domingo, 8 de marzo de 2020

2020 es el año de las mujeres



2020 es un año crucial para la igualdad de género. Y los beneficios de la igualdad de género no sólo son para las mujeres y las niñas, sino para todas las personas cuyas vidas cambiarán con un mundo más justo donde no se deje a nadie atrás. Es el año de lo que llamamos la "Generación Igualdad". Con el liderazgo de la sociedad civil, nos estamos movilizando para garantizar el ejercicio de los derechos de las mujeres y conmemorar los 25 años de la implementación de la Plataforma de Acción de Beijing.
Estamos permitiendo que las mujeres participen en las decisiones sobre su futuro. La Generación Igualdad aborda cuestiones relacionadas con las mujeres de todas las generaciones, desde los primeros hasta los últimos años, pero se centra, sobre todo, en las mujeres jóvenes y las niñas.
En la actualidad, no tenemos un mundo igualitario, y las mujeres están enojadas y preocupadas por el futuro. Están radicalmente impacientes por lograr un cambio. Es una impaciencia que tiene raíces profundas y que se ha estado gestando por años.
Tenemos algunos cambios positivos para celebrar. Por ejemplo, disminuyó un 38% el índice de mortalidad materna desde el año 2000. Un total de 131 países realizaron reformas legales para apoyar la igualdad de género y abordar la discriminación. La discriminación contra las mujeres se legisló en muchos países hace 25 años. Hoy en día, más de tres cuartos de los países aplican leyes contra la violencia doméstica. Por otra parte, el número de niñas que asisten a la escuela es mayor que nunca, y a nivel mundial participan más mujeres que hombres en la educación terciaria.
Si bien hubo avances, ningún país ha logrado la igualdad de género. Aún no hemos puesto lo mejor de nosotros. En todos los países, siguen existiendo problemas, aunque muchos de ellos no son insuperables.
Mientras tanto, las niñas no ocultan su decepción con la gestión de nuestro planeta, la incesante violencia ejercida contra ellas y la lentitud del cambio en cuestiones esenciales como la educación. Por ejemplo, pese al aumento de la matriculación escolar, en la actualidad, una de cada 10 mujeres jóvenes no sabe leer ni escribir. Esta situación debe cambiar para que las niñas sean dueñas de todo su poder, ocupen su lugar en el mundo y desempeñen su papel vital en la tecnología y la innovación.
Otra meta prioritaria que agudiza nuestra impaciencia es la falta de mujeres en los cargos de poder. Tres cuartos de todos los miembros parlamentarios en el mundo son hombres. Una solución probada es introducir cuotas de cumplimiento obligatorio para la representación de las mujeres. Cerca de 80 países ya lo han hecho con éxito, y algunos Estados tienen gabinetes con equilibrio de género y políticas explícitamente feministas. Esta es una tendencia deseable que debemos ver más tanto en los sectores públicos como privados, donde el porcentaje total de mujeres en los puestos directivos sigue siendo de un 27%, incluso cuando hay más mujeres que se gradúan de la universidad.
Lo mismo sucede con las mujeres que participan en las negociaciones de paz, donde la gran mayoría de los negociadores y signatarios son hombres. Sabemos que las mujeres logran acuerdos de paz más duraderos, pero siguen siendo marginadas. Los grupos de mujeres y los defensores y defensoras de los derechos humanos sufren persecución, sin embargo, están preparados para hacer mayores esfuerzos. Por este motivo, necesitan con urgencia más seguridad, financiación y recursos.
Lo que más impaciencia me genera es la desigualdad económica que permanece inalterada. Las mujeres y las niñas dedican tres veces más de tiempo y energía que los hombres y los niños a ocuparse de las tareas del hogar. Esto no les permite tener las mismas oportunidades en la educación, el mercado laboral y el poder adquisitivo. Es un motor generador de pobreza. Las mujeres jóvenes que mantienen una familia tienen un 25% más de probabilidades que los hombres de vivir en la pobreza extrema, lo que afecta a millones de niños y niñas pequeños, con consecuencias que repercuten a lo largo de la vida de la madre y el niño y la niña. La solución incluye la aprobación de políticas adecuadas que fomenten una mayor igualdad en las responsabilidades de cuidado infantil y proporcionen apoyo estatal a las familias y a quienes trabajan en la economía informal.
Si bien estamos radicalmente impacientes, no nos rendimos y tenemos esperanzas. Contamos con un creciente apoyo de los aliados y socios que están dispuestos a eliminar las barreras contra la igualdad de género. Somos testigos de la voluntad impulsora de cambio en todas las generaciones y países. Estamos encontrando los problemas que nos unen y que ofrecen oportunidades para romper el statu quo. El aprendizaje adquirido en los últimos 25 años nos demuestra lo que se necesita para acelerar las acciones en pos de la igualdad. La Generación Igualdad es una de nuestras respuestas, y entre todos y todas conformamos esa generación.

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