martes, 12 de xaneiro de 2016

Por qué admiramos a los trotamundos pero no nos atrevemos a seguir sus pasos

Allí están, los valientes, recorriendo el mundo al otro la lado de la pantalla (con sus hijos o su mascota, lo que haga falta). Envidiamos y seguimos sus pasos mientras enterramos ese “y si...” que prende la chispa de nuestra imaginación. No, no... Eso no es para nosotros. ¿O sí? Adiós al jefe, a la prisa, a la rutina, a la seguridad y la calma. Adiós a la apostura de persona decente, previsible y respetable. ¿Seríamos más felices entonces? ¿Qué nos impide calzarnos las botas de aventureros? Hablamos con varios psicólogos para descubrirlo.

MARÍA CRESPO
www.traveler.es

“Yo creo que lo que nos atrae de los trotamundos, de la gente que deja un montón de cosas atrás, es que les importa vivir el momento o experiencias nuevas”, explica el psicólogo Carlos Jurado. “Sobre todo les tenemos envidia porque no tienen esas preocupaciones que la mayoría de gente tiene en su día a día”, añade.
Todo lo que hacemos en nuestra vida es porque forma parte de un proyecto, plantea Jurado, somos proyección, miramos siempre al futuro: desde elegir el trabajo, la carrera, formar una familia... “Los viajes son algo que está relacionado con el ocio, con momentos puntuales, algo que puedes planear pero para disfrutarlo un momento concreto, no para formar parte de ese proyecto futuro: ahí está el error”, señala. Para Jurado, la victoria de los trotamundos (y lo que envidiamos) es vivir lo inmediato, "conseguir que parte de ese proyecto futuro sea la propia experiencia de viajar”.
Escúchate un poco más
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¿QUÉ NOS IMPIDE CONVERTIRNOS EN TROTAMUNDOS?
La psicóloga Cristina Silvente destaca en primer lugar factores culturales: “a pesar de que cada vez viajamos más, los españoles no somos tan viajeros como nuestros vecinos de Francia o del Norte de Europa; por lo menos en cuanto a viajes independientes se refiere, viajes de larga estancia o al concepto de vivir viajando. En una cultura conservadora es difícil tener modelos y cuesta también romper con lo establecido”.
Además, la familia también deja huella: “la subcultura en la que crecemos: ¿provenimos de una familia donde se nos ha aportado seguridad o una familia con miedo? A veces, de familias poco viajeras o muy represivas o conservadoras, surge el efecto contrario y los hijos son viajeros”, cuenta Silvente.
Y, por último, factores más personales: “nuestra historia de vida y el momento en que nos encontramos pueden hacer que cueste dar el paso de vivir viajando; una cosa es que algo nos guste y otra muy diferente que lo queramos para nosotros o nos veamos capaces:tampoco se nos educa para sentirnos capaces en general”, remata.
¿Qué te estás perdiendo?
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AQUÍ TU PERSONALIDAD CUENTA
También entran en juego las diferencias en la personalidad, en el carácter: “hay gente que es más sensible a lo positivo y ven la aventura como una posibilidad de disfrutar; y hay gente que es más sensible a lo negativo, a las amenazas, y al ver la posibilidad de que algo salga mal no disfrutan de la situación”, destacada Enrique García Fernández-Abascal, Catedrático de Psicología en la UNED. Quien tiende a ver el vaso medio lleno arriesga más, es una persona buscadora de sensaciones o cualquier tipo de actividad que le pueda resultar atractiva; en el otro extremo están las personas que sacrifican cualquier cosa por la seguridad.
Junto a esta sensibilidad, que es un rasgo de personalidad, también están los procesos emocionales que juegan de forma diferente. Ese principio de: como en casa en ningún sitio que nos atrapa junto al televisor, o el valorar las cosas conocidas como más agradables.
Por un lado, para los adictos al cambio es difícil permanecer anclado en un mismo lugar y, por otro lado, quien valora al máximo la seguridad no es capaz de disfrutar del cambio, “hay gente que es muy extrema, lanzados o retraídos, aunque la mayoría estamos en el medio”, reconoce el catedrático. La buena  noticia es que a viajar, a disfrutar de la aventura, también se aprende.
Elige, adapta, focaliza y valora tus experiencias viajeras
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CÓMO VOLVERTE UN WILLY FOG (HASTA DONDE TÚ QUIERAS) EN CUATRO PASOS
Para aquellos que no están en estos dos extremos, podemos intervenir en los procesos emocionales: “la forma en la que aprendemos a responder a las situaciones ambientales: en ese sentido viajar es algo que podemos aprender, igual que podemos aprender a disfrutar siendo gourmets...”.
Enrique García Fernández-Abascal nos da las claves:
1. Elegir nosotros las situaciones a las que nos enfrentamos: para salir del sofá de nuestra casa debemos decidir nosotros.
2. Adaptar la situación: el plan puede ser muy interesante, la aventura muy atractiva, pero quizás lo sea más con expertos, con amigos... Debemos modificar el entorno para estar más a gusto.
3. Aprender a focalizar: debemos aprender a dirigir nuestra atención en qué es lo divertido. “Si yo voy a saltar en tirolina y sólo pienso: este cable parece que está mal, este cable parece que se está pelando, esto está muy viejo, esto se va a romper... yo no puedo disfrutar, obviamente”, cuenta.
4. Reevaluar: valorar conscientemente cómo actuamos y por qué pensamos así.
¿Cuál será tu próxima aventura?
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