sábado, 12 de xaneiro de 2019

Los chupetes que nunca se pusieron

Madres que han perdido bebés antes de nacer explican cómo intentan superarlo

M.MORALEJO

ÁNGEL PANIAGUA 
https://www.lavozdegalicia.es/

«Ya tendrás otro». «Mejor ahora que después». «Pasa página». «El mes que viene ni te acuerdas». La muerte perinatal -en estado avanzado de gestación o en los primeros días de vida- es una realidad cruel que suele despacharse con frases categóricas. «El duelo perinatal es un duelo desautorizado», define la Jesica Rodríguez Czaplicki, una de las pocas psicólogas especializadas en especialistas en estos casos. «Se silencia, se niega. Como el bebé no ha nacido, es como si no hubiera existido nunca. Socialmente no se comprende», explica.
Sobre incomprensión tienen una amplia experiencia madres como Alejandra Álvarez Prado, viguesa de 32 años. «Yo tengo tres hijos», dice, mientras Jacobo, de un año, juguetea en sus brazos. Silvia falleció en marzo del 2016. En la semana 21 del embarazo -la gestación normal es de 40 semanas-, se rompió la bolsa y ella no pudo sobrevivir. Cuando un bebé se muere con la gestación avanzada, la madre tiene que darlo a luz sabiendo que ya no tiene vida. Alejandra afrontó el trance sedada. Martín perdió la vida en la semana 20, en enero del 2017, y su madre prefiere no entrar en detalles porque tiene el caso en el juzgado.
La quería a ella
Cuando Silvia murió, Alejandra vivió la crudeza de la incomprensión, también en su entorno más cercano. «Me sentía mal, no quería vivir sin ella, y me decían que ya tendría otro, que era normal. Pero yo no quería otro, la quería a ella». La experiencia se repitió con Martín. Alejandra buscaba una manera de compartir su dolor, de saber que su caso no era único. «Nadie te avisa de que esto puede pasar, crees que no hay ningún peligro», dice.
Encontró la asociación Brisa de Mariposa, con base en Zaragoza. Eran madres que habían atravesado una pérdida y compartían sus sentimientos a través de grupos de Whatsapp. Le alivió. Se dio cuenta de cuánta falta hacía un grupo de este tipo en Galicia. Así nació Bolboretas no Ceo, la asociación que preside y que reúne a madres que han sufrido la muerte de alguno de sus hijos. Cada caso es distinto. Hay madres que sufren una pérdida en la semana 8 y no lo superan. Otras veces ocurre después de nacer. «Tenemos grupos de WhatsApp y Facebook. La gente viene y va. Ahora somos alrededor de quince», explica.
Muchas guardan una caja de recuerdos del bebé que solo conocieron cuando estaba dentro de su útero. Alejandra preserva las ecografías, algún vestido y los chupetes con los nombres de sus dos bebés. «Hay rituales para el alivio. Hay quien lanza globos en el cumpleaños en los que escribes lo que sientes. Otra gente también prepara una tarta con velas o unas galletas». Ella lleva los nombres de sus hijos tatuados.

El Cunqueiro ofrece guardar las huellas y conservar una foto 

ÁNGEL PANIAGUA
En la provincia se registran 21 muertes al año con la gestación avanzada o en los primeros días
La asociación Bolboretas no Ceo reclama que los hospitales gallegos tengan protocolos para los casos de muerte perinatal. El Sergas ha anunciado que unificará uno para toda Galicia. La asociación ha presentado sus sugerencias al Hospital Álvaro Cunqueiro. Las matronas de este centro sanitario ya redactaron un protocolo para estos casos hace un decenio, en el Hospital Xeral, y se actualizó en el 2012. La matrona Carla Estévez explica que ese protocolo contiene una serie de pautas para ayudar en el trance emocional a las familias.
Son cuestiones como evitar expresiones condescendientes o no ingresar a la madre en una zona donde hay otras madres con sus hijos. «Normalmente ingresan en ginecología, no en la maternidad», dice. Antes, en el Xeral era más difícil. El Cunqueiro tiene más espacio.
Patricia Caamaño perdió a su segunda hija en agosto del 2015. Estaba de 32 semanas. «No hay latido, está muerta», le dijo el ginecólogo en la revisión. Con ella estaban su marido y su hijo de ocho años. «Iago estaba feliz con su hermana, se pegaba a mi barriga y le hablaba, le decía que era su hermano y que la iba a cuidar», cuenta. El niño se llevó el bofetón de la pérdida al mismo tiempo que sus padres. Por eso, cuando más de un año después Patricia se volvió a quedar embarazada, esperó meses hasta decírselo a Iago. «¿Se mueve, mamá?», le preguntaba el niño constantemente. Leia cumplirá dos años en febrero.
¿Se mueve?
Pero su vida no tapa la de Zoe. Patricia tiene grabados aquellos días en el Hospital Xeral. «Lloré por que me hicieran una cesárea, pero no pudo ser y la parí», cuenta. No se arrepiente de eso, pero sí de otras cosas. «Ahora lo haría de otra manera», dice. Lo principal sería ver a la niña. En su día optó por no hacerlo. Les pasa a muchas madres, es un momento tan duro que no se sienten capaces.
Patricia guarda un par de vestidos de Zoe y vuelve a ellos de vez en cuando. Tiene una ecografía en un marco, pero no la expone en su casa, la guarda para ella, porque a su marido no le ayuda. De vez en cuando la contempla. «Me gustaría tener una foto suya. Sé que parece raro, pero me gustaría, parecería dormida», cuenta. En el hospital se lo preguntaron, pero todo sucedía tan rápido que dijo que no.
En los grupos de madres que han perdido a sus bebés conocen a los niños que se mueren como bebés estrella. A los hermanos que nacen después los llaman bebés arcoíris. Como él, aparecen cuando la luz del sol rasga un día de lluvia.

El sufrimiento silenciado de los padres

La psicóloga Jesica Rodríguez explica que normalmente a las terapias van las madres. Tanto Alejandra como Patricia tienen la impresión de que sus parejas quisieron protegerlas durante todo el proceso. «Pero los padres también sufren mucho, porque a ellos también se les muere un hijo», reivindica Patricia Caamaño. «A mi marido le preguntaban qué tal estaba yo, pero no le preguntaban cómo se sentía él. Están negados».

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