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Cada vez que se produce un atentado como el de Manchester, los medios de comunicación hacen hincapié en la circunstancia de que los terroristas “islámicos” han nacido y se han desarrollado aquí, como si el hecho de haber crecido entre nosotros significara una aceptación de nuestros principios, nuestros valores y nuestra forma de vida. Es una completa falacia porque no es lo mismo vivir en cualquier barrio de la cosmopolita Europa donde conviven personas (en el sentido de cohabitar e interaccionar con su entorno) de todas las razas y religiones, que vivir en los guetos europeos en los que se ha impuesto el wahabismo, la versión más intolerante y radical del Islam suní procedente de Arabia Saudí. En Arabia Saudí, el Islam wahabí es la única religión permitida, aunque ellos no aceptan el término “wahabismo” y se definen simplemente como musulmanes. En este país rige la sharia, el cuerpo del derecho islámico,que es un código de conducta dictado por las diferentes escuelas de interpretación de la jurisprudencia islámica, conocidas como “Madhab”. De hecho, el wahabismo surge de la escuela hanbalí, la más severa e intransigente del Islam. En algunos países musulmanes, la sharia constituye una inspiración que influye de forma determinante en la elaboración de las leyes, pero en Arabia Saudí se aplica de forma literal e implacable para sancionar determinadas conductas. La monarquía saudí es el tercer país –después de China e Irán– que más personas ejecuta al año, unas 154 en 2016, según Amnistía Internacional. En 2015, en apenas 20 días se decapitó a 19 personas, todas ellas estaban acusadas de brujería y tráfico de drogas. Se están castigando delitos tales como la apostasía, esto es, el rechazo al Islam, y también la conversión a otras religiones. Las ejecuciones son siempre públicas. Las personas acusadas reciben brutales palizas, se les obliga a firmar confesiones que son aceptadas por los tribunales, se les impide dormir, no reciben ni comida ni agua y permanecen hasta veinticuatro horas de pie. Algunos ejecutados lo han sido por adulterio, entre los cuales había menores de edad y extranjeros. A muchos se les crucifica, otros son colgados de una grúa y hay casos de decapitaciones por asesinato. En algunas ejecuciones por adulterio también se aplica el horroroso método de la lapidación: se entierra parcialmente a la víctima y se le lanzan piedras no lo suficientemente grandes para que puedan acabar con su vida con unos pocos golpes ni tan pequeñas como para que no puedan hacerle daño, de manera que el terrible sufrimiento de la persona se prolonga durante horas antes de su muerte. La flagelación y la amputación de miembros continúan siendo castigos habituales. La homosexualidad está penada con la cárcel, con castigos corporales como los latigazos o con la muerte. A comienzos de 2014, con objeto de luchar contra todo tipo de activismo en favor de los derechos humanos, Arabia Saudí introdujo una ley antiterrorista que criminalizaba en la práctica cualquier clase de lucha u oposición de carácter pacífico. Las autoridades saudíes pretenden controlar y bloquear las redes sociales, prohíben las manifestaciones pacíficas y se niegan a aprobar una ley que regule la creación y el funcionamiento de grupos independientes que defiendan los derechos humanos. Los defensores de estos derechos sufren actos de violencia indiscriminada, hostigamiento, detenciones y encarcelamientos arbitrarios. Bajo custodia policial es común la tortura y los malos tratos. En Arabia Saudí se prohíbe el consumo de alcohol, el juego, el ajedrez y los videojuegos con contenido sexual o que inciten al paganismo o a la violencia, conceptos en cualquier caso, muy interpretables. En el país musulmán también existe una rigurosa separación de sexos y una vulneración gravísima y constante de los derechos de la mujer. En un documental emitido en la televisión británica ITV, que fue grabado con cámaras ocultas por un activista que permaneció seis meses en el país, se entrevista a un niño de apenas 14 años que relata las enseñanzas que los menores reciben en las escuelas: “Todos los cristianos deben ser castigados hasta la muerte, hasta que no quede ninguno. Deberían ser decapitados, esto es lo que nos enseñan en el colegio”, declara el menor. El activista también logró entrar en una mezquita donde consiguió grabar discursos que incitan de forma explícita al odio hacia otras religiones: “Los judíos han abusado y corrompido la tierra. Así que Alá, páralos y derrama sobre ellos el azote de la tortura. No dejes que su bandera ondee alto”. Para grabar el documental fue necesario crear una empresa ficticia y fingir un viaje de negocios. Como podemos comprobar, no existe gran diferencia entre las brutalidades empleadas por Arabia Saudí y las aplicadas por el Estado “Islámico” en los territorios que el grupo terrorista controla. En realidad, sí hay una diferencia: el Estado “Islámico” difunde por todos los medios las brutalidades que lleva a cabo. La razón es infundir terror en Occidente y en los ejércitos que defienden las regiones que el grupo terrorista desea invadir. En el caso de Arabia Saudí, están totalmente prohibidas las filmaciones de ejecuciones, decapitaciones, amputaciones de miembros, lapidaciones, ahorcamientos, etcétera. El motivo es lavar la deplorable imagen que el régimen saudí tiene ante el resto del mundo en cuestiones relativas a los derechos humanos.
