Para 2019, tal como apuntan varias expertas, uno de los principales retos es conseguir que lo que nos ha movilizado en 2018 se materialice en cambios concretos y palpables.
MARISA KOHAN
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El que está a punto de terminar no ha sido un año cualquiera para el feminismo y la lucha de las mujeres por conquistar sus derechos. Tampoco lo ha sido para la sociedad en su conjunto. Las luchas y reivindicaciones de las mujeres dejaron de estar definitivamente en la esfera privada o en los círculos más reducidos de las organizaciones que durante décadas llevan empujando la agenda de la lucha por los derechos de las mujeres y han saltado a las calles, las plazas, las aulas, al interior de las casas, a las empresas y los puestos de trabajo, a las redes, a los medios de comunicación y también al Gobierno.
Si 2017 se había cerrado en nuestro país con la aprobación de un tímido pacto de Estado contra las violencias machistas que no llegó a dar los primeros pasos, 2018 se reveló como un tsunami de mujeres que ya no aguantaban más, hartas, como afirma la periodista y escritora Nuria Varela, del machismo, de la desigualdad, hartas de la violencia y de intentar desprenderse del lugar a las que las quiere confinar el patriarcado.
De hecho, echando la vista atrás, 2018 parece haber durado más de 12 meses por la intensidad de las reivindicaciones y la cantidad de temas que se han puesto sobre la mesa de debate, que van más allá de las desigualdades de género y que han conformado al feminismo como el movimiento social más activo en todo el mundo. Lo fue contra Trump nada más ganar la presidencia, lo fue también en Brasil contra el neoliberal Bolsonaro y lo sigue siendo en España contra el surgimiento neoliberal y ultraconservador, al que, como recuerda Varela, lleva combatiendo desde hace años. "Porque el feminismo ya sabía desde 2004 quién era el número uno de Vox por Andalucía, el conocido como Juez Francisco Serrano, y lo venimos denunciando desde entonces".
Las violencias y desigualdades que sufren las mujeres no son nuevas. No han ocurrido de la noche a la mañana, aunque a muchos les parezcan recién paridas.
Las violencias y desigualdades que sufren las mujeres no son nuevas. No han ocurrido de la noche a la mañana, aunque a muchos les parezcan recién paridas. Como ironiza la periodista Cristina Fallarás consultada para este reportaje, "2018 ha sido el año en el que parece haber empezado todo, así, de repente. El año en el que han empezado a violar a las jóvenes en las fiestas de pueblo; en el que las sentencias judiciales han empezado a retratar el machismo más despiadado. El año en el que a las actrices han empezado a exigirles felación, pajas a las secretarias, sumisión a las esposas, silencio a los monaguillos. El año en el que las mujeres hemos empezado a temblar por las calles nocturnas. El año en el que los mastuerzos han empezado a aplaudir el viril acto de la violación gang bang. En 2018 nos ha aparecido un Valle de los Caídos, nos ha nacido un torturador premiado, nos ha brotado un pazo y la nada misma ha alumbrado un pimpollo de extrema derecha. O sea, 2018 es el año en el que nuestra idiotez se ha quedado, oh, en pelotas, pasmada ante todo lo que siempre ha sido así".
Ahondando en esta extraña perplejidad que parece haber sorprendido a muchos durante este año de luchas feministas, Varela apunta que la sentencia a La Manada, uno de los hitos en la lucha del feminismo a lo largo de este año, no hace otra cosa que "mostrar públicamente lo que ocurre en los juzgados cuando se juzga la violencia de género, especialmente la violencia sexual".
"La sentencia de La Manada pone de manifiesto la impunidad de los jueces y juezas cuando dictan sentencias contrarias al espíritu de las leyes y contrarias a un mínimo sentido de la justicia"
Pone de manifiesto, abunda, como nuestros jueces y juezas, y el sistema judicial en su conjunto, no tiene la "formación suficiente" y muestra la impunidad en la que vivimos en relación a la violencia de género. "No solo la impunidad de los agresores, sino de los jueces y las juezas cuando dictan sentencias contrarias al espíritu de las leyes y contrarias a un mínimo sentido de justicia", añade. Varela recuerda como ejemplo el voto particular del Juez Ricardo González, "que calificó una violación como jolgorio y juzgó en contra de los hechos probados y sigue en su puesto impartiendo lo que él considera justicia".
