Daphnée Leportois
Tendemos a olvidar su existencia porque estamos acostumbradas a ello. Está en el medio. Si ni siquiera vemos este pequeño lazo ornamental en nuestra ropa interior, es porque forma parte de la decoración. Pero está lejos de ser algo trivial. Incluso suscita un montón de preguntas.
Si no sirve para ningún propósito, ¿por qué acabó en la parte de delante (incluso detrás) de nuestras bragas? ¿Qué sentido tiene que las marcas añadan esta pequeña pieza extra de tela cuando tienden a reducir costos lo máximo posible, lo cual incluye el material necesario para proteger las nalgas y la entrepierna? ¿Cómo es que todavía no ha pasado por completo de moda y domina nuestra ropa interior, aunque no tenga sentido? Detrás de todas estas preguntas sobre un pequeño detalle de nuestro vestuario, encontramos algunos estereotipos muy arraigados.
Diferenciar entre chicas y chicos
El lacito ya parece estar asociado con la imagen de "LA MUJER", desde su edad más temprana hasta el fin de su vida, tal y como la ilustradora Julie Guillot lo expresó en su blog en Marzo de 2017. "A los 80, ¿todavía tenemos que llevar bragas con lacitos?, se preguntaba a través de los personajes que dibuja ya que, como comentaba, "estás condenada a llevar las mismas bragas que cuando tenías cuatro años". De hecho, podríamos decir que el lazo de nuestra ropa interior es solo una variante del entrelazado decorativo que se encuentra en algunos artículos específicamente destinados a las mujeres, desde las diademas hasta las zapatillas de ballet. También ofrece la ventaja de permitir a las tiendas vender más productos porque diferencia la ropa interior de los niños de la de las niñas, que en realidad es solo ropa interior para niño con un lacito. De este modo, obligan a los padres a comprar más ropa interior si los hermanos no son del mismo sexo.
¿Por qué este motivo del lazo? ¿Y por qué un lacito para las chicas y no para los chicos? Lo que parece lógico hoy, asociar en el imaginario este lazo plano con la feminidad, no fue siempre así. "En la historia, los lazos no siempre se asociaban con lo femenino. “Se remontan al siglo XIX ", dice una estudiante de doctorado en historia del arte y especialista en las representaciones de la moda de Elise Urbain Ruano, lo cual se evidencia en la pajarita, vestigio de este período en el que lazos evidentes formaban parte del atuendo de caballeros.
Protegiendo el pudor
Si el lazo decorativo está en la ropa interior de las mujeres, es porque las bragas no siempre han sido parafernalia femenina. Bajo sus enaguas, las mujeres, sobre todo las de buena conducta, iban con el trasero al aire. Los hombres llevaban las bragas, pero era una prenda y no ropa interior y, puesto que eran visibles, tenían que ser bonitos. Por eso se abotonaban, señala Denis Bruna, conservador en el Departamento de Moda del Museo de Artes Decorativas de París y comisario de la exhibición 2013 "La ciencia de la ropa interior. Historia indiscreta de la silueta" (que deriva de la obra del mismo nombre). "En el siglo XVII, las bragas de los hombres llevaban botones".
Desde el siglo XIX, las “bragas de lencería” se hicieron populares, afirma la historiadora de moda Catherine Örmen, entre otros, autora de Lencería francesa siglo XIX- XXI (ed. Plon, 2012). Con la llegada de la crinolina en la década de 1850, el uso de estos "tubos del recato" se hizo común, ya que estas prendas anchas se levantaban fácilmente. El lazo no se concibe entonces para adornar la ropa interior: los primeros lazos de las bragas femeninas tenían una función utilitaria, explica Denis Bruna:
Lazos decorativos
Los actuales lazos planos son una reminiscencia de estas primeras bragas que tenían que usarse para proteger el pudor de las mujeres. Pero esto también explica por qué siguen allí hoy cuando su primer uso desapareció hace tiempo. Los lazos formaban parte del legado de la lazada bajo las prendas exteriores femeninas. "El lazo aparece en corpiños con ballenas, el antepasado del corsé, en los siglos XVII y XVIII ", continúa Denis Bruna, antes de que se inventaran las bragas femeninas". Las cintas y los lazos servían para ajustar el corpiño al pecho, al escote y a los hombros".
En el siglo XVIII existían lazos decorativos que recordaban a uno de los lazos utilitarios, como el que se encuentra en la parte delantera de las prendas interiores rígidas con ballenas, a pesar de que se ataban en la espalda. "Se utilizaba para embellecer el objeto. Porque, decir que la ropa interior solo se hacía para la persona que la llevaba no es muy exacto, analiza Denis Bruna. La ropa interior a menudo tenía un aspecto decorativo porque también se usaba para mostrarse a la pareja”.
