Vicenç Navarro
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra
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Hoy en España el tema que absorbe prácticamente toda la atención política y mediática del país, generando enormes tensiones, es el tema que se conoce como el tema territorial, que toca la esencia de lo que se entiende por España. Este tema está polarizado por dos bloques. Uno es el nacionalista españolista, cuya máxima expresión son la derecha y la ultraderecha españolas (PP, Ciudadanos y VOX).El otro es el nacionalismo catalanista, que adquiere su máxima expresión en el independentismo (CDC, ERC y CUP), el cual, aun cuando minoritario, se ha ido ampliando y extendiendo significativamente a favor de la secesión de Catalunya del resto de España. He escrito extensamente acerca de las causas de este crecimiento, que responde primordialmente a la percepción de que el Estado español no aceptará en un futuro predecible su naturaleza plurinacional, señalando el veto sustancial, por parte del Tribunal Constitucional, a elementos muy importantes del Estatuto de Autonomía propuesto por el gobierno de la Generalitat de Catalunya (dirigido por una coalición de izquierdas presidida por el socialista Pasqual Maragall después de haber sido aprobado por el Parlament de Catalunya, por las Cortes Españolas y por la población catalana en referéndum) como prueba de ello. Ni que decir tiene que esta percepción de imposibilidad de cambio del Estado español ha sido hábilmente utilizada por los partidos independentistas para expandir su base electoral, de manera tal que, aun cuando estos no representan a la mayoría de la población o del electorado catalán, sí que representa a una minoría sustancial.
¿Quiénes son los partidos independentistas?
Tres son los partidos independentistas con representación en el Parlament de Catalunya. Uno es Convergència (CDC), que es la derecha catalana que ha gobernado durante la mayor parte del período democrático, que defiende un nacionalismo profundamente conservador y patrimonialista de las instituciones públicas de laGeneralitat de Catalunya, y que se caracteriza por un culturalismo étnico, rozando el racismo (que en sus orígenes llamaba charnegos a los trabajadores procedente del sur de España, principalmente Andalucía y Murcia, palabra que tiene un componente casi étnico y también claramente clasista). Es un partido muy semejante al partido de la derecha española, el PP, también partido nacionalista (españolista) y patrimonialista de las instituciones públicas del Estado español. Y como el PP, CDC ha llevado a cabo políticas muy duras de claro corte neoliberal, apoyando la reforma laboral del gobierno español del PP (causante, junto con la reforma laboral del PSOE de 2010, de la enorme extensión de la precariedad y del deterioro del mercado de trabajo catalán) y los recortes del gasto público social, de los más acentuados en España, aplicando la ley de estabilidad presupuestaria del PP (del 2012) y también el decreto de recortes, también del PP, en el 2012. También aprobó la amnistía fiscal del PP del 2012. Es un partido de sensibilidad neoliberal, perteneciente hasta hace poco al mismo grupo parlamentario europeo que Ciudadanos hasta que fue expulsado por su historial de corrupción.
Este partido se convirtió al independentismo recientemente debido a varios factores, siendo uno de ellos el temor de perder apoyo electoral, intentando liderar desde el gobierno el bloque independentista (que lo constituyen, además de CDC, ERC y CUP). Utilizando su abusivo control de la Generalitat de Catalunya, potenció marcadamente movimientos nacionalistas ya existentes como la ANC y Òmnium Cultural, con el fin de que el centro de atención y agitación en Catalunya fuera el tema nacional en lugar del tema social. En realidad, tal como subraya Jordi Amat en su libro La conjura de los irresponsables (Anagrama, 2017), estos movimientos adquirieron mucha mayor visibilidad mediática y política poco después de que apareciera el Movimiento de los Indignados –el 15-M– que había asustado al gobierno nacionalista catalán (así como al gobierno español), pues había puesto la enorme crisis social generada por la aplicación de políticas neoliberales por parte de ambos gobiernos en el centro del debate político. Hay que recordar que el president Artur Mas tuvo que entrar al Parlament en helicóptero, pues el 15-M rodeó tal institución como protesta hacia los recortes sociales que estaba aprobando aquel gobierno. Jordi Turull, entonces portavoz de Convergència en el Parlament, fue uno de los que intentaron endurecer las penas judiciales a los detenidos del 15-M en aquella manifestación, interponiendo, junto con la Generalitat de Catalunya y la Fiscalía, un recurso ante el Tribunal Supremo contra el fallo de la Audiencia Nacional por no tener en cuenta las penas de prisión que pedían. Tal dirigente está hoy entre los presos políticos detenidos, y critica a la misma institución (TS) por su encarcelamiento. Comparto tal crítica, pues considero denunciable que se encarcele a ciudadanos por sus opiniones. Pero hay que recordar que Jordi Turull y el gobierno catalán (nacionalista entonces e independentista ahora) querían mandar a la cárcel al 15-M por las mismas razones.