La justicia ha sido, no cabe duda, una de los protagonistas, para bien o para mal, de las luchas feministas de este año. Tal como apunta la activista feminista experta en género y desigualdad, Justa Montero, uno de los reveses que hemos vivido en 2018 es el hecho de que la judicatura "no ha sido capaz de garantizar protección, justicia y reparación para las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual, o de sus parejas, o para las que han sufrido explotación y violencia, como es el caso de las jornaleras marroquíes de la fresa". Por eso, considera, que todavía hoy "para las mujeres la justicia es aún un obstáculo importante y una barricada contra sus derechos".
La experta en violencia de género, Bárbara Tardón también resalta en este 2018 las "movilizaciones feminista frente a esta justicia que interpreta las normas desde una mirada patriarcal, envenenada de mitos y estereotipos de género". Pero también recuerda algunas sentencias históricas, como la del Tribunal Supremo que condenó al Estado español a indemnizar a Ángela González Carreño "porque las instituciones fueron incapaces de proteger a su hija, asesinada por el padre maltratador". Conseguir esta sentencia le costó a González más de 15 años de lucha sin cuartel. También resalta Tardón que ha sido el año en que este alto tribunal emitió "por primera vez una sentencia con perspectiva de género en un caso de intento de feminicido".
Para Begoña San José, portavoz del Fórum de Política Feminista, la sentencia de Angela González ha sido un hito positivo. No sólo por "reconocer el mal funcionamiento de la justicia", como espera que termine ocurriendo con el caso de Juana Rivas, "sino también por sentar como jurisprudencia que las recomendaciones de los comités de Naciones Unidas "son de obligado cumplimiento para nuestro país", cosa que el Estado negó durante demasiados años.
"Dentro de lo que cabe, en la justicia patriarcal se han producido mejoras" apunta la periodista y profesora de la Univesitat Oberta de Catalunya, Ana Bernal-Triviño. "Hasta hace poco se creía que con un cursillo virtual de pocas horas te convertías en especialista en violencia de género. No. Hoy son pocos los que rebaten que es precisa una especialización". A pesar de que aún queda mucho camino por recorrer en términos de igualdad en la justicia, este experta resalta la importancia de que "el Tribunal Supremo haya comenzado ha hacer sentencias con perspectiva de género", como uno de los avances a lo largo de 2018.
La revolución ha llegado
El pasado 8 de marzo supuso toda una revolución. Fue la culminación de años de lucha y desbordó las expectativas más optimistas. Las multitudinarias manifestaciones a nivel internacional y especialmente en nuestro país y el seguimiento mayoritario de la huelga feminista, "fueron la manifestación de ese hartazgo hacia el machismo, hacia la desigualdad, hacia las violencias y el patriarcado y mostraron la capacidad de respuesta de las mujeres", como lo define Varela.
"El 8M supuso un hito, porque desde entonces nadie puede mirar hacia otro lado y exige cambios estructurales porque las mujeres ya no se conforman con las migajas"
Esta revuelta protagonizada por ellas "visibilizó la fuerza colectiva de las mujeres y puso sobre la mesa los distintos ángulos en los que se manifiesta el patriarcado en la vida de las mujeres" en todos los ámbitos, como reflexiona Montero. Supuso un hito, afirma, "porque desde entonces nadie puede mirar hacia otro lado y exige cambios estructurales, porque las mujeres ya no se conforman con las migajas que el sistema pueda dar, sino que abrió el debate de temas como el papel que queremos tener las mujeres, la corresponsabilidad en los cuidados, hasta ámbitos profesionales. Se trata de una apuesta por lograr cambios en profundidad y no sólo de las urgencias inmediatas. Cambios estructurales en a nivel económico, social, cultural, jurídico...".
"La salida masiva a las calles y el hecho de que muchas mujeres jóvenes se sumen a las reivindicaciones son una muestra de la fortaleza y el buen trabajo de sensibilización social que se ha hecho durante décadas por pare del movimiento feminista", apunta Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres.
Un gran avance, apunta Bernal-Triviño a lo largo 2018, ha sido también recuperar algunos temas de la agenda feminista que se habían quedado al margen de las movilizaciones del 8 de marzo, como el de la prostitución, los vientres de alquiler y la pornografía "a los que hay que darles una solución definitiva porque las mujeres sometidas y explotadas no pueden estar esperando que abramos nuevos debates cuando llevamos debatiendo esto durante los últimos tres siglos".