No sabemos si el lazo central es solo para dar equilibrio y armonía, o si es lo que indujo a la separación: el control de la apertura de un paquete regalo. Los lazos podían ser un recuerdo estético del prestigio social porque, durante el siglo XIX, cuando las mujeres por fin podían vestirse solas (¡no más lazos en la espalda!), algunas damas de clase media alta siguieron vistiéndose al estilo antiguo porque era un "signo de distinción social".
Dar la impresión de calidad
Por supuesto, Denis Bruna afirma: "Esta transformación de un elemento utilitario en elemento decorativo se hizo reduciéndolo: el lazo de las bragas del siglo XIX o de los corpiños con ballenas de los siglos XVII y XVIII era mucho más grande; son lazos pequeños". Sin embargo, esta estrategia de asociar lazo y prestigio no desapareció dos siglos después:
"Este lazo estándar, a menudo hecho en Asia, está ahí para justificar el precio y añadir valor a los productos del supermercado", dice Faustine Baranowski, responsable del sector de lencería y trajes de baño dentro de la oficina de tendencias de Promostyl. El objetivo es que el cliente piense que consigue lo que quiere”.
Al menos como lo perciben las marcas, dice: "Como parte de un encargo de consultoría para una marca de Oriente Medio de gama media-baja, el informe del jefe fue añadir lazos para dar la impresión de que compramos un producto de lujo". Una declaración compartida por Pauline Bonafous, directora del proyecto de marketing y Pascale Briand, directora artística de la oficina de tendencias de Carlin Creative Trend Bureau: “Nos permite decorar productos sencillos hechos de algodón básico, dándoles un valor añadido, sin dejar de ser baratos para las marcas y, en última instancia, para los consumidores. Si es cierto que uno puede cuestionar su necesidad en el momento de una reflexión global sobre la tendencia del "no-género", el lazo no parece ser síntoma de una feminización excesiva, sino más bien un valor añadido a productos sencillos, donde hay varias alternativas como las etiquetas Base Range, Nude Label, Me & You, o marcas que históricamente difieren de los tipos específicos de género como Acne Studios o COS".
Además, los lazos presentan otra ventaja, la de "esconder costuras mal acabadas", señala Faustine Baranowski. No en las bragas, sino en el sujetador, por ejemplo, en la unión entre la tira de hombro y la copa. "Si el material es grueso, la costura es menos regular." ¡Un pequeño lazo encima y listo! Ni se ve ni se sabe que está ahí. "Así que, para equilibrar y combinar, ponemos uno en el centro de la braga y el sujetador". En este punto, sus hermanas Pauline Bonafous y Pascale Briand tienen la misma visión:
Tradición psicoanalítica
Y aquí volvemos a los lazos y cintas... Si el lazo lo utilizan hoy las marcas como un elemento de marketing, es porque ha conservado un lado tradicional. Podría haber desaparecido, como otros elementos del vestuario, como las varillas de ballena. Si ha permanecido, hay una razón. Simbólica, dice la psicóloga clínica Ludivine Beillard-Robert, que dirige una tesis en psicoanálisis titulada "El vestido: viendo el velo. Para una psicopatología del cuerpo femenino vestido" y está interesada en "la función que la prenda puede tener en la feminidad y el erotismo". Ahora, el hecho de que este lazo esté en este lugar "estratégico" de las bragas tiene sentido:
A este respecto, es interesante que el lugar donde se coloca el lazo es aquel donde no está el pene. "Esta ‘carencia’ es intolerable porque está muy cargada de la angustia de la castración según Freud, por lo que queda enmascarada para dejar creer que no existe". El lazo (aunque plano) tapa paradójicamente el hecho de que las mujeres tienen un sexo plano, en el sentido de que no tienen falo. Tiene algo de artificio para que los hombres no vean en el sexo femenino la imagen de la eliminación de su propio aparato genital.
El lazo también participa en el erotismo: "distinguir entre piel y vestimenta, está en el límite entre lo visible y lo no visible, contribuye al deseo". Esta disposición de la mirada la provoca el lazo que organiza el juego de la seducción, enfatiza la estudiante de doctorado. "Es un juego de pretensiones y la ropa interior juega su papel: se trata de ocultar la angustia y a la vez proporcionar una imagen erotizada".
Por eso, finalmente, el lacito plano se encuentra en las bragas, tanto de niñas como de mujeres, en un doble movimiento de infantilización (o cosificación) de las mujeres, cuando son vistas como objetos del deseo de los hombres, y de sexualización o diferenciación de género ya que, como afirma Ludivine Beillard-Robert, "estas bragas con lazos se convierten en sinónimo de identificación de género, las niñas se identifican con lo que ven como imagen de lo femenino, imagen que se transmite a través de la ropa, simplemente porque el capitalismo y el marketing siempre van por delante del subconsciente". De hecho, esta declinación casi infinita de pequeños lazos equivale a ocultar la pobreza cualitativa de nuestra ropa interior y nuestra angustiosa relación con la sexualidad, centrándose en la diferencia entre hombres y mujeres. Tal vez sea hora de terminar este juego del escondite.
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