Aunque CDC (hoy rebautizado como PDeCAT) es la fuerza hegemónica dentro del bloque independentista, hay otras dos formaciones en él: ERC y la CUP. ERC es un partido de una gran variedad de sensibilidades políticas. Se define como un partido de centroizquierda y formó parte del gobierno tripartito de la Generalitat de Catalunya apoyando políticas progresistas que caracterizaron aquel gobierno. Sin embargo, el equipo de dirección de ERC, encabezado por Carod-Rovira, ha cambiado y, bajo la dirección de Oriol Junqueras, promueve hoy como prioritario el tema nacional, exigiendo la independencia unilateral, y formando gobierno con Convergència en la Generalitat de Catalunya, que ha situado la independencia de Catalunya como su objetivo primordial, anteponiendo en teoría este objetivo a todo lo demás. La CUP es un partido independentista radical que se autodefine como de izquierdas, característica que aun cuando aparece en sus gobiernos municipales, desaparece a nivel de Catalunya al anteponer sistemáticamente el proyecto independentista unilateral a todo lo demás, incluyendo al tema social. En realidad CDC, sin su apoyo, habría tenido que dejar el gobierno.
El futuro del independentismo
Dicho sentimiento independentista, tal como indiqué anteriormente, ha sido minoritario en Catalunya durante la mayor parte del periodo democrático (alrededor de un 15% del electorado); ahora bien, adquirió gran potencia al negar el Tribunal Constitucional del Estado español elementos importantes del Estatut de Catalunya, tal como he mencionado previamente. A partir de entonces, el independentismo ha subido hasta un 48% del electorado, siendo la principal causa de tal crecimiento el enfado y rechazo de un amplio sector de la sociedad catalana hacia el Estado español por su rigidez y su falta de sensibilidad hacia la plurinacionalidad de España.
Los máximos beneficiarios del crecimiento de este independentismo han sido, como era de esperar, los partidos independentistas (CDC, ERC y la CUP), que han visto crecer su apoyo electoral marcadamente. De ahí que, como han reconocido algunos dirigentes de tales partidos, su principal ayuda haya sido el comportamiento represivo del Estado español. Tal dimensión represiva, antipática e insultante que ha mostrado el Estado español con su comportamiento hacia las reivindicaciones catalanistas es lo mejor que les ha podido pasar a los independentistas desde el punto de vista electoral. El Estado español ha mostrado una actitud rígida y represiva que explica tal rechazo. Y ha facilitado a los partidos independentistas mostrar España (que se confunde con el Estado español) como un país rígido, represivo e insensible hacia la plurinacionalidad, que nunca cambiará. Y esta postura, que ha sido un gran éxito desde el punto de vista partidista, ha significado también un gran obstáculo para su propio proyecto, pues ha antagonizado a la vez a los catalanes que se sienten españoles y que son la mayoría en Catalunya. El principal motivo de su equivocación es ignorar que España está dentro de Catalunya, es decir, que la mayoría de catalanes, como he dicho antes, se sienten españoles y más de la mitad de los catalanes no desean la independencia. Y esta mitad incluye a la mayoría de la clase trabajadora y de las clases populares en Catalunya, que están enraizadas en otras partes de España. En Barcelona, los distritos con nivel de renta superior a la media es donde, en general, los partidos independentistas consiguen más votos. En los de nivel por debajo de la media consiguen menos votos.