El wahabismo no representa al Islam del mismo modo que los bautistas fundamentalistas de EE. UU. (una corriente ultraconservadora dentro de los propios bautistas) no representan a los cristianos del resto del mundo. Los bautistas fundamentalistas rechazan el divorcio, la homosexualidad y el contacto con otras iglesias. También son partidarios de la interpretación literal de la Biblia. Este grupo integrista, además, acepta y promueve el creacionismo, la doctrina que dice que los seres vivos fueron creados por Dios y que no proceden, por tanto, de la evolución. Existe una versión diferente del creacionismo: el llamado “diseño inteligente”. Esta teoría pseudocientífica fue creada porque el denominado “creacionismo científico” (una versión del creacionismo que trataba de dotar de veracidad científica al relato acerca de la creación narrado en el libro del Génesis) fracasó ante las autoridades educativas de Estados Unidos con el fin de que fuera enseñado en las escuelas públicas (en algunos colegios privados se educa a los niños en esta doctrina). El “diseño inteligente” era similar al “creacionismo científico”, pero los inventores del mismo se cuidaron bien de omitir cualquier cita que pudiera evocar el libro del Génesis para evitar su exclusión de las aulas, pero de nuevo fracasaron. Poco después de la matanza de Orlando (Florida), que acabó con la vida de 50 personas el 12 de junio de 2016 en el mayor atentado contra la comunidad LGTB de la historia de EE. UU., el pastor bautista de Sacramento (California), Róger Jiménez, declaró ante sus fieles que “No deberían estar tristes por los fallecidos porque los homosexuales merecían morir” y añadió: “Desearía que el gobierno los colocara contra el paredón, frente a un pelotón de fusilamiento y les volara los sesos”. Hay otras sectas cristianas como Exclusive Brethren, un grupo ultra radical de enorme influencia en Reino Unido. El propio Ku Klux Klan se define como antisemita, antinegro, anticatólico, antimasónico, anticomunista, homofóbico y xenófobo, eso sí, se declaran también cristianos. Es una pena que estos grupos “cristianos” tengan tantas fobias, principalmente si pensamos que Jesucristo habló más de amor que de espada. Los Hutaree son otra secta cristiana estadounidense que interpreta la Biblia de forma literal. En 2010 fueron intervenidos por el FBI. Los miembros de esta organización suelen vivir en fortalezas, cuentan con verdaderos arsenales de armas y adiestran a sus hijos –niños y niñas– para que sepan utilizarlas. Son el clásico grupo de carácter apocalíptico que está esperando alguna suerte de catástrofe nuclear, una guerra civil en Estados Unidos, una conflagración con Rusia o una invasión extraterrestre. Sus partidarios llegaron a manifestar en alguna ocasión que Obama era el anticristo. Ninguno de estos grupos representa al verdadero cristianismo, entre otras cosas porque son excluyentes y no inclusivos, y sus actitudes y enseñanzas denotan cualquier cosa menos amor por el prójimo. Lo mismo podemos decir del islamismo chií de Irán, el wahabismo o la secta musulmana de origen indio Jamaat Tabligh, que dirige casi la mitad de las mezquitas de Reino Unido.
¿Alguien puede imaginar cómo sería vivir en un barrio completamente controlado por miembros del Ku Klux Klan, por bautistas fundamentalistas o por pastores como Róger Jiménez?
Existen barrios en Europa en los cuales la presión social que impone el wahabismo es asfixiante: asfixiante en su imposición del Islam más radical; asfixiante en su intolerable, coercitiva y violenta opresión sobre las mujeres musulmanas; y asfixiante en su persistente adoctrinamiento hacia los musulmanes, incluyendo la concepción del modo de vida occidental como algo condenable, perseguible y odioso.
