David Torres
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Días atrás, Pérez Tapias tuvo el mal gusto de recordar que fue el PSOE el que bloqueó un posible pacto de izquierdas con Podemos desde que el Cómite Federal marcara la hoja de ruta de las negociaciones el pasado 28 de diciembre. El día de reyes, apoyado por Madina y otros dirigentes, Pérez Tapias envió el regalo de una carta abierta al candidato socialista recordándole la responsabilidad de encabezar una alianza de izquierdas que apostara por el cambio. Eran habas contadas. Pdr Snchz, no obstante, prefirió las lentejas a las habas y el recambio al cambio, permitiendo que Susana Díaz y los demás barones le convencieran de la posibilidad de sumar restando y de teñir de fucsia el naranja.
De modo que Snchz acudió al primer encuentro con Pablo Iglesias metido en un saco, con las manos esposadas, las piernas envueltas por cadenas y una mordaza tapándole la boca. Convertido en una morcilla humana, hizo lo que pudo por maniobrar, pero no pudo liberarse de las ataduras como hubiera hecho Houdini en sus buenos tiempos. En lugar de formar un frente común con las formaciones de izquierda pidió ayuda por señas a Albert Rivera, quien remató la faena atándole una piedra al cuello, arrojándolo al fondo de un pozo y cubriéndolo de piedras. Y ahí sigue, chapoteando.
Confiado en su estrategia favorita -no hacer nada-, Mariano se sentó a disfrutar del espectáculo. La pasividad siempre le ha dado excelentes dividendos y además sabe de sobra que dispone de un colchón electoral mudo, sordo y ciego. Hace mucho que sus huesten votan sin necesidad de pinzas en la nariz, acostumbrados al hedor a mierda, corrupción, sobres y financiación ilegal que apestan a los populares por los cuatro costados. Les daría igual que descubrieran restos de banquetes caníbales en unas catacumbas bajo la sede de Génova. El PP ha puesto proa a unas nuevas elecciones como el cadáver de Cid amarrado a la silla del caballo y profetizando la victoria. Es una de las indudables ventajas de estar muerto.
A esta necrofilia galopante de los votantes de derecha hay que sumar el miedo secular y la desconfianza visceral del votante de izquierdas. El marxismo español milita abrumadoramente en el sector Groucho, ése que jamás entraría en un club que lo aceptara como miembro. Frente al monolítico tótem espiritual de la derecha, un votante de izquierdas español lleva en su interior tres programas electorales alternativos, dos comisarios políticos y cuatro disidentes. En caso de producirse unas nuevas elecciones, los sondeos apuntan a un probable desplome de Podemos con el mismo empeño con que les auguraban un desastre electoral poco antes de la remontada que los colocó como tercera fuerza política en el parlamento. No hay que olvidar que, unido al siempre imprevisible factor sorpresa, está la posibilidad de formar un frente común de izquierdas que aglutinara a IU y a Podemos, una mano que Alberto Garzón ya ha tendido varias veces pero que todavía nadie ha agarrado ni cortado de un tajo. Tampoco debemos descartar la hipótesis de una gran coalición entre rosas, gaviotas y cacahuetes que acabaría por desenmascarar al PSOE como lo que siempre fue: la continuación del PP por otros medios.
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