domingo, 17 de febreiro de 2019

Byung-Chul Han: "El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada"

Me gusta la composición, el momento captado y el juego de luz.

LUIS MARTÍNEZ
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Cuenta Byung-Chul Han (Seúl, 1959) que empezó a interesarse por la Filosofía por un problema de exceso de atención. Leía demasiado despacio. Su incapacidad para adecuar su ritmo de lectura al que, según él, exige la literatura, le llevó a interesarse por la primera de las ciencias. Y fue ahí, en la lenta descripción de cada palabra alemana donde empezó a familiarizarse con la revolución del sentido de Husserl y los laberintos etimológicos y polisémicos de Heidegger. Y ahí sigue.
Han sigue leyéndolo todo, realidad incluida, según su particular sentido de la cadencia; consciente de que lo que importa antes que nada es el propio tiempo. Cada uno de sus libros, todos publicados en español por Herder, ha servido para dibujar con precisión los contornos de la sociedad digital que nos habita. La explotación ha devenido autoexplotación (La sociedad del cansancio), el infierno de lo igual ha aniquilado el verdadero sentido del otro (La agonía del Eros), la represión ha sido sustituida por el exceso de información y de placer (La expulsión de lo distinto), y el entretenimiento ha sido absorbido por la imperiosa necesidad de producir (aquí, su último y fulgurante ensayo Buen entretenimiento). Y así.
Byung Chul-Han se toma su tiempo hasta para responder un cuestionario que solicita por escrito y en alemán. De las 17 preguntas que le enviamos responde 10. O mejor, funde las respuestas de unas en otras y descarta las, quizá, demasiado genéricas (sobre el sentido de la cultura) o demasiado concretas (sobre su serie favorita). El resultado es una entrevista tallada en la precisión misma del tiempo. Y, en efecto, de eso se trata. Como él mismo dice lo que cuenta es devolver no tanto el sentido, que también, como "la fragancia" al tiempo.
Su último libro, 'Buen entretenimiento', recuerda al trabajo de Neil Postman 'Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del show business'. Pero Postman tiene una visión mucho más apocalíptica que la de usted y supone que la necesidad que tenemos de entretenernos ha destruido nuestra capacidad de reflexionar. ¿Se muestra dispuesto a compartir la misma tesis?
Mi libro Buen entretenimiento no es apocalíptico. En él me refiero al juego. Bajo la presión de tener que trabajar hoy nos hemos olvidado de cómo se juega. El ocio sólo sirve hoy para descansar del trabajo. Para muchos el tiempo libre no es más que un tiempo vacío, un horror vacui. Tratamos de matar el tiempo a base de entretenimientos cutres que aún nos entontecen más. El estrés, que cada vez es mayor, ni siquiera hace posible un descanso reparador. Por eso sucede que mucha gente se pone enferma justamente durante su tiempo libre. Esta enfermedad se llama leisure sickness, enfermedad del ocio. El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada, en una insoportable forma vacía del trabajo. Incluso el juego ha sido absorbido hoy por el trabajo y el rendimiento. El trabajo se ludifica. Es decir, las ganas que todos tenemos de jugar se ponen al servicio del trabajo, que las explota y saca partido de ellas. Suponiendo que aún quede un entretenimiento al margen del trabajo, se ha degradado a una mera desconexión mental, que es cualquier cosa menos buen entretenimiento. Tenemos la tarea de liberar el juego del trabajo. La sociedad futura será una sociedad del juego.
Si nos acabamos convirtiendo en una sociedad del entretenimiento, o del juego, sin trabajo, ¿no habría que reinterpretar entonces el mismo concepto de tiempo?
El tiempo laboral se ha totalizado hoy convirtiéndose en el tiempo absoluto. Realmente deberíamos inventar una nueva forma de tiempo. Si resulta que nuestro tiempo vital o la duración de nuestra vida coincide por completo con el tiempo laboral, como en parte está sucediendo ya hoy, entonces la propia vida se vuelve radicalmente fugaz. Yo contrapongo al tiempo laboral el tiempo festivo. El tiempo festivo es un tiempo de ociosidad, que hace posible recrearse y permite una experiencia de la duración. El tiempo festivo es un tiempo en el que la vida se refiere a sí misma, en lugar de someterse a un objetivo externo. Deberíamos liberar la vida de la presión del trabajo y de la necesidad de rendimiento. De lo contrario la vida no merece la pena vivirla.
¿Lo contrario de la sociedad del entretenimiento sería una sociedad del 'sano' aburrimiento? ¿Puede el aburrimiento ser sano?
Lo contrario de la sociedad del juego es nuestra sociedad del rendimiento, nuestra sociedad del cansancio, en la que cada uno se explota voluntariamente a sí mismo creyendo que así se está autorrealizando. Nos matamos a base de autorrealizarnos. Nos matamos a base de optimizarnos. Pero el hombre no es un homo laborans, sino un homo ludens. El hombre ha nacido para jugar, no para trabajar.
Aunque sea volver a argumentos ya analizados en sus obras, ¿cómo explica usted el éxito actual de lo más entretenido del mundo del entretenimiento: las series de televisión?
Esa es una cuestión interesante. Me gustaría explicarla filosóficamente. Nuestra capacidad perceptiva ha perdido hoy la capacidad de demorarse en algo. Nuestra percepción asume una forma serial. Se apresura de una información a la siguiente, de una sensación a la siguiente, sin llegar nunca a un final. Se produce un consumo sin fin. Las series gustan tanto hoy porque responden a nuestros hábitos seriales. En el nivel del consumo mediático eso conduce al binge watching o atracón de televisión, al visionado bulímico. El visionado bulímico se ha convertido hoy en el modo de percepción generalizado. El régimen neoliberal intensifica los hábitos seriales para hacernos producir más, para forzarnos a un consumo mayor.

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