, es muy posible que las tasas reales de extinción vegetal y las extinciones futuras excedan por mucho nuestros datos actuales.
No hay duda de que la pérdida de biodiversidad, junto con el cambio climático, es uno de los retos más importantes que tiene la humanidad. A la par que la destrucción de los hábitats causada por el hombre, se considera que los efectos del cambio climático van a ser particularmente severos sobre la biodiversidad vegetal. Las estimas actuales de extinción de plantas se encuentran, por tanto, infravaloradas.
Sin embargo, las señales son claras.
Si resumimos la historia de la Tierra de 4 500 millones de años en un calendario de un año, la vida se originó durante el mes de junio, los dinosaurios aparecieron cerca de Navidad y el Antropoceno comienza en el último milisegundo de Nochevieja.
Unas tasas de extinción de plantas que exceden las tasas basales de extinción en cientos de veces durante un periodo de tiempo tan pequeño pueden suponer un desastre para el futuro del planeta.
Jaco Le Roux, Associate Professor, Macquarie University; Florencia Yanelli, Researcher, Stellenbosch University; Heidi Hirsch, Postdoctoral research fellow, Stellenbosch University; José María Iriondo Alegría, Catedrático de universidad en el área de Botánica, Universidad Rey Juan Carlos; Marcel Rejmánek, Emeritus professor, University of California, Davis y Maria Loreto Castillo, PhD Candidate, Stellenbosch University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
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