Pablo Elorduy
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En julio de 2014, José Antonio Pérez Tapias (Sevilla, 1955) obtuvo el 15,1% de los votos de la militancia del PSOE en la votación que supuso el nombramiento de Pedro Sánchez como secretario general del partido. Antes y después de esa fecha, Fernández Tapias se ha situado como la voz de la “izquierda del PSOE”. Hoy considera imprescindible construir proyectos en “positivo” para contrarrestar el programa de los partidos de la derecha.
¿Qué opinión tienes del pacto PSOE-Ciudadanos?
El pacto fue sometido a consulta a la militancia. Es verdad que en la pregunta que se formuló no se hablaba explícitamente de él, pero se entendía que la pregunta se refería a ese pacto fundamentalmente, aunque dejaba la puerta abierta de una forma indefinida y confusa a otros pactos o a que se abriera ése a otras fuerzas políticas. Ante esa consulta mi respuesta fue negativa, y así lo expresé. Con todos los méritos que tenga alcanzar un pacto en cualquier negociación de este tipo, consideraba que en ese pacto había muchos elementos de un marcado carácter neoliberal, que sin duda iban a ser difíciles de asumir y de defender desde las posiciones que era de esperar que defendiera el PSOE. Se enumeraron cuestiones fiscales, del copago sanitario –que quedaba abierto–, en cuestiones de criterio de financiación de universidades, sobre el complemento salarial, la manera en que se bordeaba el asunto de la reforma laboral..., todas estas cuestiones daban ese sesgo neoliberal. A ello se añadía el tema escabroso de las diputaciones provinciales, planteado de manera precipitada y también abordado de cara a una hipotética reforma exprés de la Constitución. Esto levantó muchas suspicacias y posiciones de rechazo dentro del mismo partido socialista.
A ello hay que añadir una cuestión, y es que el pacto con Ciudadanos ata mucho al PSOE de cara a lo que venimos defendiendo: una reforma federal del Estado de las autonomías. Sabido es que Ciudadanos viene de posiciones marcadamente españolistas, diríase que centralista, y la cuestión del federalismo no entraba de manera clara en este pacto, y menos un federalismo plurinacional que implique por ejemplo el indispensable reconocimiento de Catalunya como nación.
¿Es un acuerdo pensado más en una clave de Gran Coalición antes de un texto que pudiera dejar una puerta abierta a Podemos?
De hecho, el pacto no ha podido ampliarse hacia la izquierda. La idea de transversalidad que se ha barajado tanto, que es correlativa a ciertos planteamientos acerca de la supuesta centralidad que ocupa el Partido Socialista, no ha funcionado. No ha funcionado porque el mismo pacto con C's quedó establecido de una manera muy cerrada como un pacto blindado, que a su vez funcionaba como una especie de blindaje para que no se movieran ciertas cuestiones. Ofrecer a otras fuerzas políticas que se sumaran sin más a un pacto en cuya gestión no habían participado sin posibilidad de modificar elementos sustanciales de ese pacto ya alcanzado, se convertía en una tarea imposible. Pretender que de una manera casi pasiva y sólo dejando la puerta abierta a ciertas cosas que añadir, naturalmente era meterse en un callejón sin salida, y es de hecho lo que ha ocurrido. Es verdad que el pacto se pretendía ampliar a Podemos pero estaba hecho con tales mimbres que se veía que iba a tener el recorrido que ha tenido.
¿Hay en ese pacto un cambio de rumbo ideológico o simplemente se consolidan políticas que ya estaban definiendo al PSOE?
Pienso que este pacto ha desdibujado un tanto la posición del PSOE. En cualquier negociación de este tipo, como se ha dicho, hay que ceder y buscar lugares de acuerdo, pero hay que tener cuidado para que en medio de todo ello el propio proyecto no se desdibuje. Eso es lo que ha ocurrido. Es verdad que el pacto por la izquierda estaba difícil. El PSOE tenía serias objeciones por parte de algunos sectores a ese pacto con Podemos y se puede decir que las condiciones que se pusieron para transitar por esa dirección funcionaron al principio como obstáculos insalvables. Eso explica que Pedro Sánchez y su equipo negociador se deslizaran hacia el pacto con Ciudadanos. Pero creo sin duda que el peaje que se paga es muy elevado. Se desdibuja esa posición del PSOE como partido de izquierdas y, en aras de una supuesta transversalidad, el PSOE se ve desubicado y puede tener dificultades para recomponer su discurso por ejemplo ante una probable nueva campaña electoral, si se convocan elecciones para el 26 de junio.
Al hablar de sectores se suele comentar el papel de Susana Díaz y también de Felipe González y su ascendente sobre el partido. ¿Dentro se percibe esa presión?
En el caso de estas dos figuras, es evidente que han tenido un posicionamiento muy claro contra un posible pacto con Podemos. Incluso lo que se ha achacado en torno a la propuesta de un referéndum para Catalunya, ha servido de dique o de coartada para rechazar ese pacto por la izquierda que, indudablemente tenía que contar con Podemos también abriéndose a otras fuerzas como IU y a otras no situadas a la izquierda como el PNV. Es verdad que hay una posición claramente en contra de Podemos por parte de esas dos figuras, Susana Díaz y Felipe González.
