Rolf Wasserman publica una serie de rumores sobre refugiados que cometen crímenes.
(Ksenia Kuleshova for The New York Times)
AMANDA TAUB y MAX FISHER
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ALTENA, Alemania — Si uno pregunta a los lugareños por qué Dirk Denkhaus, un joven aprendiz de bombero que no era considerado peligroso ni político, allanó el ático de la casa de un grupo de refugiados e intentó prenderle fuego, enumerarán las problemáticas comunes.
Este pueblo en los márgenes de un río está en contracción y su economía está en declive, dicen, lo que hace que los jóvenes estén aburridos y desilusionados. Aunque la mayoría aquí apoyó la decisión del alcalde de aceptar una asignación extra de refugiados, a algunos los desorientó la afluencia de éstos. La política alternativa está en alza.
Pero a menudo mencionarán otro factor: Facebook.
Todo el mundo aquí ha visto los rumores en Facebook que retratan a los refugiados como una amenaza. Se han topado con críticas racistas en páginas locales, un discordante contraste con los espacios públicos de Altena, donde las personas saludan cordialmente a las familias de refugiados.
Muchos aquí sospechaban, como argumentarían más tarde los fiscales, que Denkhaus se había aislado en un mundo online de miedo y enojo que ayudó a conducirlo a la violencia.
Esto podría ser más que una especulación. Altena ejemplifica un fenómeno del que los investigadores han sospechado desde hace mucho tiempo: que Facebook vuelve a las comunidades más propensas a la violencia racial. Y, ahora, el pueblo es uno de los más de 3 mil puntos de datos en un estudio que afirma demostrarlo.
Karsten Müller y Carlo Schwarz, investigadores en la Universidad de Warwick, en Inglaterra, analizaron cada uno de los ataques anti-refugiados en Alemania, 3 335 en total, en un período de dos años. Una cosa se destacó. Las ciudades donde el uso de Facebook era más alto que el promedio, como Altena, experimentaron consistentemente más ataques contra refugiados. Eso era cierto en prácticamente cualquier tipo de comunidad, lo que sugiere que el vínculo se aplica universalmente.
Sus datos convergieron con una estadística impresionante: siempre que el uso de Facebook por persona subía a una diferencia estándar por encima del promedio nacional, los ataques a refugiados se elevaban en casi un 50 por ciento.
El estudio reforzó un creciente acervo de investigación, dijeron, que encuentra que las redes sociales revuelven las percepciones de los usuarios acerca de los forasteros, de la realidad e incluso del bien y el mal.
Facebook declinó comentar sobre el estudio, pero una portavoz indicó en un email: “Nuestro enfoque sobre lo que está permitido en Facebook ha evolucionado con el tiempo y sigue cambiando a medida que aprendemos de expertos en el campo”.
Cuando los refugiados llegaron a Altena, Alemania, fueron recibidos en público. En línea, el discurso de odio se impuso.(Ksenia Kuleshova for The New York Times)
La compañía endureció un número de restricciones sobre el discurso de odio durante y después el período de muestra del estudio. Aun así, los expertos creen que gran parte del vínculo con la violencia no llega a través del discurso de odio evidente, sino más bien a través de formas más sutiles y más penetrantes en que la plataforma distorsiona la imagen que tienen los usuarios de la realidad y las normas sociales.
Cuando llegaron los refugiados por primera vez, tantos lugareños se ofrecieron para ayudar que Anette Wesemann, que dirige un centro de integración de refugiados de Altena, no podía seguir el ritmo. Encontraba a familias sirias o afganas que eran atendidas por séquitos de autodenominados coaches de vida y tutores alemanes.
“Era realmente conmovedor”, expresó.
Pero cuando Wesemann abrió una página en Facebook para organizar campañas de alimentos y eventos de voluntarios, se llenó de críticas contra los refugiados.
Los vínculos entre la red social y la violencia anti-refugiados serían indirectos, dijeron los investigadores, pero empiezan con el algoritmo que determina el newsfeed (noticias de Facebook) de cada usuario.
Ese algoritmo es creado en torno a una misión medular: promover contenido que maximizará el involucramiento del usuario. Los mensajes que explotan las emociones negativas y primarias, como el enojo o el miedo, funcionan mejor y por lo tanto proliferan.
