venres, 1 de novembro de 2019

Cuando Vigo vivía en el Kremlin

Dos libros rememoran la crónica de la movida viguesa de los 80  en el 25 aniversario (Novembro 2011) del hermanamiento con la capital y el lema "Madrid se escribe con V de Vigo"

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Mar Mato
En noviembre 2011 hizo 25 años, cuando un tren llegado de Madrid paraba en Vigo con una comitiva en la que se encontraban Alaska y otros posmodernos. Era el hermanamiento de las movidas de Vigo y Madrid. Como celebración de aquel hito en una ciudad que luchaba contra el gris, dos libros están a punto de llegar a las librerías para rescatar la crónica de una época. Buques insignias como el Ruralex, Kremlin o Satchmo ya no existen pero "Vigo a 80 revolucións por minuto" y "Vigo. A explosión dos 80" los rescatan para comprender una etapa a la que la urbe actual debe gran parte de lo que hoy es.
En La era del vacío, el sociólogo Lipovetsky señala que "a cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria". Para los vividores de la noche viguesa de los 80, quizás Prometeo rondase su cabeza, ya que como él, ellas y ellos intentaron arrebatar a los dioses el fuego de la libertad, la pasión y el divertimento a costa, muchos, de un castigo.
Las generaciones postmovida viguesa –más abrazadas a Narciso y su sensación de vacío interior– han crecido escuchando leyendas de una época con la banda sonora de cualquier tiempo pasado fue mejor. Algunos nostálgicos incluso instan a rescatar aquella otra movida de los 80 en la crisis del actual siglo cibertribalista.