Buen ejemplo de ello es el gueto de Molenbeek, en la capital de Bélgica, Bruselas, donde viven apenas 100.000 personas, la mayoría turcos y marroquíes de segunda y tercera generación. En Molenbeek existen 30 mezquitas. Esta cifra no es superior a la cantidad de iglesias que puede haber en cualquier otra población similar en número en Francia, Alemania, Italia o España. La diferencia es que estos templos están financiados por Arabia Saudí (como la Gran Mezquita de Bruselas, situada a un paso de las sedes del Consejo de Europa y de la Comisión Europea) y en ellos se educa a los niños desde su más temprana edad en los principios más radicales de un movimiento, el wahabismo, que estuvo cerca de ser considerado secta a principios de siglo XX por los reputados teólogos egipcios. En Molenbeek, cinco veces al día se escuchan las llamadas a la oración realizadas por los imanes a través de los altavoces colocados en los minaretes de las mezquitas. Es evidente que este no es un barrio laico a la manera en que lo son el resto de barrios del continente: es decir, barrios donde uno puede o no practicar una religión determinada con toda libertad. La brutal presión social ejercida por los wahabíes sobre los jóvenes musulmanes desde su infancia, impide que puedan sustraerse a su perniciosa influencia. En Molenbeek, por medio del Centro Islámico Belga fundado por el clérigo radical Bassan Ayachi, el islamismo wahabí ha reclutado combatientes que han servido en el pasado a Al Qaeda y ahora al Estado “Islámico”. Este barrio también tuvo relación con el atentado de Madrid del 11 de marzo de 2004, con los atentados de Londres del 7 de julio de 2005, con el ataque al museo judío de Bruselas y con los asesinatos de Charlie Hebdo. Aquí vivieron los autores de estos atentados y las familias de la mayoría de los terroristas belgas que han ido a luchar a Siria e Irak. Todo ello hace de Bélgica el país con más combatientes de la Unión Europea en estos países en proporción a su población.
Lo que vemos en este lugar también podemos observarlo en Saint-Josse-ten-Noode, que al igual que Molenbeek es uno de los 19 municipios que conforman Bruselas. El grupo “Sharia4Belgium” era una red de captación de terroristas, ya desmantelada, que operaba principalmente en Vilvoorde y Amberes. El colectivo fue juzgado en 2015 en Bélgica en el mayor juicio contra el terrorismo islamista de la historia de Europa; 46 miembros fueron condenados a entre tres y doce años de cárcel. De todos ellos, sólo ocho pudieron escuchar la sentencia dictada por un tribunal de Amberes. El resto se encuentran combatiendo en Siria o han muerto luchando en las filas de Al Qaeda en el país. El organismo que valora el riesgo de amenaza terrorista en Bélgica (OCAM,por sus siglas en francés) ha llamado la atención en varias ocasiones sobre la creciente influencia del wahabismo frente al Islam moderado en todo el país.
Otro caso llamativo es el de la capital inglesa: en Londres viven un millón de musulmanes, la inmensa mayoría están perfectamente integrados en todos los órdenes. No ocurre lo mismo en el llamado East London, donde existe una comunidad que se rige por sus propias leyes y dispone de sus propias escuelas y mezquitas. Todos los templos de esta zona están controlados y financiados por grupos ultra radicales como el Islamic Forum of Europe (IFE). Creada por Jamaat-e-Islami Chowdhury Mueen-Uddin, condenado a muerte en noviembre de 2013 por el Tribunal de Crímenes de Guerra de Bangladesh, esta organización extremista defiende abiertamente su fin último, que no es otro que imponer un “Califato” en Europa. Como en Molenbeek o en el resto del continente, los radicales se aprovechan de las leyes europeas que amparan y defienden la diversidad religiosa. En esta zona de Londres se encuentran los municipios de Newham y Tower Hamlets, donde muchos jóvenes que no hablan inglés viven sin relacionarse con personas que no sean musulmanas. En todo Reino Unido existen unos 85 tribunales denominados Consejos de la Sharia (el cuerpo del derecho islámico). En el Consejo de la Sharia de Leyton (un barrio del municipio londinense de Waltham Forest) se dirimen unos 50 casos al mes, en su mayoría son problemas matrimoniales presentados por mujeres. Bajo la ley islámica, es el único modo de que una mujer pueda conseguir el divorcio. En caso de obtenerlo, el hombre no ha de pagar cantidad alguna, mientras que las mujeres se ven obligadas a abonar 400 libras (unos 460 euros); además,la mujer necesita el testimonio a su favor de dos varones para obtener el documento.
