Lucía Lijtmaer
http://www.eldiario.es/
Feminista, lesbiana, exprostituta. Novelista, punk, rockera. Lo que sabemos de Virginie Despentes se puede enunciar en sintagmas, y siempre son subversivos. La autora de Teoría King Kong, uno de los manifiestos imprescindibles para entender la lucha feminista contemporánea, presenta en estos días en nuestro país la primera obra de su trilogía Vernon Subutex (Random House), tras arrasar en Francia.Despentes, cuya obra se extiende en decenas de libros y varias películas -siempre polémicas, desde Fóllame a Bye Bye Blondie- atraviesa una vez más el tránsito entre el mainstream y los márgenes, en una novela que conjuga a un protagonista desclasado de la industria discográfica, una actriz porno, productores fracasados y una generación parisina que iba a tenerlo todo y se perdió por el camino.
¿Por qué eligió la novela para contar esta historia generacional?
Es el formato que uso como escritora desde hace más de veinte años y también como lectora, claro. Creo que en el ensayo no tienes tanta libertad ni potencia. La novela es un género muy útil para explicar la complejidad de las cosas, es la más exigente como escritora pero también la más interesante como lectora.
¿Cómo vive el éxito que ha tenido la novela en Francia? ¿Qué interpretación le da? ¿Acaso toca algo de la sociedad que necesitaba ser explicado?
Me lo tomo bien (ríe). La angustia del principio de Vernon Subutex -perder tu trabajo, tu apartamento- es una angustia muy compartida. Lo pensé al escribirlo y al ver el éxito lo compruebo. Nos importa a muchos, ¿qué pasaría si lo perdemos todo? Es una angustia nueva en los que están rodeando los cincuenta. El mercado de trabajo no nos necesita, en Francia no hay una estructura familiar necesariamente que nos sostenga, es una angustia compartida.
El hecho de tener un personaje masculino también es nuevo, Vernon hace lo que le da la puta gana y todo el mundo lo ve como un derecho. Si Vernon fuera una chica igual hubiera tenido los mismos lectores, pero la crítica lo hubiera recibido de manera diferente: una señora de cincuenta años follando con todo el mundo hubiera levantado muchas preguntas, un hombre en la misma situación resulta cool.
Casi nadie me ha hablado de cómo folla Vernon. La sexualidad masculina ni siquiera se comenta. No lo pensé, pero para la próxima vez lo tendré en cuenta: los personajes masculinos siempre son guays (ríe).
Esta novela de éxito se aleja mucho de la novela francesa que suele llegar a España, con problemas pequeño burgueses.
Lo cierto es que a España llega menos literatura interesante traducida de la que hay. Sí, llega Fred Vargas, por ejemplo, o novela negra que tiene otro punto de vista. Llevo veinticinco años en esto, los escritores que me interesan suelen ser de fuera. Me gusta mucho lo que hace Zadie Smith. Roberto Bolaño, evidentemente, me voló la cabeza. Empieza a llegarnos también literatura africana y de africanos criados en Francia, con nuevas maneras de interpretar lo que pasa.
Usted ha hablado más de una vez que tanto sus películas como su trabajo literario no va destinado al señor de mediana edad que escucha ópera.
Sí, aunque el cine es otra cosa, es un territorio más vigilado. La literatura también, pero siendo de una clase social que no debería aspirar a escribir puedes llegar a entrar, quizás porque ha perdido la importancia que tenía. Llega gente nueva desde el hip hop, por ejemplo. El cine es muchísimo más acotado y más violento. Por supuesto, tengo amigos y gente que respeto en el mundo literario. Lola Lafon y su La pequeña comunista que no sonreía nunca me interesa muchísimo.
Su trabajo trata todo lo que la sociedad bienpensante considera “degradante”. Ahora son los desclasados, antes lo que no es heteronormativo.