"Vin en internet algún debate sobre a posibilidade de resucitar a movida de Vigo (escribe el periodista Emilio Alonso). Sinceramente, paréceme unha parvada. O Vigo de hoxe vive un momento lúdico-cultural que está a anos luz daqueles tempos escuros e heroicos da movida. Volver a eles creo que é unha insensatez". El fotógrafo Víctor De Las Heras (que se inició en la fotografía en 1983 tras estudiar Periodismo y Publicidad en Madrid) tampoco se muestra proclive a la magnificencia. "La movida de Vigo se ha idealizado. Fue, como la moda, un producto efímero".
Tanto De Las Heras como Alonso demuestran a través de palabras e imágenes que eran tiempos diferentes. Lo prueban en sus libros Vigo. A explosión dos 80 (con imágenes de Víctor De Las Heras y textos de Fernando Franco) y Vigo a 80 revolucións por minuto (una crónica escrita por Emilio Alonso) que está a punto de publicar Edicións Xerais y con los que se ofrece una mirada profunda a aquellos años, sus gentes y sus locuras.
Vigo a 80 revolucións por minuto se inicia con el comienzo mismo de la movida estableciendo el "acto fundacional" en el primer concierto de Siniestro Total el 27 de diciembre de 1981 en el Teatro Salesianos, dentro del festival Nadal Rock, organizado por el excantautor Bibiano Morón (productor ahora de conciertos de Santana, Mika, James Blunt o Leonard Cohen en la ciudad).
Entre los asistentes, el propio Emilio Alonso. "O concerto foi en decembro e eu marchaba á mili en xaneiro. Quería vivir os meus últimos días de liberdade", recuerda quien sería posteriormente la voz y pensamiento del programa de radio "A trincheira" por donde todos los grupos de la época pasaban para mostrar sus maquetas. Todos, incluso Siniestro Total que rompía a su manera el pacto de estrenar cada single en Los 40 Principales.
Los chicos de Siniestro, recuerda Alonso, acudían un día antes a la radio de A Trincheira para adelantar sus canciones que eran cortadas con una entrevista "para así non incumprir o contrato".
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Eran aquellos unos tiempos en los que Vigo no era la sombra de lo que es ahora contando con solo media docena de cafeterías y un desierto a partir de las diez de la noche. "De luns a venres (recuerda el autor de Vigo a 80 revolucións por minuto) traballaba todo o mundo, incluso os da movida que saían os venres e sábados", añade.
La movida se limitaba a los fines de semana y en ella capitaneaba la música con una referencia inicial inexcusable para los grupos, el local de jazz Satchmo. Alonso recuerda lo difícil que lo tenían los artistas jóvenes para exponer, ante la carencia de galerías, solo apoyados por bares o cafeterías que les cedían su espacio. En el campo de la moda, los avances fueron en un inicio tímido para después expandirse la inquietud de la mano de nombres como Cosme Schwartz, Cortemans, Stylmark o María Moreira; sin olvidar a la estilista Mara Costas (por cuya peluquería pasaron los pelos de la movida viguesa) o Begoña Gómez, creadora de la agencia de modelos Elduayen.
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Las bandas de música, por su parte, se sumaban al carro ansiosas más de pasarlo bien que de aspirar a vivir de los discos. Al menos, al principio de la movida. Las facilidades para que los grupos grabaran eran nulas hasta que a mediados de los ochenta se creó el Aula de Música Electrónica en la actual Universidade Popular; y abrió Estudios Musicales en el barrio de Teis ofreciendo locales de ensayo también.
No hay que olvidar que los grupos se buscaban la vida como podían. Los miembros de Aerolíneas Federales, por ejemplo, aún recuerdan con gratitud como Mara Costas les dejaba ensayar en su casa.
En Vigo a 80 revolucións por minuto tampoco se olvidan de la irreverencia de artistas y músicos en aquellos días. Una de tantas anécdotas performativas la ofrecieron Alberto Comesaña, Cholo Soto, Renato Cebado, María Costa y Jorge Beltrán en tres locales de la ciudad. Alonso lo tilda en su libro de "experimento" cuando en realidad se trataba de una "zarzuela-after-pachanga depresiva" consistente en narrar la experiencia amorosa de principio a fin a lo largo de 30 minutos.
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Alberto Comesaña, voz de Semen Up, pronto se colgó el escapulario de pornoartista explotando esta faceta no solo en las letras sino incluso en un mítico concierto en el Auditorio de Castrelos en 1986 donde dejó caer sobre el escenario su traje de corbata para ofrecer un striptease que inmortalizó paso a paso Víctor De Las Heras y que muestra en su libro "Vigo. A explosión dos 80".
Un año antes, 1985, tenía lugar en la ciudad olívica un hito cuyas consecuencias aún se disfrutan ahora: la celebración del primer concierto con una figura internacional (Eric Burdon) y el mandato del pop rock en los conciertos del verano, esta última una huella perdida en años posteriores según la dirección del viento en la concejalía de Cultura del Ayuntamiento.
Fue el gobierno del entonces alcalde, Manoel Soto, el que impulsó a su manera la aureola de movida viguesa logrando un hermanamiento de las movidas de ambas ciudades bajo el lema de "Madrid se escribe con V de Vigo" que trajo a la ciudad un tren cargado de desconocidos así como de estrellas posmodernas como Alaska, el fotógrafo Alberto García Alix, Jesús Ordovás y Gabinete Caligari, entre otros, que trajeron consigo también una nube de periodistas de la capital y otras provincias para vivir, beber, fumar y colocar in situ las vivencias de la noche viguesa.
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"Nos tres primeiros anos da década –escribe Emilio Alonso– o que estaba ocorrendo en Vigo non tiña apenas repercusión nos medios de comunicación nacionais, salvo a constante presenza de Siniestro Total, primeiro, e Golpes Bajos, despois, en RNE-Radio 2. Pero de súpeto, Vigo converteuse nun lugar de referencia e os medios de comunicación nacionais comezan a achegarse á cidade (...) Chegara o momento de que a capital de España non fose, unha vez máis, a única protagonista". Ese protagonismo se logró arrancar a raíz de un reportaje de la periodista María Xosé Porteiro en El País bajo el título "La posmodernidad toma el poder en Vigo".
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Tras la campanada de "Madrid se escribe con V de Vigo", la eclosión de la movida viguesa fue poco a poco perdiendo vigor. "Non se pode poñer unha data de desaparición", explica Emilio Alonso, "como tampouco de arranque. A movida foise globalizando. A mediados dos 80 era dun núcleo reducido de xente cun espíritu moi lúdico. Era un puro divertimento. A partir do 86, os grupos empezaron a ver que podían gañar algo de diñeiro, gravaban maquetas, falaban coas discográficas...". Víctor De Las Heras añade: "Yo creo que el hermanamiento con la movida de Madrid fue el final de la movida viguesa", con botellazo incluido a una de las personas de la delegación madrileña en una comida de "confraternización" en Vigo. La euforia lúdica sin freno fue evolucionando hacia nuestros días, hacia una nueva movida (quizás no tan sonora como antaño) que anhela modificar la base del sistema social.

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