Jorge Bezares
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Como estaba previsto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convocó elecciones legislativas tras rechazar el Congreso, con los votos de las derechas y los independentistas, los Presupuestos Generales del Estado para 2019.
La fecha elegida por Pedro Sánchez ha sido el 28 de abril, evitando así el ‘superdomingo’ que temían alcaldes y presidentes regionales socialistas y no dando bola a PP y a Ciudadanos, que preferían el totum revolutum de una sola convocatoria en mayo para mezclar churras con merinas.
Más allá de la fecha, el resultado de los comicios es más que incierto.
En teoría, según destacan los medios de las derechas con insistencia machacona, las izquierdas acuden divididas y huelen a perdedoras: el PSOE con el tradicional problema de los barones a la violeta, Guerra y Felipe, y Podemos con el lío entre Pablo Iglesias y Errejón y demás enanos en fase de crecimiento espontáneo.
Para estos mismos medios, de guardia las 24 horas y a piñón fijo, las derechas están divididas pero unidas fraternalmente tal como se ha puesto de manifiesto en Andalucía, donde están inmersas en un proyecto de cambio tras 40 años de gobiernos del PSOE.
No les falta razón. Pero lo fían todo a los acuerdos en Andalucía y, por supuesto, al posado de Colón para dar por seguro que PP, Ciudadanos y Vox sumarán más que el PSOE, Podemos y el resto el próximo 28 de abril.
En mi opinión, estos dos episodios y los ataques a las políticas de género –leyéndole a Casado un texto de juventud sobre la caza de zorras y lobas se entiende su machismo-leninismo- están sirviendo para movilizar a los votantes de centro-izquierda, sobre todo a las mujeres, y para crear conciencia de que ahora más que nunca hay que aparcar los egos y las diferencias personales para poder parar con millones de votos este potaje de fachas, machistas, xenófobos, casposos y racistas que nos quieren robar el futuro y la felicidad, como ya ocurrió en otros momentos de la historia de España.
De la misma forma, creo que los nacionalistas catalanes moderados se sumarán a esta corriente tras comprobar que la autodeterminación no es la panacea sino todo lo contrario: está devorando el progreso de Cataluña.
El último ejemplo han sido los 2.251 millones de euros –un 18,5% más- que han rechazado al votar en contra de los Presupuestos Generales del Estado. ¿De verdad que la Patria catalana vale más que el porvenir de los catalanes que se hubieran beneficiado de estas inversiones?
En fin, nadie vota para ser más pobre, excepto en Cataluña y el Reino Unido (Brexit).
Estos nacionalistas moderados también se habrán dado cuenta de que Pedro Sánchez, con el apoyo de Unidos Podemos, ha sido el único que ha intentado buscar una solución al problema catalán sin pulsar el botón del artículo 155, dialogando civilizadamente con sus representantes pese a que son primos hermanos de los que agravaron el problema iniciando un procès al margen de la Ley y la Constitución.
En su discurso anunciando el adelanto electoral, Pedro Sánchez hizo una defensa muy sólida de una España inclusiva, donde quepamos todos -incluso los catalanes independentistas- en un clima de respeto, tolerancia y moderación, pero bajo el paraguas de la Constitución.
Esa idea troncal debería ser suficiente para derrotar el 28 de abril por goleada a todos aquellos que defienden España con tanto ahínco que se han olvidado de los españoles, a todos aquellos que defienden Cataluña con tanto fervor que se han olvidado de los catalanes.
Y un ciudadano, un solo ciudadano, vale más que España y Cataluña juntas.
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