González, a lo largo de la campaña electoral previa al 20D, también se manifestó de una manera rotunda y enfática insistiendo machaconamente en el populismo de Podemos y usando esa etiqueta como arma para la descalificación. Pero no hay que personalizarlo sólo en esas figuras, se ha visto que desde otras latitudes del partido socialista, es decir, desde los secretarios de otras federaciones que incluso están gobernando comunidades autónomas con apoyo de Podemos, también han tenido posiciones muy contrarias a abrirse a un pacto con ese partido. Es verdad que Podemos no lo ha puesto fácil, que ha tenido actuaciones que se han convertido en dificultades enormes porque han sembrado la desconfianza respecto al partido y a quien ostenta su liderazgo. También ha habido muchas presiones desde fuera que sin duda han incidido en este proceso negociador. No se le escapa a nadie que desde instancias económicas –desde el mundo empresarial, incluso desde el ámbito eclesiástico con injerencias impresentables– se ha insistido en que no debía pactarse con una fuerza política como Podemos. En el fondo de todo esto hay una ceguera muy fuerte respecto a los fenómenos nuevos que estamos viviendo en nuestra realidad política, no solo española sino también europea y hay un apego, que puede convertirse en un apego letal para el futuro, a planteamientos del pasado en torno al bipartidismo, la añoranza de las mayorías absolutas, las reticencias frente a una izquierda que se presenta con una pluralidad nueva que hay que articular, etc. Si todo eso no se afronta como la situación lo requiere, el PSOE puede verse en serias dificultades en el futuro.
¿Qué sentiste como militante socialista cuando Iglesias habló de la cal viva en el Congreso? ¿Falta una reflexión en el partido sobre la etapa de los GAL?
Sobre esos temas, aunque no haya habido una reflexión en la que de manera mayoritaria se haya participado, sí ha habido, también en su momento, voces y reflexiones que desde el mismo PSOE en su momento tuvimos una posición crítica respecto a lo que aquello significó en su día. Incluso vimos la necesidad de que se hubieran producido en su caso determinadas dimisiones y otras maneras de afrontar aquella realidad. Dicho esto, en aquel contexto del debate parlamentario, esas declaraciones fueron no sólo estridentes sino inconvenientes o que no venían al caso. Sacar esa expresión de la cal viva en la manera en que se hizo no favorecía de ninguna manera una posición de diálogo franco en torno al pacto. Un asunto tan delicado como ése no hay que tratarlo con la brocha gorda que en ese momento se utilizó. Sin duda, hace falta una reflexión respecto al pasado, pero también otra respecto a cómo se producen las cosas en los debates inmediatos y máxime en un contexto como el debate de investidura.
Por primera vez un partido ha crecido a la izquierda de los socialistas. ¿Cómo plantear la convivencia sin basar únicamente la relación en términos de competencia electoral?
Creo que una reflexión de este tipo se tendría que haber desarrollado anteriormente, pero hay que tenerla ante la situación en la que nos podemos ver de nuevas elecciones, de nueva campaña electoral. He insistido también en que hay que cuidar más las formas, las palabras, los discursos, los textos porque muchas veces se van constituyendo en trabas para el diálogo, sobre todo cuando se emplea un lenguaje grueso y se cae en la descalificación sumaria. Eso no facilita que haya procesos de aproximación.
Estamos ante una realidad nueva en el aspecto político que es insoslayable, vayan en una dirección u otra las intenciones de voto y el crecimiento o decrecimiento de las fuerzas políticas, de una manera coyuntural y la realidad nueva. Creo que todos los partidos en la izquierda, siendo conscientes de que en un proceso electoral cada cual concurre tratando de obtener el máximo de votos para su propuesta, no deben perder de vista el horizonte de la necesidad de articular esa pluralidad. De lo contrario, una derecha que sigue siendo muy compacta, aunque se haya presentado un partido nuevo como Ciudadanos, tiene facilidad para pactar con cierta facilidad.
Si por la izquierda no se aglutinan fuerzas, no se hace ese trabajo de diálogo y de puesta en común, nos vamos a ver en una situación muy desventajosa de cara a presentar las alternativas necesarias de tipo político, social, de las políticas ante la crisis del Estado para lograr ese Estado federal plurinacional, de las políticas en el ámbito europeo.
Por último creo que es importante que para presentar alternativas no podemos quedarnos solo en coaliciones negativas, de rechazo. El solo rechazo no basta, hay que construir mayorías positivas, no basta que haya muchas coincidencias en que no debe seguir el Gobierno del PP, que no debía estar de nuevo Rajoy como presidente, además de ese 'no' hay que ir más allá y construir proyectos en positivo, que tengan esa virtualidad de ser transformadores por la izquierda. Eso es una mayoría positiva que requiere trabajar muy a fondo los pactos y tener una coherencia que les dé consistencia. Esos planteamientos de sostener a toda costa la pretensión de una determinada hegemonía en la izquierda anulando a todos los demás, no nos lleva a ninguna parte sino solo a la disgregación de las fuerzas de izquierda o, como se han llamado, las fuerzas del cambio.
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