Lo mismo podemos decir del barrio de Whitechapel (que forma parte de Tower Hamlets), donde se impone el velo “islámico” a las féminas. El “niqab”, la prenda habitual de las mujeres de Arabia Saudí, que sólo deja al descubierto los ojos se ha convertido en el uniforme obligatorio que muchos colegios de la zona establecen para las niñas a partir de los 11 años. Uno de esos centros es el Madani Islamic School de Myrtle Street. El carácter retrógrado de los partidarios de este movimiento no tiene límites, y ante la laxitud de las autoridades británicas y europeas se muestran insaciables en sus propósitos descabellados y totalitarios: hace 20 años, los líderes wahabíes de este tipo de barrios comenzaron a “aconsejar” a las familias que vistieran a las niñas con el hiyab (el pañuelo que cubre cabello y pecho) como una forma de distinguir a las “buenas” musulmanas de las que no lo eran. Ahora exigen el niqab y no sería extraño que el próximo paso fuera la imposición del burka. Los líderes de la mezquita del East London llegaron a invitar como adoctrinador a Abdullah Hassan, un imán que describe a los judíos como “adoradores del diablo” y que alaba sin rubor a Osama Bin Laden. Buena parte de las mezquitas británicas (como las del resto de Europa) fueron construidas con dinero directamente aportado por el Gobierno de Arabia Saudí y se financian con donaciones de los feligreses o con “dinero halal” (beneficios procedentes de empresas que declaran cumplir la Sharia o ley islámica). Los responsables de la mezquita de Tower Hamlets son lo más opuesto a la imagen que podríamos tener de unos radicales barbudos e intolerantes: han comprendido que es mucho más eficaz utilizar métodos democráticos y pacíficos para obtener un “Califato”, esto es, servirse de la ley y de los resquicios jurídicos para construir lo contrario de un Estado de derecho. Esta mezquita está controlada por un núcleo extremadamente radical que educa a los niños en el odio hacia los no musulmanes, las mujeres, los homosexuales y los judíos, todo ello respaldado –como ya he explicado– por el grupo ultra radical Islamic Forum of Europe (IFE).
La mezquita del East London dirige su propio colegio, la London East Academy. Se trata de un centro privado de educación secundaria en el cual sólo estudian varones. En marzo de 2016, el “Evening Standard” informó que Zubair Nur, estudiante de la escuela, se había unido al Estado “Islámico”. Según Stand for Peace, un “think-tank” dedicado a luchar contra los extremismos, este centro también está controlado por el IFE. En 2014, el instituto educativo británico Ofsted informó sobre la anomalía de que sus alumnos tenían “influencias extremistas”. Entre los miembros de la dirección de la escuela está Abdul Qayyum, imán de la mezquita del East London y firmante de la Declaración de Estambul, un texto que apoya de forma explícita los ataques contra las comunidades judías y las tropas británicas. Los jóvenes que estudian en este colegio, lo hacen ataviados con la “thawb”, la túnica habitual que los hombres visten en muchos países árabes.
