Juan Carlos Escudier
A cuenta de la muerte de la holandesa de 17 años Noa Pothoven, cierta prensa monárquica, católica y sentimental ha iniciado una campaña bastante miserable contra la eutanasia basada en equívocos, inexactitudes y en mentiras muy groseras. Ni es cierto que Holanda permitiera la eutanasia “de una menor de edad víctima de violencia sexual que sufría depresión”, como llegó a titular el citado medio a lo largo del día de ayer en su edición digital, ni lo es que Noa fuera asistida en su suicidio, ni tampoco es verdad que se desconociera si recibió ayuda de alguna “clínica para el final de la vida”, como también se afirmó. Noa se suicidó dejando de comer y beber porque, tras haber sufrido a los 11 años una agresión sexual, abusos al año siguiente y haber sido violada a los 14 años, se cansó de luchar contra la depresión y la anorexia y no quiso vivir más.
En esta campaña, a la que el citado medio dedica la portada de su edición en papel (“El caso Noa irrumpe en el debate en España”. “El PSOE insiste en que su ley no avalaría una muerte como la de la joven holandesa, pero sí recoge la eutanasia si fuera mayor de edad y se determinase un sufrimiento psíquico sin posibilidad de alivio”), han participado activamente desde su director a su columnista experto en barbaridades.
El primero mostraba su “desesperanza” y pedía que “nuestros descendientes no tengan que afearnos tantas iniciativas legales, a través de las cuales dimos formas a genocidios encubiertos, bajo la apariencia de civilización avanzada”; el segundo, famoso por expresiones tales como “una mujer es su cuerpo” o por considerar normal que un hombre mate a su novia si le dice que le va a dejar y que el bebé que espera no es suyo, exigía a la sociedad que no se lavase las manos: “Tendría que responder con compasión y ternura a sus abismos y no con un disparo en la sien, como hacemos para que no sufran con los caballos lesionados”. Todo muy vomitivo.
Por si no estaba suficientemente clara, el diario fijaba así postura sobre la futura regulación legal de la eutanasia en España, que es una promesa electoral del PSOE y de Podemos y que, tal y como sostuvo Albert Rivera en el último debate televisado de los candidatos a la presidencia, podría ser apoyada por Ciudadanos. “El dolor –dijo entonces- no conoce de ideologías”. Hasta el propio Pablo Casado se mostró receptivo y se colgó la medalla de que el PP había sido una formación pionera en la regulación de la muerte digna.
Volviendo al caso de Noa, lo que ha fallado en Holanda no ha sido su legislación sobre la eutanasia, que la joven reclamó y se le negó. Igual que ocurre en España, tenía la edad legal para decidir por sí misma que no quería recibir ningún tratamiento médico y no se le podía alimentar por la fuerza una vez que decidió quitarse la sonda nasogástrica que le mantenía con vida. Lo que debe lamentarse es su deficiente sistema de atención psiquiátrica. De hecho, Noa había sido hospitalizada frecuentemente tras varios intentos de suicidio y su familia llegó a plantear terapias de electroshock que los médicos rechazaron por su edad. En resumen, lo criticable en todo caso no es la posibilidad de dimitir de la vida bajo determinadas circunstancias sino la ineficacia de los mecanismos sanitarios que debían impedir que la joven se declarase con 17 años “agotada” y decidiera “dejarse ir” porque su sufrimiento era “insoportable”.
Utilizar la tragedia de esta chica para intentar cerrar en España la puerta a la muerte indolora que pedía María Carrasco tras 30 años de sufrimientos por su esclerosis múltiple, o José Antonio Arrabal, prisionero en su propio cuerpo por la ELA y que grabó su suicidio, es de una crueldad incalificable, el abc de una manipulación burda y asquerosa.
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