Hay una España, tramposa y torpe, que cree vivir en el siglo XIX con fronteras aisladas a la información. La España del cortijo y la estulticia, exhibida al mundo en toda su opulencia. Ahora está en la cresta de la ola.
Rosa María Artal
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La jueza Lamela intentando convencer a la justicia belga de que el Govern era corrupto para conseguir la extradición exprés de Puigdemont y sus consejeros. Hasta marcando la casilla “corrupción” en el formulario. Españolistas de pro deseando a Bélgica un nuevo atentado terrorista por no haber extraditado al President depuesto, para asombro de periodistas belgas que lo han manifestado. Lo más granado del periodismo ultra español arengando a las masas proclives contra ADIDAS por haber diseñado una camiseta para la selección española de fútbol que les suena a la bandera republicana en sus colores.
La Pérfida Albión decía el franquismo, el Oro de Moscú, la conjura judeo-masónica, siempre otros culpables de sus desatinos. Hay una España, tramposa y torpe, que cree vivir en el siglo XIX con fronteras aisladas a la información. La España del cortijo y la estulticia, exhibida al mundo en toda su opulencia y prosapia. Ahora está en la cresta de la ola.
Éramos pocos y se lanzó el –reprobado – Ministro de Hacienda Cristóbal Montoro a intervenir las cuentas del Ayuntamiento de Madrid. Primera vez en la historia que se ejecuta tal acción. Tras reducir la deuda que heredó en 2.000 millones y lograr un superávit de otros 1.000, la principal discrepancia aducida es la Regla de Gasto que viene a dejar en evidencia la gestión del gobierno nacional. Montoro ya había ordenado paralizar en agosto casi 600 obras de menor costo y mayor repercusión social como asfaltado de calles o reparaciones en colegios y centros de mayores. El entusiasmo de la sociedad por el artículo 155 aplicado a Catalunya abría la barra libre para ser utilizado a discreción. Un escándalo más en unos tiempos que saturan la capacidad de asombro. Apenas da tiempo a engullirlos.
Se están mostrando comportamientos de una irracionalidad estremecedora. Otra vez boicot a los productos catalanes. Hasta una exministra socialista se ha erigido en abanderada de esa cruzada. Cómo será que uno de los medios del bando españolista tuvo que salir con la vieja advertencia: Quieto, que vais a darle a los nuestros. Porque resulta que en el cava los corchos son malagueños por poner un ejemplo. La globalización juega malas pasadas en los odios raciales.
Forman parte de esa España compuesta por organismos unineuronales en la que abundan los ultras imponiendo sus instintos por la fuerza. Como lo perpetran, con total impunidad, las hordas que pululan por las calles. O las que retratan su agresiva necedad en las redes sociales.
No hay banderas para paliar la pobreza energética, ni los millones perdidos en el rescate bancario, ni para el saqueo político de lo público. Ahora resulta que los dirigentes catalanes han de pagar de su bolsillo el referéndum, tras el rosario de obras fallidas que, como el aeropuerto de Castellón a mayor gloria de Carlos Fabra, convirtieron a España en el paisaje del despilfarro. Y ahí están múltiples ciudadanos embarcados en cruzadas etéreas mientras nada dicen de cómo les roban sus derechos, a veces incluso su dinero que les importa más.
Porque, hablando de libertades constreñidas, sigue en vigor la Ley Mordaza y la Reforma del Código Penal posibilitando que sean juzgadas personas como autores de “atentado” por participar –o no – en manifestaciones de protestas. Ocurre en el caso de Gamonal. La periodista Cristina Fallarás ha visto rechazado su recurso a una multa de 600 euros impuesta en otra manifestación. Este rigor legal fue decretado por el Partido Popular y ninguno de los restantes partidos ha hecho nada efectivo por derogarlo.
Entretanto y en el mismo día, el inspector jefe de la Gürtel declara en el Congreso que la Caja B del PP es "corrupción en estado puro", detallando el porqué de tal calificación. Y no hay banderas, ni manifestaciones para condenarlo.
No es solo el conflicto catalán. Si vamos más allá, a todo lo que se previó y llegó aplastantemente, vemos que se está formando una sociedad incapaz de resolver los problemas que tiene planteados. Los desafíos son cada vez más intrincados y una gran masa de ciudadanos cada vez más torpes. Faltos de interés y motivación se ven desbordados por los acontecimientos que los bandean como marionetas. Presumiendo de su ignorancia, no solo no lo advierten sino que contribuyen a la debilidad de la ciudadanía en su conjunto.
