luns, 25 de abril de 2016

La violencia obstétrica es una cuestión feminista

Nota: Este artículo se enmarca en la sección de libre publicación de Pikara, cuyo objetivo, como su nombre indica, es promover la participación de las lectoras y lectores. El colectivo editor de Pikara Magazine no se hace responsable ni del contenido ni de la forma de los artículos publicados en esta sección, que no son editados. Puedes mandar el tuyo a participa@pikaramagazine.com. Rogamos claridad, concisión y buena ortografía.
Jesusa Ricoy Olariaga
http://www.pikaramagazine.com/

Hay una situación en la que a muchas mujeres se las somete todos los días, se las infantiliza, ridiculiza, veja, maltrata y daña emocional y físicamente. La peculiaridad de dicha situación es que cuenta con la justificación social y a menudo con la aceptación de muchas de sus víctimas. Esa situación es el parto. Llevo muchos años trabajando como matriactivista (activista matriarcal) y también dando clases de preparación al parto en Londres, donde ya he dado clase a más de 600 parejas.
Para mí es algo entendido, debatido, pensado y peleado pero sé que muchas se preguntarán que de qué hablo. Cuando hablamos de maltrato o de violencia obstétrica o de abuso durante el parto, hablamos de profesionales sanitarios sentándose encima de la barriga de la madre mientras ella empuja al bebé o que dicen a las parejas de las parturientas que les ayuden a empujar la barriga de sus mujeres en una maniobra obsoleta y desaconsejada por la OMS (Kristeller).
Hablamos de maltratar emocionalmente, de ensañarse con mujeres que han manifestado sus decisiones o cuestionado ciertas practicas, hablamos de quitarle un bebé a su madre con tal fuerza que partieron el cordón umbilical, hablamos de una mujer en Estados Unidos cuya vulva fue cortada doce veces contra su voluntad mientras el obstetra abusaba de su poder y la maltrataba emocionalmente (el vídeo estuvo en YouTube bastante tiempo), hablamos de separación de bebés de sus madres, madres separadas de sus parejas, hablamos de una mujer en Brasil llevada por la policía al hospital para someterla a una cesárea contra su voluntad… Hablamos de que las mujeres en muchos paritorios en muchos países sufren el más flagrante y aceptado abuso machista, el que se estableció hace años con la expropiación de nuestra matriarcalidad a manos de los obstetras que sacaron a las matronas de nuestros partos, que sacaron a los partos de las casas y que acabaron por sacarnos a nosotras de nosotras mismas. Aislándonos así como se aísla a otras víctimas en muchas otras situaciones de violencia de género.
Esta brutalidad ejercida contra las mujeres sigue vigente gracias a la perpetuación de todo un conjunto de ignorancias convenientes que se promueven en películas y medios de comunicación también controlados en su mayoría por hombres o en definitiva por una ideología patriarcal.
El parto en el siglo XXI en la gran mayoría social es percibido como una patología, como un proceso dolorosísimo, complejo y muy peligroso, en el que lo importante es que el bebé como producto esté “bien” (ese bien se refiere únicamente a que esté vivo), la madre es un mero contenedor una vez más y la idea de bienestar se establece desde la perspectiva del triunfo tecnocrático: hemos conseguido el producto. Recordándonos así que el parto en su reinvención a manos de otros paso a ser industrializado, medido y estandarizado. Pero cuando observamos la percepción social de las mujeres como objetos y la visión patológica de nuestros cuerpos desde su menstruación, nada de esto resulta extraño. A las mujeres nos timaron, una vez más, me temo, cuando nos vendieron una falsa liberación obstétrica, una liberación conveniente a todo un sistema patriarcal, un parto controlado sin inconvenientes, sin dolor y sin y esto es lo más importante animalidad e instintos. En realidad en la patologización de nuestros partos se sometió nuestra sexualidad, nuestro conocimiento de nuestros cuerpos y nuestra cultura matriarcal, y me temo que fue relativamente rápido consiguiendo que en un par de generaciones las mujeres abrazásemos, en un cúmulo de malos entendidos sobre nuestra fisiología, el parto tecnocrático hasta reclamarlo como propio, como si el nuestro nunca hubiese existido.
Me parece fascinante el poco tiempo que se ha necesitado para cambiar una cultura milenaria que además es la cultura de la que depende la continuidad de nuestra especie. Se habla mucho de apropiación cultural en estos días, a mi modo de ver no puedo pensar en ninguna raza, religión o cultura que haya sufrido mayor expropiación, desprecio y abuso que la cultura matriarcal. Cada día hay mujeres mutiladas, insultadas y maltratadas en los hospitales de todo el mundo, porque se nos ha dicho que el parto es eso. Cada día esto se hace en un hospital financiado por nosotras. Cada día un espacio y un momento en el que podríamos ejercer un poder inherente, transgresor y libre o una toma de decisiones sobre los aspectos del nacimiento de nuestros bebés en los casos que requieren atención médica, se nos usurpan.
Nosotras parimos y nosotras decidimos pero no sólo el cuándo o el si queremos, sino también el cómo.
La libertad, para mí, más fundamental como mujer es la del uso y disfrute de mi cuerpo y mi sexo, desde los que me siento y pienso, y ya sé que queda mucho debate sobre lo binario por desarrollar. Pero tal y como me siento, para mí el parir a mis tres bebés desde mi autoridad, poder y competencia física, y amamantarlos desde mi pecho, han supuesto todo un descubrimiento de mi sexualidad y capacidades. Y si bien no estoy argumentando que esto deba ser así para todas las mujeres, desde luego creo que en ningún caso, jamás nadie debería arrebatarnos esa posibilidad que nos pertenece por derecho.
Sentir mi útero, mi cérvix, mi vulva y saberme capaz de parir a mis bebés, han sido actos de absoluta libertad física una libertad que sé profesionalmente que se ha intentado durante años sepultar, acallar y esconder porque en el fondo la capacidad de maternar es el último reducto de una animalidad que el patriarcado busca esconder a toda costa, esto consta incluso en artículos durante la quema de brujas enlazando a estas (en su gran mayoría matronas o parteras) con su impacto en la economía, las matronas y las mujeres cuando tenían control sobre su maternidad lejos de los hombres eran mujeres poderosas que escapaban al control del patriarcado, el parto era un reducto puramente matriarcal sin influencias externas.
Y después de lo sentido, vivido, escuchado y explorado me atrevería a decir que en lo más recóndito de tantas violencias hay un enfrentamiento sistemático de intelectualidad vs. fisiología.
La intelectualización como única vía hacia la eternidad y gloria patriarcal. Un parto fisiológico es un acto que recuerda el poder de las mujeres, su independencia y sexualidad algo que es ácido sulfúrico para un sistema que las somete, pero que además recuerda nuestros aspectos más animales e instintivos, aquello que en definitiva nos conecta a todo el planeta y nuestra propia muerte y eso más que ácido sulfúrico es una bomba capaz de dinamitar los cimientos de la sociedad entera.
*Puedes adquirir gratis el libro Madre, el último tabú de Jesusa Ricoy aquí. 

Ningún comentario:

Publicar un comentario