David Torres
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Había un viejo anuncio de colonia cuyo eslogan decía: “Vuelve el hombre”. Lo que venía a significar, supongo, que te echabas unas gotas encima y de inmediato te empezaban a crecer pelos en el pecho, los hombros, la espalda y el cerebro. Con una búsqueda rápida por internet pude comprobar que la idea de los publicitarios no era exactamente ésa: lo que ocurría era que, apenas el velludo maromo abría el bote de colonia, una rubia estupenda venía corriendo montada en un deportivo y dispuesta a cepillárselo. Lo que tampoco recordaba era la marca de la colonia, Otelo, la cual resultaba de lo más apropiado.
En efecto, bautizar una fragancia que supuestamente atraía a tías buenas como moscas a la miel con el nombre de un moro celoso y homicida parece idóneo para anunciar el retorno de una masculinidad cuyo banderín de enganche consiste en reivindicar el medievo, la testosterona, los músculos y el feminicidio, es decir, el macho de toda la vida. Vox ha reinstaurado esta vuelta a los valores elementales desde una perspectiva fantástica en la que el macho permanece arrinconado a merced de un matriarcado todopoderoso, incapaz de defenderse de las asechanzas feministas y las manipulaciones estadísticas, como un José Luis López Vázquez asediado por vikingas en tanga en una playa de Marbella. Vuelve el hombre, viene a decir ese ideario repleto de toros, crucifijos, cazadores neolíticos y banderas españolas, como si alguna vez se hubiera ido.
El revival machirulo está de moda en todo el mundo con signos tan elocuentes como una ministra de Familia que anuncia una nueva era en Brasil donde las niñas van de rosa y los niños de azul, vamos, que ahora la samba y la bossa nova van a llevar letra de Fernando Esteso. En cuanto a los homosexuales, el flamante presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dijo en una entrevista que prefería un hijo muerto a un hijo gay, un concepto no muy distinto a la homofobia rampante de los dirigentes de Vox y a las declaraciones intempestivas de tantos líderes del PP, quienes aseguraron que las bodas homosexuales atentan contra la pervivencia de la especie humana y que la unión de dos mujeres o dos hombres es similar a la de un perro y una señora, aunque no especificaron qué lugar ocuparía Maroto en ese zoológico.
Con Vox nos encontramos en la misma situación que contara Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, cuando Alicia, después de correr un buen rato, se da cuenta de que sigue en el mismo sitio y entonces le dice a la reina que en su país basta con moverse para trasladarse de un lugar a otro. “Un país bastante lento” dice la reina. “Aquí hay que correr todo lo que se pueda sólo para permanecer en el mismo sitio”. El tren a Badajoz ha dado otro empujón a esta paradoja espacio-temporal tan hispánica en la que Santiago Abascal cabalga de camino hacia la Contrarreforma. Hasta ha pedido la vuelta del servicio militar, aunque él mismo, como Aznar, como Bush, como tantos patriotas de billetera, ni siquiera hizo la mili. Vuelve el hombre, dicen, cuando el verdadero hombre todavía está por llegar y lo que traen a hombros, entre charangas y panderetas, es la enésima versión del mono.
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