Los Papeles del Paraíso, como otros abusos, vienen a demostrar lo que una y otra vez constatamos, aunque cada vez se manifieste con menos pudor: un grupo de individuos viven mejor a costa de los demás, cargados de privilegios y abusando de todas las trampas, con gobiernos que lo consienten e incluso lo apoyan y con la sociedad como víctima. La gran falla para el conjunto es el papel que juega esa sociedad que sigue proclamando el viva las cadenas.
Es como si hubiera regresado el derecho de pernada y la mayoría admitiera los caprichos del señor sobre pilares fundamentales de sus vidas. Aceptada esa prevalencia de unos sobre otros, sobre ellos mismos y sus descendientes, no queda sino tragar o rebelarse en mayor o menor medida. La historia de todas las historias. Esa masa moldeable y sumisa será la primera en castigar a los ciudadanos que demuestran mayor dignidad en el rechazo a las arbitrariedades.
Hablemos en serio de lo que nunca queda tiempo en el fragor de las batallas viscerales. Horroriza pensar lo lejos que este amplio sector de la sociedad, sus dirigentes y sus medios, están de la realidad. Y cómo van a afrontar las nuevas circunstancias que se han abierto paso consecuencia del desarrollo, del tecnológico por ejemplo. Inmersos en lo que llaman la Cuarta Revolución industrial muchos trabajos desaparecen o cambian de forma sustancial. No hay ni habrá trabajo para todos, medios de vida para todos. Una ciudadanía responsable estaría más preocupada por afrontar su futuro, como una piña además, que por boicotear la camiseta de la selección de futbol.
Las consecuencias ya están aquí. Un reciente informe de la OCDE sobre la desigualdad en la vejez aporta otros datos de gran interés. En España, según el contundente resumen de Joaquín Estefanía que he citado en varias ocasiones, tenemos una generación joven obligada a coger trabajos precarios –si los encuentran- y con un futuro degradado, y otra, perdida, en torno a los 50 años que -muchas veces sin empleo y sin esperanzas de encontrarlo- no se ve con fuerza para emigrar ya. Una vejez que en España se observa con más riesgos que en otros países de nuestro entorno. La reforma laboral de Rajoy y Báñez es responsable en gran medida de esta situación.
El Contrato Cero que ya funciona en el Reino Unido llega a España. Se trata de estar a disposición plena de la empresa, sin cobrar y sin derechos, para cuando sea requerido su trabajo. Temporalidad en el cobro, fijeza en el compromiso. Donde más se utiliza allí es en la sanidad pública que destrozaron. Aquí también. En Catalunya con seguridad.
Los impulsores de estas medidas son los mismos que, en la derecha española, portan las banderas de la unidad y la confrontación con todo disidente. No esperen por tanto que les resuelvan nada. Es el nuevo orden que se ha impuesto mientras la mayoría mira para otro lado. El último Barómetro del CIS corrobora que la independencia de Cataluña ha pasado de cifras residuales, apenas el 1 %, a situarse como segundo problema de los españoles, con el 29%. De los españoles que permanecen atentos y acríticos a los estímulos políticos y mediáticos. Es el mismo país en el que el 91,5% de los encuestados piensa que la situación económica es regular (42,6 %) mala (33,8%) o muy mala (15,5%). Al parecer, el asunto de las banderas les compensa a una buena parte.
La foto fija del momento tan convulso que vivimos nos muestra a partidos zambullidos en una nueva campaña electoral y, cada vez más claramente, centrados solo en las sillas y poder que puedan obtener. Lo evidencian hasta con descaro porque nada pasa factura. Y a una parte de la sociedad que compra todo el paquete con el bonus del artículo 155 de la represión. De ahí que el Ciudadanos más radical salga catapultado en el CIS en subida de 3 puntos. Un gobierno basado en aplastar a Catalunya sería para independizarse hasta del Planeta Tierra.
Las máquinas cada vez más inteligentes, y los ciudadanos cada vez más torpes. Los desafíos más intrincados y sin escrúpulos, las víctimas más entontecidas y vulnerables. Arrastrando a los demás en su caída. Ser conscientes de cuál es la amenaza es ya una labor de supervivencia.
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