Idéntica situación se vive en Bethnal Green Academy, una escuela situada a pocos metros de Brick Lane, uno de los barrios londinenses de moda. En cuanto se abandona la calle principal, el visitante sale del Londres cosmopolita y se adentra en otro gueto donde las estudiantes se pasean cubiertas por un velo negro bajo la amenazante mirada de sus familiares, vecinos y “amigos”, que llevan a cabo un papel similar al de los “guardianes de la moral” en Irán o al de los miembros del Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio de Arabia Saudí. Este centro se hizo famoso en febrero de 2015 cuando tres de sus estudiantes, de 15 y 16 años, viajaron a Siria para casarse con un terrorista del Estado “Islámico”. Meses atrás,otra compañera había hecho lo mismo y otras cuatro mostraron las mismas intenciones. No nos debe extrañar que varias jóvenes del mismo colegio se unan a la organización terrorista. Las autoridades y muchos analistas suelen atribuirlo a la propaganda a través de internet que, efectivamente, es muy activa y proselitista, pero poco después salió a la luz un vídeo distribuido por el Daily Mail donde se veía al padre de una de las menores participando en una manifestación liderada por el clérigo radical Anjem Choundary, que fue condenado en 2016 a 10 años de cárcel por radicalización de jóvenes y por apoyar al Estado “Islámico” a través de las redes sociales con continuos llamamientos a sus seguidores para que obedecieran al autoproclamado califa del grupo terrorista, Abu Bakr al Baghdadi. En la misma concentración también estaba Michael Adebowale, el terrorista que,armado con un cuchillo, asesinó a plena luz del día al soldado Lee Rigby en Londres el 22 de mayo de 2013. El responsable de orientación del centro, Tacif Zaman, ha manifestado a través de internet su apoyo a Babar Ahmad, un islamista británico condenado por terrorismo por un tribunal de Estados Unidos en 2014; Zaman también ha pedido la liberación de Shaker Aamer, a quien uno de los líderes de Al Qaeda ,Abu Zubaydah (a día de hoy preso en Guantánamo), alabó por su papel de reclutador activo de la organización terrorista. La coordinadora de eventos, Nabila Akhtar, es miembro de Red Leaf, un grupo islámico que protege a activistas extremistas como Mudassar Ahmed, de la citada secta Jamaat Tabligh, o Anas Al-Tikriti, de los Hermanos Musulmanes.
A escasa distancia de los palacetes del barrio de Notting Hill y del mercado de Portobello de la capital inglesa, se encuentra una mezquita inaugurada por el príncipe Carlos en el año 2000. A esta mezquita asistía con regularidad el terrorista John, cuyo verdadero nombre era Mohammed Emwazi. Este terrorista se hizo conocido en el mundo tras decapitar a los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Joel Sotloff, el 19 de agosto y el 2 de septiembre de 2014 respectivamente, y el 30 de enero de 2015 al periodista japonés Kenji Goto. Pero lo cierto es que el terrorista John no se radicalizó en la mezquita sino en las calles de ese Londres extremista y desconocido para los que no viven en la capital británica, donde mandan los radicales wahabíes y los miembros de Jamaat Tabligh, que se han apropiado de la idea del Islam hasta el punto de hacernos creer a la mayoría que esta religión es esencialmente violenta e intolerante.
Punto y aparte es el caso de la ciudad de Birmingham, la segunda en importancia del país, donde más del 22% de su población es musulmana. En algunos barrios como Sparkbrook, el porcentaje supera el 70%. Sólo Londres sobrepasa a Birmingham en número de detenciones relacionadas con el islamismo radical. En 1999, dos años antes de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, cinco británicos que tenían vínculos con la ciudad fueron condenados por preparar ataques con bombas en Yemen. En el año 2000, la policía descubrió en Sparkbrook una fábrica de bombas con más de 100 kilos de productos químicos y diversos explosivos en el domicilio de Moinul Abedin, un camarero de 27 años. Este caso fue considerado por los servicios secretos de Reino Unido como el primer complot de Al Qaeda con el fin de que musulmanes británicos atacasen su propio país. En Birmingham creció Parviz Kham, condenado a 17 años de cárcel en 2008 por organizar el secuestro de un soldado británico para degollarlo. Kham también estaba organizando el futuro matrimonio de su hija de tres años con un combatiente radical “islámico”. Tan solo en el año 2013, veinte jóvenes musulmanes de la ciudad fueron juzgados por vínculos con el terrorismo islamista. De Birmingham procedía también Rasheed Benyahia, hijo de una británica y un argelino que desapareció rumbo a Siria una mañana de junio del año 2015 para alistarse en las filas del Estado “Islámico”. Murió once meses después alcanzado por un misil. Tenía tan sólo 20 años. También residía en Birmingham Khalid Masood, el hombre que atentó en marzo de este año en las inmediaciones del Parlamento de Reino Unido matando a tres personas e hiriendo a otras veintinueve a las que arrolló con un todoterreno antes de ser abatido por la policía. Cuando Masood vivía en Luton, fue visitado en varias ocasiones por Anjem Choudary, el clérigo radical condenado por apoyar al Estado “Islámico”. Al menos 15 colegios públicos de Birmingham han sido investigados por imponer “una ética islámica agresiva”, de acuerdo con el denominado “Informe Caballo de Troya”, elaborado por el ex director de contraterrorismo, Peter Clarke, a petición del Ministerio de Educación. El Ofsted ya alertó en 2015 por “el riesgo de extremismo en las escuelas”. En su informe, este organismo educativo británico confirma que en los colegios de Birmingham se ha extendido la enseñanza de “una rama particularmente dura del islamismo suní” capaz de que crear una generación de “jóvenes vulnerables a la radicalización”. La investigación concluye diciendo que el procedimiento que ha utilizado el islamismo radical ha sido la de promover a sus adeptos a puestos directivos en las escuelas públicas.
