xoves, 14 de abril de 2016

Fernández Díaz monta el belén

David Torres
http://www.publico.es/
Después del disparate de condecorar a la Virgen, Fernández Díaz sólo podía hacer una cosa para superarse a sí mismo: nombrar comisario a San José. Que Marhuenda se llame Paco es sólo una cuestión onomástica que no viene al caso; lo esencial es esa habilidad suya para mirar hacia otro lado y no enterarse de la misa la media, que es lo que hizo del padre adoptivo de Jesucristo un personaje literario fascinante. Entre creer que su mujer le había puesto la cornamenta o que Dios había vulnerado las leyes biológicas para obligarle a comprar pañales, San José no se lo pensó dos veces: fundó una nueva religión lo mismo que podía haber fundado un periódico.
Poco a poco, entre unas cosas y otras, el ministro del Monólogo Interior está montando un glorioso belén fuera de temporada en donde no falta ni el ángel Marcelo dando aletazos alrededor del campanario a ver si encuentra un buen aparcamiento a los camellos de los Reyes Magos. Fernández Díaz (que ya realizó el milagro de levantar una casa cuartel a mayor gloria de su padre y el de justificar una masacre de emigrantes ahogados a base de pelotazos de goma) no pierde ocasión de reescribir los evangelios a su manera. No lo sospechaban, pero cuando los estudiantes del Mayo del 68 francés reclamaban la imaginación al poder se referían exactamente a esto.
En el mismo país donde detienen a unos titiriteros por aburrir al público infantil, el ministro recibe en su propio despacho a un presunto delincuente con tres causas penales abiertas y se tira charlando con él dos horas, tan tranquilo como si estuviera con la Virgen de Fátima hablando sobre la caída del comunismo. Y mientras despertamos cada mañana con la noticia de un nuevo alcalde enfangado en un escándalo de corrupción o de un señor ministro intentando explicar cómo ha aparecido su firma en una cuenta en el extranjero, la policía sigue de turismo en Venezuela, empeñada en buscar las raíces de la financiación ilegal de Podemos, aun cuando el Tribunal Supremo ha desestimado la querella. Hay muchas otras señales -empezando por el éxito literario de Belén Esteban o los negocios de venta de armas del ministro Morenés- pero bastan éstas para concluir que éste es un país paranormal. O para anormales, por decirlo en plural.


Sin embargo, Fernández Díaz está intentando hacer con España lo que García Márquez hizo con la novela: realismo mágico. Tampoco lo sospecha, pero está a dos pasos de fundar Macondo, una aldea fuera del tiempo y de la historia humana que acabó sepultada por un huracán bíblico después de ser devorada por la codicia de una compañía bananera. Por eso los periodistas tienen que apuntalar a diario una realidad alternativa o la gente podría pensar que vive una trama de ciencia-ficción en medio de un agujero negro. Con un ministro así, el columnismo corre el peligro de derivar en taquigrafía y cada noticia debería llevar esta advertencia: cualquier coincidencia con España es pura semejanza.

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