Y para acentuar todavía más este rechazo de los catalanes que se sienten españoles hacia la independencia, el bloque independentista está hegemonizado por la derecha catalana, que siempre ha gozado de escaso apoyo electoral entre la clase trabajadora catalana, resultado de su aplicación de políticas neoliberales (reforma laboral y recortes de gasto público social) que han dañado el bienestar y la calidad de vida de las clases populares en Catalunya.
En realidad, los gobiernos convergentes liderados por Artur Mas (2010-2015) y Puigdemont (2016-2017), recortaron de educación 626 millones de euros, de sanidad 1.027 millones, de vivienda 366 millones, de protección social 149 millones, de promoción social 31 millones, de fomento de ocupación 8,3 millones, con un total de 2.209 millones de euros, lo cual representa casi un 1% del PIB catalán.
Considerar a España como el principal adversario, en un contexto en el que la mayoría de catalanes se sienten también españoles, es un grave error para el proyecto independentista. Es más, aunque rentable desde el punto de vista electoral (pues la represión por parte del Estado tiene gran capacidad de movilización), su proceso unilateral es enormemente dañino para Catalunya y para España, pues ha movilizado a las fuerzas más reaccionarias, incluyendo el fascismo español, radicalizando a las derechas en España. Ello dificulta una alianza de las izquierdas y de los partidos nacionalistas vascos y los catalanes, que podría ser una alternativa al bloque reaccionario de ultraderecha que se está estableciendo. Es más, se han creado unas tensiones dentro de Catalunya que representan un enorme obstáculo y distracción del debate que debería existir sobre la situación social, a fin de mejorar la calidad de vida y bienestar de la población. Tal insensibilidad social del bloque independentista queda reflejada, una vez más, al oponerse a apoyar el presupuesto pactado PSOE-Unidos Podemos, que mejoraría notablemente el bienestar de las clases populares catalanas, anteponiendo sus intereses partidistas a los intereses generales del país.
¿Cuál es la alternativa para las fuerzas progresistas?
Hay que darse cuenta de que la correlación de fuerzas en el Estado español es un problema, no solo para Catalunya sino también para el bienestar de todos los pueblos y naciones de España. Naturalmente que desde el inicio de la democracia las fuerzas democráticas han mejorado el Estado español de una manera notable. Pero las insuficiencias del Estado democrático, resultado de una transición muy desequilibrada, son todavía enormes. Y amplios sectores de este Estado, como la judicatura, continúan bajo una cultura nacionalista españolista, característica de la cultura franquista. De ahí que la estrategia necesaria hubiera sido aliarse con aquellas fuerzas políticas en España que quieren cambiar el Estado actual, democratizándolo sustancialmente, lo cual requiere su transformación para aceptar la plurinacionalidad permitiendo el establecimiento de una España poliédrica, en lugar de centralista.
Pero en lugar de establecer dicha alianza, los partidos independentistas en muchas ocasiones han visto a tales fuerzas españolas, como por ejemplo Unidos Podemos, como el adversario (o incluso peor, pues al ofrecer una visión de España amable diluyen la actitud bélica que les favorece electoralmente). Y ha sido uno de sus objetivos intentar desacreditarlas, como se ha visto con la utilización de figuras políticas que o bien han dejado tales partidos, o bien aún permanecen en ellos pero son muy críticos, para atacarlos en los mayores medios de información y persuasión, que controlan abusivamente los independentistas, como TV3 y Catalunya Ràdio.
En estos casos, la crítica que tales personajes hacen es que En Comú Podem no es suficientemente próximo a los independentistas. Consideran que En Comú Podem tiene que ser menos de izquierdas y “más catalanista”, con lo cual acentúan que el independentismo es la única alternativa al soberanismo. En esta postura se ignora que la historia de las izquierdas gobernantes ha venido marcada frecuentemente por un movimiento al centro y después a la derecha para representar a toda la población, una población mítica, sin clases sociales, constituida como el pueblo (el “poble” catalán) que siempre tiene un componente de clase media elevada, con amplios sectores de las zonas rurales y conservadoras (zonas donde los partidos CDC y ERC obtienen sus mejores resultados). La clase social desaparece de tal visión, dificultando así la conexión con las clases populares del resto de España. Y ahí está la raíz del problema. Así de claro.
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