Lo que vemos en Molenbeek, Birmingham o Londres, podemos percibirlo también en Roubaix, localidad situada al norte de la región francesa de Nord-Pas de Calais, que está considerada la ciudad más pobre de Francia. Las causas económicas son fundamentales para entender el problema: el 40% de la población musulmana de Reino Unido (1,2 millones) vive en el 46% de los barrios más pobres del país. El 21% de ellos no llega nunca a trabajar, frente al 4% de los británicos que pasan por la misma situación. Tim Krieger y Daniel Meierrieks, miembros de la Universidad alemana de Friburgo, llevaron a cabo un estudio dedicado a investigar la relación entre desigualdad y terrorismo. Tras recopilar datos de 71 países llegaron a la conclusión de que existe un proceso de causa-efecto, aunque éste no sea el único elemento desencadenante. También influyen de forma decisiva factores como la presión demográfica, la escasez de instituciones sólidas y la política internacional, pero donde existe más desigualdad, el riesgo de atentados terroristas es mayor.
También podemos analizar el caso de Rosengård, un barrio de Malmoe, la tercera ciudad de Suecia: en 2008 se produjeron graves disturbios cuando la policía desalojó una mezquita ocupada por jóvenes musulmanes porque el propietario del local se negó a renovar el contrato de alquiler. En este incidente se utilizaron tácticas de guerrilla urbana que incluyeron disparos de arma corta. La policía declara que “algunas tareas rutinarias, como pedirle el carné de conducir a un inmigrante se escapan fácilmente de control y se convierten rápidamente en sucesos graves en los que deben intervenir todos los refuerzos disponibles para restablecer el orden. Gracias a los teléfonos móviles muchos simpatizantes acuden con celeridad cada vez que debes operar en Rosengard. Si mandas parar un coche para un control de rutina, al instante todo el clan acudirá para oponerse a la policía”. De este barrio procedía Jalid al-Yousef, musulmán nacionalizado sueco de 44 años acusado de financiar movimientos terroristas como Hamás o las “Brigadas de los Mártires de al-Aqsa”, y también de reclutar jóvenes con el fin de que cometieran atentados suicidas.
Existe una secta judía conocida como los jaredíes. También llamados ultraortodoxos, representan al 12,5% de la población del Estado de Israel, unos 800.000 miembros, aunque su número va en constante aumento por su extraordinaria tasa de natalidad, con un promedio de ocho hijos por pareja. Pertenecen a la escuela ortodoxa que se distingue por dar un valor extremo al estudio y a la lectura diaria de la Torá. Este colectivo nació en el siglo XIX en el seno de las comunidades europeas askenazíes (judíos europeos asentados en Europa central y oriental). No obstante, se encuentra un antecedente en las sociedades místicas jasidíes ucranianas de mediados del siglo XVIII. La mayoría de los jaredíes viven hoy en Estados Unidos e Israel, y la práctica totalidad de ellos son asquenazíes. En la ciudad de Jerusalén, se concentran en el barrio de Mea Shearim. Son contrarios a la participación social y a la educación mixta, y mantienen una radical separación entre sexos. Los jaredíes tienen sus propias escuelas, que no incluyen asignaturas como Historia, Matemáticas, Física o idiomas. A partir de los seis años, los niños varones se consagran en cuerpo y alma al estudio de la Torá y el Talmud. Un 70% de los varones jaredíes se niegan a cumplir el servicio militar y aceptan una subvención del Estado de Israel con el fin de dedicarse por entero al estudio e investigación de la Torá. Las mujeres suelen trabajar en la economía del barrio haredí y lo más normal es que acaben casándose con un hombre de sus mismas creencias. El atuendo con el que se visten los varones es un traje de corte europeo del siglo XIX: la chaqueta es negra y también lo es su sombrero. Suelen dejarse crecer la barba y se rizan sus largas patillas denominadas “peyot”. Las mujeres lucen vestidos modestos que consisten en faldas hasta los tobillos y mangas largas que al menos llegan hasta los codos. Entre ellas es frecuente la rasuración de la cabeza porque consideran el cabello como algo voluptuoso que puede excitar al hombre. De forma habitual se cubren con una peluca o con pañuelos.
