La gran pasión de este jubilado le ha llevado a atesorar más de mil radios que él mismo repara y mantiene en funcionamiento
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Ignacio Rodríguez ha vivido y vive para la radio. Hubo un tiempo en el que arreglar los viejos transistoresfue un oficio que le permitía ganarse el sustento, pero tuvo que cambiarlo por otro de cuya jubilación ahora disfruta y le permite «dedicar todo mi tiempo a lo que más me gusta y con lo que más disfruto».
Porque la radio lo es todo para RoRo, como le conocen en el foro «Válvulas» al que pertenece y comparte su afición y consejos con otros apasionados del medio. Porque la radio le ha dado siempre «mucha vida», de ahí el fervor coleccionista que le ha llevado a no saber el número exacto de las que tiene en su poder, tras muchos años de adquisiciones y compras de piezas en el extranjero. «El espacio comienza a ser un problema», asegura.
A este jubilado de Iberdrola tras 47 años de ejercicio de la profesión, no le asustan los nuevos tiempos, de hecho su adaptación a los avances de la tecnología es completa a pesar de que asegura que la esencia de la radio se ha perdido en gran medida. Sabe que la radio antigua es una huella que no se va a borrar en mucho tiempo, pero desea que «haya gente que quiera dedicarse a ello», que sienta la pasión que él siente para que pueda perdurar. «Anduve buscando hacerme un curso de electrónica profesional para ver si veía alguna lumbrera que quisiera continuar con esto», confiesa.
Además de encontrar parte de su colección en un conocido complejo hostelero sito en el concello de Vilamartín, otra parte se pudo ver, un año más, en la Feria de 1812 de Petín, donde sorprendía explicando el origen de la radio en la radio galena del año 1920, también llamada radio de cristal, que no es más que «un mineral que corta la onda de la radio» y que «no necesita más que una bobina, un diodo detector, y unos auriculares de alta impedancia de 2.000 o 4.000 omnios para funcionar», cuenta.
El amor por la radio es tan palpable en Ignacio que la llega a comparar con un ser humano en su afán por aconsejar a aquellos que prefieren reparar los daños del viejo transistor heredado, en lugar de conservar su esencia. «Entiendo que la queráis oír pero es algo que envejece como un humano, o se renueva por completo quitándole todas las piezas o la conservamos así aunque no suene». RoRo se inclina más por la segunda opción.
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