Lo que no me interesa es la respetabilidad clásica, no escribo en contra pero no me siento limpia o respetable. Me interesa en esta novela que haya transexuales, lesbianas, chicas con velo, chicos que no tienen nada. Está toda esa gente que no tiene legitimidad en la literatura, quizás ya no tan frontalmente, pero están. Sé que una vez entra una lesbiana o una estrella del porno de manera distinta en la narrativa puedes influir conscientemente en el pensamiento del lector.
Usted habla del rock en Francia como espacio social con divisiones políticas. ¿Cree que es algo extrapolable a otros países, a otras sociedades?
Cada país tiene su propia historia con el rock, en España la transición le dio otra categoría y otro valor al que tiene en Francia, por ejemplo. El rock es un símbolo de la sociedad norteamericana de posguerra, de nuestra cultura común en un momento en el que no compartimos muchas cosas. Compartimos a Elvis Presley, a Janis Joplin y a Jimi Hendrix, que son conocidos en toda nuestra sociedad blanca occidental y eso hace de esta cultura algo muy interesante que dice mucho sobre la posguerra en general y sobre nuestra entrada en los ochenta y en el ultraliberalismo.
¿Hay alguien de la escena musical contemporánea que le interese, que rompa con el neoliberalismo?
Mucha gente. Gossip, Peaches, Frank Ocean incorporan muchas cosas nuevas. Desde el punto de vista queer, el pop tiene mucho que decir. Beyoncé, que es pop puro tiene mucho que discutir e incorpora temas de raza y empoderamiento.
Sí, aunque el cine es otra cosa, es un territorio más vigilado. La literatura también, pero siendo de una clase social que no debería aspirar a escribir puedes llegar a entrar, quizás porque ha perdido la importancia que tenía. Llega gente nueva desde el hip hop, por ejemplo. El cine es muchísimo más acotado y más violento. Por supuesto, tengo amigos y gente que respeto en el mundo literario. Lola Lafon y su La pequeña comunista que no sonreía nunca me interesa muchísimo.
Su trabajo trata todo lo que la sociedad bienpensante considera “degradante”. Ahora son los desclasados, antes lo que no es heteronormativo.
Lo que no me interesa es la respetabilidad clásica, no escribo en contra pero no me siento limpia o respetable. Me interesa en esta novela que haya transexuales, lesbianas, chicas con velo, chicos que no tienen nada. Está toda esa gente que no tiene legitimidad en la literatura, quizás ya no tan frontalmente, pero están. Sé que una vez entra una lesbiana o una estrella del porno de manera distinta en la narrativa puedes influir conscientemente en el pensamiento del lector.
Usted habla del rock en Francia como espacio social con divisiones políticas. ¿Cree que es algo extrapolable a otros países, a otras sociedades?
Cada país tiene su propia historia con el rock, en España la transición le dio otra categoría y otro valor al que tiene en Francia, por ejemplo. El rock es un símbolo de la sociedad norteamericana de posguerra, de nuestra cultura común en un momento en el que no compartimos muchas cosas. Compartimos a Elvis Presley, a Janis Joplin y a Jimi Hendrix, que son conocidos en toda nuestra sociedad blanca occidental y eso hace de esta cultura algo muy interesante que dice mucho sobre la posguerra en general y sobre nuestra entrada en los ochenta y en el ultraliberalismo.
¿Hay alguien de la escena musical contemporánea que le interese, que rompa con el neoliberalismo?
Mucha gente. Gossip, Peaches, Frank Ocean incorporan muchas cosas nuevas. Desde el punto de vista queer, el pop tiene mucho que decir. Beyoncé, que es pop puro tiene mucho que discutir e incorpora temas de raza y empoderamiento.
En una entrevista que le hacían usted defendía a Beyoncé ante cierto nuevo feminismo crítico estadounidense.
Beyoncé pone sobre la mesa temas que no estaban en el mainstream hasta ahora. Estas discusiones son interesantes. Evidentemente ella no va a cambiar el mundo y es producto directo del capitalismo, pero es la primera vez que tengo tantas discusiones sobre raza y feminismo con gente que ni siquiera se planteaba el tema. Por eso la música pop es importante, trae además una carga emocional importantísima, fíjate lo que pasó con la muerte de David Bowie. Ahí pasó algo colectivamente. El pop es una cultura moribunda pero ha sido muy importante durante los últimos cincuenta años.
