“Lo que te hace respetable no es tener fuerza, sino controlarla”.
Benjamín Prado
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Aparte de no parecerse en nada, los sistemas totalitarios y las democracias se diferencian por sus policías: en los primeros, cuando los ves te sientes amenazado; en las segundas, te sientes protegido. Por eso hay que tener un cuidado extremo en ese territorio y no olvidar nunca que en una sociedad libre imperan las razones, es decir, que a los ciudadanos se los trata como una materia frágil, algo que hay que proteger, no avasallar. Un Estado de derecho consiste en que la ley la aplican los jueces, no los justicieros, ni los de uniforme ni los que visten de civil.
Los mensajes interceptados y hechos públicos entre un grupo de agentes municipales de Madrid, en los que lanzan insultos gravísimos, por soeces y por violentos, contra la alcaldesa de la capital y contra algunos periodistas o medios de comunicación, son un agujero al uniforme de una institución que lleva muchos años ganándose a pulso la gratitud y el respeto de los ciudadanos, a quienes sirve día y noche de forma ejemplar. Sus jefes deberían reaccionar, en defensa propia y de todos, no sólo de manera veloz sino también fulminante: esos individuos no pueden seguir patrullando la ciudad con un arma al cinto y esas ideas en la cabeza. "Que se muera la zorra vieja ya", dice uno de ellos. Otro le desea que sufra un accidente "y una muerte lenta y agónica". Un tercero lamenta "que ella no estuviera en el despacho de Atocha cuando mataron a sus compañeros", en referencia al atentado ultraderechista que conmovió a toda España en 1977. Y hay quienes la llaman desde "asquerosa" o "vejestorio despreciable" a "hija de la grandísima puta roja de mierda mal parida". Para los periodistas televisivos Ana Pastor y Antonio García Ferreras, piden "que explote laSexta con todos ellos dentro". Aquí ocurre lo mismo que en muchas tramas de corrupción política, cuando se difunden las conversaciones entre los ladrones de la Gürtel, la Púnica, la Lezo, la Taula, etcétera: deprime tanto ver lo que hacen, como su zafiedad y su grosería, que nos hacen echarnos a temblar al ver en qué manos estamos.
La Policía está para perseguir manadas, no para formarlas. Y una cosa es llevar pistola y otra muy distinta ser un pistolero, y comportarse como algunos de los implicados en este asunto, que al saber que un compañero, para más señas sindicalista, los denunciaba por un delito de incitación al odio, ponía una denuncia en la comisaría y los hechos en conocimiento de Asuntos Internos. Según su testimonio, ha recibido amenazas incluso de muerte e incluso ha tenido que tomar medidas de seguridad extrema para proteger a su familia y a sí mismo. En el caso de que todo eso se confirme, tendremos que preguntarnos si puede compaginarse defender la ley y actuar como un grupo de matones. El mito del bombero pirómano está bien cuando es en broma, pero sólo en ese caso.
Digan lo que digan los antiguos europeístas vueltos eurófobos, que han dicho Diego donde dijeron digo en cuanto el viento ha cambiado la dirección de las banderas azules, en España no hay ninguna dictadura, y para demostrarlo no hace falta más que compararla con la de verdad, la que asoló este país durante treinta y ocho años funestos en los que sí existían los crímenes de Estado, las torturas, los presos políticos, las detenciones ilegales, la censura, los grupos paramilitares, los exiliados y demás horrores. Pero también es cierto que para que todo vaya bien, las fuerzas y cuerpos de seguridad deben ser impecables en sus actuaciones y en sus comportamientos. Si no lo son, el edificio entero se cae; si no lo parecen, se tambalea. Por eso los defensores del proceso catalán han puesto tanto ímpetu en recordar que la actuación de los antidisturbios el uno de octubre fue, tal y como lo resumió la propia Manuela Carmena, en unas declaraciones que originaron la reacción brutal de los policías municipales de los que hablamos, "un grave error".
Tal vez un clavo pueda sacar otro clavo, pero una equivocación no arregla otra. Y los representantes del orden no pueden ni perder los nervios, ni ser incapaces de frenar la lengua cuando les hierve la sangre. No lo debemos permitir. La media docena de municipales que considera a Hitler “un señor con el que ya estarían las chimeneas echando humo”, que llama a los inmigrantes “moros hijos de puta” y “ratas”, asegura que “los tiraba al mar, de comida para peces”, pregunta si “el napalm lo inventaron para quemar basura así” o dice que en el barrio multicultural de Lavapiés “habría que entrar con lanzallamas y bayonetas” y “electrificar la valla de Ceuta y Melilla”, no pueden seguir en sus puestos sin antes dar muchas explicaciones. Van a decir que todo era una broma, pero ya sabemos que eso tiene unos límites. O al menos, los ha tenido cuando se trataba de civiles. La ley es igual para todos, incluso para quienes la representan.
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