Así es como el sentimiento anti-refugiados puede parecer inusualmente común en Facebook, incluso en un pueblo a favor de los refugiados como Altena. Aun si sólo una minoría de usuarios expresa opiniones en contra de los refugiados, una vez que dominen las noticias de la red social, esto puede tener consecuencias para todos los demás.
Las gente se adapta instintivamente a las normas sociales de su comunidad, que por lo general son un freno al mal comportamiento. Facebook trastoca ese proceso. Aísla a las personas de voces moderadoras o figuras de autoridad, las introduce a grupos con ideas afines y promueve contenido que involucra sus emociones.
“Uno puede derivar esta impresión de que hay un apoyo generalizado de la comunidad a la violencia”, dijo Betsy Paluck, psicóloga social en la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. “Y eso cambia tu idea de que, si actuaras, no estarías actuando solo”.
En su oficina, Gerhard Pauli, un fiscal local, hojeaba impresiones de mensajes de redes sociales que la policía había extraído del teléfono celular de Denkhaus.
Denkhaus se mensajeaba casi constantemente con sus amigos para compartir artículos y memes que denigraban a los extranjeros.
Con el tiempo, parecieron perder de vista la línea que separaba al “trolling” del odio sincero.
“Le dijo a su pareja un día: ‘Y ahora tenemos que hacer algo’”, dijo Pauli. Denkhaus y un amigo rociaron el ático de la casa de un grupo de refugiados con nafta y le prendieron fuego. Nadie resultó herido.
En el tribunal, su abogado argumentó que Denkhaus no había mostrado animosidad externa hacia los refugiados antes de esa noche. Fue sólo online que se había aventurado a hacer comentarios de odio.
En Traunstein, un pueblo bávaro junto a la montaña, el uso de Facebook y los índices de violencia anti-refugiados son inusualmente altos. Rolf Wasserman, un artista, no es políticamente influyente en ningún sentido tradicional. Aunque conservador, difícilmente sea un extremista. Pero es muy activo en la red social.
Él es lo que los investigadores llaman un “súpersubidor”.
Sube una serie constante de rumores, columnas de opinión y reportes de noticias sobre delitos cometidos por refugiados. Aunque ninguno llega al discurso de odio o al fake news, en conjunto retratan a Alemania como asolada por extranjeros peligrosos.
Los investigadores dicen que cualquier comunidad, independientemente de su tamaño, corre el riesgo de sufrir violencia transmitida por Facebook. Un cibercafé de Berlín. (senia Kuleshova for The New York Times)
“En Facebook, es posible llegar a gente que no es muy política, para llevarles información”, dijo. “Puedes crear las opiniones políticas de la gente”.
Cuando los usuarios casuales abren Facebook, con frecuencia lo que ven es un mundo moldeado por los súpersubidores. Sus exageradas opiniones del mundo les permiten dominar colectivamente las noticias en la red social.
El algoritmo de Facebook eleva a una clase de súpersubidores como Wasserman que, en conjunto, dan a los lectores una impresión de que las normas sociales son más hostiles con los refugiados.
Los investigadores de la Universidad de Warwick pusieron a prueba sus hallazgos al examinar cada caída sostenida de Internet en su ventana de estudio.
Siempre que el acceso a la web se caía en un área con alto uso de Facebook, los ataques a los refugiados disminuían de manera significativa. Y caían al mismo índice en que se cree que el alto uso de Facebook eleva la violencia.
Esta primavera, los servicios de Internet estuvieron caídos durante varios días o semanas, dependiendo de la cuadra, en el suburbio Schmargendorf, de Berlín.
Esperanza Muñoz, que se mudó aquí de Colombia en los 80, encontró relajantes las caídas de Internet. Socializó más con sus vecinos y siguió menos las noticias.
“Las redes sociales son una ilusión”, dijo.
Muñoz indicó que las comunidades de Facebook en Colombia parecían aún más propensas a la ira. “Realmente era como si hubiera sólo una opinión”, dijo al describir sus noticias de Facebook durante las recientes elecciones colombianas. “Sólo estamos informados en una dirección, y eso realmente no es bueno”.
Esto insinúa lo que los expertos consideran una de las lecciones más importantes del estudio. Si Facebook puede ser vinculada a cientos de ataques incluso en Alemania, su efecto podría ser mucho más grave en países como Colombia con instituciones más débiles, regulaciones más débiles de las redes sociales e historias más inmediatas de violencia política.
“Las personas no dirían estas cosas a viva voz”, dijo Muñoz. “Pero es fácil para ellas compartirlas online”.
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