Los jaredíes, por muy numerosos que sean, son vistos como una secta por las poblaciones del Israel más moderno, gentes con un modo de vida semejante al de los europeos occidentales. Exactamente lo mismo sucede con los musulmanes radicales en su relación con los musulmanes moderados, que, por fortuna, constituyen la inmensa mayoría de los que viven en Europa: los musulmanes moderados insisten en que el Islam wahabí no es el verdadero Islam, y esta distinción la hace desde el más culto hasta el más iletrado. De hecho, los musulmanes moderados rechazan cualquier clase de radicalismo, no sólo el wahabí. Por poner un ejemplo, en 2007 más de 2.500 musulmanes británicos firmaron una petición contra el proyecto de construcción de la mayor mezquita de Europa en el Este de Londres porque la propuesta estaba patrocinada por la secta musulmana Yabaat Tabligh, de la que antes he hablado. Entre los grupos que interpretan el Corán de forma radical también están los chiíes de Irán. De manera que los terroristas no se “radicalizan” por casualidad ni de forma repentina ,sino que viven en guetos que promueven ese extremismo desde la infancia de los futuros terroristas, cuando les enseñan a concebir al no musulmán como no depositario de derechos humanos. La antítesis de este Islam radical es Ahmed Merabet, el policía musulmán que murió en París defendiendo a los dibujantes de Charlie Hebdo.
El odio no es algo connatural al ser humano, es un sentimiento que se aprende. La capacidad de amar, por el contrario,parece ser una cualidad innata del hombre. En estos barrios, con la total connivencia de Europa, se está inculcando la animadversión a Occidente y a todo lo que no sea musulmán. Pongamos ahora sobre la mesa todos los ingredientes que promueven los integristas “islámicos” entre los niños y adolescentes que caen en sus manos (fanatismo, intransigencia, odio y estigmatización hacia los no musulmanes, los judíos, los homosexuales, las mujeres, etcétera) y mezclémoslos con la pobreza, la ignorancia, el fracaso escolar, la exclusión social, la formación de guetos en determinadas ciudades, el desempleo, el racismo y el desprecio al extranjero que muchos europeos dedican –lo reconozcan o no– a la mayoría de las personas que vienen de fuera del continente, y ya tenemos el caldo de cultivo perfecto para que los rechazados, que permanentemente experimentan sentimientos de humillación y de no integración se afilien a los rasgos más extremos y radicales de su propio grupo o religión. Entre las razones de que las autoridades europeas no se enfrenten con determinación a este problema está el miedo a ser calificadas de racistas o de promover la islamofobia, término creado por el régimen de Irán en 1979 como una forma demagógica de contrarrestar las críticas que sus excesos y sus ataques contra los derechos humanos iban a suscitar en la prensa occidental. En el trasfondo de todo este problema también está el inmenso poder económico y político de Arabia Saudí, el papel de las empresas petroleras estadounidenses y británicas, y la compra de armas de la monarquía saudí a EE. UU. y Reino Unido. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió en 2015: desde el verano de ese año, Arabia Saudí preside el Consejo de Derechos Humanos de la ONU pese a ser uno de los países que menos vela por el cumplimiento de los mismos. El embajador saudí, Faisal bin Hassan Trad, obtuvo ese puesto gracias al voto secreto de Reino Unido, tal y como revelaron los acuerdos secretos filtrados por WikiLeaks. A cambio, la empresa británica BAE Systems ha recibido desde 2010 más de 12.800 millones de euros en contratos militares con el reino saudí. Arabia Saudí es el principal cliente a nivel mundial de equipos militares británicos y adquiere cada año casi el 50% de todo el armamento que exporta Reino Unido. Riad también es el principal comprador de armas de EEUU y el primer importador del mundo. Por su parte, Estados Unidos es el principal fabricante y exportador de armas del planeta, y en este país las donaciones de campaña de la industria armamentista son imprescindibles para que un candidato consiga llegar a la Casa Blanca. Todo esto explica la indulgencia con Arabia Saudí y que las constantes violaciones de derechos humanos de este país no estén de continuo en los medios de comunicación de los países occidentales.
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