Beyoncé pone sobre la mesa temas que no estaban en el mainstream hasta ahora. Estas discusiones son interesantes. Evidentemente ella no va a cambiar el mundo y es producto directo del capitalismo, pero es la primera vez que tengo tantas discusiones sobre raza y feminismo con gente que ni siquiera se planteaba el tema. Por eso la música pop es importante, trae además una carga emocional importantísima, fíjate lo que pasó con la muerte de David Bowie. Ahí pasó algo colectivamente. El pop es una cultura moribunda pero ha sido muy importante durante los últimos cincuenta años.
Usted habla de una generación que estaba educada en el progreso ascendente, una sociedad europea, socialdemócrata a veces, que siempre iba a vivir confortablemente, mejor que sus padres. Esa generación fracasa. ¿A cuantos personajes de su novela ha conocido?
Aunque los personajes no son reales, lo que dicen sí lo es. En Francia es la primera vez que vemos amenazado el trabajo del sindicalismo y los movimientos políticos de principios del siglo pasado. Fuimos inocentes y no esperábamos algo así, con tanta brutalidad. Es una guerra de clases en la que los ricos van a por el pueblo de manera feroz.
Se habla también de la transición del punk, del “no hay futuro” al apocalipsis contemporáneo. ¿Ahora hay futuro?
El punk decía “no hay futuro” pero su ética del “háztelo tú mismo” no era nihilista, podías aprender, era una excelente escuela de curiosidad y de adaptación, mirándolo con perspectiva. Tengo 47 años, no sé qué hace la gente joven hoy en día. Sé que no pasa por el punk, sí por el hip hop y por los nuevos movimientos políticos. Creo que el feminismo y lo queer ahora es mucho más llamativo y activo que en mi juventud. En parte gracias a internet ahora tienes acceso a todas las discusiones y estas son más exigentes. Ha sido una liberación para lo queer, ya no tienes que ir mendigando que te publiquen un texto, lo sacas tú y la gente lo lee. Lo mismo pasa con los temas sobre la violación, en los noventa no podías encontrar nada sobre el tema, ni dónde discutirlo. Ahora está a la orden del día.
Pese a ese optimismo, hay indicios de involución. Usted ha dicho que Fóllameno podría filmarse hoy en día y que hemos normalizado cosas inimaginables.
Sí, incluso te diría que es peor en Francia. Las manifestaciones contra el matrimonio homosexual serían impensables hace veinte años. Creo que son dos corrientes que van en paralelo y por eso ocurren: hay resistencia porque hay avances. Hoy en día una chica puede decir que no le interesa el feminismo pero su vida ha sido revolucionada por él. En los barrios dónde hay mucha inmigración y hay discursos muy duros sobre la virginidad y el matrimonio también las chicas saben que tienen opciones que antes no contemplaban. Se ve en las series: muchos de los personajes femeninos eran impensables hace veinte años.
¿Cuales?
Las ancianitas de American Horror Story, por ejemplo. A dos metros bajo tierra, tiene a todas esas mujeres mayores de cincuenta años, con líbido y con hijos gays. Lo hemos normalizado, pero es muy novedoso. Hay personajes de chicas que hacen cosas, hay lesbianas, hay transexuales. Yo recuerdo mi juventud y el personaje más interesante parecía ser la protagonista de Flashdance. ¡Flashdance! ¿Te das cuenta? Ahora es posible que James Bond sea una mujer. No digo que no haya mucho por hacer, pero hemos avanzado.
El mainstream es muy importante en términos de feminismo para visibilizar eso. El feminismo ha cambiado el mundo occidental totalmente. De manera lenta, pero ahí está. Cuando saqué Fóllame, la novela, era impensable verbalizar que las mujeres tienen deseo sexual, no se hablaba de la cultura de la violación y ahora ha permeado, se ha entendido.
Ningún comentario:
Publicar un comentario