A lo largo de este año se ha avanzado también en lo que Bernal-Triviño denomina el feminismo de clase. "Se ha visibilizado las luchas y los logros de las mujeres a través del asociacionismo sindical, como el que protagonizaron las mujeres de Coca-Cola en lucha o las Kellys, que pusieron en la agenda pública la reivindicación de los trabajos laborales, domésticos y su desprotección. "Es importante no sólo hablar de los techos de cristal, sino también de los suelos pegajosos, porque si no defendemos un feminismo de clase, no defendemos un feminismo auténtico", afirma.
Sin embargo, para diversas expertas, como Justa Montero o Begoña San José, el hecho de que el España no ratificara aún el convenio 198 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que equipara los derechos de las trabajadoras del hogar al del resto de trabajadores, supone un revés importante para los derechos de las mujeres en el año que termina.
"Es incomprensible", afirma Montero, "y supone una terrible injusticia no dignificar un trabajo que forma parte de los cuidados y domésticos, parte central de la economía y para garantizar la sostenibilidad de la vida para las personas".
Los retos para 2019
No son pocos. El feminismo ha conseguido poner en la agenda de debate público una gran cantidad de temas que hasta ahora no estaban, o permanecían enterrados en la esfera de lo privado, como las violencias sexuales que millones de mujeres se lanzaron a denunciar tras la primera sentencia de la Manada con la etiqueta #Cuéntalo.
"El principal reto para 2019 es conseguir que lo que nos movilizó en 2018 se materialice en cambios concretos"
Para 2019, tal como apuntan varias expertas, uno de los principales retos "es conseguir que lo que nos ha movilizado en 2018 se materialice en cambios concretos y palpables".
Entre los retos, las expertas citan la necesidad de abordar de una vez por todas la educación afectivo-sexual y con perspectiva de género en todas las etapas educativas; el auge de una ultraderecha que tiene como una de sus banderas destruir los logros de las mujeres y del feminismo y derogar leyes para la igualdad; la necesidad de desarrollar políticas públicas para combatir las violencias sexuales, o la puesta en marcha del pacto de Estado contra las violencias machistas.
Para Nuria Varela, el reto más importante para el año que empieza es que el feminismo entre en las aulas, lo que no se ha conseguido aún. "Que en todos los niveles educativos desde infantil a bachillerato exista una asignatura de educación afectivo-sexual y de prevención de la violencias de género". Para esta experta, esto debería pasar también en las universidades, que siguen siendo androcéntricas y manteniendo el mito del masculino como neutro universal. Se sigue enseñando lo que llaman historia universal, pero que simplemente es la historia de los hombres y se sigue interpretando el mundo en código masculino. Aún hoy tenemos graduados en derecho, por ejemplo, que no han visto en su vida ningún contenido sobre violencia de género.
"Hay que combatir la idea de que la salida pasa por un incremento punitivo como la prisión permanente revisable"
"Nos enfrentamos también al racismo que se mantiene con la ley de extranjería que niega el derecho a tener derechos a las mujeres migrantes que viven aquí", apunta Montero. Esta experta también considera que entre los retos para 2019 figura el de poner el foco en las políticas públicas para una educación basada en la diversidad sexual, exenta de prejuicios sexistas, respetuosa con las identidades de género y combatir la idea de que la salida pasa por un incremento punitivo como la prisión permanente revisable.
Para Bárbara Tardón, 2019 es el año en que por fin el Estado español y sus instituciones tomen medidas eficaces y desarrollen políticas públicas dirigidas a prevenir y combatir las violencias sexuales. Las víctimas y sobrevivientes de violencia sexual tienen el derecho a que se las repare íntegramente y aún a día de hoy las medidas siguen sin implementarse. El Pacto de Estado sigue invisibilizando la violencia sexual.
Precisamente este pacto es una de las reivindicaciones de Begoña San José, que afirma que si bien ha salvado con el cambio de Gobierno la parálisis total en la que estaba sumido, aún no ha llegado a las víctimas de la violencia machista. "El Estado ha comenzado a realizar las transferencias a ayuntamientos y comunidades autónomas, peor no ha establecido mejoras estructurales en la prevención, ni en la atención social, ahora raquítica y externalizada", afirma.
Para Marisa Soleto y para gran parte de las entrevistadas, hay un riesgo preocupante para 2019 que es "el uso electoralista y populista del discurso anti igualdad que están exhibiendo los representantes de la ultraderecha. En un año que políticamente va a ser muy activo habrá que trabajar de manera intensa en desmontar los discursos demagógicos que discuten y cuestionan los avances de la igualdad". Para esta experta también habrá que poner definitivamente en orden la regulación de los delitos de violencias sexual y por supuesto seguir exigiendo el cumplimiento del pacto de Estado.
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