Los presupuestos para 2019 quedan ahora en manos de los grupos nacionalistas e independentistas catalanes que tendrán la última palabra
Rodolfo Irago
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El acuerdo de presupuestos alcanzado esta semana por el gobierno y Unidos Podemos hubiera sido imposible hace solo 3 años cuando Pablo Iglesias quería tomar el cielo al asalto y consideraba a los socialistas parte de la casta con la que había que acabar.
Bien es cierto que tampoco el PSOE de entonces que ya dirigía Pedro Sánchez tenía ni mucho menos en sus previsiones alcanzar acuerdos con aquel grupo antisistema que provocaba más bien pánico y rechazo a partes iguales en Ferraz.
Eran aquellos, tiempos de guerra civil en la izquierda entre un partido histórico que no era capaz de frenar su declive y una formación joven e insolente con toda la fuerza derivada del 15M.
Tres años después, el PSOE está en el gobierno tras una moción de censura y con una situación de debilidad máxima en el Congreso son solo 84 diputados y Unidos Podemos se ha convertido en su socio preferente para intentar prolongar la legislatura todo lo que sea posible.
Ahora se necesitan. Pedro Sánchez intenta romper la imagen de un gobierno débil al borde cada semana de tirar la toalla y convocar elecciones y Pablo Iglesias, siguiendo las tesis de Iñigo Errejón pretende demostrar la madurez de Podemos apostando por ser el sostén del gobierno de izquierdas en España. En ningún caso Podemos quiere ser visto como el responsable del fracaso de la mayoría de la moción de censura que echó a Rajoy.
El acuerdo de presupuestos es claramente socialdemócrata, muy en línea con lo que había ido anunciado el gobierno. No hay impuesto a la banca, pero sí novedades relevantes en materia fiscal como la tasa Tobin o la tasa Google y medidas para recaudar más a los grandes patrimonios y a las rentas más altas; también a las grandes empresas y a las eléctricas, aunque para esto último habrá que esperar a la letra pequeña para conocer realmente el impacto.
Pablo Iglesias puede apuntarse algunos tantos como la mayor subida del salario mínimo, las ayudas a la dependencia o el todavía difuso control de los precios del alquiler de la vivienda, pero debe ser consciente de que se queda muy lejos de los planteamientos económicos iniciales de Podemos.
La formación morada ha alcanzado la mayoría de edad y se ha puesto el traje de socio responsable del PSOE aun a riesgo de decepcionar a sectores no pequeños de sus bases como el de los anticapitalistas que llevan semanas denunciando la nueva estrategia política de la dirección.
Los presupuestos para 2019 quedan ahora en manos de los grupos nacionalistas e independentistas catalanes que tendrán la última palabra.
El PNV también quiere darle continuidad a la legislatura, aunque nunca ha sido partidario de las subidas de impuestos a las empresas y el apoyo del PDeCAT y de Esquerra va a depender sobre todo de la volcánica situación política que se vive en Cataluña en vísperas del juicio a los dirigentes del procés.
Se aprueben o no finalmente los presupuestos, el acuerdo de esta semana da oxígeno a los dos, al gobierno y a Podemos que ya han demostrado su voluntad de entenderse y sirve prácticamente de programa electoral para ambos con vistas a las próximas elecciones generales.
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